El tema de la evolución, desde que fue planteado por Charles
Darwin, vino a generar un espectacular cambio en el modo de pensar, de
identificarnos como especie, su teoría avanzada y de vanguardia generó choques
contra explicaciones a partir de la fe y fue criticada por carecer de
suficiente evidencia. Hay que entender que no fue una teoría acabada pero que el
tiempo ha ido reforzándola paulatinamente. Sin duda, ha influido en las teorías
para explicar el pensamiento, inteligencia, memoria, lenguaje, conducta, todas
materia de estudio de la Psicología, pero también de la alimentación, la
dietética y nutrición, así lo encuentro cuidadosamente tratado en el libro El
Mono Obeso de José Enrique Campillo.
Imagen tomada de: https://www.flickr.com/photos/wallyg/404063706
Uno de los mitos que se han integrado a nuestro esquema del
hombre de las cavernas (por poco científico que este término parezca) es la díada de
hombre cazador con mujer recolectora y cuidadora de los infantes. Y resulta que
no somos tan cazadores como se nos ha pintado, en primer lugar somos
físicamente una especie desfavorecida en cuanto a recursos para ataque cuerpo a
cuerpo, es decir, no poseemos grandes colmillos para desgarrar (lo cual por
otro lado nos favoreció el uso de las muelas para masticar) ni contamos con
garras o fuerza descomunal para someter a otros animales y devorarlos, contamos
con un pensamiento más avanzado y manejo instrumental en su lugar. Pero
nuestros antepasados recientes tampoco contaban con suficientes herramientas
para cazar ni complejos mecanismos para atraparlos, de hecho se ha encontrado
que cazar no se nos facilita, actualmente, soldados o civiles que por
extravío o alguna otra circunstancia, sin armas ni herramientas, tienen que
pasar tiempo en el bosque o la selva, no encuentran fácil la cacería. Los análisis de los huesos de otros mamíferos que han aparecido como alimentos de familias pehistóricas, resulta que muestran fracturas y heridas de colmillos de animales fecroces, previos a formar parte de la comida de los homínidos. Lo que ha reforzado la teoría de que el hombre más que cazador recogía la carne que otros
cazadores dejaban, en una conducta más de tipo carroñera. Aquellas expediciones
que los machos emprendían para regresar con carne no eran para atacar al gran
mamífero, de hacerlo así, el precio podría ser la propia existencia, sino
seguir con cuidado a un felino cazador que atacaba una cebra o vaca por
ejemplo, esperar a que se alimentara y los restos, una vez que se había
retirado, pasar a recogerlos, antes que las hienas o aves de rapiña se los
apropiaran, seguramente el ciclo de la vida continuaba para ellos, luego de que
el humano dejaba a su vez los restos del animal cazado que no aprovecharía. De
esta forma el macho humano regresaba a
donde la hembra y los menores a
llevarles carne, pero en su ausencia, habían sobrevivido gracias a las
actividades como recolectora que ella había realizado, alimentando con verduras,
frutas y algunos insectos o animales menores a la familia.
Imagen tomada de: https://sitibiterralevis.files.wordpress.com/2010/11/homo-erectus1.jpg
Sin afán de hacer una discusión sobre rol de género, ni el
hombre es tan cazador, ni la mujer tan dependiente, al día de hoy, su actividad
recolectora y administradora es la que permite continuar con la alimentación cotidiana de las familias.
Y si en el ámbito alimenticio no somos cazadores naturales,
en las conductas, tampoco. En diversos ámbitos y niveles nos encontramos con
conductas en las que claramente, una persona se alimenta de que otras dejan,
pareciera que ese es el nuevo ciclo natural de la vida, desafortunadamente saltándose
algunas trancas o rompiendo algunas reglas. Van algunos ejemplos:
Una señora que trabajaba en oficinas contiguas, vino a mi
escritorio a ofrecerme copias de DVD con películas piratas, algunas semanas
después la vi por los pasillos y me dijo que ya había dejado de venderlos,
porque la gente es odiosa y varios copiaron su idea, me dijo que ya varias personas
estaban vendiendo copias que DVD´s que ella les había vendido. Luego de su
gesto de molestia, me quedé pensando si ella no estaba haciendo lo mismo,
copiando ilegalmente el producto de trabajo de otros…. Nunca se lo pregunté,
pero era obvio que no tenía ella ese alcance.
Un ejemplo de cacería, carroña y rapiña, se da cuando un
automóvil se deja varios en días en una calle donde no se sabe quién es el
dueño, que definitivamente es alguien que pagó por él, de alguna forma lo
obtuvo legítimamente como si le hubiera costado cazarlo, pero luego de que es
vigilado por un carroñero que con toda la experiencia y estrategia, le roba en
unos minutos las llantas, espejos, batería, y demás elementos de alto valor, lo
abandona ya incompleto, pero días después encontrará que el mismo ya no tiene
asientos, manijas, antena, limpiadores, etcétera, artículos de menor valor que son
arrebatados también de forma ilícita.
Imagen tomada de: http://www.eltribuno.info/salta/nota/2016-7-29-9-46-0-se-pasaron-de-vivos-los-pescaron-in-fraganti-desmantelando-un-auto-chocado
Una imagen que me ilustra la carroña, es cruda, pero así la
retrata Alejandro Jodorovski en la surrealista película Santa Sangre, (México, 1989):
en el circo se muere el elefante y le hacen una corte fúnebre los payasos,
enanos, equilibristas, músicos, etcétera, que recorren calles de la Ciudad de
México y llevan ese enorme ataúd de madera hasta el desfiladero de una barranca
donde se aprecia gente de una ciudad perdida, todos polvosos y mal vestidos,
(recordemos que es surrealista la apreciación) y luego de que se desliza el
ataúd, éstos personajes saltan barranca abajo y rompiendo la madera, se observa
cómo toman trozos de la carne del paquidermo y la pelean entre ellos, como si
más que un viaje a las zonas marginadas de esa supuesta ciudad, hubieran
realizado un viaje a un par de escalones debajo de la evolución del homo
sapiens. Esa imagen (se sugiere compañía de adultos para menores de 18 años) es
la que me viene a la mente cada vez que necesito ilustrar el término de
carroña.
Imagen tomada de: http://elblogdejoseluis.com.mx/santa-sangre/
El sentido común, también conocido como sabiduría popular,
tiene ciertas afirmaciones que refuerzan esta idea de tendencias carroñeras: “del
árbol caído todos quieren hacer leña”, “en el arca abierta, hasta el justo peca”,
aquella máxima de cierto político: “no pido que me den, sino que me pongan
donde hay”, uno que alguna vez propuse a mi maestra de primaria para que se analizara: “Monje
que vende cera y no tiene cerería, ¿de dónde la sacaría?”, “al nopal sólo se le
arriman cuando tiene tunas”, “A río revuelto, ganancia de pescadores”, “cría
cuervos y te sacarán los ojos”, “El muerto al pozo y el vivo al gozo”, “Ladrón
que roba ladrón, tiene 100 años de perdón”, “Para uno que madruga, hay otro que
no se duerme”, en cada uno de estos dichos y refranes, de una u otra forma, se
evidencia, que existe tendencia y que es imprudente negarse a ella, para
aprovecharse de lo que el otro deja, o descuida. Esa es la idea de que más vale
esperar el momento de la carroña que salir a cazar.
Dos ejemplos más que ilustran las tendencias carroñeras son
la explotación por las empresas gigantes y el enriquecimiento de los políticos mediante
la corrupción, sin que se tomen como generalidades: Aquellas empresas que podrían
representar a un cazador, es decir, ya no es una persona sino un colectivo, que
desarrolla un producto de gran éxito, tiene a su alrededor, personas que aportan
marginalmente alguna colaboración y que se ven beneficiadas en su modo de vida,
es decir, la empresa podría ser a nivel mundial, la líder en venta de jugos de
frutas embotellados y un porcentaje altísimo de quienes trabajan en ella, jamás
han tocado una fruta para alimentar el
proceso, pero como es un círculo, la empresa se beneficia de quienes producen
la futa, porque lo que les paga es muy inferior a lo que ese insumo vale, así
es como su función no es la de cazar sino esperar a que los demás le permitan
recoger. Muchas veces hemos escuchado el término (que no el refrán mexicano,
porque estaría ubicado en el párrafo anterior) “salir todas las mañanas tras de
la chuleta”, equivalente a decir "me voy a trabajar", al grado que no dice “salir
todas las mañanas a derribar al mamut”, sino a ir por la porción de carne que
alguien más ya seleccionó y puso en venta. Así se benefician los empleados de
la parte que la empresa les entrega y la empresa con el trabajo y los insumos
que también explota.
El político que se beneficia de lo que los otros cazan y
dejan a su paso, es aquel cuya función debería ser administrar fondos
colectivos y los vuelve individuales, pero como requiere complicidades,
entonces va repartiendo por el camino porciones de esos recursos para que
mediante carroña y rapiña, se evite
reclamos e inconformidades. Ese administrador líder no es el que se juega la
existencia en la cacería, sino que espera el reparto de recursos y toma de
forma ilegítima otros tantos. Haciendo que se jueguen la existencia, ahora sí,
aquellos a los que dichos recursos colectivos resolverían una necesidad
apremiante, como salud, seguridad, paz.
El libro que mencioné al principio dice que a base de
mutaciones han desaparecido especies como el Homo Ergaster, el Cro-Magnón, el
Neanderthal, muy posiblemente eliminados por la especie superior, Homo Erectus
y Homo Sapiens Sapiens. Pero lo que es una realidad es que el diseño que ahora
poseemos, las características que nos han hecho sobrevivir a glaciaciones,
sequías, epidemias y holocaustos, tomó ciclos de entre cuatro y 10 millones de
años para perfeccionarse, seguramente el gen ahorrador perderá su popularidad y
el cerebro ganará talla, pero no ha sido así desde la edad media, los años
sesentas ni lo será en los próximos siglos. Habrá que entender y optimizar
nuestras conductas, hábitos, ciclos y cuidados para este diseño que nos ha
llevado algunos millones de años perfeccionarlo.
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