“Guarda mi corazón, ahí te lo
encargo, sabes que luego luego iré por él.
No permitas que el amor se nos escape, ponlo a trabajar.
Dale chance no le ahorres el trabajo, ejercítalo.”
No permitas que el amor se nos escape, ponlo a trabajar.
Dale chance no le ahorres el trabajo, ejercítalo.”
Botellita de Jerez
La semana pasada se cerró un
ciclo cultural, musical, rebelde, irreverente: Desaparece la banda de Rock
Mexicano Botellita de Jerez, una disculpa por encasillarlos en “rock mexicano”,
su género musical era más amplio, casi, un género aparte.
El ciclo que se cierra, se abrió
hace algunas décadas, en la segunda mitad de los años 80’s cuando alguno de mis
hermanos llevó a casa un casete de Botellita de Jerez, siendo nosotros, cinco
adolescentes compitiendo por ser la oveja negra, nos atrajo el modo particular
que tenían de hacer música, burlarse de lo establecido, parodiar lo existente,
hacer crítica social, mirar hacia la cultura del mexicano de a pié, del
peladito de la calle, del albur y lo
pícaro, descubrir que la letra encriptaba albures y dobles sentidos, que hacían
una fusión irreverente de estilos musicales, admirando su ingenio y lo
desenfadado de su forma de comunicar, de poner a pensar con humor. Con pocas
referencias a esa cultura que primero nace como alternativa, es decir, no era
para la hora familiar de Siempre En Domingo y ni para escucharse en la radio
comercial, aquella radio como 97.7 fm, que
en su momento censuró una canción de los Hombres G, que en España se atrevían a
cantar “sufre mamón, devuélveme a mi chica”, no podían programar “Pinche
Malinche, lo Cortés no quita lo Cuauhtémoc”. Así que Botellita de Jerez tenía
que ser escuchada así como el disco del TRI "Hecho en México", reunido con amigos malhablados ,
así como Rockdrigo González, con apertura para escuchar al profeta del nopal,
con la irreverencia para atreverse a decir lo que los papás nos dijeron siempre
que calláramos.
Botellita de Jerez, cuyo nombre
de la banda, es el principio de la frase “botellita de jerez, todo lo que digas
será al revés” frase aplicada a aquél que te decía una grosería, insulto o te
sometía con un albur, esa frase setentera, te daba entre inmunidad e
invulnerabilidad, similar a “carcacha, carcacha, lo que digas se te retacha” o
a la defensa más pueril de levantar el dedo índice y decir “rebota aquí y se va
pa´ti”. Desconozco cuál es la explicación oficial para el nombre de la banda,
pero no hay mucho más que rebuscar por ahí.
No es esta la biografía de
Botellita de Jerez, por si se me escapan datos trascendentales, para eso debe
haber sitios dedicados a la música alternativa, al rock mexicano y al
Guacarrock. Ese es el anecdotario de lo que escuchaba el adolescente que fue
quien esto escribe. La banda que siempre estuvo fuera de lugar. Es triste
decirlo, pero salvo pocos momentos cumbre, los Botellos siempre estuvieron
fuera de lugar, sacaron en 1984 una propuesta cargada de humor descomponiendo y
componiendo palabras y frases tal como se hacía en los años 70’s, allá donde el
joven pasaba de decir “no hay bronca” a “no hay bronquitis” y dejarlo en “no
hay tos”. Esa mitad de los años 80’s donde se estrechó y casi disolvió la
brecha entre la “chaviza” y la “momiza”, previo a la aparición de los
“Chavorrucos” y el fin de la música separada por generaciones.
Botellita de Jerez, había entrado
por la puerta grande del rock alternativo, pero exploró la puerta chica del pop
oficial y tomó la salida prematura de la cumbia y el rap. De irse consolidando
para una banda de culto en la contracultura, apareció en telenovelas
comerciales y quedó en un “yo soy de aquí, no soy de allá, tu ni de acá ni de
allá, ni pichas, ni cachas, ni dejas batear, te caerá la maldición del buen
dios Tezcatlipunk…..”
Yo conocí en vivo por lo menos en
dos ocasiones a la banda, una vez en el centro de Coyoacán, donde cantaban la
cumbia de “Abuelita de Batman” y aquella de “cuando apenas era un jovencito”,
quise quedarme a escucharlos más, pero la novia fresa de ese momento, con cara
de “¿Cómo crees que vamos a quedarnos a escuchar eso?”, siguió caminando por su
helado a la Siberia. Sin darme oportunidad ni de preguntar “¿Ton´s qué mi
reina?”. Esa cumbia de “Abuelita de Batman” la había llevado yo en un casete en
un viaje a la playa con amigos, un viaje de una semana que nos quedábamos en la
casa de la familia de uno de ellos, hacíamos fiesta o juego de cartas casi
todos los días, y yo puse tantas veces
el casete de “Abuelita de Batman”, que empezó a gustar, semanas después,
mi amigo me dijo que le pedían copiar el casete y que ya la ponían en las
fiestas del pueblo. Esa promoción que le
hice a los Botellos compensa todas las copias piratas que se hayan obtenido de
mi casete comprado en la Discolandia del Metro Insurgentes.
En sus fueras de lugar, Botellita
de Jerez pasó por la denostación de sus seguidores cuando los vieron cantando
cumbia y metiendo rap, eso se le permitía a Caifanes con la Negra Tomasa pero
no a los Guacarrockers, hoy todos cantan con los Ángeles Azules, pero no en el
momento que lo inició Botellita de Jerez.
La banda nos hizo cuestionar con
humor el Malinchismo, los anglicismos con el pegajoso “Oh Dennys no la hagas de
toks en wings”, la soledad con “Todos tienen tortita menos yo”, la nota roja
con “Alármala de tos”, el reconocimiento al Santo el enmascarado de Plata, con
la irreverente paráfrasis a Bertolt Brecht:
“Hay hombres que luchan un
día y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos.
Pero los hay que luchantoda
la vida: esos son los imprescindibles.
todos los domingos, esos son los
chidos.”
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos.
Pero los hay que luchan
Y en mi caso cada vez que discuto
con mi enciclopédico hijo sobre los hipotéticos enfrentamientos de los
superhéroes de Marvel o DC Comics, le canto la estrofa de esa misma canción del
Santo: “Batman y Superman, superhéroes de historieta, nunca subieron al ring,
le sacatearon al parche, el Santo sí era la neta”.
Tuvo la Banda, luego su etapa
Pop, menos irreverente más artística, más cuidada, de esa etapa yo tomé la
canción “niña de mis ojos” y la puse en un video en youtube, donde sólo se ven
mis pupilas (https://youtu.be/tM3WyJjxW80)
“Niña, niña de mis ojos
que voy a hacer para cambiar todo a mi alrededor / todo a mi alrededor
Niña, quítame los
ojos
para no ver lo que no tiene solución / lo que no tiene solución.
La banda y su guacarrock, así
como el guacamole, se oscurecían, parecía que había que desecharla y luego se
rehacía para reverdecer más que nunca, sus bajadas y subidas, su sequía y sus
etapas más exitosas, eran una constante. Los fans dejamos atrás esas etapas de
rebeldía irreverencia, albur y crítica social, pero los Botellos nunca
decepcionaron, escribían libros, hacían películas, videoclips, aparecían en la
televisión ahora como ícono de la nostalgia por aquella contracultura.
La segunda vez que los vi fue en
el Multiforo Tlalpan, en un concierto en el que retomaban sus raíces,
presentándose en un escenario llano, sin escenografía y con sus casi cuatro
instrumentos, guitarra, bajo, batería, teclado y el inservible caracol para
cantar Tlalocman. (Aquí la parte del show es que tratan de hacer sonido
prehispánico con un caracol y por más que le soplen, el sonido no se reproduce,
así que destapan una cerveza, se la toman frente al público y al soplar la
botella el sonido es magnífico). Invité a todos mis hermanos, pero ninguno me
acompañó, Botellita de Jerez ya era como un fósil viviente y además entre
compromisos familiares y cuidado de bebés, ninguno pudo ir, a eso se refiere exactamente
lo que dice Tlalocman: “De día muy temprano tengo que checar, de noche, me
transformo en el Tlalocman, me sobran superpoderes también me sobra virilidad…
pero mi suegra me quiso regañar, por haragán…”. Así que por ahí del año 2010,
estuve coreando todas las canciones que me hacían reír un cuarto de siglo antes. Creí que no vería a
Sergio Arau, porque se había vuelto toda una celebridad después de dirigir la
película “Un día sin mexicanos”, pero ahí estuvo, rindiendo homenaje a la
banda, con sus pantalones punk combinados con platería de Charro, Ahí estuvo
Armando Vega Gil el Cucurrucucú con sus canas como de abuelo y sus premios de
literatura a cuestas. Estuvo El Mastuerzo con ese look doble: de frente decías
ahí viene el calvo y de atrás decías ahí va ese greñudo. No cantaron cumbia ni
rap, eso ya lo habían prometido antes, pero sí sus versiones a obras de Rockdrigo
González y de Jaime López.
La separación de la banda se
anunció a principios de abril de 2019, luego de que se suicidara Armando Vega
Gil, el Cucurrucucú. Sin comentarios, apologías ni condenas a esa forma de
quitarse la vida, queda su aportación contracultural, su divertida forma de cuestionar
lo establecido, la mirada despectiva a lo comercial y la nostalgia a nuestra
adolescencia que no fue ni rockera, punk, pop, rapera ni de cumbias, sino de una
fusión de rechazo a todo lo anterior, un género aparte.
¿Ya dije quién de mis cuatro hermanos varones ganó la competencia por ser la oveja negra?
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