domingo, 28 de abril de 2013

Tienes que ser un niño......

“Tienes que ser un niño para entrar al cielo”
Esto lo escribí hace cinco años:
30 de abril de 2008




“Tienes que ser un niño para entrar al cielo”, máxima que me recordó mi hermana Carmen cuando por fin me di la oportunidad de soltar el llanto, era el 30 de abril de 2007, Mi Mamá había partido hacia el cielo minutos antes. Oportunidad de llorarle hasta las altas horas de la noche porque me tocó hacer trámites, trámites y trámites……… luego de una larga noche de oraciones y de un primero de mayo dedicado a cristiana sepultura en un panteón espacioso, verde, en lo alto, como a un brinquito del cielo; recuerdo el regreso del cortejo de un autobús con mi Papá y su viudez en el asiento de hasta adelante, así como los cerca de sesenta u ochenta vehículos repletos de dolientes……. Es todo, es todo lo que quiero recordar sobre su muerte, lo mejor es recordar su vida. El duelo, la pérdida, el luto, se cierra este mismo 30 de abril de 2008, ya no quiero recordar ni la estancia en el hospital ni la noche de la mala noticia, ni los nueve días de llanto, oración, café y pan de dulce. Tampoco el largo año sin su total presencia, con el movimiento casi automático de marcar su teléfono para hacerle una llamada, un año de guardarse cada palabra y cada consulta, broma, chiste, preocupación, noticia, chisme, apapacho. Auto convencerme de que está en un mejor lugar, pero saber que por sobre poblado que esté el país y el mundo, su lugar está vacío y nada ni nadie lo ocupará. Pero finalmente ese lugar no puede estar vacío, ella ya no está, (dice el poeta chiapaneco que Dios inventó la muerte para que la vida -- no tu ni yo -- la vida, sea para siempre) físicamente no está y por esto estos renglones no se los dirijo en primera persona, en primer lugar ya no los puede leer (por pragmático que yo parezca) y en segundo, no tengo otra cosa que decir que “Gracias”, porque no dudé en decírselo en vida, ni quedé a deber los “te quiero” tampoco me quedó algún “perdón” que por su dificultad para pronunciarlo se haya añejado. Cito de nuevo al buen Jaime Sabines, el poeta chiapaneco (“Yo no quiero elogiarte como acostumbran los arrepentidos porque te quise a tu hora, en el lugar preciso….” y es menester aclarar que ningún otro verso sobre la Tía Chofi aplica aquí).
La misa con San Alberto Magno de testigo, el domingo pasado fue el escenario para dejarla ir en paz, tantas veces dijo ella misma “de los difuntos no hay que hablar tanto, hay que dejarlos descansar” y siendo esto parte del legado, la dejo descansar. Esta es la última vez que hablo o escribo sobre su muerte…. en adelante cuando sea mencionada mi Madre Carmen Estrada será para recordar su vida, que por cierto fue provechosa, abnegada, intensa, casi tormentosa, lúdica y divertida, el gusto por la comida, el gusto por la diversión infantil, la compensación por una niñez que intentaron sabotear, pero que se sobrepuso, que gozó aún en la vida adulta y en eso que llaman la tercera edad, mantuvo la frescura, el sentido del humor, compensada por una casa llena de niños, los hijos, los nietos, los bisnietos….. infancia sempiterna pues. Y el perdurable recuerdo de la sonrisa inocente al disfrutar una rebanada de cremoso pastel o un dulcísimo helado, y el sabor, el sabor de la capirotada, los flanes, las galletas, la gelatina mosaico que siempre se ofrecía a llevar a los cumpleaños, así se aseguraba que habría algo que ella disfrutaría en la fiesta: sus propios postres. Hoy con la imagen de serpentinas, confetis, piñatas, dulces, música y la alegría de las risas de los niños, yo cierro ese ciclo, de un día del niño a otro día del niño, adiós luto y bienvenidos recuerdos felices, nunca más una lágrima por su muerte, siempre una sonrisa por su lúcida existencia. No más reproches por su partida, mil gracias por la coincidencia de almas que se eligieron para convivir un rato. Y no dejo de citar la canción (de Alberto Escobar) que sin quererlo empezó a sonar de mi palm a su oído una de las últimas noches en el hospital y a la que a cada verso asintió con algunas de sus últimas sonrisas:



Coincidir / 
Soy vecino de este mundo por un rato / 
y hoy coincide que también tú estás aquí / 
coincidencias tan extrañas de la vida / 
tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio... / 
y coincidir / 
 / 
Si navego con la mente el universo / 
o si quiero a mis ancestros retornar / 
agobiado me detengo y no imagino / 
tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio... / 
y coincidir / 
 / 
Si en la noche me entretengo en las estrellas / 
y capturo la que empieza a florecer / 
la sostengo entre las manos...mas me alarma / 
tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio... / 
y coincidir / 
 / 
Si la vida se sostiene por instantes / 
y un instante es el momento de existir / 
si tu vida es otro instante... no comprendo / 
tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio... / 
y coincidir /