viernes, 26 de julio de 2013

Minions, Pensamiento Asertivo II


Pensamiento Asertivo II

 La palabra minion en México (no necesariamente en castellano) no tiene un equivalente, las equivalencias más cercanas son secuaz, esbirro y paniaguado, esta tercera porque lo dice la Real Academia Española de la Lengua, yo no creo que sea una palabra de alta frecuencia.

Secuaz es un adjetivo que se usa más como sustantivo en sentido peyorativo para referirse a quien sigue el partido, doctrina u opinión de otro.

Esbirro es aquel oficial de justicia con rango inferior o seguidor a sueldo movido por interés.

Paniaguado es aquel servidor de una casa, que recibe del dueño de ella habitación, alimento y salario. En todo caso hay aproximaciones como la palabra derivada del náhuatl Contlapache (encubridor) o compinche (amigo, camarada), pero no, ninguna, logra la equivalencia del estereotipo cinematográfico minion.

Luego de revisar esos interesantísimos, útiles y simpáticos personajes que aparecen en las dos películas de “Mi villano favorito” (forzada traducción de “Despicable me”, me explico un poco porqué no hay una traducción y los seguimos llamando minions. No hay una palabra que los describa.

Advertencia las siguientes líneas pueden herir susceptibilidades y no ser bien recibidas por personas sensibles o nacionalistas orgánicos. Si usted no soporta la autocrítica o considera un dogma el nacionalismo a ultranza, oprima inmediatamente  <ctrl-w>.


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Si usted no oprimió la combinación de teclas o lo hizo  por curiosidad y ya regresó a mi blog, entonces conocerá mi exposición de motivos.

En primer lugar tengo que decir que este texto fue motivado por un post en Facebook que dice algo así como “Hay que ser como minions, … en donde los pongan se adaptan  y además SON FELICES!”,  en pocas horas ya llevaba cientos de likes, había sido compartido decenas de veces y se llenaba de comentarios a favor de la felicidad, la ternura y dejarse fluir. (facebook.com/CharoFernandezOficial), en Twitter ya se había retuiteado varias veces también.


En segundo lugar sé que hablar de las características de personajes que en su totalidad son creados por un equipo de animadores cinematográficos, que no hay margen ni para las diferencias  individuales  del actor que los interpreta o hace el doblaje, es tan artificial como hablar del aroma de las flores de plástico o papel.

Por lo que se ve en las dos películas, los minions, son un equipo de trabajo creados ex profeso para ayudar al villano a concretar sus malvados planes, entre sus características se encuentra que laboran en equipo, pero nunca se lo toman en serio, pareciera que están jugando porque disfrutan lo que hacen, son leales y fieles en extremo a su jefe (no necesariamente su creador), ponen todo su potencial y habilidades a disposición de una causa común, todo lo realizan con una sonrisa y tienen la risa fácil para cuando algo les parece divertido. Hablan un idioma común y son capaces de recibir instrucciones y llevarlas a cabo al pié de la letra pero sin temor de innovar métodos o inaugurar atajos. Manejan instrumentos, vehículos, si alguna vez caen se levantan o su naturaleza los hace rebotar y siguen sonriendo. Se comunican efectivamente entre ellos  y se distribuyen el trabajo de igual a igual; se llevan pesado y se aguantan.



Son innovadores y no reparan en creatividad, lo mismo pueden crear un unicornio de juguete a partir cepillo para baño y cono de helado, que disfrazarse para ir al supermercado y pasar desapercibidos.  No temen manejar maquinaria nueva ni divertirse al corregir sus desatinos.



En los contratiempos se muestran solidarios y por ejemplo, sacrifican sus pertenencias por evitar la bancarrota de su jefe.

Finalmente son desinhibidos y emocionales porque expresan sentimientos y reclaman hasta un beso de buenas noches. Paradójicamente no se sienten inferiores, ni serviles y mantienen su individualidad ante tanta uniformidad.



¿Porqué no hay un equivalente a minion en nuestra cultura?

El trabajo en equipo no es lo nuestro, no podemos colaborar de igual a igua­­l, el trabajo no lo consideramos divertido, ni enriquecedor, no es un motivo para sonreir, no nos gusta estar uniformado, perderse en una multitud nos parece una afrenta a la individualidad,  aunque ese afán de saberse diferente implique tomar desviaciones o ir contra la corriente per se.

El reto que muchos de nosotros tomamos en el trabajo es del menor esfuerzo, como si la competencia consistiera en rendir lo menos posible y cuidar que los demás tampoco lo hagan. Un estándar bajo, libera de exigencias, esconder las habilidades y creatividad para otro momento, pues seguro se les puede sacar un provecho individual. En un ambiente de trabajo es extraño ver personas sonriendo, pues si alguien se mantiene completamente serio es porque está concentrado, si alguien de plano pone cara de molesto es porque ya ha dado más de lo que se esperaba y no recibe el debido reconocimiento. Si por el contrario, alguien sonríe y está contento es sospechoso por anormal.

Somos seguidores de instrucciones, pero inamovibles, si acaso el entrenamiento nos llevó a apegarnos al instructivo, ese es pretexto para detener el trabajo cuando una de las piezas no está cumpliendo su objetivo, tendrá que resolverlo quien tiene esas instrucciones diferenciadas.  También somos creativos, pero para obtener algún provecho, (esto es una desviación y se llama corrupción) pues si luego de seguir el manual o instructivo encontramos una manera de hacerlo fácil, guardamos el secreto y lo utilizamos como el plus que nos beneficia, y que sería pecado compartir.

En el trabajo no nos podemos “llevar” es decir, jugar bromas, pues hemos aprendido que esas deben ir en un solo sentido, si nos la regresan es por ardidos, no por sentido del humor, se menosprecia aquel que no soporta que le hagan una broma, o que no la aguante, pero de ninguna manera permitimos que nos apliquen alguna. Por eso se habla de acoso laboral, porque el sentido del humor lo ejerce quien ostenta superioridad jerárquica y tiene el poder de sancionar si la broma fuera en su sentido también.

En los contratiempos del jefe o empleador, no se da propiamente una solidaridad, se evalúan la repartición de bienes y el nuevo destino de nuestra “lealtad a toda prueba”.

Trabajar y colaborar de igual a igual no es lo nuestro, por eso hay un infinito organigrama y puestos de trabajo diferenciados por nombres y niveles donde uno se siente diferente al otro aunque sea por una letra en su clave, el técnico “A” el Técnico “B”, el profesionista “titular” y el profesionista “principal” o el profesionista “en jefe” o el profesionista “homologado”, de los cuales no hay una clara diferencia, pero ellos se tienen que llamar diferente. Tampoco existen ya los nombres reales para los empleos:  ”obreros”, “jornaleros”, “auxiliares”, sino que todos deben llamarse gerente o subgerente, vicepresidente o “jefe de” o “especialista en”. Un viejo chiste dice que un marido llega con su mujer a presumirle que le han dado el cargo de vicepresidente y ella le dice –¡gran cosa!, hasta en el supermercado hay un vicepresidente encargado de las bolsas. El marido para demostrarle que no, pone el altavoz en el teléfono, marca al supermercado y pide que lo comuniquen con el vicepresidente de bolsas… la recepcionista le pegunta: - ¿con el de bolsas de papel o con el de bolsas de plástico?.

Los minions son seguidores y eso es de lo que más carecemos en la actualidad, dice Warren Bennis, que el día de hoy todos queremos ser y desarrollar líderes, pero que faltan seguidores, nadie quiere asumirse como seguidor de nadie sino ser líder. Los minions tienen clara esa estructura de autoridad y no les crea conflicto mantenerse en esa línea.

En fin los minions en el cine nos han robado el corazón, mucho tiene que ver que admiramos lo que no tenemos, como la capacidad de mostrar emociones, requerir un abrazo, pero también la asertividad para callar al impertinente sin dañarlo y sin culpa, los minions callan o quitan de su camino al compañero inoportuno, con seguridad y certeza, sin quedarse tiempo a lamentar ni a elaborar planes de venganza, del mismo modo al que callaron o quitaron del camino, aprende de su error y no se convierte en mártir ni se deprime o aisla, se enlista para saberse útil de nuevo.

Así que si algo hay que aprender de los minios, que sea eso, disfrutar, dejar fluir, hablar poco, si el lenguaje es limitado, aprovechar la comunicación no verbal, integrarse como equipo, entender el valor de colaborar para un bien superior, vivir en aquí y ahora desde nuestras circunstancias y condiciones, encontrar motivos para reír en la vida cotidiana y nunca, nunca dejar de emocionarnos y sorprendernos.