“Conocí un domador que
era presa del temor ante su león, ¡vaya gracia!”
Nacha Pop
Nacha Pop
León todos tenemos asignado uno, algunos deciden domarlo,
desde el primer instante, lo confrontan para que obedezca, sin importar los
medios, el fin es el obedecimiento, que el león se someta a los caprichos del
domador, que parezca un animal tierno o que haga muecas semi humanas para
que el público se sorprenda y admire el temperamento del domador, su valor, su
imposición y coraje, que el público asuma que el león reconoce un líder, que
convencido se pone a sus pies y con lealtad infinita atiende las arbitrarias y
superficiales órdenes de su domador, aunque en realidad no haya tal lealtad
sino un choque eléctrico de gran voltaje como estímulo castigador.
He visto quienes se paralizan ante la presencia de su león,
aquellos que se llenan de pánico y siguen el consejo de que si no se mueven, su
león no los verá y no los atacará, tal catatonia los puede llevar a la muerte,
pero una muerte en la que no tienen que luchar, sienten que ganan la batalla
evadiéndola.
No falta quien subestima a su león, quienes en su
inconmensurable soberbia lo quieren tocar y acariciar como si fuera un felino
doméstico que se rendiría ante su sola presencia, ignorando que la naturaleza
salvaje del león y su velocidad de pensamiento combinada con su actitud
defensiva e impulso de cazador representa un riesgo vital y un final precoz.
Imagen tomada de la biografía en facebook de Caroline Walls
Otros piensan que el león ya es un privilegio per se, así que disfrutan encerrándolo
en una diminuta jaula, ya no importando lo que eso signifique para el león, se
vuelve un objeto para presumir, - yo tengo mi león, no necesito domarlo,
dominarlo ni educarlo, lo tengo y ya, es mío -, ha sucedido que la jaula queda
chica, pero no importa, sin empatía a su león, no les interesa si debió crecer
o si su naturaleza le indicaba caminar, correr o simplemente retozar
estirándose, nada de eso le importa a
este tipo de dueños, sino presumir que el león es de su propiedad, y que no
tiene función, rol, pulsión ni expectativa que alcanzar.
Pero los hay peores, los que ni ver a los ojos a su león se
atrevieron, pues no buscan la majestuosidad de la fiera en vida, les interesa
su pelaje, su cabeza, también lo quieren para adorno, pero adorno inmóvil,
seco, disecado mejor dicho y no me refiero al taxidermista, sino al que
contrata sus servicios, aquel que reúne trofeos como piezas inermes del pasado,
adornos sin vida, sin presente, el pasado capturado de cruel manera y separado
de toda sustancia, león reducido a cascarón: vacío, frágil y desechable.
Aunque tampoco se puede sobrestimar, asignarle un valor
diferente al que le corresponde, porque al no tener presente su origen salvaje,
su domesticación imposible ni su reducción a ornato, tampoco se puede esperar
que tenga personalidad propia, dominante ni inteligencia superior o permanencia
imperecedera, quienes le asignaron un valor superior, sólo se llenaron de
expectativas fugaces y con éstas se quedaron.
Solamente ese hombre introvertido y de bajo perfil de quien
poco se sabía pero que no pasaba inadvertido, de quien se dudaba inclusive que
haya tenido asignado un león, tuvo la paciencia y sabiduría para tratarlo en su
justa dimensión, sin intentos de dominar por sometimiento, sin paralizarse por
miedo, sin aproximarse imprudentemente, ni presumirlo, sin arrebatarle el alma
para coleccionarlo como trofeo y sin idealizarlo. Cuentan los que saben, que lo
veían caminar a su lado, a sensata distancia, sin obligarle a seguir una ruta
particular, cuidando que se alimentara, que saciara su sed, que tuviera sus
pausas para descanso y hasta sus momentos de ausencia, cuidándose el uno al
otro y cuidándose el uno del otro, aprendiendo de su naturaleza y permitiéndole
avanzar a su ritmo, en un viaje que lo hizo más sabio, paciente, valeroso y
prudente, sólo se sabe que el león llegó a su promedio de longevidad y más que un
trofeo, el hombre tuvo lecciones y una apacible existencia.
Imagen tomada de la biografía en facebook de Caroline Walls
Dime estimado lector, estimada lectora, ¿para ti qué es lo que tu león asignado representa?
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