Llega esa edad en que una buena charla termina con la frase,
qué profunda plática, qué apertura para todos los temas, qué divertido poder
tocar así esos asuntos, poder saltar de un tema a otro porque en las redes
sociales ya hemos ido dejando pistas de nuestro punto de vista o al menos de
nuestros likes, de lo que no entusiasma o enoja y hasta de lo que es preferible
no debatir, existiendo tantos temas, no caer en conversaciones estériles a
sabiendas que no estaremos de acuerdo.
Y es que mi alma no tiene prisa, pero tampoco capelo, no es
que me urja ventilar mis desatinos o supuestos éxitos, pero ya no tengo porqué
guardarlos, ya no tienen el tamiz del qué dirán, ni los filtros del sonrojo, ni
la ruborización por el juicio a posteriori. Hoy puedo contar mis anécdotas en
tercera persona: “ese que compitió por ser el representante de la facultad ante
el congreso para la transformación de la Universidad, no soy el yo de ahora,
fue aquel joven idealista, aventado e imprudente de 19 años”, si lo quieren
juzgar, ya no está aquí para recibir las críticas, ahora es un adulto juicioso,
prudente y que entendió que para cambiar el mundo, tienes que empezar por
cambiar los cuatro metros cuadrados que te rodean y quizás después los 16, 32,
64, pero el mundo dejó de ser la manzana que uno se quiere comer completa y en
el preciso instante.
Hoy puedo platicar no sólo del joven que fui, sino del adulto
que quise ser y que decidió caminar por una línea alterna del tiempo. Y dejar
en la anécdota el abanico de posibilidades que tuvo en sus manos. Aceptando la
sentencia de que lo que sucedió fue lo mejor que pudo haber sucedido y que tal
como ocurrió fue de la manera perfecta y con las personas correctas.
Estar más allá del bien y del mal le llaman, ya no estar
obligado a tomar una posición de técnico o rudo, villano o bondadoso en todas
las historias, eso llega sólo con el tiempo y con el tiempo también uno
entiende que el “hubiera” no existe.
Con un café como testigo, que se consume trago a trago como
nuestras historias, nada hay más atractivo que conversar con alguien que tiene
tantos paralelismos y tan pocas coincidencias, que a lo largo de los relatos,
te das cuenta que estuvo ahí, pero seguramente tomó el elevador cuatro personas
antes que tú, que seguramente se estacionó a dos cajones de distancia en el
centro comercial, que iba siempre a la tienda o al local de renta de cintas de
video, pero a otra hora, que muy probablemente la cinta que rebobinaste y
entregaste, esa persona fue la siguiente en rentarla. Siempre tuve la sensación
de que en un restaurante o café, seguro ha estado alguien conocido o alguien
que conoceré, el tiempo es lo de menos, y seguramente se sienta en la mesa de
al lado o en la misma que yo, pero no es aún nuestro momento. Es similar a las
dendritas extendidas en espera de un impulso eléctrico de un axón que pasó
milisegundos antes, o un nanosegundo después y ya no hicieron contacto, se
quedan en posibilidad, en un contacto en potencia.
Imagen combinada de https://respuestas.tips/wp-content/uploads/2013/10/sinapsis2-1024x768.jpg con https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEggAPFkEfxP1atNh2H7CFnPpTLkJYdFWkltPkKNZ6GSAhV_MyiHhZ_oFEjazzvsl1vAOmYdMWs-z3-uzurGx81h4yskmWiLWw5SJVlVf3ht_C4IH_H1NwUOVkpj4HFYbxLa8A43guJBWz_T/s320/EL+COSMOS+Y+LA+HUMANIDAD.jpg
Por eso me gustan las redes sociales, me gusta la función
que desarrollan en apoyo, complemento o anticipo a la socialización cara a cara
porque posibilitan ese encuentro que podría seguir a un nanosegundo de
distancia por toda la historia del cosmos.
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