viernes, 6 de octubre de 2017

Resiliencia

En los dos textos anteriores uno sobre Primeros Auxilios Psicológicos y Autocuidado de rescatistas el otro, se menciona casi indirectamente el término resiliencia, en particular en las estrategias para potenciarla, así que vale la pena detenerse en su definición.

Resiliencia es un término de la física que se refiere a la capacidad que tienen algunos materiales para mantener su forma luego de sufrir presión. En Psicología se retoma como la capacidad de recuperarse sin secuelas de un incidente crítico. Se le identifica como un logro de adaptación positiva, como el afrontamiento de actividades de desarrollo a pesar de experiencias que son circunstancias de riesgo. Las actividades de desarrollo o patrón evolutivo son aquellas eventos que pueden ser trauma o dolorosos pero que son parte de la vida, es decir, cambios o pérdidas que son parte de la vida.

El ciclo de la vida (retomado por la Psicología pero esta vez de la Biología, como reproducirse y dar vida a otro ser), provoca crisis evolutivas, éstas son esperables en las personas, como pasar la adolescencia, quedarse sólo cuando los hijos se van. Junto a las crisis evolutivas, se enfrentan también las crisis normativas, aquellas que no son esperadas como desahucio o desempleo. El riesgo es que las crisis en general pueden estacar a las personas o potenciar sus capacidades para superarlas.

La resiliencia tiene como pilares principales la capacidad de establecer relaciones sanas con los demás, los lazos de apego seguros, la confianza, inteligencia, autoestima y autorregulación emocional. Sus componentes básicos son calidez afectiva y apoyo, control y disciplina. Por el contrario, elementos que la perjudican son el maltrato físico, negligencia y abuso sexual en la infancia o adolescencia. La etapa adulta facilita la resiliencia debido a la autonomía obtenida por la persona.

La resiliencia se convierte pues, en los escudos protectores contra daños y riesgos, transformándolos en factores de superación.

Existen factores protectores y factores que inhiben la resiliencia, como ejemplos de factores protectores, se encuentran en Bebés: horarios para comidas y para dormir, en niños: buen desempeño social, escolar y capacidad de logro. A nivel familiar, factores como: tener menos de cuatro hijos, lazo familiares estrechos, existencia de reglas explícitas, control parental y colaboración en tareas domésticas. En el nivel contextual: relaciones positivas con amigos, vecinos, profesores y todas aquellas que aportan soporte emocional. Está demostrado que coadyuvan la práctica de deporte, dormir bien, llevar una dieta equilibrada y sentirse bien con uno mismo.






Los factores que inhiben la resiliencia son: coexistencia de baja autoestima, impulsividad, falta de capacidad para el logro, actitudes pasivas. A nivel familiar: enfermedades y maltrato infantil, en el entorno, la desfavorecen los vecindarios marginados y con violencia, falta de espacios para el esparcimiento, ocio, consumo de alcohol, o drogas, retraimiento social, rumiación de ideas.

Para fomentar la resiliencia, primero se debe aceptar que todos podemos serlo, mediante una actitud positiva al afrontar un problema a partir de la fórmula yo tengo, yo soy, yo puedo.

Yo tengo (por ejemplo apoyos externos): una familia que me quiere, amigos que me apoyan.
Yo soy (fuerza interior): Tranquilo, agradable, responsable de mis actos, seguro.
Yo puedo (capacidades interpersonales y resolución de conflictos): hacer una tarea  y terminarla, expresar sentimientos y pensamientos, generar nuevas ideas, controlar mis impulsos, pedir ayuda cuando la necesito.




Imagen tomada de https://changingwinds.files.wordpress.com/2016/07/nuture-1.jpg

De esta forma podemos resumir que la resiliencia es una capacidad que todos podemos desarrollar y promover mediante hábitos personales, familiares y cuidando entornos sociales, primero para prevenir la adaptación a las crisis evolutivas y estar preparados para superar las crisis normativas y eventos estresantes.