viernes, 17 de febrero de 2017

El sabio, el vidrio, la plata y el silicio.


Sí, todo cambio es bueno, lo único que no cambia es el cambio, moverse o morir, no estancarse, no detenerse, frenéticamente pasar, no disfrutar el momento presente, porque el siguiente paso ya se tiene que dar, no reflexionar la noticia de ayer, sino ver las noticias del momento aunque sean más superficiales, eso ya fue, lo que está “in” y lo que está “out”. El caso es que el pecado es el pasmo.

Contra los hábitos “fast-food”, salió la opción del “slow-food”, contra la opción de llenar el tanque de gasolina y seguir corriendo, aparece la verdadera necesidad de saborear y hacer sobremesa. Aquellos que van por la autopista a toda velocidad y ni siquiera tienen a qué llegar, o quieren hacer menos tiempo que el recorrido anterior, pero ni siquiera les beneficia llegar antes, es decir, la paradoja de querer llegar antes, aunque no se sepa a dónde.
Lo que se consideraba disfrutar el recorrido se ve ahora como la tortura de la tardanza en llegar, necesitamos llenar cada uno de los espacios con música, con aplicaciones de entretenimiento, con juegos, con interminables y poco sustanciosas conversaciones telefónicas o vía mensajes. Evitar al otro, evitar conversaciones, buscamos un aislamiento de contactos personales, pero mendigamos “likes” y vistas a nuestras publicaciones y auto fotos. Hace pocos años por cuestiones y presiones de trabajo tuve que ir a Guadalajara, manejé desde las 5:00 de la mañana para llegar allá como las 11:00 y medio comí después de la reunión para manejar de regreso, para la noche ya estaba de nuevo en la Ciudad de México, sin embargo, de niño me llevaron a Guadalajara en tren y es uno de los viajes que más recuerdo, medio día en los asientos y recorriendo del carro comedor a las puertas, ir despidiéndome de las personas que en el camino veía y que también levantaban su mano para saludar a mis hermanas y a mi, el otro medio día en camas que se desdoblaron desde las paredes de la cabina donde íbamos y era continuar el camino durmiendo, toda una experiencia que sólo la repetiría años después en Europa, pues aquí los pocos trenes que quedan se utilizan para carga, no para pasajeros (honrosa excepción el Chepe a las Barrancas del Cobre en Chihuahua), pero si comparo aquel viaje en tren versus la ida por trabajo en coche, en el segundo fui y regresé en la mitad del tiempo que representó sólo la ida del primero.

Todo es volátil, la información, la broma, el video, la ocurrencia, el meme, así como queremos llegar primero que antes aunque no sepamos a dónde, queremos ser los primeros en repetir la noticia o el clip de video que se convierte en viral, para que cuando alguien lo comparta podamos decirle que ya lo habíamos visto, es más, que ya conocemos la parodia y las réplicas, le hemos ganado al otro: Vacua victoria.
Hay un efecto de percepción que cada vez más me comenta la gente, lejos del formalismo “¡cómo ha pasado el tiempo!”, vienen a decirme como si una epifanía sucediera, -¿te das cuenta que llevamos x número de años de conocernos? (aunque en esos 20 años nos hayamos comunicado una o dos veces.). ¿no sientes como que se fue muy rápido este año?, ¿ya viste que sólo falta x número de meses para termine otro año?, -hace como tres años que no nos vemos…… (y en realidad son nueve).

Sucedió que tuvimos un periodo en que se nos ofrecieron juguetitos, artilugios, dispositivos o gadgets, que nos invitaron a no mira a los demás, y peor aún, tampoco mirar hacia dentro, hemos pasado años consumiendo nuestra vista, concentración y memoria en pantallitas de dispositivos móviles, que nos han generado la ilusión de poder sustituir la realidad por lo virtual, para qué voltear a ver el cielo si la aplicación del clima nos dice cómo está y un pronóstico a varios días. Ya no memorizamos números telefónicos porque el dispositivo inteligente nos lo recuerda, ordena y planea las llamadas. Hace tiempo cuando alguien me decía que le llamara, yo le decía dame tu número telefónico y me preguntaban si no lo iba apuntar, yo me ufanaba de decir que no era necesario que ya me lo había aprendido, a diferencia de hoy que con trabajos me acuerdo de mi propio número.

Entre esta memoria imprecisa y sobresaturada, recuerdo mucho un cuento sobre un sabio y un espejo, no tengo presente dónde lo escuché o quien me lo contó, pero dice así:

Se cuenta que una vez un hombre muy rico fue a pedirle un consejo a un rabino...
El rabino lo tomó de la mano, lo acercó a la ventana y le dijo:
- Mira. El rico miró por la ventana a la calle.
El rabino le preguntó:- ¿Qué ves?.
El hombre le respondió: - Veo gente.
El rabino volvió a tomarlo de la mano y lo llevó ante un espejo y le dijo:
- ¿Qué ves ahora?.
El rico le respondió:
-"Ahora me veo yo".
-"¿Entiendes?, dijo el rabino.
En la ventana hay vidrio y en el espejo hay vidrio. Pero el vidrio del espejo tiene un poco de plata.
Y cuando hay un poco de plata uno deja de ver gente y comienza a verse solo a sí mismo".

La moraleja tenía que ver con vivir para el dinero, ser su esclavo y que tan fácil uno deja de compartir, así como restarle al otro su dignidad y valor.


Imagen tomada de https://sanacionholisticasalamanca.files.wordpress.com/2014/08/nuestros-espejos.jpg

Me hubiera gustado que el rabino en lugar de espejo le hubiera mostrado una Tablet o un Smartphone, al preguntarle qué ve en comparación con el vidrio, el rico hubiera dicho, veo realidad virtual, cosas que no existen pero que son más bonitas que las reales, veo aplicaciones que dan soluciones, pero no oportunidades de pensar y veo realidad aumentada alterado todo a mi alrededor pero sólo en la pantalla, ilusiones pues.

El rabino (que en teoría manejaba gadgets de última generación) le hubiera dado la siguiente lección:

Cuando viste el espejo que es un vidrio con plata ya no veías a los demás, pero cuando veías la Tablet que es un vidrio con silicio y cobre, ya tampoco te ves tú, ves situaciones y objetos que no existen y ves cómo se altera tu percepción del entorno.



La moraleja del hombre sabio (que no la mía) sería, usa el vidrio para ver a los demás, el espejo para verte a ti mismo y los artilugios tecnológicos para enriquecer y fortalecer tu realidad, pero úsalos con moderación y equilibrio; apaga los artilugios y contacta tu realidad, retira el espejo y deja de verte sólo a ti mismo y quita ese vidrio para no sólo ver a la gente, sino para contactarla y conversar. Con calma y disfruta nuevamente con calma el paso del tiempo.


Colofón Tolkieniano:

El Hobbit de Tolkien, vivía en su agradable agujero hobbit, con todas las comodidades y comidas a sus horas, añoró muchas veces la estancia en ese agujero de confort, pero no fue hasta que salió de ahí que empezó a vivir las aventuras de su vida así como descubrir y adquirir sus potencialidades.  El equilibrio está en vivir el momento, disfrutar el presente que nunca volverá y dejarlo atrás, pero sin prisa.