jueves, 22 de diciembre de 2011

Tres colores, tres fuerzas, tres puntos de vista, tres concepciones, tres oportunidades de convivir en la diversidad.

Era el año de 1990, entre la visita del Papa Juan Pablo II y el comienzo del mundial de futbol soccer en Italia, sucedió un evento en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), un evento denominado al Magno Congreso Universitario, yo era un estudiante de Psicología y era promotor del uso de nuevas tecnologías, específicamente de las computadoras aplicadas a la instrucción o como se llamaba en inglés el CAI y el ICAI (Computer Aided instruction y el Intelligent Computer Aided Instruction), al mismo tiempo trabajaba yo como encargado de un centro de cómputo en un área de post-grado, grandes oportunidades que me dio la UNAM, en mi formación académica y desarrollo laboral. El mundo fascinante de la tecnología educativa seguro lo abordaré en otro momento. El evento que se desarrollaba en ese mayo de 1990, era resultado de un movimiento estudiantil iniciado en 1986, como reacción a una propuesta de reforma de la Universidad, en la que se buscaba principalmente su revaloración mediante el pago de cuotas y evitar el pase reglamentado, aquel que permite que automáticamente los alumnos del bachillerato tengan asegurado un lugar en la licenciatura, al menos eso entendíamos como la esencia de la propuesta de reforma, promovida por un respetable Rector que posteriormente sería encargado de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y hasta Secretario de Gobernación interino, Embajador en Francia e Investigador Emérito. A pesar de las credenciales, para los estudiantes era un villano, era quien quería privatizar la Universidad Pública y dejar la educación superior al alcance de la clase dominante. Algunos meses de huelga, luego de la formación del CEU (Consejo Estudiantil Universitario) de aquel año 1986, lograron un compromiso: llevar a cabo el Magno Congreso Resolutivo, algún profesor haría la corrección y explicaría que no era resolutivo sino resolutorio, pero eso ya era lo menos relevante. Se formó una singular comisión denominada COCU, Comisión Organizadora del Congreso Universitario, que estableció las reglas de participación y que estaba compuesta por estudiantes, profesores, investigadores y directores, todos los puntos de vista representados, hasta aquí todo son antecedentes generales. Entre los antecedentes particulares, estaba mi inquietud de que la informática y computación serían una gran herramienta para las áreas de estudio de la Psicología, de tal modo que en los foros que antecedieron al Congreso Universitario, inscribí una ponencia llamada “Informática Aplicada a la Psicología”, y dado que a la par de los foros se deberían apuntar los candidatos que podrían representar a la Facultad, me registré también, yo esperaba que hubiera tantos candidatos como ponentes, pero la realidad es que para los seis lugares que representarían a la Facultad, había siete candidatos inscritos, una plantilla compacta del CEU y yo. Se hizo campaña, el CEU organizó hasta un carnaval con exhibición de lambada (era el baile atrevido y de moda) y yo sin financiamiento, me dediqué a visitar los salones, hablar de mi propuesta y alguien me dijo que aprovechara la simpatía, que en esos casos gana quien cae bien, entonces algunas compañeras de mi grupo me acompañaban, salón por salón, han de saber que las estudiantes de Psicología han tenido fama de ser las más bellas de la Universidad, así que esa campaña no pasaba desapercibida. Por otro lado sin premeditarlo nunca hice campaña en contra del CEU, yo había estado codo con codo desde la huelga de 1986, no seguía militando porque me había desencantado ciertas inconsistencias de los líderes del movimiento, algunas veces me parece inverosímil que a los 17 años uno se tomaba tan en serio los paradigmas de la lucha por el bien común. Dado ese pasado reciente, en mi campaña nunca busqué denostar al contrincante ni hice eco de campañas que trataban de tacharlos de radicales, agresivos, manipulados por fuerzas obscuras y todo lo demás. Un votante me dijo que me daba su voto por haber hecho una campaña propositiva cuya bandera no era hablar mal del otro. El día de las votaciones, se me notificó que de los seis lugares, cinco los ocuparía el CEU y el otro lugar yo. Y empezó el Congreso, la sede: el frontón cerrado, un recinto techado con una gran cancha de madera y amplias gradas , que fueron habilitadas como clones de curul, con dispositivo para votación electrónica y llave de seguridad para activarlo. Iniciamos 814 delegados de todas las escuelas y facultades, excepto un doctor en Derecho, profesor prestigiado, que ese día publicó en un diario que habiendo sido elegido, no se presentaría al Congreso como protesta porque la Universidad no debería cambiar, la autonomía, el nombre y la tradición centenaria de la Máxima Casa de Estudios no debería ponerse en manos de un grupo de congresistas improvisados casi revoltosos. Se dejaba entrever una de esas tres fuerzas que dan título a este texto. El no cambio. A los 19 años de edad, uno se siente emocionado de más ante un evento con casi el mismo número de cámaras de televisión que la visita del Papa y que el venidero mundial, así que corbata al cuello y saco azul me presenté a mi primer día de congreso, previamente había leído completo el reglamento y me quedaban algunas dudas. Gran inauguración, aparición como estrella de teatro del Rector en curso y cientos de voces de congresistas ávidos de protagonismo, antes de empezar propiamente la sesión, en el presídium someterían a votación el reglamente y se ofreció resolver dudas, levanté la mano y fui a hacer fila al micrófono, de los 15 que habían pedido la palabra antes que yo, hubo alguna participación que de extravagante, me pareció aberrante: propuesta de que el congreso no durara un mes si no que se constituyera permanente, que se otorgara servicio de transporte a los congresistas, comidas y apoyo económico y ser el organismo democrático que tomara decisiones sobre el patrimonio y designación de directores y una retahíla de peticiones fuera de lugar. Esa participación calentó el ambiente y cuando me paré frente al micrófono y luego de exponer mi duda sobre alguna inconsistencia menor de los procedimientos de las mesas de trabajo, terminé con un comentario como “compañeros: ¿porqué tantas peticiones?, antes de proponerse como candidatos ustedes firmaron una carta compromiso, en la que reconocían que ser congresista exigía un esfuerzo extra, de no ser así tenían que haber dejado su lugar al candidato que seguía en número de votos…” a partir de ahí la rechifla de unos ya no dejaba escuchar y los aplausos y asentimientos de otros se mezclaban en un ensordecedor rugido de la multitud… recuerdo periodistas disparándome flashazos y congresistas levantados de su lugar que venían exacerbados corriendo a pedir la palabra al frente. Además de los invitados como público que ocupaban la parte superior de las gradas separados por una valla de alambre…….y como si el recuerdo se difuminara, entre gritos, se empañara con aspavientos y se secara con recesos de la sesión, se aviva después con un par de frases célebres: esta no es una cuestión de derecho sino de justicia y la justicia está sobre cualquier reglamento y la otra: “estamos hasta la madre de la Universidad de saco y corbata”, al final nos llevó dos días ponernos de acuerdo en un reglamento que se esperaba aprobado en 10 minutos, costos de la democracia. Un problema fue armar las comisiones de trabajo, entre ellas la comisión del diario del congreso, tres planillas se disputaban quien vigilaría y apoyaría las mesas de trabajo, el CEU, que buscaba la democratización hasta el absurdo (o sea someter a votación desde los representantes de comisiones hasta si se comería pollo o hamburguesas en las sesiones), jeans, playeras alusivas al Ché Guevara, rastas y pulseras tejidas por artesanos oaxaqueños y chiapanecos y en el aire un aroma a patchouli ( dícese del perfume elaborado a partir de la semilla de cannabis), esa era la apariencia, las ideas multicolores también y manifestaciones artísticas creativas abundaban, aunque muchas veces se buscaba un cambio per se y como vuelta de la moneda, es decir, apostarle al extremo opuesto para ver qué pasaba. Había una asociación de estudiantes reactiva al CEU, denominada CAU, (Consejo Académico Universitario), asociado a cierta agrupación de profesores y vista con simpatía por algunos directores que consideraban que la Universidad no necesitaba mayores cambios. Apariencia: niñas de traje sastre y jóvenes con corte de pelo a la moda y de traje y corbata, hablando siempre en círculos cortos, con derecho de picaporte a oficinas de los directores y con una capa repelente al CEU, sabedores de más respaldo que de ideas. Y una tercera agrupación emergente, de los llamados “independientes”, o sea, aquellos estudiantes que habían llegado sin respaldo de una u otra asociación y que se empezaron a conocer por sus coincidencias de puntos de vista, sin presiones de aferrarse a uno u otro extremo de los puntos de vista , pero hay que decirlo, sin un plan claro y con cierto vacío de ideología, los más susceptibles a las inconsistencias e incongruencias.
 ¿Se nota?,
Esas tres tendencias, me mostraban, me enseñaban la conformación de tres fuerzas, tres concepciones del mundo (universitario), sin fronteras tangibles, peleadas entre ellas, pero aduciendo tener un fin común, la mejora de la Institución. Para cada una de las fuerzas, la otra era objeto de sospechas, de contubernios, de desconfianza, de intereses ocultos. Por si alguien no lo sabía, la Universidad Nacional, maneja tradicionalmente un presupuesto equivalente a tres entidades federativas, o sea todo el gasto de tres estados de la república, tiene el mayor número de estudiantes en el país y realiza el 70% de la investigación científica. Es reconocida como una de las cinco mejores universidades de Iberoamérica y está dentro de las mejores 200 a nivel mundial, por eso un intento de transformarla de fondo, no era cosa menor. En lo personal, me integré a la comisión del diario del congreso, cada noche recibíamos las conclusiones de las mesas de trabajo y terminábamos enviando a una imprenta un pequeño periódico que se distribuía al día siguiente a cada uno de los congresistas, comisión en la que este joven estudiante, compartía la mesa de trabajo con el Coordinador de la Investigación científica, con un profesor emérito de la Facultad de Derecho, un Secretario General, hecho rector un par de años después . Y me tocó ir a la mesa de trabajo número tres, aquella que discutía la estructura académica. Afortunadamente compartiendo horas de discusión y propuestas con eminencias que hoy son columnistas y referentes de la educación en el país y con la Maestra Ana María Cetto, premio Nobel, conste que es el único nombre que no he esquivado en este texto.

Se ha dicho mucho que la Universidad es un laboratorio de la sociedad mexicana y como recuento de los daños y beneficios de aquel magno congreso antes de que empezara el mundial, fueron que al patrimonio universitario, aquel organismo que maneja las propiedades y el ejercicio del presupuesto no tuvo cambios, se defendió con toda la artillería pesada de directores y administradores de la universidad y a pesar de los esfuerzos de las fuerzas que buscaban el cambio, no hubo tal, hay pilares fundamentales que no se mueven a pesar de los movimientos. En el otro extremo, donde tanto se discutió las aumentar las cuotas o pagos y el pase reglamentado, los estudiantes del CEU defendieron hasta las últimas que eso no cambiara, ambos extremos se llevaron muchos de los reflectores, afortunadamente dejaron trabajar otras mesas y por ejemplo la mesa tres, logró consolidar los consejos académicos de área que a la postre han sobrevivido y coadyuvado a una mejor evaluación de los programas académicos.

Diez años después, a principios del año 2000, tuve que ir a una sesión de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, entiéndase como la asamblea de diputados de la capital del país. Primera vez que la izquierda lograba mayoría y que por cierto, la ciudad era gobernada por la misma fuerza política, identificada por el color amarillo que proponía (y logró) cambios de 180 grados, ante una bancada de color azul, absolutamente conservadora que se oponía a esos cambios, pero que no gozaba de la mayoría para defenderlos, pero demostraba su respaldo como para explicar que sucediera lo que sucediera, su riesgo era el menor. Eso sí, me tocó ver una bancada tricolor que mostraba un experiencia superior para manejarse y era capaz de detener una sesión simplemente abandonando la sede y dejándola sin quórum. Lo anecdótico es que no solamente encontré coincidencias en las ideas y diferencias en los grupos similar al congreso universitario, sino que me encontré a muchas de las mismas personas, ideas y posiciones convergentes en escenarios distintos. En una búsqueda de acuerdos a pesar de los colores, a pesar de los diferentes puntos de vista, a pesar de las diferentes concepciones, a partir de las oportunidades de convivir en la diversidad.


lunes, 19 de diciembre de 2011

Redes Sociales (Mal)(Ben)ditas

En cuanto baje la fiebre de FB y Twitter hablaremos desde una perspectiva diferente.

Pienso en lo que significó el Stencil y mimeógrafo para aquella generación de estudiantes del 68, encontraron ellos y lo dicen en cada documental sobre el tema, una poderosísisma herramienta para dar a conocer sus puntos de vista, una maquinita que reproducía por miles una cuartilla que luego podía entregarse como volante a los transeúntes, seguramente ellos no, pero los policías y halcones dijeron más de una vez, ¡maldito mimeógrafo!. Por cierto en mi primer trabajo en los años ochentas tenía que reproducir exámenes y guías para estudiantes de postgrado de la UNAM, mediante sténcil y mimeógrafo y tenía su encanto ver salir las hojitas una por una, con la tinta aún sin secar.

Cuando empezaba yo como ayudante de investigador en la Facultad de Psicología de la UNAM, usábamos Bitnet, un sistema para intercambiar mensajes antecesor al correo electrónico mediante la red de la Supercomputadora de la UNAM, la primera vez que pudimos mandar una imagen con el logotipo del congreso fue un triunfo, porque estaba limitado a mensajes de texto, por cierto sin acentos ni “ñ’s”, cosa que ponía mal a los colegas españoles. El bitnet se empezó a llenar de mensajes de propaganda y hasta comerciales, (“No se pierda el nuevo ejemplar de la Ravue Latin sur la pensée et le langage”) y de mensajes de esos incómodos como “te quiero conocer”, “conoce jóvenes rusas”, incluso un mensaje directo que me proponía que mandara fotos y teléfonos de mis compañeras de la facultad y por cada una me depositarían 20 centavos de dólar o algo así. Aquellas terminales de cómputo basadas en el sistema CANDE no tenían impresora individual, o sea que mandabas imprimir y luego recogías tus 200 páginas de impresora de matriz de puntos en el centro de cómputo, dentro de Ciudad Universitaria, pero a casi tres kilómetros de la Facultad. Al recoger tus 200 páginas impresas y darte cuenta que sólo uno o dos mensajes eran sustanciosos, seguramente alguien (hasta yo) en su momento dijimos ¡Maldito Bitnet!.

Y apareció el correo electrónico, antes que hotmail, yahoo, gmail, latinmail, ciudadfutura y otros ya desaparecidos, tener una cuenta requería que estuvieras respaldado por una empresa o institución, recuerdo al director de la Facultad diciendo, ¡para Orduña no!, sólo voy a autorizar cuentas de correo del servidor.unam a investigadores titulares. En fin, yo era el encargado de revisar y responder el correo de nuestra titular del laboratorio y armamos por ejemplo el Congreso Iberoamericano de Pensamiento y Lenguaje en Tuxtla Gutiérrez en 1990 sin una sola llamada telefónica, los Españoles, Peruanos, Colombianos, Estadounidenses, Canadienses, Venezolanos y hasta de Rusia enviaron sus trabajos, recibieron retroalimentación y hasta conocieron la publicación con las memorias todo por correo electrónico. Tiempo después, recibía unos correos invitándome a comprar algo, a aprovechar ofertas de viajes, a tener citas a ciegas, a hacerle caso a una cubana o rusa que decía que te amaba y que estaba dispuesta a dejar su país por ti, empezamos a recibir las trampas de “haga clic en la siguiente liga” y te descargaba un virus, de aquellos que formateaban el disco duro, llegaron también los correos de insultos y subversivos que clamaban por la salida de tanques de Kosovo o que dejaban ver que vendría un movimiento zapatista, y muchos otros que decían “hola me llamo tal, estoy en un curso de correo electrónico en McGill University o en Chimbote, contesta este correo para saber si te llegó….” Y entre toda esa paja se perdían los correos necesarios, ¡Maldito e-mail!!!

Y bueno, seguiría hablar de los chats y las redes sociales, nada hay que pueda decir que no conozcas y manejes mejor que yo, sobre husmear hasta acosar, en la historia de la humanidad tendríamos que maldecir no solo a las redes sociales sino por ejemplo a los catalejos a los diarios, a los daguerrotipos, a las películas caseras, al teléfono fijo (sobre todo antes de que se implantara el identificador de llamadas), el chismógrafo, el grafitti, los rayones y recados en baños públicos, las revistas rosas con sus paparazzis, los reality shows, los anuncios clasificados y hasta los investigadores privados, los sistemas de videovigilancia, los espías satelitales, y hasta los escuchones detrás de uno en el transporte público o en la mesa del al lado en la cafetería. La lista podría ser interminable, pero no por eso podemos pasarnos la vida maldiciendo a los adelantos tecnológicos, sino a su uso y abuso. ¿Qué han facilitado las redes sociales? Parafraseando a Loret de Mola: “saciarmorbos” poner en una vitrina al alcance de casi todos lo que antes los husmeadores tenían que andar buscando y hasta pagaban por acceder. Han potencializado también los impulsos exhibicionistas, pues aquellos que sin problema se cambiaban de camisa en medio de un parque lleno de gente, hoy pueden hasta medir cuántas miradas atraparon. Otros, perfectamente instalados en la era de las relaciones virtuales, saludan y hasta intiman con personas que no conocen en persona ni la conocerán probablemente. 

Aquellos que están en busca de reconocimiento social, hoy lo confunden con cuantificar el número de seguidores o contactos. Ya ha habido estudios que dicen que alguien que tenga más de 90 contactos, es como si no tuviera ninguno, pues la memoria y emoción no dan para establecer lazos con más personas que ese número (prometo recuperar la fuente, pero se puede buscar como el número de Dumbar).

Hoy veo a la generación de mi hijo (14 años) con una adaptación a las redes sociales como si fuera natural, si en nuestra generación se decía que si no pasa por la Televisión era como si no existiera: los cantantes, las películas, los lugares, los deportes, los chistes, etcétera. Para ellos, lo que no pasa por redes sociales es como si no existiera, ni la fiesta, ni el viaje, ni el récord en los videojuegos. Y la línea entre lo público y lo privado se vuelve elástica y móvil, pues se publican fotos que a nadie más le pueden interesar (no me refiero directamente al “sexting”) y se hacen declaraciones de afecto que en persona no se atreven, o ¿será que en persona ya no son necesarias?, ese sería un cambio generacional.

No me pongo en contra de las redes sociales ni promoveré que se dejen de utilizar, pero sí compartiría sugerencias para su uso, por ejemplo, a mi hijo, no le reviso su cuenta, pero tiene el compromiso de no incluir como contactos ni personas mayores que él (recibe solicitudes de papás de sus compañeros de la secundaria) ni de personas desconocidas y para nada poner imágenes de su hermanita, su mamá ni de la casa u otros detalles con información personal.

En lo personal, tengo muy pocos contactos, porque creo que no debería tener más que los nombres del directorio de mi teléfono móvil, aunque no por eso dejo de seguir a personajes de los medios de información. Y busco que mis publicaciones en Twitter y posts no sean paja, aunque muchos de ellos se puedan considerar así, evito “buenos días mundo”, “ hoy es martes”, “acabo de despertar”, “cenando en familia”, “la vibra es la fuerza del universo”, etcétera. espero que quienes me sigan tengan o una información interesante o algo sobre mí que no les molesta que comparta. Y trato de tener siempre presente que cualquier cosa que ponga en Twitter es como un mensaje en botella, no puedo tener certeza de a quién le llegará, en una fiesta recuerdo que antes de cada chiste preguntaba yo ¿pero no hay argentinos? Ok, para otro chiste, ¿no hay gallegos? Ok, para otro chiste ¿no hay alemanes? etc. y me seguí, hasta que en algún chiste me dijo una pareja con cierta molestia, -oye nosotros somos antropólogos - , en fin no podía preguntar por todos, esa misma sensación me ocurre cuando publico algo en Twitter.

Para terminar, quiero decir también que no debo dejar de tener en cuenta aquello de “nadie es tan feo como en su foto de licencia de conducir ni tan bello como en su perfil de facebook”.

En poco tiempo hablaremos en pasado sobre las redes sociales, gracias por acompañarme en este ejercicio que me invitó a la reflexión.

martes, 13 de diciembre de 2011

Sobre "Puedo explicarlo todo"


Fascinado por el libro de Xavier Velasco, habiendo dominado el código fantasmagórico, le mandé al autor mi opinión en cuatro hojitas arrancadas de una libreta para que él también se ponga a descifrar:






Esta opinión fe emitida en abril de 2011

Abril de 2018: para hacer honor a la verdad, el libro de Xavier Velasco al final trae un compendio con todas las cartas escritas en código fantasmagórico, pero traducidas, así que por una cuestión de equivalencia también transcribo mi opinión en código ASCII:















Descubriendo El Código

Recupero esta nota que tenía yp por ahí en Facebook, nunca había alimentado un blog, así que comenzaré a recuperar algunos escritos que valen la pena. El presente texto es de agosto de 2008.




Acabo de leer un buen libro, EL CODIGO CULTURAL de Clotaire Rapaille, nacido en Francia y adoptado por Estados Unidos, dedicado a la Psicología y contratado para descubrir los significados culturales de diferentes productos para su venta en el mercado de los diferentes países, enfocado especialmente a Francia v.s. Estados Unidos.


Antes de entrar al descubrimiento de los códigos culturales, hace un importante preámbulo sobre lo que muchos sabemos, el aprendizaje asociado a estados emocionales, cómo la capacidad de aprender se da de acuerdo a los afectos y a las improntas, sobre el cómo los diferentes productos (enfocado él hacia las ventas) y los diferentes conceptos se fijan a temprana edad.

La parte interesante es el cómo obtener esa información, por ejemplo para saber qué es lo que las personas esperan sobre un producto, el caso de un coche, si se hace la pregunta directa, contestarán lo que se espera que contesten: que sea seguro, que sea ahorrativo, buen desempeño, alta tecnología, etc. Pero si se pide que se relajen que escriban experiencias sobre su primer contacto, sus recuerdos más lejanos sobre el coche, resultan historias cargadas de afecto y emociones, algunas veces encontradas, pero que conforman la impronta, el significado último de lo que quieren, esperan y la razón principal por la que adquirirán el producto. El ejemplo primero que relata es sobre el Jeep, en un momento en que el mercado fue invadido por vehículos 4x4 de lujo, la compañía empezó a promover los jeep lujosos cuyas ventas no fueron las esperadas. En las sesiones resultó que el significado para jeep en Estados Unidos, se asocia más a la exploración, la conquista, la independencia, el reto de los terrenos salvajes, para los estadunidenses el código cultural para jeep es “caballo”, por su lado, los europeos, hicieron impronta con el jeep asociado al rescate después de las guerras mundiales, el recuerdo era la fila de vehículos que transportaban a los sobrevivientes de la guerra y regresaba a los prisioneros con sus familias, el código entonces para jeep es “libertad”, con esto explica el autor que no se puede vender el mismo producto bajo las mismas condiciones en culturas diferentes, un primer cambio fue cambiar los faros cuadrados de los jeep por faros redondos puesto que los ojos de los caballos no son cuadrados, este cambio representaba cierta economía y se introdujo de inmediato, resultando en un sensible aumento en las ventas. Con todo lo ilustrativo de este ejemplo, fui atraído más por otros conceptos, la comida y el alcohol son interesantísimos, cuenta que como francés le parecía inconcebible los buffet estadunidenses, aquellos de “coma todo lo que pueda por 9.99” y el “fast food”, los sitios de comida rápida, puesto que en Francia, se prefiere el slow food, darse, su tiempo, comer pequeñas cantidades, degustar, identificar los sabores y los ingredientes del platillo, acompañar con una copa de vino o champagne para resaltar los sabores, en cambio, para los estadunidenses, la comida es igual a “combustible”, algo así como llenar el tanque para seguir en movimiento, comer todo lo que se pueda para almacenar las calorías suficientes para continuar la marcha. Un dato interesante es el concepto de queso, en Francia, para comprar un queso, este se pellizca, se huele, se palpa, se prueba, luego se lleva a casa y se pone en un bajo una especie de rejilla que lo deja respirar pero no que tengan contacto insectos con él, por su lado en Estados Unidos un queso pasa por diversos procesos de pasteurización, de almacenamiento bajo estrictas medias asépticas, es envuelto en plástico resistente y colocado en refrigeradores para que el consumidor, lo tome, lea su fecha de elaboración de caducidad y lo llleve directamente a su propio refrigerador, cual si se pasara de una morgue a otra, ahí está la clave para los franceses el queso está “vivo” y para los estadunidenses el queso es algo “muerto”, pero si acaso la tentación nos lleva a establecer juicios de valor donde tenemos que decir si una cosa es buena y otra mala, eso es muy relativo, pues con todo y su disfrute de la alta cocina y slow food, existen más fallecimientos por problemas asociados a la comida en Francia que en Estados Unidos. El alcohol por su parte, está asociado a enfermedad, a embragarse ni siquiera a identificar y disfrutar sabores, para Estados Unidos alcohol se asocia directamente a “embriagarse” las improntas que ha generado son las de reto a la autoridad, de esconderse, de utilizarlo para pasar a un estado de fiesta, por su lado para los franceses es símbolo de refinamiento y de convivencia, usado para acentuar los placeres de la buena comida.

La venta de productos es del interés de los mercadólogos, como Psicólogo me atrae más del libro, la formación de conceptos como belleza, amor, felicidad, familia, patria, etcétera. Así que en una futura entrega de este blog continuaré con estos temas.

¿Qué parte me atrapa de esta lectura?, estudioso de las culturas y subculturas organizacionales, me han interesado los temas de la Psicología del Mexicano, tuve oportunidad de escuchar en vivo al Dr. Rogelio Diaz-Guerrero, las generaciones recientes de Psicólogos sólo podrán leerlo o verlo quizás en video. Aquellos disertaciones acompañadas de las ávidas lecturas de su libro, sus actualizaciones, diversos artículos e investigaciones, cuando la Etnopsicología se abría paso a principios y mediados de los años 90’s. Me apasiona el tema, en cada conceptualización del el código cultural, me empezaba a preguntar qué es lo que para los mexicanos significarían. De algunos se me antojaba aventurar códigos, pero creo que es un campo abierto para iniciar investigaciones serias que nos permitan desdibujar este ADN cultural.

De la represión de los deseos a la transmutación del objeto destino: Sublimación


La sublimación al igual que muchos términos utilizados en Psicología es adoptado de otra disciplina, en este caso de la química, y se refiere en términos llanos a la transformación de la materia de un estado sólido a uno gaseoso sin pasar por el líquido, también conocido como volatilización. Dicen que lo que bien se aprende nunca se olvida y yo tengo muy presente el laboratorio de la secundaria cuando en un vaso de precipitados agregábamos cristales de yodo y al ponerlo al fuego del mechero veíamos de inmediato un espectacular humo rojizo, el nuevo estado del yodo y el experimento terminaba poniendo una tapa con menor temperatura, donde veíamos de nuevo formarse los cristales sin haber pasado por estado líquido.
Cabe destacar que se presenta cierta ambigüedad en el uso del término porque sublime se utiliza también en el arte y en la estética, como esa reacción más allá de lo racional a que la belleza extrema puede llevar al espectador, cuya respuesta llega en ocasiones al llanto, hecha esta aclaración, no es en ese tenor que se aborda aquí el término.
Se le atribuye a Sigmund Freud el uso del término sublimación para referirse a la transmutación o desviación de la pulsión sexual hacia otro objeto (no sexual). Identificada como un mecanismo de defensa, se le conoce también como aquel proceso psíquico en el que una actividad humana aparentemente no relacionada con la sexualidad, se vuelve depositaria de esta energía libidinal y su nuevo fin puede estar encaminado hacia tareas creativas, de prestigio social, de arte, intelectuales, políticas, religiosas o relacionadas con la tecnología. Actividades que están estrechamente relacionadas con características egocéntricas o narcisistas.
Recuerdo aquí una reflexión que hacía alguno de los personajes creados por Milán Kundera en su novela “La Inmortalidad”, expresaba que los Santos son los seres humanos más narcisistas, que es tal la necesidad de alimentar su egocentrismo que son capaces de privarse de la mayor parte de los placeres terrenales, inclusive los de satisfacciones básicas, ya que están abonando para un deseo mayor, de prestigio y trascendencia.
La nueva dirección que un deseo toma, mediante este proceso de sublimación, de entrada tiene una ventaja: evita la respuesta emocional, de frustración y desilusión, que frecuentemente deriva en ira o decepción. Pareciera que es una simple postergación de la satisfacción del deseo, pero considero que es una manera más evolucionada, es decir más alejada de los impulsos animales para conseguir satisfacción.
En el desarrollo psicológico infantil, el niño no alcanza a entender la permanencia del objeto, en esas etapas primitivas del ser humano, algo existe si y solo si se encuentra a la vista, intelectualmente no hay comprensión de que el objeto pueda estar detrás de una cortina o se haya movido de lugar. Según Jean Piaget, es hasta alrededor de los dos años de edad que el ser humano empieza a entender la constancia del objeto, es decir, la existencia de algo a pesar de no tener interacción sensorial. Otros autores dirán que no es verdad y que sólo se trata de la incapacidad motriz del infante, sin embargo el término constancia/permanencia del objeto sigue gozando de mayor aceptación en esa escuela constructivista de origen francés. Esto quiere decir que a manera que se avanza en el desarrollo intelectual, se vuelve menos importante el contacto inmediato para entender la realidad.
Regresando a Freud, pero siguiendo en esas edades tempranas de la vida del ser humano, a partir de la teoría de las etapas psicosexuales del desarrollo humano, sucede que durante el primer año de vida, en la etapa oral, el niño tiende a explorar todo con la boca, se rige por el principio del placer, es dominado por el Ello, pues no se han desarrollado el yo ni el superyó. El Yo se desarrollará a partir de que el infante se da cuenta que la satisfacción no es inmediata y que tiene que producir ciertas conductas que lo llevan a conseguir la satisfacción. Una fijación en esta etapa deriva en desórdenes de la personalidad como inmadurez, credulidad y manipulación por otras personas.
Esta forzada convergencia de dos puntos de vista conducen a la idea de que a manera que el ser humano se desarrolla tanto en lo intelectual como en lo psíquico, tiende a ser capaz de superar la búsqueda del placer inmediato y del contacto sensorial, para darse cuenta que la satisfacción de un deseo puede no estar a la vista ni estar en el ahora y que para conseguirlo habrá que encadenar determinadas acciones o conductas. De esta forma, en mi opinión, la sublimación y postergación de la satisfacción de un deseo, se relaciona con madurez y capacidad intelectual.
Normalmente cuando las personas cometen la satisfacción inmediata de deseos, se les considera fuera de la norma social, pareciera que lo socialmente aceptado es la postergación del deseo, más que la represión, se juzga como anormal aquello privado que se realiza en público, luego entonces, la sublimación también llega a considerarse perversión y hasta delito cuando se fuerza a que los demás formen parte de la satisfacción propia. Esta postergación y el pago de impuestos son las consecuencias de vivir en civilización.
Sin ahondar en los extremos de perversión o total represión, en particular a la psique del mexicano se le atribuye una exagerada postergación y hasta inacción, sin embargo, buena parte de sus decisiones parten de las premisas socioculturales, entendidas como aquellas afirmaciones que proveen las bases para la lógica específica de los grupos, que casi predicen las formas de sentir y de actuar a menos que una fuerza más poderosa interfiera. Las premisas socioculturales establecen condiciones para la vida en sociedad, sientan las bases para una comunicación comprensible y forjan la realidad interpersonal y de grupo. Se ha encontrado que los mexicanos encaran pasivamente el estrés (es decir, lo evitan lo más posible), en contraposición, los norteamericanos encaran activamente al estrés (necesitan mantenerse activos para no estresarse). Según Rogelio Díaz-Guerrero en su libro Psicología del Mexicano, descubrimiento de la etnopsicología, (trillas, México, 2001), a una premisa como “no hagas hoy lo que puedes dejar para mañana”, subyacen valores como armonía, protección, dependencia, cooperación, ociosidad, la forma más que el contenido y una filosofía platónica. En comparación con una sociedad que encara activamente el estrés como la norteamericana, detrás de una premisa como “El trabajo duro es la mejor medicina”, se encuentran valores como competencia, acción, agresividad, igualdad, libertad individual, oportunidad para todos, independencia, informalidad y el contenido en lugar de la forma. ¿Qué es lo bueno el enfrentamiento pasivo o activo al estrés?, la respuesta no es necesariamente tajante, pues en cada una de las sociedades, sus premisas les provocan sendos padecimientos: en el enfrentamiento pasivo: hipertensión, úlceras en el estómago e hipocondriasis. Por el otro lado, en el enfrentamiento activo al estrés: problemas con intestinos, coronarias e histeria.
A nivel de países, las sociedades con enfrentamiento pasivo al estrés se da la explotación económica, amplias brechas entre ricos y pobres, mayor explotación personal y emotiva de un individuo por otro y una agresividad explosiva al llegar a los límites, consideran que no es bueno el cambio, siempre provoca reservas y sospechas. Como naciones son pacifistas, neutrales y no intervencionistas, en conclusión la vida debe ser vivida sobrellevando las fuentes de estrés.
Las sociedades con enfrentamiento activo al estrés se caracterizan por una intolerancia racial y discriminación, se da más crimen por ganancia económica. El cambio es considerado bueno y virtuoso, sin embargo, estas naciones irán fácilmente a la guerra y a imponer sus puntos de vista, la vida es mejor vivirla encarando las fuentes de estrés.
Una sociedad en la que se valora la pronta satisfacción de los deseos de sus individuos, podrá lograr progreso y crecimiento económico algunas veces sin que importen los medios para conseguirlos, un ejemplo extremo es el macabro ideal nazi de una limpieza racial.
La sociedad que posterga esa satisfacción y valora los daños colaterales para conseguir satisfacciones, avanzará probablemente más lento, pero con preocupación por la armonía, convivencia y cuidado en los medios para conseguir el fin.
Para terminar esta opinión, cierro con poesía del griego Constantino Cavafis.
I T A C A
Cuando salgas hacia Itaca
ruega que el viaje sea largo
y rico en aventuras y experiencias.
No temas a los Lestrigones ni a los Cíclopes
ni al irascible Poseidón:
nunca los hallarás en tu camino
si tu pensamiento es elevado y si una fina emoción
toca tu espíritu y tu cuerpo.
Nunca encontrarás Lestrigones ni Cíclopes
ni al temible Poseidón si no los llevas ya en el alma,
si tu alma no los alza frente a ti.
Ruega que el viaje sea largo,
que sean numerosas las mañanas de verano
y verás con qué gozo y alegría entrarás
en puertos que verás por vez primera;
detente en emporios fenicios y hazte
de memorias mercaderías, de madreperlas,
de corales, de ámbares, de ébanos
y toda clase de perfumes voluptuosos,
de cuantos más abundantes y voluptuosos aromas puedas;
ve a muchas ciudades egipcias a aprender,
a aprender de aquéllos que saben.
Pero no dejes que tu mente se aparte de Itaca:
arribar allí es tu meta.
No apresures el viaje:
es mejor que dure muchos años
y que llegues a la isla envejecido
y rico de lo que ganaste en la travesía,
pero sin esperar que Itaca te ofrezca riquezas.
Itaca te dio el hermoso viaje.
Sin ella nunca hubieras emprendido el camino.
Nada más puede darte.
Y si la encuentras pobre, Itaca no te engañó;
conseguiste ser tan sabio
y adquirir tanta experiencia,
que entenderás entonces qué son las Itacas.