lunes, 8 de mayo de 2017

Corrupción y una rata gris

¿Hasta dónde llega la corrupción en nuestro país, hasta dónde se extienden sus tentáculos?

Hasta los más recónditos espacios.

Hoy de camino a comer a casa, un taxi intempestivamente quiso invadir el carril en el que yo iba porque un autobús estaba descompuesto a de ese lado y alcanzó a golpear y dañar dos piezas de mi vehículo, nos orillamos, descendimos los dos de los vehículos y el taxista empezó a  decir que le pagara, que yo lo había golpeado. Le dije que fue al revés y que él tenía qué pagar, pero que no hay problema que llamara a su seguro y yo llamaría al mío, él no quería hacerlo, estaba seguro de que yo tuve la culpa y pedía que le pagara en efectivo “su golpe”. De ninguna forma accedería yo, si llevo pagando seguro de cobertura amplia durante los más de 25 años que he conducido. Me dijo que su aseguradora era tal, y que yo llamara a la mía, estacionado yo 20 meros adelante, me alcanzó para proponerme que cada quien se fuera son su golpe. Incluso se regresó al taxi sin que se hubiera bajado su pasajera y quiso darse a la fuga, gracias a que traía sus cristales abajo, tomé su tarjeta de circulación, que en realidad es una copia a color de lo que puede ser una réplica. Entonces ya no huyó y se la devolví, su pasajera y probable conocida, le dijo que me acusara de ladrón, le pregunté si sería ella testigo, y se me vino a los golpes, una mujer obesa a gritar que no sabía yo con quien me estaba metiendo, soporté un par de manotazos en el hombro y afortunadamente ni una mano levanté, porque eso sí que se hubiera utilizado en mi contra. No me intimidó tampoco y entre insultos se subió a otro taxi.

Quedamos de llamar a las aseguradoras, que por confiables que parezcan no tardan la media hora o cuarenta minutos comprometidos en llegar, sino hora y media, para cuando llegó mi ajustador de seguros, ya se habían juntado varios taxis junto con el que tuvo en incidente y tomaban más una pose de consejeros (colmilludos) de ademanes de a nosotros nadie nos gana y mandar a todo mundo muy lejos.

Como antecedente, tuve una situación similar hace un par de años y mi asegurador me fundamentó legalmente que si yo había hecho el cambio de carril, aunque yo hubiera recibido el golpe, me correspondía asumir la responsabilidad, así que luego de aquella experiencia, esperé a mi ajustador tranquilamente ante la mirada intimidante del grupo de taxistas.

Mi ajustador llegó, por rutina, revisa que mis documentos estén en orden y que la póliza se encuentre al corriente de pago, porque de otra forma, se retiran y dejan al asegurado a su suerte.

Redacté los hechos, firmé todas las copias que me pidió y fue a buscar al taxista, porque aún no llegaba su agente de seguros. Recibí una llamada de la ejecutiva con quien contraté el seguro y amablemente me dijo que estaba a mis órdenes para cualquier cosa que sucediera con el “siniestro”.

Siniestro fue lo que me dijo el ajustador: dice el taxista que en realidad no cuenta con seguro. (me dije qué bueno que yo si), así que no puedo hacer nada, tengo que retirarme.

No, no es nada barata la póliza de SURA, le dije, yo necesito que me resuelvas. Su monólogo parecía ensayado y me lo recitó: el taxista no cuenta con seguro y aunque él tuvo la culpa yo no soy autoridad para hacerlo que pague, necesitamos llamar una patrulla que asegure ambos vehículos, los remita al corralón y entonces los reciba el MP (Ministerio Público) para que el juez comisione a unos peritos que valoren los daños de ambos vehículos y les pidan sus declaraciones para determinar quién tuvo la culpa y emita sentencia para que se cubran los daños del contrario.

Hice la pregunta que repito ante el asegurador cada vez que los he necesitado. ¿entonces el seguro para qué me sirve?, me repitió que no es autoridad y que necesita llamar a una patrulla…..etcétera. Asentí y le dije llamemos a una patrulla. De hecho el taxista ya está llamando por teléfono a una. Y el taxista se escuchaba que hablaba: tío, ¿si me oyes tío?, me chocaron, ¿en cuánto tiempo llegas?

¡Ah! pero no contaba que la ejecutiva se había comunicado conmigo y se puso a mis órdenes, así que le marqué y le dije,  oye no me está ayudando mucho tu ajustador, habla de patrullas, corralón y de que nada puede hacer, la ejecutiva me dijo, pásamelo, déjame hablar con él, lo comuniqué desde mi teléfono y cinco minutos después la ejecutiva me repitió el monólogo pre ensayado: Desafortunada mente si no cuenta con seguro, no podemos hacer otra cosa, el seguro te ofrece orientación legal, pero no te puede acompañar esas 12 o 15 horas que se van a tardar en el MP. Y con su amable voz, me dijo que sigue a mis órdenes para cualquier “otra” cosa que se me ofrezca.

Cuando nos dirigimos de nuevo al taxista, mostró parte de la asesoría recibida por los demás taxistas: - es que usted trae aliento alcohólico y se pasó el semáforo en alto, como venía usando su celular me chocó cuando yo iba pasando y quiso pasarse a mi carril y si no me pongo adelante, se quiso fugar, agredió a mi pasaje y le faltó al respeto a la dama, aquí están los de la taquería de testigos que usted venía a exceso de velocidad y quiso meterse a mi carril, ¿a tu carril? Pregunté, ¿a donde estaba el autobús descompuesto?

El asegurador, sin poder contener una inexplicable risa, me dijo ¿ya ve a lo que nos vamos a enfrentar? ellos ya conocen el camino, es cosa de todos los días para ellos chocar y sacar ventaja, le recomiendo que se vaya con su golpe. ¿Me llena esta encuesta de calidad del servicio y sus comentarios por favor?, en comentarios anoté que el seguro no cumple su función y que no me sirvió.

Habiendo perdido mi hora de comida me subí a mi coche, y vi cómo el asegurador arrugaba las hojas con mis comentarios en la encuesta y las tiraba a una alcantarilla. No sólo es el coraje, la molestia, el gasto para reparar mi vehículo, sino esa sensación de que la corrupción se encuentra hasta en el más mínimo detalle de esta ciudad, este País.

De qué sirvió hacer mi declaración de impuestos, pagar lo que este año no llegó a mi favor, desoyendo a quienes me decían “yo ni pienso hacer la declaración ni voy a reportar lo de mis otras percepciones, al fin que ni modo que Hacienda, me vaya a perseguir a mí, si somos tantos los que no declaramos, ya ves el año pasado tampoco hice declaración”, y de qué sirve pagar la tenencia, el refrendo, hacer la actualización de la tarjeta de circulación, de la licencia de manejo, no beber si vas a manejar, cubrir puntualmente el pago del seguro, respetar los semáforos, no invadir las líneas peatonales, no exceder los límites de velocidad, si al final de cuentas con esa inexplicable risita del ajustador del seguro, te recomiendan, tolerar todas las faltas, como si la corrupción en México fuera parte de la cultura o un patrimonio intangible de la humanidad.

Ya revisando las fotos que tomé a las placas y al tarjetón, vi que se le venció el año pasado, que el extraño nombre de la foto no coincide con el año de nacimiento puesto en el registro, ya que es un taxista de alrededor de 20 años, pero su registro empieza con 62 (es decir, nacido en 1962).


La rata gris



Con la decepción y el estómago vacío, valoré la posibilidad de comer en la taquería donde estuve esperando al ajustador, pero luego me acordé que el taxista dijo que los meseros serían testigos de todas mis infracciones al reglamento y decidí no entrar.

La vigencia vencida

Le dije al taquero encargado del trompo de los tacos al pastor que había una enorme rata gris a dos pasos de él y creí que la iba ahuyentar, cuando le empezó a tirar pedacitos de tortilla y le hacía gracia cómo la rata se las comía. De eso sí pongo la foto. Concluí que una ciudad, un País donde no se respeta mínimamente el reglamento de tránsito, menos se respetan normas de higiene y sanidad. Me alejé de ahí imaginándome al ajustador del seguro con su inexplicable risita, aceptándole al taxista unos tacos y brindando con su tío el policía o inspector de sanidad.


La rata gris alimentada por el taquero



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