¿Hasta dónde llega la corrupción en nuestro país, hasta
dónde se extienden sus tentáculos?
Hasta los más recónditos espacios.
Hoy de camino a comer a casa, un taxi intempestivamente quiso invadir
el carril en el que yo iba porque un autobús estaba descompuesto a de ese lado
y alcanzó a golpear y dañar dos piezas de mi vehículo, nos orillamos,
descendimos los dos de los vehículos y el taxista empezó a decir que le pagara, que yo lo había
golpeado. Le dije que fue al revés y que él tenía qué pagar, pero que no hay
problema que llamara a su seguro y yo llamaría al mío, él no quería hacerlo, estaba
seguro de que yo tuve la culpa y pedía que le pagara en efectivo “su golpe”. De
ninguna forma accedería yo, si llevo pagando seguro de cobertura amplia durante
los más de 25 años que he conducido. Me dijo que su aseguradora era tal, y que
yo llamara a la mía, estacionado yo 20 meros adelante, me alcanzó para
proponerme que cada quien se fuera son su golpe. Incluso se regresó al taxi sin
que se hubiera bajado su pasajera y quiso darse a la fuga, gracias a que traía
sus cristales abajo, tomé su tarjeta de circulación, que en realidad es una
copia a color de lo que puede ser una réplica. Entonces ya no huyó y se la
devolví, su pasajera y probable conocida, le dijo que me acusara de ladrón, le
pregunté si sería ella testigo, y se me vino a los golpes, una mujer obesa a gritar que no sabía yo con quien me estaba metiendo, soporté un par de
manotazos en el hombro y afortunadamente ni una mano levanté, porque eso sí que
se hubiera utilizado en mi contra. No me intimidó tampoco y entre insultos se
subió a otro taxi.
Quedamos de llamar a las aseguradoras, que por confiables
que parezcan no tardan la media hora o cuarenta minutos comprometidos en
llegar, sino hora y media, para cuando llegó mi ajustador de seguros, ya se habían
juntado varios taxis junto con el que tuvo en incidente y tomaban más una pose
de consejeros (colmilludos) de ademanes de a nosotros nadie nos gana y mandar a
todo mundo muy lejos.
Como antecedente, tuve una situación similar hace un par de
años y mi asegurador me fundamentó legalmente que si yo había hecho el cambio
de carril, aunque yo hubiera recibido el golpe, me correspondía asumir la
responsabilidad, así que luego de aquella experiencia, esperé a mi ajustador
tranquilamente ante la mirada intimidante del grupo de taxistas.
Mi ajustador llegó, por rutina, revisa que mis documentos
estén en orden y que la póliza se encuentre al corriente de pago, porque de
otra forma, se retiran y dejan al asegurado a su suerte.
Redacté los hechos, firmé todas las copias que me pidió y
fue a buscar al taxista, porque aún no llegaba su agente de seguros. Recibí una
llamada de la ejecutiva con quien contraté el seguro y amablemente me dijo que
estaba a mis órdenes para cualquier cosa que sucediera con el “siniestro”.
Siniestro fue lo que me dijo el ajustador: dice el taxista
que en realidad no cuenta con seguro. (me dije qué bueno que yo si), así que no
puedo hacer nada, tengo que retirarme.
No, no es nada barata la póliza de SURA, le dije, yo
necesito que me resuelvas. Su monólogo parecía ensayado y me lo recitó: el
taxista no cuenta con seguro y aunque él tuvo la culpa yo no soy autoridad para
hacerlo que pague, necesitamos llamar una patrulla que asegure ambos vehículos,
los remita al corralón y entonces los reciba el MP (Ministerio Público) para que
el juez comisione a unos peritos que valoren los daños de ambos vehículos y les
pidan sus declaraciones para determinar quién tuvo la culpa y emita sentencia
para que se cubran los daños del contrario.
Hice la pregunta que repito ante el asegurador cada vez que los
he necesitado. ¿entonces el seguro para qué me sirve?, me repitió que no es
autoridad y que necesita llamar a una patrulla…..etcétera. Asentí y le dije
llamemos a una patrulla. De hecho el taxista ya está llamando por teléfono a
una. Y el taxista se escuchaba que hablaba: tío, ¿si me oyes tío?, me chocaron,
¿en cuánto tiempo llegas?
¡Ah! pero no contaba que la ejecutiva se había comunicado
conmigo y se puso a mis órdenes, así que le marqué y le dije, oye no me está ayudando mucho tu ajustador,
habla de patrullas, corralón y de que nada puede hacer, la ejecutiva me dijo,
pásamelo, déjame hablar con él, lo comuniqué desde mi teléfono y cinco minutos
después la ejecutiva me repitió el monólogo pre ensayado: Desafortunada mente si
no cuenta con seguro, no podemos hacer otra cosa, el seguro te ofrece
orientación legal, pero no te puede acompañar esas 12 o 15 horas que se van a
tardar en el MP. Y con su amable voz, me dijo que sigue a mis órdenes para
cualquier “otra” cosa que se me ofrezca.
Cuando nos dirigimos de nuevo al taxista, mostró parte de la
asesoría recibida por los demás taxistas: - es que usted trae aliento
alcohólico y se pasó el semáforo en alto, como venía usando su celular me chocó cuando yo
iba pasando y quiso pasarse a mi carril y si no me pongo adelante, se quiso fugar,
agredió a mi pasaje y le faltó al respeto a la dama, aquí están los de la
taquería de testigos que usted venía a exceso de velocidad y quiso meterse a mi
carril, ¿a tu carril? Pregunté, ¿a donde estaba el autobús descompuesto?
El asegurador, sin poder contener una inexplicable risa, me dijo ¿ya
ve a lo que nos vamos a enfrentar? ellos ya conocen el camino, es cosa de todos
los días para ellos chocar y sacar ventaja, le recomiendo que se vaya con su
golpe. ¿Me llena esta encuesta de calidad del servicio y sus comentarios por
favor?, en comentarios anoté que el seguro no cumple su función y que no me
sirvió.
Habiendo perdido mi hora de comida me subí a mi coche, y vi cómo el asegurador arrugaba las hojas con mis comentarios en la encuesta y las
tiraba a una alcantarilla. No sólo es el coraje, la molestia, el gasto para
reparar mi vehículo, sino esa sensación de que la corrupción se encuentra hasta
en el más mínimo detalle de esta ciudad, este País.
De qué sirvió hacer mi declaración de impuestos, pagar lo
que este año no llegó a mi favor, desoyendo a quienes me decían “yo ni pienso
hacer la declaración ni voy a reportar lo de mis otras percepciones, al fin que
ni modo que Hacienda, me vaya a perseguir a mí, si somos tantos los que no
declaramos, ya ves el año pasado tampoco hice declaración”, y de qué sirve
pagar la tenencia, el refrendo, hacer la actualización de la tarjeta de
circulación, de la licencia de manejo, no beber si vas a manejar, cubrir
puntualmente el pago del seguro, respetar los semáforos, no invadir las líneas
peatonales, no exceder los límites de velocidad, si al final de cuentas con esa
inexplicable risita del ajustador del seguro, te recomiendan, tolerar todas las
faltas, como si la corrupción en México fuera parte de la cultura o un patrimonio intangible de la humanidad.
Ya revisando las fotos que tomé a las placas y al tarjetón, vi que se le venció el año pasado, que el extraño nombre de la foto no coincide
con el año de nacimiento puesto en el registro, ya que es un taxista de
alrededor de 20 años, pero su registro empieza con 62 (es decir, nacido en
1962).
Con la decepción y el estómago vacío, valoré la posibilidad
de comer en la taquería donde estuve esperando al ajustador, pero luego me
acordé que el taxista dijo que los meseros serían testigos de todas mis infracciones
al reglamento y decidí no entrar.
Le dije al taquero encargado del trompo de los tacos al
pastor que había una enorme rata gris a dos pasos de él y creí que la iba
ahuyentar, cuando le empezó a tirar pedacitos de tortilla y le hacía gracia cómo
la rata se las comía. De eso sí pongo la foto. Concluí que una ciudad, un País
donde no se respeta mínimamente el reglamento de tránsito, menos se respetan
normas de higiene y sanidad. Me alejé de ahí imaginándome al ajustador del
seguro con su inexplicable risita, aceptándole al taxista unos tacos y
brindando con su tío el policía o inspector de sanidad.
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