lunes, 22 de enero de 2018

El alma y su oscurecida noche


Un poema de los años 1500 de nuestra era, magistralmente presentado y encriptado por el místico San Juan de la Cruz, a manera de un amor de pareja y su lucha por encontrarse sin ser vistos hasta fusionarse, como analogía del camino espiritual que deberá recorrerse liberándose de los deseos, apegos de la frivolidad de los sentidos y hasta del intelecto. A partir de la lectura del poema se ha vuelto casi un lugar común hablar de la noche oscura del alma, como ese trayecto que todos o casi todos tenemos que pasar con esfuerzo y sacrificio para buscar la perfección.

Y es que la vida bien podría gozarse como tobogán, como un eterno desliz o como nadar de muertito, dejarse llevar por la corriente o hacia donde el viento sople, muchas veces ante la complicidad de la multitud, bajo el supuesto adagio que dice “millones de personas no pueden estar equivocadas”, entonces andar por los senderos caminados representa certeza, aceptación filiación y menos esfuerzo, así es como las hormigas y los roedores encuentran su alimento, su protección o su trampa.

Atreverse a despegarse de la masa, a dejar de mirar los pies polvosos que sólo pisan por donde los demás pisaron sin cuestionarse el rumbo, preguntarse si hay algo más que estas dimensiones, si en el cenit la cantidad de espacio es mayor que hacia el nadir. Salirse de la fila, abrir una vereda, ahí donde para los demás parece inhóspito, pero la necesidad de exploración y descubrimiento hacen un llamado a intentar y luego de ese llamado ya nada es igual. Ahí es donde el alma fue tocada por una poderosa fuerza que ya no permite renunciar. Entonces el camino que ya no es fácil ni convencional, deja de depender de lo finito de las certezas básicas  (ver http://jesusorduna.blogspot.mx/2015/07/certezas-ese-poderoso-punto-debil.html) y se abre a un infinito mundo de posibilidades, inciertas, pero infinitas.

Entonces se abre el camino, entonces se toma la decisión de salir, entonces se puede alcanzar iluminación y la unificación.

Y eso es lo que planteó hace cinco siglos San Juan de la Cruz: recorrer los tres caminos; a) la vía purgativa: (las dos primeras estrofas): Liberar al alma de sus pasiones, purificarse de sus pecados a través de la negación de los sentidos e intelecto.

Vía iluminativa: (3ª y 4ª estrofas) el alma se llena de la luz de la fe, que marca el camino seguro hacia Dios.
Vía unificativa (5ª y 6ª estrofas) unión entre alma y Dios, como el desapego de todo lo material y hasta del cuerpo físico.

La noche se representa como la oscuridad de los sentidos, ese esfuerzo y sacrificio que el alma (como espíritu no corpóreo) llevará a cabo para alcanzar la perfección que le permita elevarse hacia Dios, así la noche no es un tiempo, es un lugar. Y cuando San Juan de la Cruz utiliza el verbo salir, la interpretación mística se orienta a liberarse del cuerpo, al decir que se sale de noche y en secreto, subraya el modo íntimo de este cambio, paradójicamente ese salir, se refiere a un universo, pero a un universo interior.



Quizás el término que más me llama la atención y que tiene que ver con la incapacidad que tenemos de organizarnos y de acumular objetos, es el de “casa sosegada”, decir que sale, dejando la casa sosegada, tiene que ver con el orden, en lo físico, que refleja paz en el alma, dejar la casa sosegada es estar lejos de tentaciones mundanas.

Por eso es que aquellos momentos donde mayor soledad se siente, cuando aparentemente ninguna opción es elegible, cuando lo mundano material y superficial ya no te satisface, cuando el llamado se interpreta como salir a tu universo interior, el cambio no es una amenaza, quizás sólo los tropiezos en el camino, cuando ya no hay retorno porque el llamado es irrenunciable, estás entrando a tu noche oscura del alma.


NOCHE OSCURA DE SAN JUAN DE LA CRUZ
1. En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.
2. A oscuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
3. En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
4. Aquésta me guiaba
más cierto que la luz de mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
5. ¡Oh noche que guiaste!
¡oh noche amable más que el alborada!
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
6. En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
7. El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
8. Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
FIN