viernes, 18 de septiembre de 2015

Terremoto de 1985, ya nada es igual.


Eran los años ochentas, nos encantaba hacer chistes sobre la contaminación ambiental, pero nada hacíamos al respecto, nos entretenía hablar de desastres naturales, pero vivíamos al límite, apenas se empezaba a hablar de una enfermedad llamada SIDA, pero antes que prevenir, se hizo una canción, y así le cantábamos al SIDA igual que años después al chupacabras, era nuestra zona de confort, nuestra cómoda situación,  a poco tiempo de que México sería sede del mundial de fútbol y las devaluaciones del peso parecían anécdotas de conceptos macroeconómicos que poco nos impactaban en el bolsillo, en la vida diaria, (estábamos a ocho años de que se le quitaran tres ceros al peso, así que hablar de comprarse un libro de doscientos cincuenta mil pesos, no sonaba oneroso), la conciencia colectiva pues, andaba por pasar de la inocencia de la infancia al choque con la realidad del adolescente. Precisamente fui de esa generación que la adolescencia nos tocó vivirla en los años ochentas, así una mañana de un día, de un mes casi cualquiera, nos despertamos con una agitación de la tierra, el temblor de las 7:19 de la mañana del 19 de septiembre de 1985. De mi experiencia personal, no hay mucho qué decir, iba yo en el segundo año del bachillerato en el CCH Sur de la UNAM y faltaba una o dos semanas para que iniciaran las clases, así que ese día sin necesidad de levantarme temprano, sentí el temblor en mi cama individual y luego de escuchar alboroto y susto de mi madre y hermanas, abrí grandes los ojos, esperé a que pasara y como se fue la luz, me acomodé de nuevo y seguí durmiendo. La fortuna de vivir en el sur de la Ciudad de México a unos metros de la Ciudad Universitaria de la UNAM, nos dio esa firmeza de un suelo formado por sólida roca volcánica. Como adolescente de vacaciones que eran mis circunstancias, me desperté cerca del mediodía y quizás esa fue la última siesta tranquila de mi vida. Mi despertar se había unido a un despertar de toda la gente, la sociedad, la conciencia colectiva.

Al regresar la energía eléctrica y poder encender la radio o la televisión, empezaron a salir datos, que confirmaban los rumores de la gente en la calle:

Tembló muy fuerte: (terremoto de 8.1 grados Richter)
Se cayeron muchos edificios ( 757)
Hay muchos edificios dañados ( 1,381)
Se afectaron escuelas (1,294)
Se rescataron personas vivas entre los escombros (4,000)
Hubo miles de muertos (Indefinido, aunque oficialmente se manejaron de seis mil a siete mil)
Se esperaba una organizada y protectora acción de gobierno (nula)

Más de un día después apareció en medios el presidente Miguel de la Madrid Hurtado  a dirigir unas palabras (“la desgracia nos ha rebasado”), años atrás cuando hacía campaña para la presidencia y todas la paredes de la ciudad se tapizaron con las siglas MMH, sus opositores decían que eso significaba Muerte, Miseria y Hambre.

Ante el vacío de autoridad, la gente no tuvo más opción, ni más herramienta que sus manos, y quienes ya estaban cerca del centro de la ciudad, no esperaron a llegar a sus trabajos, escuelas, casas, al ver los edificios caídos y sabiendo que no había rescatistas que buscaran a las personas debajo de los escombros, se unieron para levantar los fragmentos que era posible levantar, para ayudar a salir a quien estuviera en condiciones y recuperar los cadáveres de quienes ya no.

Aparecieron toda clase de historias, leyendas, fantasías y realidades, una realidad: costureras que trabajaban en condiciones inhumanas, quedaron atrapadas, entre otras  razones porque el capataz de la fábrica cerraba por fuera para que no se salieran de sus trabajos, leyendas como que en un CONALEP del centro de la ciudad, hubo al menos dos grupos de alumnos que un maestro condujo fuera de sus aulas, apenas iniciado el sismo, los puso a salvo antes de que cayera el edificio, pero nadie recordaba de qué maestro se trataba, ni conocido les había parecido, concluyeron que fue un Ángel que los ayudó. Se afirmó con tendencias conspiracionistas que hubo avistamientos de objetos no identificados sobrevolando el cielo.

El sismo derribó al menos dos hospitales el Juárez, el Hospital General y parte del Centro Médico Nacional Siglo XXI, de ahí quizás lo más emotivo y esperanzador para los rescatistas fue recuperar con vida de los niños milagro, aquellos bebés que días después de estar bajo los escombros, lograron sobrevivir, y año con año, en cada aniversario aparecían en televisión con sus respectivas familias adoptivas, hoy tienen 30 años de edad y National Geographic acaba de hacer un documental sobre el sismo y el seguimiento a esos niños milagro.

Cada vez que rescataban personas con vida, se celebraba al menos con aplauso en medio de aquella tragedia, estaban también aquellos que declaraban haberse rehidratado con sus propios orines. Y ya en el terreno de las leyendas urbanas, se nos dijo a muchos adolescentes que no anduviéramos en la calle, que el ejército estaba llevándolos a hacer trabajos forzados removiendo escombros. Que el ejército resguardó algunas áreas de departamentos para que no siguieran buscando sobrevivientes y declarar muertos a todos los demás, que las ayudas internacionales, por corrupción no llegaban a los damnificados, que no se hicieran donaciones en centros de acopio oficiales, había mucha desconfianza hacia el gobierno. Surgieron los “Topos”, rescatistas que entre la improvisación, semi-organización y corriendo todo tipo de riesgos, se aventaron a escarbar y rescatar víctimas y sobrevivientes, hoy son reconocidos internacionalmente y han participado en rescates por sismos y derrumbes por todo el país y en catástrofes de otros países.

Ese sismo y su réplica de 7.3 grados a las 19:37 del día siguiente, sacudió conciencias, le hizo darse cuenta a la población que es posible organizarse y no esperar todo de “papá gobierno” término ampliamente utilizado anteriormente, a partir de un sentimiento casi desconocido que permanecía adormecido llamado solidaridad, el  ejemplo más sonado por tratarse de una celebridad fue el tenor Plácido Domingo, quien con un casco de obrero y camisa empolvada, pedía que no le quitaran tiempo entrevistándolo, que lo dejaran trabajar removiendo escombros, pues parte de su familia debía estar debajo y no sólo por su familia, aquello que hacía por los suyos, lo hacía por los demás, el reportero alcanzó a preguntarle si no corría peligro su voz, qué tal que ya no pudiera volver a cantar y Plácido Domingo, respondió que no le importaría.

Solidaridad se define como “Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros”, así que ahí donde se veía la tragedia, la catástrofe, la desgracia ajena, dejaba de ser eso, ajena, se volvía propia.

Imagen tomada de http //static.adnpolitico.com/media/2012/03/20/terremoto-1985-6.jpg


Los días pasaron, los casos de rescates con vida fueron aminorando, las noticias alcanzaron a mostrar una retroexcavadora que allá por el cerro del Chiquihuite al norte de la Ciudad hacía una fosa monumental para depositar los cadáveres de miles que ya no era posible identificar.

Hubo qué reconstruir el centro de la Ciudad, demoler los edificios que representaban peligro, se construyó la Plaza de la Solidaridad ahí donde estuviera el Hotel Regis junto a la Alameda central. Y surgieron organizaciones sociales, gobiernos de los estados recibieron a los “sin hogar”, principalmente Aguascalientes, Guadalajara, Querétaro (que sigue recibiendo migrantes de la Ciudad de México, Hidalgo, Estado de México, Morelos, Tlaxcala, Puebla, área que pasó de ser la Ciudad de México y área conurbada para llamarse (excepto Aguascalientes y Guadalajara) la Megalópolis.

El término solidaridad, oportunistamente el gobierno federal lo manipuló y le llamó así a cuanto programa, obra y municipio pudo, pero el aprendizaje ya se había dado, el sismo, opacado un poco después por la fiesta del Campeonato Mundial de Fútbol, nos había dejado lecciones que ya no se olvidarían, tenemos la capacidad de organizarnos, no tenemos porqué depender completamente de la autoridad, que es posible participar y cuestionar las decisiones, que vivir en la zona de confort y en la superficialidad llega a costar la vida. Que debemos estar preparados porque los accidentes suceden y suelen ser impredecibles. Quizás en lo que más tuvimos que avanzar fue en sabernos vulnerables, pero no desamparados, la cultura de la protección civil nos ha permitido sobrevivir a otros eventos catastróficos, donde puede haber grandes pérdidas materiales, pero se reducen los riesgos en las personas.

19 de septiembre de 2015, han pasado 30 años, la naturaleza puede ser implacable, pero en nuestra naturaleza también está la supervivencia, la protección y la previsión. Ya nada es igual.


miércoles, 2 de septiembre de 2015

My Mr. Bean moment

Mr. Bean, se caracterizaba por ser tan ingenioso y poco convencional que caía en lo cómico, pero siempre salía adelante a pesar de estar a borde del caos:
Hoy por la mañana no pude desayunar. llegué a la oficina que afortunadamente si cierro la puerta nadie me ve y me dispuse a comer una sincronizada que traje, salí al microondas de la cocineta, la calenté unos 28 segundos y regresé a mi oficina, luego de darle la primer mordida, entró una llamada y se extendió porque teníamos que definir la línea a seguir en una próxima reunión, así que dí una mordida y ya se había enfriado, la sincronizada cuando se enfría cambia su consistencia, casi chiclosa, entonces pasé de contestar monosílabos a expresiones como "mmjmm", "ajá", "eh?", tengo mi cafetera dentro de la oficina, pero no tan cerca del teléfono, siguiendo en la conversación, quise servirme una taza de café y poder seguir conversando.... así que estiré el teléfono tanto como pude y con la otra mano cogí la taza, le vacié un splenda y serví café.... cuando levanté la jarra de la cafetera, se me ocurrió que si está caliente, puedo poner ahí la sincronizada y me ahorro regresar al microondas, así que antes de regresar la jarra, puse la sincronizada y el queso manchego volvió a tener una consistencia comible.... como la conversación telefónica seguía, regresé al monitor a consultar una fecha y le dí la espalda a la sincronizada en la cafetera, me dí cuenta y la volteé y casi me quemo los dedos (no puedo exclamar ¡ups!), regresé a la pantalla para terminar de afinar datos de esa próxima reunión y cuando quise volver a voltear la sincronizada, resulta que esta vez había transcurrido más tiempo que la vez pasada y la tortillina ya se había pegado a la plancha de la cafetera..... así que arranqué lo que quedaba de sincronizada (le dí otra mordida, obviamente) y ví que las cafeteras no incluyen teflón en la plancha para la jarra, se pegó ( y yo con una mano ocupada con el teléfono y tratando de seguir una conversación como si nada ocurriera), quiero mi sincronizada, pero tampoco puedo estar sin cafetera... tomé una servilleta de papel y traté de limpiar lo que se había pegado, me quemé la yema de otro dedo (y sigo sin poder exclamar ni ¡ups!), el residuo de la sincronizada se sigue poniendo café y ya no basta con raspar con la servilleta, entonces se me ocurre remojarlo con la taza de café que me acabo de servir, así que mi oficina empieza a sonar como freidora y se llena de vapor.... y yo sigo con los acuerdos a que esperamos llegar en esa reunión, entonces utilizo otras servilletas, ya mojado y casi hirviendo, sí se despega el residuo de sincronizada y lo quito, de la cafetera, con más servilletas limpio y seco el café y la servilleta mojada me quema las otras tres yemas de dedos que quedaban, escucho por el teléfono: "Así quedamos y allá nos vemos licenciado". Cuelgo y le doy otra mordida, pero el residuo que se despegó sabe a queso y tortillina con café seco...... luego de la equivocación, me llevo otro bocado de sincronizada que ya se enfrió otra vez, momento en el que empieza a sonar nuevamente el teléfono. De plano, si no desayuno otro día, me traeré un sandwich.


Imagen tomada de http://mpora.com/articles/23-signs-youre-outdoors-adventure-type-living-city#sz47SjRmpERCbVzD.97