miércoles, 30 de mayo de 2018

10 Sugerencias para el intercambio de ideas electorales



1.- Tenga presente que su interlocutor no tiene por qué cambiar de idea luego de escuchar su apreciación

2.- Usted no está obligado a cambiar su voto o candidato luego de escuchar a su interlocutor

3.- Exponga puntos de vista en los que cree con convicción o que se basan en datos comprobables, pregúntese de dónde viene cada una de sus propias afirmaciones y pida el fundamento de las que escucha.

4.- Debatir sobre preferencias electorales puede herir susceptibilidades, especialmente las propias, deje que suba el tono de la discusión tanto como usted mismo lo pueda soportar. Una charla que se hace alrededor de una fogata, no debe crecer a incendio forestal

5.- No pierda de vista la relación que tiene con su interlocutor, tenga en consideración que se puede tambalear o fracturar por temas electorales.

6.- Tenga presente que el tema electoral sólo es un punto de partida del sistema democrático, exija y exíjase, dar seguimiento, sea por redes sociales, noticias, comunicación telefónica o personal el actuar y cumplimiento de sus candidatos, no agote el total de su energía durante el proceso electoral.

7.- Pregúntese todo el tiempo el origen de su posición electoral: visceral o razonada.

8.- Sepa distinguir entre datos verificados y especulaciones, sea precavido en sus propios argumentos, y honesto al expresarlos, están fundamentados o es un análisis de probables escenarios, ambos son válidos, pero es mejor advertirlo ante su interlocutor, al que debe solicitarle lo mismo.

9.- Califique o descalifique las ideas y propuestas no las personas.

10.- Así como protección civil le ha entrenado en ubicar las salidas de emergencia, así tenga a la mano una salida cordial a la discusión. En Inglés se le llama time keeper a quien se encarga de equilibrar los tiempos de participación de cada quien y de avisar que ya se rebasó un lapso prudente de discusión, recuerde que no se trata de una manda religiosa ni de un maratón.

Recuerde que si usted no es candidato, su función es dar un voto responsable y eso no debe ser razón para dejarse dividir ni discriminar.

Si usted es el candidato electo, recuerde dar resultados, desde su estilo y paradigma propios, el elector le otorgó confianza en el cómo, el qué se le exigirá de todas formas. a partir de sus colores, puntos de vista, paradigmas, concepciones, oportunidades de convivir.

Imagen tomada de: https://victormibarra2610.files.wordpress.com/2014/11/enlace_lista.jpg

Una vez terminado el proceso electoral, dirija la energía que le queda en exigir que el candidato elegido cumpla con sus compromisos y trabaje como usted: para el bien común.

jueves, 3 de mayo de 2018

Del día del niño al día de las Madres

Hay 240 horas entre el día del niño y el día de las madres, plural y singular mal aplicados, porque niños hay muchos y madres sólo hay una, orden inverso, porque no hay duda, primero fue la madre y después los niños. Existe un lapso entre dichas celebraciones que son muy particulares, en mi caso, son días en los que parece que el tiempo se detuvo, que no hay eventos mayores ni cargas de trabajo, son como días vacíos, sin sol, sin viento, sin lluvia, al cabo del tiempo son como un hueco en la memoria, como cuando el tren del que eres pasajero, pasa por un largo túnel, nada que ver, sólo ruido blanco que escuchar del exterior, invitando a cerrar los ojos y mirar hacia dentro, observar, dialogar al interior. Hace algunos años, ese lapso fue llenado por una dolorosa pérdida, minutos antes de terminar el día del niño, mi madre dio su último aliento, transcendió hacia otro plano como se dice en los ambientes holísticos. (http://jesusorduna.blogspot.mx/2013/04/tienes-que-ser-un-nino.html ) de ese 30 de abril al 10 de mayo, como dicta la religión que siempre practicó, oramos cada noche, haciendo el levantamiento de cruz, es decir, la ceremonia de cierre absoluto del ciclo doloroso por su partida, exactamente en fecha que cada año le habíamos llenado de felicitaciones, regalos y alegría. Empezaba una orfandad adulta para todos los hermanos, hermanas, nueras, yernos, nietos, amistades y amigos de los amigos, una orfandad extendida a quienes la conocieron. Y dando paso a ese lapso que cada año se repite: los 10 días entre ambos festejos.

Una de las leyendas que contaba mi madre, era que cuando estuvo en el hospital por mi nacimiento, en aquel hospital público y en pleno boom de la explosión demográfica que marcó a mi generación, en el cuarto que compartía, estaba una señora que había tenido trabajo de parto al mismo tiempo, pero que desafortunadamente el producto no llegó a buen término, odiosas palabras, pero no hay manera de suavizar el término de que su bebé no nació vivo. Sin embargo, mi madre y esa compañera se estaban recuperando al mismo tiempo, vecinas de cama de hospital como eran, conversaban y al momento de recibirme como bebé de parte de la enfermera, aquella señora de al lado le pidió que por unos momentos le permitiera tenerme en sus brazos, y así fue, la señora ante su propia pérdida y conmigo en brazos, esbozó algunas palabras como que todas las bendiciones que corresponderían al hijo que no se logró, pedía que fueran añadidas a las que yo ya tenía. Nunca más tuvo contacto alguno con esa mujer, ni yo, pero sea realidad o no, como lo contaba mi Madre, me convenció o al menos sugestionó de lo doblemente afortunado que podía ser yo en la vida.

Recientemente dentro de una meditación guiada con el tema también de reencontrar a tu niño interior, la sugestión casi hipnótica me lleva ante un lago en que como si fuera espejo dejo de ver mi figura de adulto y miro al niño que fui, le sonrío, lo abrazo, le pido disculpas por sus entusiastas sueños que el camino fui dejando sin cumplir, pero también por los que sí logré aunque se hayan ido flexibilizando con el tiempo.

Pero entre las fantasías del adulto, que son resabios de las del niño y que son de lo más estimulantes para el hemisferio derecho, están los viajes en el tiempo, que por cierto, los sigo considerando la deuda que la ciencia formal tiene aún con nosotros desde la ciencia ficción (http://jesusorduna.blogspot.mx/2014/08/el-futuro-alcanzado-por-el-presente-lo.html ).

Así que, estimulado por la meditación e hipnosis y sobre estimulado por la fantasía de los viajes en el tiempo, luego de acercarme al niño delgado de pelo rizado, bien portado, de inquisitiva mirada combinada con cierta timidez y que no se deja abrazar sin demostrar soterrada desconfianza. Me pregunto, en caso de que los viajes en el tiempo algún día sean posibles, ya contaríamos con las evidencias de viajeros que han ido al pasado, entonces busco situaciones en las que un adulto me hubiera querido dar ese abrazo no solicitado o el momento en que la presencia de ese adulto del futuro haya sido necesaria para su niño del pasado, por supuesto que esto generaría todo tipo de paradojas en el tiempo, pero si algo nos ha enseñado el avance de la ciencia es que para que funcione debe acompañarse de suficientes reglas de ética y respeto al humano, al entorno y otros seres vivos. Por tanto, en caso de viaje de ese adulto para visitar al niño que fue, sólo podría darse bajo estrictos protocolos de seguridad e inocuidad y especialmente ser sobradamente más inteligente quien realiza un viaje desde el futuro que su destinatario del pasado. Dada la imagen que tengo de mí mismo cuando niño: con pensamiento perceptivo, analítico y sintético, me he puesto a revisar en los recovecos de la memoria, cuál podría ser el momento propicio para una visita desde el futuro, que cumpliera con condiciones como: tratarse de una fecha significativa, ya que eso es lo que facilitaría una cita en el lugar y hora exactas, una circunstancia de multitud o de absoluta soledad, con esto se mitiga la presencia de testigos directos y con toda seguridad una circunstancia con punto de fuga, es decir, una posibilidad amplia para abortar la misión, si el visitante del futuro se sintiera descubierto y pusiera en riesgo la línea del tiempo, deberá desandar sus pasos, eliminar toda huella y salir sin ser percibido. Bajo dichos criterios recuerdo dos situaciones: una de ellas cuando yo tenía cuatro años, mi hermana mayor me llevó a una clínica de salud pública, seguramente me tocaba una vacuna, aún no amanecía, por cierto, nunca me ha gustado estar fuera de mi cama si el sol no se ha hecho presente, ya en la sala de espera, tuvo que ir al baño y para no dejarme solo, le pidió al hombre que estaba a mi lado derecho que me cuidara durante unos minutos, lo recuerdo como alguien cuya apariencia no quisiera yo tener en el futuro, un hombre de barba blanca, desaliñado y que desde su silla sin tener que levantarse, me abrazó con su brazo izquierdo sobre mi delgado hombro, un abrazo fugaz, pero que lo recuerdo tantas décadas después y más recuerdo el olor entre metálico y polvoso como de cal reseca que tenía en sus manos, frente a nosotros estaba un ventanal y como aún no había amanecido, por la oscuridad de afuera veía yo su reflejo, nunca volteé para verlo directamente, nunca hubiera podido hacer su retrato hablado porque la memoria almacena más emociones que imágenes, la primera es muy vívida pero la segunda borrosa.

La siguiente vez que recuerdo una sensación similar, tenía no más de cinco años, porque era mi último año en el kínder, era común en esa Ciudad de México casi rural de mediados de los años setenta del siglo pasado, que las maestras organizaran paseos con su grupo de casi 40 niños, así sin mayores medidas de seguridad ni de transporte, muchas veces sin avisarle a las mamás, porque se trataba de una salida corta a un parque cercano y los juegos y canciones que se organizaban ahí eran los mismos que dentro del salón, pero los alumnitos agradecíamos el ambiente ajardinado y la cercanía con los columpios. La maestra Elvira simplemente organizaba una fila de niños y una fila de niñas y que entre ellos se tomaran de las manos para que cada uno cuidara de la otra y viceversa, el regreso era muy sencillo, se tomaban de nuevo de las manos y así en dos filas, recorríamos las 12 o 15 calles que separaban nuestro kínder del parque. Esa ocasión, yo me distraje, pues como ya me sabía todas las canciones y juegos, me separé del grupo, me puse a jugar o explorar en solitario, al fin de cuentas tenía a la vista a la maestra y a mis demás compañeros. No supe cómo fue que pasó el tiempo, al regresar la vista no había compañeros ni la maestra que los conducía, caminé extrañado y como en un laberinto de árboles y arbustos, con los tenis blancos enlodados y las rodillas verdosas por el pasto, en un banco del parque, ahí estaba él, me miró a los ojos y me sonrió, con mucha paz y como si me conociera de algún lugar que yo no recordaba, me señaló el lado opuesto al que yo me dirigía, vi dar la vuelta a los compañeritos del final de la fila y corrí, el regaño de la maestra Elvira era preferible a la sensación de sentirme extraviado, volví la vista y ahí estaba ese hombre de rostro familiar pero con toda certeza desconocido, no había quitado su mirada de mí y su sonrisa que expresaba un “¿ya ves? No hay problema”.

 La bondad de la maestra Elvira para uno de sus alumnos consentidos, casi se trastocaba, pero no fue así, me miró como diciendo “¡me preocupaste!, pero es un alivio ver que te integres tarde a la fila a tener que explicar a tu mamá que esta semana fue su hijo el que no regresó del parque”, todo eso me dijo con un gesto de tres segundos.

No recordaba completa esa mañana que casi me extravío en el parque, ni el señalamiento del extraño para indicarme la dirección a la que me debería encaminar. Hasta que hice la meditación guiada “Tu semilla y tu niño interior” de la Terapeuta Holística Diana Mathes (para conseguir discos de la meditación, contactar a https://www.facebook.com/frecuenciaangelical444/ y https://www.facebook.com/diana.mathes.9 ), esa dinámica hipnótica me llevó a buscar y encontrarme con mi niño interior, me hizo recordar esa ayuda que tuve de un extraño con que sólo me indicara la dirección en la que debería ir, que detona la fantasía de los viajes en el tiempo y el paradójico encuentro contigo mismo. Tampoco podría asegurar que mi ángel de la guarda tomó forma, para cuidarme, lo único que tengo seguro es que se trató de esas bendiciones adicionales que me fueron obsequiadas al nacer. Y que me son más evidentes en ese periodo que da lugar a eventos extraordinarios, entre el 30 de abril y el 10 de mayo, de cada año, exactamente a la mitad de la primavera.