viernes, 22 de abril de 2016

ReDesEencuentros

Hace ya tiempo que escribí sobre las bondades de las redes sociales (http://jesusorduna.blogspot.mx/2011/12/redes-sociales-malbenditas.html) y cómo la tecnología no es la culpable del uso que se les da. Por otro lado, me ha gustado jugar con los tiempos y con la deuda que tiene con nosotros la ciencia, en comparación con la ciencia ficción: los viajes en el tiempo (http://jesusorduna.blogspot.mx/2014/08/el-futuro-alcanzado-por-el-presente-lo.html) y ahora me sucede que muy recientemente he sido integrado a dos grupos en WhatsApp, uno de mis compañeros de la secundaria y otro de mis compañeros del bachillerato, no como comunidades ni asociaciones de ex alumnos, sino grupos de conversación de quienes éramos cercanos, de quienes compartimos, salón de clase, festejos, celebraciones, conmemoración de eventos patrios, deportivos, paseos, tareas en equipo, viajes y más.

Recibir noticias de mis compañeros de la secundaria, ahora que estamos cercanos a los 50 de edad, siento que es como trabajo de arqueología, de aquellos que no necesitan cavar kilómetros de subsuelo, sino los que toman una brocha suave y sacuden el polvo que cubre las piezas interesantes y las rescatan para valorar a partir de la pátina la antigüedad y hacerse una idea de cómo fueron en su esplendor. A diferencia de los reencuentros que se daban en otra época, sólo hasta el día del evento podía conocerse cómo se ve actualmente una persona, cuánto ha cambiado, cuánto se parece a sí mismo y cuánto se ha alejado de lo que esperábamos.

Los recuerdos de las personas con quienes convivimos, se eliminan de forma similar a como lo hace la enfermedad de Alzheimer, se pierden los recuerdos más recientes, se eliminan poco a poco los más cercanos y van quedando con mucha mayor claridad los recuerdos más antiguos. Pertenecer en esta  vida a tantos grupos y sus reclamos de filiaciones, ha hecho que se me hayan vuelto volátiles los recuerdos del grupo de postgrado, más lejanos los de la licenciatura y más vívidos los del bachillerato y secundaria. No puedo restarle méritos a las emociones asociadas a la memoria. Así que ahora que volvemos a conversar, parece que nos hemos dejado de ver sólo unos meses y no sólo eso, parece también que queremos ver a los compañeros de bachillerato como si no hubieran pasado por la licenciatura y vemos a los de secundaria como si hasta ese grado llegaron.

En el grupo del bachillerato, tenemos conversaciones por WhatsApp de cómo era nuestro colegio, de los eventos culturales en los que participamos, de los amigos en común de los que hemos perdido la pista, de los paseos, fiestas y viajes que compartimos. Sucede que en particular en mi grupo cercano de amigos, uno de nosotros venía de una ciudad con playa y durante los tres años que estudiamos juntos, nos invitaba a que pasáramos las vacaciones allá. Fue sólo hasta que terminamos los estudios que estábamos alrededor de la mayoría de edad, que organizamos la ida, misma que se repitió al menos por cuatro años más: tomar el autobús hacia la playa la mañana siguiente a la cena de navidad en familia, y regresar exactamente el día 31 de diciembre para la cena de año nuevo cada quien con su familia, durante esos años, fue quizás la mejor semana que pasábamos del año. Lo que consolidaba además una amistad que estaría a prueba del tiempo, de los matrimonios, divorcios, hijos, nietos, desarrollos profesionales y la distancia. Algunos nos frecuentábamos, algunos estuvimos en la fiesta, boda, nacimiento, graduación, funeral y otros como abducidos por extraterrestres no pudimos o no quisimos seguirles el rastro. Pero ahora que se forma de nuevo el grupo, charlamos, nos saludamos, enviamos la imagen de buenos días, de buenas noches y como nunca antes, las redes sociales nos dan la oportunidad de decirnos buenas noches, descansen compañeros. Este grupo lleva apenas una semana y ya hemos compartido decenas de fotos y recuerdos, ni tiempo hemos tenido de preguntar o aclarar si los que están ahí se casaron, o de los que sabíamos que sí, si perduraron, si teníamos idea de la carrera que escogieron para la universidad, saber si la concluyeron si trabajan en su área, número de hijos y sus edades, dónde viven ahora. Todo eso saldrá en las conversaciones, por lo pronto estamos en el encantamiento de volver reencontrarnos.




A diferencia de amigos de Licenciatura y de Posgrado, por haberlos conocido ahí, los imaginamos trabajando, produciendo, escribiendo, asesorando, con menos tiempo para charlar sobre el clima y el día de la semana. Tengo muy presente un compañero de la licenciatura, del que su esposa me pidió teléfono, correo, Facebook, porque sabía que éramos amigos, nos saludamos, nos actualizamos en qué trabaja cada quien, número de hijos, domicilio actual, a quienes hemos visto de la carrera y la promesa de estar en contacto, no duramos ni dos semanas como contactos en Facebook, un recorrido por su muro, un recorrido por el mío, ningún mensaje y luego eliminarse de contactos. La edad, la formación, la incomodidad de hablar de posibles indiscreciones de aquella edad ahora frente a nuestras familias, no sé, un día abrí mi Facebook y no aparecía en mis contactos, y él debe haber pensado lo mismo, como haya sido, no seguimos la comunicación: Red-desencuentro.

Y se abre el grupo de la secundaria, qué éramos si no, semi niños asustados mirando a la gente cuando nos conocimos, algunos mantuvieron contacto, algunos recientemente se habían encontrado, algunos se saludaban de lejos en el bachillerato o la universidad, pues en esta metrópolis o megalópolis, es difícil tener encuentros por coincidencia en la calle. Pero ahora con el grupo creado y la permanencia que caracteriza a WhatsApp, como si estuviéramos conectados las 24 horas y disponibles para revivir anécdotas de infancia y adolescencia, se ha dado un fervor por reencontrarnos, ya tenemos cita para este fin de semana en un restaurante, hemos confirmado un gran número de compañeros y ahí estaremos como si el túnel en el tiempo nos permitiera correr una cortina y ver a aquellos adolescentes ahora que han dejado la mochila de cuadernos a la espalda y no traen el uniforme con camisa blanca. Parte de lo interesante es qué tanto te alejaste de tus expectativas y de las expectativas que sembraste en los demás. Si el muchacho fortachón siguió creciendo al ritmo que lo hizo esos tres años, hoy debería medir más de dos metros, si la chica bonita y popular lo siguió siendo y como no fue Miss Universo porque nos hubiéramos enterado, qué tan lejos quedó, quién fue el afortunado al que envidiamos todos los del grupo y toda la generación, para haberse emparejado con ella. Y qué tal la compañera que vivía riéndose y haciendo reír, ¿acaso alguna vez formó una familia y educó a sus hijos con firmeza?, el niño que era un genio y admirado por sus calificaciones en el cuadro de honor, sabemos que no se ha ganado el premio Nobel, pero que diga cómo explotó sus cualidades, y aquel que cantaba, tocaba instrumentos, bailaba y hasta escribía poesía, ¿seguirá en ese camino?, qué tal aquella compañera de bajo perfil que no sobresalía en el cuadro de honor, pero tampoco reprobaba, hoy es una reconocida académica con publicaciones y reconocimientos en el extranjero.

Me pregunto qué tanto nos sentaremos a la mesa dejando los prejuicios en el perchero.  Qué tantos espacios hemos dejado como Oasis en nuestro pasado a los que podemos regresar e incluso, tener invitados (http://jesusorduna.blogspot.mx/2016/01/oasis-en-el-tiempo.html 


Algunas respuestas las tendré el fin de semana, por ahora preparo las fotos y recuerdos de la secundaria que aún persistan para llevarlos y compartir emociones. Comprobar si el título de este texto tiene bien puesto el espacio en Redes Encuentros o debió llamarse Red desencuentros.