jueves, 17 de agosto de 2017

Percepción sensorial y voluntad


El lenguaje de máquina o lenguaje de computación utiliza desde su origen electrónico, el sistema binario, aquel en el que solo existen ceros y unos, cuando explicaba yo esto a los alumnos de introducción a la computación, era muy sencillo: los humanos usamos el sistema decimal porque nos ha sido fácil contar con 10 elementos (dedos de las manos) y cada que se cumple ese ciclo aumentar una cifra, de forma tal que todo número al infinito, se compone de ciclos de 10, así las computadoras al contar sólo con encendido y apagado, sus número se representan por cero y uno, uno y cero, 01, 10, 11, 100, 110, 111, 1000, etcétera. Esos ceros y unos son llamados bits y se agrupan de ocho en ocho para formar bytes y si llegan al millón son megabytes, luego gigabytes y terabytes. Si esto no parece suficientemente sorprendente, lo sorprendente es aquello que hemos logrado hacer mediante la combinación de ceros y unos, hemos formado, cifras, letras, palabras, párrafos, fórmulas, cálculos, gráficas, imágenes, animaciones, sonidos, videos, videos tridimensionales, sonidos binaurales, ambientes de realidad virtual, experiencias multimedia y multisentidos, pero todo se origina en cómo hemos combinado esos ceros y unos que es el lenguaje básico que operan los procesadores centrales de las computadoras u ordenadores.

Un escéptico podrá decir que no existe esa realidad virtual que sólo son ceros y unos y que no existen las imágenes, audios, simulaciones, que todo son ceros y unos, en parte tendría razón.

Un escéptico fuera del ámbito de la computación podrá decir lo mismo sobre sueños, fantasías, religión, creencias, leyendas, fenómenos paranormales, alucinaciones, poesía, música y pintura. Todo puede reducirse a interconexiones eléctricas y procesos químicos entre células denominadas neuronas y que lo que alcanzamos a percibir y recordar no es realidad, sino un fragmento de código lanzado por un emisor y captado por un receptor. De hecho existe toda una teoría conspiracionista que sostiene que aquello que vemos como realidad es una simulación digital, sus adeptos dicen que lo pueden probar aunque pronto se hará visible al entendimiento de todas las personas.

Lo que yo sé es que tenemos la capacidad de elegir y que podemos seleccionar un conjunto de sonidos y silencios o llamarle música, podemos creer que un arreglo de palabras comunes en sentido figurado, sólo son letras organizadas en párrafos de cuatro líneas que riman o llamarle poesía y que unos colores fijados a un lienzo tienen un código pantone o representan una imagen capaz de producir sentimientos diferentes en diferentes espectadores.

Alguna vez compartí una imagen de las nubes y le llamé arpa celestial, una amiga extrañada me decía que no veía el arpa solamente las nubes con unas rayas por la sombra que otras nubes producían, pero otra amiga dijo: yo me quedo con tu arpa Jesús. Nuestra percepción e interpretación también está matizada por nuestra voluntad. En otro momento publiqué una imagen de la luna llena y anoté “de niño sospechaba que la luna me seguía al caminar, hoy lo confirmo” y un amigo en una reunión al saludarnos, dijo ahí viene el que cree que la luna lo persigue.



También sé que la vida sería muy aburrida en caso de que nuestra realidad sea una simulación virtual y más aburrida si nos encontramos con su código escrito en sistema binario, si ello llegara a ser cierto, de todos modos elegiré verlos como algo más divertido, a colores, con movimiento, danzando, organizados en tonos para escuchar beeps como musicales y transformados en palabras que rimen al final o en prosas que estimulen la imaginación o secuencias de imagen que cuenten historias y si todo cayera al final, comprimir sus restos para convertirlos en escultura.

miércoles, 2 de agosto de 2017

Potenci - Arte

“No has de confiar en la piedra con la que te puedas topar, apártala del camino por los que vienen detrás”
Alberto Cortés
Cantautor Argentino

“Conócete a ti mismo” reza una de las más sabias y antiguas invitaciones a la introspección y a la integración de tu persona con el mundo, se le atribuye al Oráculo de Delfos. Sentencia que también se le ha adjudicado a Sócrates, Heráclito o Platón. Es un aforismo que en su simpleza, nos ha impulsado a evolucionar durante algunos cientos de años.

El ser humano, entre todos sus defectos, es el único mamífero que se ha comprobado tiene conciencia de sí mismo, algunos primates y caninos parece que se reconocen frente a un espejo, pero aun no se puede aceptar como hecho científico. Permítame el lector llamar a este atributo un defecto, porque solamente ha traído complicaciones a nuestra historia, en lugar de ser el humano, un ente ligero, que se deja fluir que no cuestiona sus impulsos como algunos seguidores del “new age” lo propusieron en un tiempo. Somos ese pariente incómodo, preguntón, cuestionador, insatisfecho, incompleto, inquieto y finito, peor aún, consciente de sus limitaciones, especialmente la limitación temporal. El ser evolucionado es aquel que partiendo de este conocimiento de su limitación, inicia obras que no verá terminadas.

Esa es la principal razón que nos ha permitido evolucionar y te invito a hacer el siguiente ejercicio: imagina las personas que participaron para que fuera posible lo que estabas haciendo antes de leer este texto. Va un sencillo ejemplo: esos cinco o siete minutos que tardas en comer un platillo que contiene verduras, tiene detrás una cantidad de personas que sembraron, la semilla, cultivaron, transportaron al mayoreo, la mantuvieron en refrigeración o congelación, se empacó para que la consiguieras después al menudeo, para que llegara a tu cocina y fuera elaborada, usando gas que una compañía provee, en recipientes diseñados y probados para soportar el calor y no cambiar el sabor; podríamos ir más atrás, las personas que vendieron la semilla, antes quienes la colectaron y aún más atrás, quienes a base de prueba y error descubrieron la mejor forma de cultivar, así como quienes estudiaron científicamente los procesos para replicar y estandarizar todo el proceso, junto con los encargados de recopilar, organizar, y difundir ese nuevo conocimiento… y en caso de buscar aún más atrás, aquellos que inventaron la escritura e impresión para que el conocimiento no se perdiera entre generaciones.

Este es un ejemplo sencillo, en lo personal me puse a pensar lo mismo una vez que me hicieron un estudio de tomografía, que en pocas palabras es la obtención de una radiografía tridimensional dentro de un túnel de rayos X, mediante un líquido revelador que hacen pasar unos milisegundos por tu torrente sanguíneo. Me puse a pensarlo porque una vez que te recuestas en la camilla del túnel, hasta la enfermera sale de la habitación y todo lo demás es automático, incluyendo la inyección del líquido en tu vena. Quise agradecer por ese estudio, pero el número de personas era interminable, no sólo la amable enfermera, el técnico, el médico que lo ordenó, la Institución que cuenta con ese equipamiento, la compañía que provee la energía eléctrica, la que desarrolló el tomógrafo y la historia tecnológica que contiene: el descubrimiento de los rayos X, su manejo, los materiales que permiten su paso y los que no, los circuitos computarizados que transforman esa impresión en un archivo que llegará a la pantalla del médico para asegurar un diagnóstico, así sin extenderse más, aunque me lo hubiera propuesto no podría agradecer a todos los que lo hicieron posible, porque gran parte de ellos, vivieron en otro siglo. Quizás lo que sí debería agradecer es que tuvieron la visión de aportar su conocimiento, técnica o descubrimiento para el uso de alguien más, que probablemente aún no había nacido, a eso llamamos investigación básica, quienes logran implementarlo, hacen investigación aplicada.

Esas grandes o pequeñas obras que vienen de una mente genial la mayor parte de las veces, llegan hasta nuestros días, gracias a eso que nos diferencia de otros seres vivos, la conciencia de sí mismos y el entendimiento de nuestras limitaciones, que paradójicamente se vuelven el vehículo para nuestra atemporalidad o trascendencia, hoy escuchamos con los ojos a los muertos (permítaseme aquí la inevitable paráfrasis al verso de Francisco de Quevedo y Villegas:


“Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.”

Porque aquellos que han dejado una huella, que han tenido la visión de trascender, de trabajar sin la necesidad del aplauso o la gloria inmediata, se han subido a ese tren de la historia, para ser los gigantes sobre los que nos podemos parar para llegar más alto y mirar más lejos. Retomando la famosa frase de Sir Isaac Newton:

 Si he logrado ver más lejos ha sido porque he subido a hombros de gigantes”.

Y ¿qué es exactamente eso que hace que unos puedan generosamente brindar sus conocimientos, sin recibir las palmas o guirnaldas?

Yo lo visualizo como una combinación entre conocimiento, madurez y sabiduría, cruzar esa etapa egoísta donde son indispensables el reconocimiento y retribución, entender que la aportación de uno es apenas un eslabón de una gran cadena, de un universo de cadenas que nos han llevado hasta el estado del arte en que nos encontramos como humanos, reconocer esa capacidad generativa es el estado de la potencia (aquello que está en calidad de posible y no en acto).

Potenciarte es la invitación, la sugerencia y si me lo permites respetable lector: la arenga. Esta forma rebuscada y casi imposible de agradecer o reconocer las aportaciones de los demás, anónimas o no, solo puede ser posible mediante la intención de colaborar como un eslabón más. Habrá el lector al que deviene el bostezo o el estupor de la indiferencia cuando pase la vista por este párrafo y es que, ya lo he dicho antes, esta potencia es una combinación de conocimiento, madurez y sabiduría, si no se está en condiciones de llevarla a cabo, al menos debería ser guardada, como se guarda una semilla para que su vida latente emerja al ser llevada a campo fértil.

Conocimiento y madurez (sin sabiduría): Aquel que ya tiene el conocimiento, que domina una técnica, que ha desarrollado sus propios caminos para hacer algo de forma sobresaliente pero no tiene la sabiduría para compartirlo, para entregarlo a otras manos que le den continuidad y hasta mejorías, no estará alcanzando la potencia. Podría dar muchos ejemplos, pero en lo personal, me sucedió que al principio de los años 90´s cuando la multimedia se extendió gracias a que los equipos de cómputo facilitaron el manejo de video, imagen, sonido y texto, presenté mi propuesta de tesis de licenciatura sobre la elaboración de un tutor interactivo que ayudaría a los estudiantes a diagnosticar su nivel de hábitos de estudio y a la postre administrar algunas lecciones para reforzar estrategias o enseñarle nuevas. Por el tema pasé con tres de los sinodales y cuando me mandaron con el cuarto, que contaba en su historia con algunos esfuerzos para hacer tutores automatizados, pero con tecnología anterior (sin multimedia), a los que dedicó varios años, pero no estuvo en condiciones de hacerlos públicos, recibí de su parte, un rotundo rechazo a mi tesis, no le parecía que en medio año hubiera yo elaborado todo ese programa automatizado, con herramientas que él no tuvo a su alcance cuando inició por el mismo camino y que mantuvo como proyecto secreto porque generaría gran impacto cuando lo sacara a la luz pública. Así que a los cinco minutos de nuestra entrevista cerró mi borrador de tesis y me dijo que tenía que replantear desde el título, o sea, que me saliera de ese camino que él tenía planeado recorrer. Este sinodal contaba con conocimiento y madurez, no con la sabiduría para enlazar los eslabones que nos hubieran dado fortaleza en esa vertiente tecnológica.

Conocimiento y sabiduría (sin madurez): podría la persona poseer el más profundo conocimiento, la más alta especialización y tener la capacidad de aplicarlo, pero sin la visión de compartir, tendríamos incompleta la potencia. Para mí son muy respetables aquellos que se especializan tanto en un tema o una técnica que se vuelven la referencia por autoridad, a quien consultar ante la duda, doblemente admirables cuando además de sus conocimientos, demuestran ser expertos para aplicarlos, pero están incompletos cuando no hay disposición para compartirlos. No sé si esto tenga que ver con la edad, hace poco que desayuné con un querido amigo que es un reconocido consultor de empresas y que siempre hablaba de sus proezas, de cómo apoyó a ciertas negocios instituciones, organizaciones, las volvió competitivas, aplicó su vasto conocimiento, experiencia y sus desarrolladas habilidades para diagnóstico y  prescripción organizacional, noté un cambio en su discurso: me comentó que tiene que pensar en el retiro y que su preocupación al día de hoy, no es buscar clientes, sino formar a los integrantes de su equipo, volverlos tan expertos como lo es él y hacer que la firma consultora dependa cada vez menos de su persona, con todo el respeto que merece, es el mejor ejemplo de alcanzar la potencia, sumando la madurez a sus probados conocimientos y sabiduría.

Sabiduría y madurez (sin conocimiento): esta combinación, bien podría llamarse buenas intenciones, y aunque se asume que el sabio posee amplios conocimientos en ciencia o arte, lo quiero distinguir del conocimiento especializado, aquel que con amplia cultura general, aconseja, dirige, sugiere, cuenta su experiencia en situaciones similares, pero no es el experto en el tema, aunque esté en condiciones de madurez para transmitir desinteresadamente lo que sabe, estará con potencia incompleta o sesgada, es bien sabido el dicho aquel que dice que quien posee como herramienta el martillo a todos les ve cara de clavo. Sin profundizar en la autocrítica a quienes practicamos la consultoría, la capacitación y hasta la Psicoterapia, necesitamos estar actualizados en las nuevas tendencias, los estudios que refuerzan o desechan la efectividad de los tratamientos tradicionales, reconocer y adoptar las nuevas herramientas y estrategias que están funcionando en otras latitudes con su debida tropicalización. Esa auto exigencia por el conocimiento, por la búsqueda de la actualización y ampliación de visión, es el complemento para la potencia que se da al sumarle sabiduría y madurez.




Así que, amables lectoras y lectores, conocerse a sí mismo, reconocer las áreas en que tenemos fortaleza: sean conocimiento, sabiduría y madurez. Serán los pilares de con los que podremos trascender en el ejercicio de potenciarte.