miércoles, 29 de agosto de 2012

Personajes en las juntas de trabajo



Trabajar en equipo no es fácil, al menos no dentro de una cultura donde se reconocen los logros individuales, se plagian con toda facilidad las ideas, se clonan productos y se hace “caravana con sombrero ajeno”, generalmente los equipos no se forman para compartir las fortalezas y combatir las debilidades, en lugar de un trabajo integral se entrega un rompecabezas donde cada pieza llega a tener la firma del autor individual, peor aún, no se permite el rol de moderador, cualquier persona que demuestre atributos de líder, se le hace responsable del producto en lugar del proceso.
Existen reuniones tan aburridas y llenas de paja, de participaciones redundantes donde con un poco de observación se identifican personajes, roles, papeles representados, de ellos aquí algunos de los que nunca pueden faltar:
1.- Divo:
El que es dueño de la reunión, que toma y arrebata la palabra, aunque nada sustantivo tenga para decir, pero se considera el protagonista y hace gala de sus ademanes, gestos, tonalidades de voz, poses y clichés, así como chistes o aforismos que tuvieron gracia hace muchos años, pero que compromete a los demás asistentes a reírse antes que parecer que no lo entendieron. Considera que debe emitir una opinión sobre todos los temas, así sea los más relevantes que no le atañen o los más insignificantes que sólo hacen pesada la reunión. Este personaje también hace un constante esfuerzo por llevar los temas a su nicho de conocimiento, por que dejar un cabo suelto le restaría la recién obtenida autoridad. Una característica inequívoca de este personaje, es que cuando otra persona emite una opinión valiosa, se dedica a adularlo como si esa opinión fuera producto de la “inspiración”  que consiguió sembrar en los demás. No reconocerá aportaciones de alguien más.

2.- Sabelotodo:
Este personaje no aporta, pero sanciona, no genera ideas, pero critica a las de otros, no propone, pero invalida las demás iniciativas, habla de reglas, normatividad, estilos, modas, modelos y paradigmas, que los demás ignoran pero él no está para resarcir las lagunas y la alarmante ignorancia de los demás. Le encantaría terminar la reunión de inmediato y volver a citar cuando los otros dejen atrás su condición de iletrados.
3.- Explicador:
En contraposición con el Sabelotodo, un explicador, no se ufana de tener todo el conocimiento, pero ni necesita decirlo, todas sus intervenciones son para contrarrestar la ignorancia, de alfabetizar a los demás, de no poder explicar la “H”, porque tiene que repasar la A, B, C, D, E, F, y G, tiene plena convicción de que los demás no tienen idea alguna del tema en cuestión y que para el objetivo de la reunión es necesario un “crash course” sobre el tema, eso no es todo, cree que el único calificado para el otorgar dicho  curso es él y todos deberían agradecer el nivel de detalle al que hará el favor de dirigirse.

4.- Invisible:
Este personaje de las juntas, lo quiera o no, pasa desapercibido, es esa persona que parece no estar, que se convierte en parte del paisaje de la sala de juntas, que si los asistentes son 15, la lista de asistencia sólo se compone de 14, si hubo que votar, el total de votos es 14, inclusive quien ofrece el café o botellines de agua son 14, si hubo un “break” al regresar se retoma la junta con 14 y de repente nuevamente son 15 aunque nadie escuchó la puerta, ni percibió movimiento de la silla que ahora está ocupada, con una presencia que de repente se desvanece, de hecho por más esfuerzos que se hagan, nadie recuerda su nombre. Al final de la reunión nadie sabe en qué momento salió ni lo que aportó.
5.- Transparente:
A diferencia del invisible, existe aquel que es transparente, permite el paso de los demás, no refleja la luz y el hecho de su presencia no tiene más objetivo que dejar que se vea otro, no es un porrista, un fan y mucho menos un palero, este trasparente no hacer mayores aportaciones, simplemente ocupa un lugar físico, forma quórum o está ahí por si su superior jerárquico precisa de algún apoyo. El transparente tiene cuerpo y cerebro, de hecho no sólo le acerca el vaso con agua, puede hacer cálculos y hasta ser la herramienta mnemotécnica del que está al lado, pero no está en su condición tener imagen propia.
6.- Arlequín:
Indispensable en toda reunión, junta o curso, ese que da el toque gracioso, que detona una sonrisa, que señala el error involuntario o convierte en una salida ingeniosa la equivocación ligera del hablante, sin embargo, su papel es tolerable los primero s dos minutos o en suma cinco a lo largo de una reunión de horas, pues al tercer minuto se vuelve insoportable, la risita que provocó al principio se vuelve forzada porque su “rolling gag” no puede seguir siendo hilarante y si acaso lo es, impide que la reunión se conduzca con orden y hacia sus objetivos, aquel que se equivocó una vez y compartió lo jocoso del momento, odiará la  segunda ocasión y lo que es peor, tendrá que soportar ser recordado en adelante por la anécdota “simpática” que de ahora en adelante lo estigmatizará. Todo arlequín debería seguir su carnaval pero en otro lado.

7.- Cancerbero
Sin temor a equivocarme, este personaje por escaso que parezca me ha tocado lidiar en muchas reuniones, especialmente aquellas donde el acuerdo al que se llegue afectará a un bando, o terminará con un ciclo y hasta definirá un posición de poder, un cancerbero defiende rabiosamente una posición, de una forma directamente agresiva y sin reparar en los medios para conseguir su fin. Se cuenta que en las convenciones previas a la Revolución Mexicana allá por 1910, casi todos iban armados y más de una vez el argumento definitorio eran las balas. Sin llegar a ese extremo, el actual cancerbero, se vale de levantar la voz, hacer aspavientos, exagerar con escenarios catastróficos en caso de que la posición defendida no resulte escogida. No obstante el derroche energético, el problema del cancerbero es que cubre una sola puerta, es que su misión está tan específicamente determinada, que cualquier salida alterna conduce a una solución no prevista por él mismo.

8.- Concierge
Una forma elegante de llamarle al personaje portero o conserje. Y que conste que no se trata de alguien destinado a apoyar la logística de la reunión, sino uno de los integrantes que en lugar de aportar valor, inevitablemente por su naturaleza amable y cordial, se preocupa por correr las persianas, correr a conectar la corriente para los equipos de proyección, servirle una taza de café a quien está hablando, asegurar el funcionamiento de los micrófonos, inclusive encargarse de llevar trasladar el micro a uno y otro hablante. Llevar el saco o abrigo a un perchero para que las mangas no toquen el piso desde el respaldo de la silla, acercar tarjetas para que los demás puedan tomar notas, recoger los acuerdos y ofrecer la fotocopia o la impresión. Pero  eso no es todo cuando toma la palabra es capaz de cederla  con el fin de no incomodar a los demás, y lo peor, adaptarse a lo que digan los otros sin darle mayor fuerza a los argumentos propios.
9.- El ausente
El nombre es lo más descriptivo, es aquel personaje que manda su cuerpo a la reunión, que ocupa un lugar, pero que no está, más allá del saludo, no vuelve a verbalizar, se instala, se encarga de que su presencia se note, se asegura de que sea registrada su asistencia y procede a desconectarse o a ponerse en “piloto automático” o en términos más recientes en “ahorro de energía” con rostro de “protector de pantallas” (screen saver), parece interesarse, tiene movimientos oculares, llega a asentir y hasta simula tomar notas y emitir voto aunque no sepa para qué. Es característica su mirada vacía, a veces intimidante por inexpresiva, para quien habla provoca cierta incertidumbre porque  termina una idea y no observa asentimiento, rechazo ni siquiera respiración, si acaso se distribuye una hoja o se proyectan remarcando que son  tres los puntos motivo de la reunión, al final este personaje preguntará - ¿cuántos?, al término de la reunión dicen que puede verse recorrer el hilo de plata que trae de regreso su alma de ese viaje astral, al que acaba de asistir.
10.- Tabula rasa
Este término latino, traído de la corriente filosófica del empirismo y popularizado por John Locke como la tabla rasa o mente en blanco, es una combinación de simpática inocencia con insultante ignorancia. El personaje que yo llamo tabula rasa, se presenta a la reunión con una actitud completamente abierta y receptiva si es que algo se puede poner en positivo de su condición, pero  por otro lado se presenta con un desconocimiento ab-so-lu-to de lo que se va a tratar, es decir, no pasó por su agenda, el evento, no consultó el correo electrónico con los temas a tratar, no se enteró ni con cinco minutos de anticipación de que su presencia fue requerida, por lo tanto llega como turista y se distrae con el paisaje porque no trae idea alguna de lo que tratará , se le ve en la reunión con ambas cejas levantadas y con los ojos como platos sorprendido por los temas como si le hablaran de hallazgo de inteligencia fuera del planeta, si su opinión es solicitada, normalmente la esquivará comentando lo importante que es hacer este tipo de reuniones y que le da gusto que se tomen acciones al respecto (porque de las acciones mismas nada sabe). Si bien existen otras corrientes filosóficas que hablan de los beneficios de no crear expectativas para no dejarse guiar por prejuicios, definitivamente no aplica para reuniones de trabajo.
Hasta aquí los primeros 10.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Cuando el C.I. estorba



-Son ustedes un grupo que en general lee mucho y en promedio más rápido que los demás grupos que he tenido en más de cuarenta veces que he dado este curso.- Esto es lo que dijo el instructor en la segunda semana del curso de mapas mentales y lectura rápida.
La primera prueba dos de los asistentes a un grupo de casi 20, calificamos por encima de las 300 palabras por minuto y según dijo, el instructor esto representaba cierto reto en su carrera, la otra compañera y yo traemos cada quien una historia de lectura superior al público al que está dirigido ese curso de lectura veloz y como al cabo de las dos semanas no superamos significativamente las mismas 300 palabras por minuto, nos dijo que no estábamos suficientemente receptivos (como esponjita decía) y que en nuestro caso un alto Coeficiente intelectual en lugar de ayudar nos estorbaba.
Las estrategias de lectura veloz, acompañadas de previa respiración y música relajante se basan en golpes de vista, no verbalizar y avanzar a pesar de no haber comprendido y no detenerse ante palabras nuevas o complejas. De ser posible apuntar con el dedo los caracteres de cada renglón para llevar la velocidad con la mano más que con el ojo. De esta forma, afirma el experto, en obvio del tiempo terminaríamos la lectura pronto y habremos captado un alto porcentaje de la idea principal. Explica que en la memoria humana existe una constante pérdida y que si bien al terminar de leer recordamos alrededor del 40% al día siguiente tendremos si mucho el 3% de lo leído. Por tanto su enseñanza se dirige a hojear completo un libro en un lapso corto, en lugar de leer con calma uno o dos capítulos, así el lector sabrá un poco de todo el libro y no todo sobre un fragmento. (aquí me hubiera gustado presentarle el modelo de memoria de almacenes de Atkinson y Schiffrin, del libro Psicología Cognoscitiva de Manuel de Vega)
El curso me reta al cambio de paradigmas, se nos enseñó a leer despacio, a regresar cuantas veces fuera necesario a un párrafo de difícil comprensión y a verbalizar atendiendo los signos de puntuación, la ortografía y pausas para respirar.  Se me sugiere aprehender el nuevo paradigma y hacer esa lectura superficial y sofocante, pasar de la lectura por placer a la lectura por kilometraje.
Y entonces me pregunto qué pasa con la lectura nutritiva, aquella que uno va degustando a un ritmo pausado, en la que se disfruta al autor como si él estuviera hablando, luego de conocer su voz, nunca más las lecturas de Carlos Fuentes, de Octavio Paz, de Jaime Sabines, Xavier Velasco, Francisco Martín Moreno, Jorge Volpi, Guadalupe Loaeza, Denisse Dresser, Elena Poniatowska, por mencionar algunos, su voz no podría pasar a ser robótica, hueca o siquiera genérica, (inclusive las poesías de Sabines así como de Mario Benedetti les han hecho música, así que además de leerlas lento, uno las puede cantar).
En mi caso alguna vez tomé un curso de radio y grabé programa documental y radioteatro, era tan importante leer con el ritmo y la métrica del párrafo, pronunciar con claridad y repetir la grabación en caso de lengua trabada, que me formé el hábito de leer en voz alta y de ser el caso emular el acento del autor, así un Jorge Bucay se disfruta más imitando una cálida voz con acento argentino y una Denisse Dresser para la que se debe tomar suficiente aire y terminar cada frase con todas sus ideas reafirmantes como si reiterativos sinónimos. Recuerdo a Milán Kundera y casi me parece aberrante querer acelerar mediante lectura veloz sus descripciones de las fotos que tomaba Teresa de los tanques invadiendo Praga o de sus eróticos relatos como si fueran una eyaculación precoz, definitivamente LA insoportable levedad del ser y la Inmortalidad no son libros para lectura rápida.
Ya entrando a la formación profesional, una lectura rápida para entender el pensamiento y lenguaje, aprendizaje y memoria, sensopercepción, teorías de la personalidad, estadística para las ciencias sociales, Psicología social, Psicología educativa, Neurofisiología, Lógica simbólica y semántica y tantas otras materias de la carrera de Psicología donde uno debe aprender alrededor de 2,500 nuevos términos y adoptar otros con nuevas connotaciones.  La verdad es que no me veo revisando los estudios sobre la histeria de Freud, el inconsciente  colectivo de Jung, el origen de la Logoterapia de Frankl, etcétera mediante lectura veloz y superficial (quizás sí a Skinner, pero nada más).
A  esa formación profesional el instructor del curso le llamó el estorbo del I.Q., es decir, la lectura rápida no combina con pensamiento que tenga ambiciones de cuestionar al autor o de traer a la mente conocimientos previos a lo que se lee, porque eso no es efectivo para ganar tiempo.
Y recuerdo ahora, una parte del código cultural de Clotaire Rapaille (a quien ya le dediqué antes una entrada de este blog) sobre aquellos restaurantes en Estados Unidos de América que anuncian “coma todo lo que pueda por 9.99” y que tanto éxito tienen para una cultura en movimiento, cultura de llenar el tanque lo más pronto posible para seguir moviéndose, en contraposición de los restaurantes franceses cuyos platillos son más elaborados, lentamente preparados y parecen finalmente un mini bocadillo, pero que por sí solo presenta una explosión de sabores, de estímulo al paladar para una comida sin prisas acompañada de vino.
Este parangón(fast-food versus slow-food) lo traigo a colación porque finalmente me negué a cambiar de paradigma, quizás a adoptar algunas técnicas para búsqueda efectiva de IOB (Ideas Organizadoras Básicas) y consulta rápida para textos técnicos o legales, pero no para literatura, prefiero la lectura nutritiva, que se saborea se hace propia, se cuestiona, de ser posible se interactúa con el autor y finalmente no se contabiliza como récord de más libros leídos, sino de lecturas disfrutadas.