miércoles, 31 de mayo de 2017

Un ser de luz que estudiaba en la UNAM

Ella tenía mucha luz, era un ser luminoso, en el primer semestre en clase de lógica simbólica y semántica, respondí correctamente los silogismos hipotéticos, dándome a conocer ante el nuevo grupo como quien, una de dos: o estaba recursando una materia ya vista o había estudiado las lecturas antes de que el profesor lo indicara. En realidad, había tomado unos cursos de programación en lenguaje de computadora y se me facilitaban los razonamientos si… entonces…. (if …. Then). Esa participación en clase, hizo que ella se acercara a mí, -Oye, no entendí absolutamente nada, ¿podrías ayudarme con los ejercicios que vimos hoy?. No tenía yo nada mejor que hacer, es decir, ir al gimnasio al estadio de los Pumas, la única hora antes de tener que irme a trabajar, no era algo mejor. Fuimos a la biblioteca, que para quienes la conocieron a finales de los años ochentas, era ruidosa, muchas mesas para trabajo en equipo y algunos cubículos de silencio, para quienes no podían trabajar con ruido, así era la biblioteca de la Facultad de Psicología, le expliqué todo lo que sabía de silogismos, o sea de esa primera clase de silogismos y el resto de la hora estuvimos hablando de nosotros, de dónde habíamos estudiado el bachillerato, de su expectativa en Psicología social, de su admiración por algunas ideas neo hippies, de su atuendo con algún chaleco con bordados oaxaqueños, un arete con forma de atrapa sueños, sus quejas sobre la comida industrializada, su preferencia por el aroma patchouli y sus pulseras tejidas de hilos con grecas autóctonas.

Me contaba que la mayor parte de su vida la pasó en el norte de la Ciudad y que poco conocía Ciudad Universitaria, yo que la conocía desde niño y tenía anécdotas de futbolito en las islas y haberme mojado con las válvulas de riego y los espejos de agua de la biblioteca central, le ofrecí ser su guía.

 Imagen tomada del Álbum "Islas y Nubes" de https://www.facebook.com/media/set/?set=a.10151133938165762.465371.743800761&type=1&l=d9b72bb006 

Pasaron los días y caminábamos a alguna de las explanadas de otra facultad, los edificios con murales, los trámites que tenía que realizar en rectoría, lo ridículo de los costos de inscripción y reposición de credencial, su enojo ante razonamientos como –cuesta más el recibito amarillo que lo que se paga de cuotas, mejor que quiten la papelería de cobros. Yo le explicaba las andanzas que habíamos tenido que pasar en la huelga de 1986 para evitar que las cuotas volvieran inaccesible nuestra máxima casa de estudios y las discusiones nos llevaban siempre algunas horas de largas caminatas, muy en el fondo no me importaba si tenía razón o si sus argumentos tenían mayor fundamento, los míos tenían más lógica y eso bastaba para mirarla obtener un triunfo y luego una derrota de ideas. Me gustaba, me gustaba que compartiéramos el tiempo, que frecuentemente voltearan a verla y un poco a mí por ser quien acompañaba a esa bella estudiante, de abuelos de origen europeo y que lucía sus llamativos toques hippies en su atuendo, a ella le gustaba que le mostrara yo los caminos que bien conocía de toda la Ciudad Universitaria y que para la tarde regresáramos a la Facultad, yo porque tenía que irme a trabajar y ella porque esperaba a su novio que terminaba de tomar clases en la vecina Facultad de Filosofía.

Al otro día si las clases terminaban temprano, el plan era ir a conocer el espacio escultórico, en un camino más largo, pero un destino más presumible. Era una gratificante amistad, de esas en que a uno le gusta ella, pero conociendo que tiene novio, está vedado cualquier otro rumbo.


Un día, ella terminó con su novio, la vi sufrir un poco, pero al poco tiempo regresaron y se  reinstaló en su equilibrada vida de libros, tareas, novio, amigos. Dos semestres después nos habíamos distanciado un poco porque la carrera exigía que complementáramos las clases con prácticas de laboratorio y no coincidimos en ninguno. Uno o dos semestres más adelante, por alguna tarea en equipo estuve por la tarde en la facultad (yo trabajaba por las tardes así que prácticamente nunca estaba yo por ahí en esos horarios) y me la encontré, pensé que iba a comprarse su cigarro suelto en el puesto de los dulces y la alcancé, ya no tenía el brillo y la luz en su rostro, un poco demacrada y con mucha prisa, en pocas palabras, me dijo que estaba retomando la carrera, que se ausentó un año por que se embarazó y que el Papá de su hijo, aquél que estudiaba en Filosofía, la dejó sola, el año anterior dio a luz a su bebé y ahora estaba recursando las materias a las que ya no pudo asistir, dijo –“compermiso” y la ví cruzar a toda velocidad la explanada para retirarse, con toda seguridad tenía que ir a atender a su bebé. Mientras la miré retirarse, ya sin el halo luminoso y las miradas que la perseguían  un par de años atrás. Me resonaban sus breves palabras “el año pasado dio a luz a su bebé”, en realidad no dio a luz, sino como estafeta, transmitió su luz al bebé. En esa edad un embarazo no multiplica la luz, sino que la consume.
 Imagen tomada del Álbum "Islas y Nubes" de https://www.facebook.com/media/set/?set=a.10151133938165762.465371.743800761&type=1&l=d9b72bb006 


Gracias a las redes sociales, supe de ella 25 años después, me enteré que sí terminó la licenciatura y se desarrollaba a nivel gerencial en una transnacional, su hijo ya estaba graduándose con honores y ella mostraba de nuevo esa luz recuperada, ganada con un mayor  esfuerzo y sintiéndose doblemente realizada, su inagotable luz sólo se había opacado para resurgir con mayor intensidad.
 Imagen tomada del Álbum "Islas y Nubes" de https://www.facebook.com/media/set/?set=a.10151133938165762.465371.743800761&type=1&l=d9b72bb006 


viernes, 26 de mayo de 2017

De nubes, tormentas y despedidas

En un día medianamente soleado, se observa a Stratus plácidamente levitando en su calidez y convivencia con las personas que allá abajo tienen la seguridad de una translúcida sombra y agradable brisa, Stratus que a ratos se roza con Cumulonimbus y emanan juntos una brisa y llovizna refrescante, sigue su paso veloz como trotamundos, a sabiendas que se evapora en cualquier momento.

Estilizada Cirrus con su estética y filo, de forma más estacionaria, observa desde una altura mayor el ir y venir de Stratus, Cumulonimbus y su vecino Stratocumulos, anhela la calidez de esa familia y su desapego en lo que a ella le parece una fugaz y por mucho, insignificante existencia. Revalora su altura, solidez y frialdad, su filiación con Cirrostratus y Cirrocumulos, que han estado desde tiempos inmemoriales en su cercanía, le proveen sombra, le evitan vientos que alteren su figura, porque Cirrus sin esas formas filosas y álgidas, podría parecer cualquier otra nube, nubarrón, niebla y si se moviera de más, neblina.

A Cirrus le divierte ver tanto movimiento de Stratus, sus transformaciones, sus incansables traslados, su limitada vanidad de observar la propia sombra recorrer las hectáreas de árboles y pastizales y su aparente imposibilidad de transformarse al menos en Altostratus o Altocumulus. Currus rie cuando Stratus se esfuerza y consigue a lo mucho una llovizna refrescante. Cirrocumulus le llama la atención y le recuerda que ha sido llamada a ocupar ese privilegiado nivel de atmósfera y a reservarse para sus propias tormentas, dejar de observar a Stratus y poner su vista en Cirrostratos, similar a ella.

Imagen tomada de http://he.bcdn.biz/Images/2014/2/27/0e47ed91-70ac-4465-9b38-bf0b7a1a88bc.jpg


Pero con los cambios climatológicos, Cirrus invita a Stratus, le pide que se acerque, le ofrece ella misma descender un par de niveles y reunirse, lo logran ante los rayos y centellas de Cirrocumulus y se decide arriesgarse al contacto con Stratus, llenarse de su alegría, de su movimiento, motivación y errático andar, de cómo puede haber gozo en tanto caos. Se dan tormentas y agitaciones, pero como si fuera montaña rusa, Cirrus se enlaza a Stratus. Disfruta de su compañía y se propone no estar lejos, disfrutar de lo mejor de ambos polos. Stratus acepta y experiementa las más memorables tormentas.

Un día Cirrus, acorde a su naturaleza, vuelve junto a Cirrocumulus y mira a Stratus pasar de translucido a transparente, alcanza a decirle que en realidad lo eligió para generar nuevas nubes y éstas ya se formaron, las tormentas ligeras y soleadas ya no le atraen. Cuenta la leyenda que así nacieron los Altocumulus y Altostratus. Por su parte Cirrus afila sus heladas rachas y se instala en lo más congelante de la atmósfera, mientras Stratus llueve, pasea, se le ve en alguna playa, en bajas montañas, en claros de selvas y en bosques de coníferas, mira su reflejo en lagunas y compite con recorridos de ríos, rocía plantíos y alimenta cascadas, juega a formar arcoíris y reta al sol con efímeros halos. Decide no voltear más a donde se agrupan Cirrus y Cirrocumulus aunque cada tormenta eléctrica le traiga flashbacks.




 Imagen tomada de: https://ichef-1.bbci.co.uk/news/624/cpsprodpb/3EF8/production/_95302161_cloud_guide_624-ws-spanish.png


lunes, 8 de mayo de 2017

Corrupción y una rata gris

¿Hasta dónde llega la corrupción en nuestro país, hasta dónde se extienden sus tentáculos?

Hasta los más recónditos espacios.

Hoy de camino a comer a casa, un taxi intempestivamente quiso invadir el carril en el que yo iba porque un autobús estaba descompuesto a de ese lado y alcanzó a golpear y dañar dos piezas de mi vehículo, nos orillamos, descendimos los dos de los vehículos y el taxista empezó a  decir que le pagara, que yo lo había golpeado. Le dije que fue al revés y que él tenía qué pagar, pero que no hay problema que llamara a su seguro y yo llamaría al mío, él no quería hacerlo, estaba seguro de que yo tuve la culpa y pedía que le pagara en efectivo “su golpe”. De ninguna forma accedería yo, si llevo pagando seguro de cobertura amplia durante los más de 25 años que he conducido. Me dijo que su aseguradora era tal, y que yo llamara a la mía, estacionado yo 20 meros adelante, me alcanzó para proponerme que cada quien se fuera son su golpe. Incluso se regresó al taxi sin que se hubiera bajado su pasajera y quiso darse a la fuga, gracias a que traía sus cristales abajo, tomé su tarjeta de circulación, que en realidad es una copia a color de lo que puede ser una réplica. Entonces ya no huyó y se la devolví, su pasajera y probable conocida, le dijo que me acusara de ladrón, le pregunté si sería ella testigo, y se me vino a los golpes, una mujer obesa a gritar que no sabía yo con quien me estaba metiendo, soporté un par de manotazos en el hombro y afortunadamente ni una mano levanté, porque eso sí que se hubiera utilizado en mi contra. No me intimidó tampoco y entre insultos se subió a otro taxi.

Quedamos de llamar a las aseguradoras, que por confiables que parezcan no tardan la media hora o cuarenta minutos comprometidos en llegar, sino hora y media, para cuando llegó mi ajustador de seguros, ya se habían juntado varios taxis junto con el que tuvo en incidente y tomaban más una pose de consejeros (colmilludos) de ademanes de a nosotros nadie nos gana y mandar a todo mundo muy lejos.

Como antecedente, tuve una situación similar hace un par de años y mi asegurador me fundamentó legalmente que si yo había hecho el cambio de carril, aunque yo hubiera recibido el golpe, me correspondía asumir la responsabilidad, así que luego de aquella experiencia, esperé a mi ajustador tranquilamente ante la mirada intimidante del grupo de taxistas.

Mi ajustador llegó, por rutina, revisa que mis documentos estén en orden y que la póliza se encuentre al corriente de pago, porque de otra forma, se retiran y dejan al asegurado a su suerte.

Redacté los hechos, firmé todas las copias que me pidió y fue a buscar al taxista, porque aún no llegaba su agente de seguros. Recibí una llamada de la ejecutiva con quien contraté el seguro y amablemente me dijo que estaba a mis órdenes para cualquier cosa que sucediera con el “siniestro”.

Siniestro fue lo que me dijo el ajustador: dice el taxista que en realidad no cuenta con seguro. (me dije qué bueno que yo si), así que no puedo hacer nada, tengo que retirarme.

No, no es nada barata la póliza de SURA, le dije, yo necesito que me resuelvas. Su monólogo parecía ensayado y me lo recitó: el taxista no cuenta con seguro y aunque él tuvo la culpa yo no soy autoridad para hacerlo que pague, necesitamos llamar una patrulla que asegure ambos vehículos, los remita al corralón y entonces los reciba el MP (Ministerio Público) para que el juez comisione a unos peritos que valoren los daños de ambos vehículos y les pidan sus declaraciones para determinar quién tuvo la culpa y emita sentencia para que se cubran los daños del contrario.

Hice la pregunta que repito ante el asegurador cada vez que los he necesitado. ¿entonces el seguro para qué me sirve?, me repitió que no es autoridad y que necesita llamar a una patrulla…..etcétera. Asentí y le dije llamemos a una patrulla. De hecho el taxista ya está llamando por teléfono a una. Y el taxista se escuchaba que hablaba: tío, ¿si me oyes tío?, me chocaron, ¿en cuánto tiempo llegas?

¡Ah! pero no contaba que la ejecutiva se había comunicado conmigo y se puso a mis órdenes, así que le marqué y le dije,  oye no me está ayudando mucho tu ajustador, habla de patrullas, corralón y de que nada puede hacer, la ejecutiva me dijo, pásamelo, déjame hablar con él, lo comuniqué desde mi teléfono y cinco minutos después la ejecutiva me repitió el monólogo pre ensayado: Desafortunada mente si no cuenta con seguro, no podemos hacer otra cosa, el seguro te ofrece orientación legal, pero no te puede acompañar esas 12 o 15 horas que se van a tardar en el MP. Y con su amable voz, me dijo que sigue a mis órdenes para cualquier “otra” cosa que se me ofrezca.

Cuando nos dirigimos de nuevo al taxista, mostró parte de la asesoría recibida por los demás taxistas: - es que usted trae aliento alcohólico y se pasó el semáforo en alto, como venía usando su celular me chocó cuando yo iba pasando y quiso pasarse a mi carril y si no me pongo adelante, se quiso fugar, agredió a mi pasaje y le faltó al respeto a la dama, aquí están los de la taquería de testigos que usted venía a exceso de velocidad y quiso meterse a mi carril, ¿a tu carril? Pregunté, ¿a donde estaba el autobús descompuesto?

El asegurador, sin poder contener una inexplicable risa, me dijo ¿ya ve a lo que nos vamos a enfrentar? ellos ya conocen el camino, es cosa de todos los días para ellos chocar y sacar ventaja, le recomiendo que se vaya con su golpe. ¿Me llena esta encuesta de calidad del servicio y sus comentarios por favor?, en comentarios anoté que el seguro no cumple su función y que no me sirvió.

Habiendo perdido mi hora de comida me subí a mi coche, y vi cómo el asegurador arrugaba las hojas con mis comentarios en la encuesta y las tiraba a una alcantarilla. No sólo es el coraje, la molestia, el gasto para reparar mi vehículo, sino esa sensación de que la corrupción se encuentra hasta en el más mínimo detalle de esta ciudad, este País.

De qué sirvió hacer mi declaración de impuestos, pagar lo que este año no llegó a mi favor, desoyendo a quienes me decían “yo ni pienso hacer la declaración ni voy a reportar lo de mis otras percepciones, al fin que ni modo que Hacienda, me vaya a perseguir a mí, si somos tantos los que no declaramos, ya ves el año pasado tampoco hice declaración”, y de qué sirve pagar la tenencia, el refrendo, hacer la actualización de la tarjeta de circulación, de la licencia de manejo, no beber si vas a manejar, cubrir puntualmente el pago del seguro, respetar los semáforos, no invadir las líneas peatonales, no exceder los límites de velocidad, si al final de cuentas con esa inexplicable risita del ajustador del seguro, te recomiendan, tolerar todas las faltas, como si la corrupción en México fuera parte de la cultura o un patrimonio intangible de la humanidad.

Ya revisando las fotos que tomé a las placas y al tarjetón, vi que se le venció el año pasado, que el extraño nombre de la foto no coincide con el año de nacimiento puesto en el registro, ya que es un taxista de alrededor de 20 años, pero su registro empieza con 62 (es decir, nacido en 1962).


La rata gris



Con la decepción y el estómago vacío, valoré la posibilidad de comer en la taquería donde estuve esperando al ajustador, pero luego me acordé que el taxista dijo que los meseros serían testigos de todas mis infracciones al reglamento y decidí no entrar.

La vigencia vencida

Le dije al taquero encargado del trompo de los tacos al pastor que había una enorme rata gris a dos pasos de él y creí que la iba ahuyentar, cuando le empezó a tirar pedacitos de tortilla y le hacía gracia cómo la rata se las comía. De eso sí pongo la foto. Concluí que una ciudad, un País donde no se respeta mínimamente el reglamento de tránsito, menos se respetan normas de higiene y sanidad. Me alejé de ahí imaginándome al ajustador del seguro con su inexplicable risita, aceptándole al taxista unos tacos y brindando con su tío el policía o inspector de sanidad.


La rata gris alimentada por el taquero