“Me haces recordar
cosas que se me habían olvidado”
Anónimo
La mente humana tiende a completar, unir y dar continuidad a
elementos a veces inconexos y hasta opuestos, hace poco leí que está mal dicho “cierra
la ventana porque entra el frío”, en realidad lo que pasa es que se escapa el
calor, pero la mente establece un continuo frío-calor y le da el mismo peso y
valor a sus extremos.
A pesar de que tampoco existe un continuo luz-oscuridad, ya
que esta última es la falta de la primera. Perceptualmente también existe la
tendencia a unir puntos y percibir elementos separados como si estuvieran
unidos, ese es el principio de proximidad, pero también hay un principio de
similitud para que veamos agrupados los
objetos similares y el principio de simplicidad, la mente siempre se irá a
percibir la imagen más sencilla, menos elaborada, por eso en el ejercicio de
mirar las nubes y encontrar formas, nadie dice, veo como un icosaedro o la
molécula del ácido desoxirribonucléico, generalmente decimos: veo como un ala,
se ve la forma de un conejo, un pez o un ojo, porque tendemos naturalmente a
ver lo más simple. De forma similar, el principio de relación entre figura y
fondo, nos lleva a confundir el orden de los objetos, el típico ejemplo de si
se ve el perfil de dos rostros oscuros frente a frente o un jarrón claro.
Todos esos principios tienen que ver con la percepción
sensorial y como metáforas son utilizados por la corriente Gestalt para
explicaciones clínicas. Yo creo que tienen mucho que ver con la memoria. Si bien
ésta se divide en memoria sensorial, memoria de corto plazo y memoria de largo
plazo de acuerdo al modelo de Almacenes de Atkinson y Schiffrin, que desde los
años 70 explica el almacenaje y recuperación de unidades de información. Sucede
que de acuerdo a ese modelo prácticamente el olvido no existe (aunque el modelo
de la película “Intensamente” o (Inside Out) de Pixar y Disney digan que sí,
que el olvido es similar a ver cómo se degradan una especie de chícharos hasta
hacerse polvo). La verdad es que sigue vigente la afirmación de las abuelas que
decían que “lo que bien se aprende nunca se olvida”. El Modelo de los almacenes
de memoria, del cual ya he hablado antes en este blog (https://jesusorduna.blogspot.mx/2015/06/zumo-de-melocoton-refresco-de-memoria.html),
nos dice que si llegamos a olvidar algo, prácticamente no sabríamos que lo
olvidamos, ya que la permanencia de un estímulo en la memoria sensorial es
mínima y sólo si le prestamos atención es que pasa al segundo almacén, el de corto
plazo y esa información si le damos algún significado, o si la repasamos
entonces pasaría al almacén de largo plazo, donde la pérdida de información es
mínima, almacén que hasta donde sé, nadie ha aventurado alguna cifra
correspondiente a su capacidad, al menos no en dimensiones conocidas como
megas, gigas o teras (bytes).
El modelo de almacenes dice que aquello que
consideramos olvido no es más que la falta de claves para llegar al recuerdo,
claves es equivalente a llaves, así que en lugar de andar cargando con un
sinnúmero de esferitas de información, en realidad lo que traemos es un gigante
llavero con llavecitas atadas de manera casi inentendible que nos llevan a la
casilla con la información buscada. Veamos un ejemplo: si me preguntaran qué
estaba yo haciendo a las 13:30 horas del 17 de agosto del año 2002,
probablemente no lo tengo como una película en USB que tomo y empiezo a
reproducir con alta fidelidad. En su lugar lo que tengo es un atado de llaveros que selecciono por año y
cuando llego a 2002 algunas de sus llaves me llevan al cumpleaños de mi hija o
a los sábados metido en el Instituto estudiando la Maestría, esas pistas son
las claves a las que se refiere el modelo de almacenes. Y empiezan el recorrido
de lo general a lo particular, así que abriendo esa puerta de sábados
estudiando la Maestría, el frame o marco de referencia, me va delimitando las
posibilidades, pero recordemos que la pregunta no era más o menos qué hacía yo
los sábados a las 13:30, sino con toda precisión, qué hacía yo en esa fecha y
hora, el marco de referencia me aproxima a otras puertas como qué módulo estaba
cursando en ese segundo año de la Maestría y podría recuperar información de
qué maestros tuve, qué compañeros ya habían abandonado las clases…. Y podría
deducir aún más para saber con precisión lo que hacía en el día y la hora,
podría hacerme de más pistas, como qué coche manejaba en ese tiempo, qué suéter
era mi favorito para llevarlo a mis clases, y así especulando llegar al dato
preciso, pero de repente se me cruza otra clave que dice cumpleaños de la hija
y en efecto, ese fin de semana era su cumpleaños y se ilumina como una escena
vívida el pastel de Winnie Pooh y la familia cantando y felicitando a mi hija
casi bebé por su cumpleaños. Entonces puedo decir sin temor a equivocarme que
ese 17 de agosto a las 13:30, me había salido temprano de clases para recoger
el pastel que había mandado hacer con la figura de Winnie Pooh y que tenía que
estar antes de las 4:00 que estaban citados los invitados. Y la imagen se
vuelve tan clara, que ahora tengo presente su vestido color rosa y el suéter
que yo traía puesto, así como los juguetes que recibió de regalo y si me lo
preguntaran podría reproducir la lista de invitados que sí llegaron. No por
deducción, sino por haber encontrado una clave indudable que me abrió la
casilla exacta dentro de ese gran almacén que es la memoria de largo plazo. Y como
lo dije, ese gigante llavero que no está precisamente organizado en arillos
separados sino en una compleja red de cuerdas atadas tridimensionalmente e
intercambiables de lugar, ahora mismo podría seguir “atando cabos” y describir lo
que sucedió por la tarde, o un día antes o en cada cumpleaños…. Todas las
claves están interconectadas y llevan las unas a las otras, no olvidamos sólo
que no tenemos a la mano la clave indicada para cada recuerdo.
Por eso me gustó la frase con que inicia este texto: “Me
haces recordar cosas que se me habían olvidado”, porque implica o que di información
suficiente para interconectar claves que no se habían enlazado apropiadamente o
porque di información suficientemente emotiva que llevó a recordar: re-cordare,
del latín re-cordis, “volver a pasar por el corazón”.
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