martes, 18 de diciembre de 2018

ROMA El espejo


No quise revisar una sola crítica, un solo comentario, reseñas ni cortos, ROMA la película de Alfonso Cuarón, había que verla así, sin prejuicios ni orientaciones, muy acorde a estos tiempos, más vale verla  por streaming, escoger con quien verla, o verla solo y como una buena botella de vino, beberla a tragos lentos, o de un solo golpe, hasta tocar fondo.

ROMA es un espejo, un espejo en blanco y negro, es más es un espejo en el tiempo, donde elijes si la ves reflejándote en el niño soñador y hasta impertinente que sigue en la etapa de preguntarse los “por qué´s” de todo, o hermano de en medio que llora cuando le confirman lo que ya sospechaba (el no regreso de su papá), también te puedes reflejar en la niña a la que le niegan el postre, porque tiende a subir de peso.

El espejo puede ser encantador como para la madrastra de Blanca Nieves, que te dice exactamente lo que quieres escuchar, y como la época está recreada minuciosamente, el espejo nos puede mostrar la música, las calles, los autos que en ese año circulaban, la holgada permisividad para fumar, la inutilidad y falta de obligatoriedad del cinturón de seguridad en los vehículos, la cacería como diversión y la taxidermia como trofeo, la televisión mostrando producciones de bajo presupuesto pero de alto ingenio, la televisión misma como factor de reunión, los espacios de las casas de esas clases medias acomodadas y muchas más características de una Ciudad de México volviéndose cosmopolita y barriendo para echar bajo la alfombra su reciente transición desde lo rural; a punto de tener que manejar la explosión demográfica y ceder los espacios de convivencia familiar a los dispositivos electrónicos y de comunicación impersonal.

Imagen tomada de https://www.huffingtonpost.com.mx/2018/11/16/todas-las-nominaciones-llevan-a-roma-la-de-cuaron_a_23591854/

Un espejo que permite reflejarte desde varias direcciones: el Papá que se queja de un garaje sucio, sin tener idea de cuántas veces se ha lavado en el día, cómo es cuando tienes tu propio código con tu gente cercana, en el caso de la película es el mixteco y refleja esa posibilidad de un mundito dentro de otro mundo, una compleja subcultura dentro de una gran cultura. Espejo donde, aunque sutil, se refleja la abuela como esa figura de borrosa autoridad, con mucho de complicidad y casi fuera de lugar (puede encargarse de llevar los nietos al cine, pero no la invitan a pasear al mar). Refleja esas decisiones en la vida, en las que habiendo estudiado Química, aceptas el trabajo en una editorial. Refleja, para quien quiera mirarse o esquivar la mirada, esas paternidades no deseadas, degradadas a negación y amenazadas hasta su criminal desaparición. Un espejo donde las clases sociales son tan distintas en lo superficial y tan parecidas en lo profundo: ese espejo donde se juzga de una forma a un padre que abandona tres hijos por irse a un supuesto congreso Canadá, y se juzga diferente a quien niega una paternidad y se refugia en una ciudad perdida, actos similares, escenarios diferentes.


ROMA se centra en Cleo (por su apariencia alguien decía, “ha ser por Cleotilde no creo que por Cleopatra”), diminutivo de Cleodegaria. Y tanto refleja la señora “Liboria” a quien dedica Alfonso Cuarón la película o a doña Eustolia, la señora que le ayudaba a mi Mamá, quien, como se ve en la historia no tiene un horario definido, se levanta antes que todos en casa, cuida de la mascota con la que si mucho los demás juegan, pero no bañan jamás, no tiene hora de comida, porque da un bocado y se levanta a atender a “la familia” y se va a dormir después que ya todos se fueron a la cama. Teniendo como premio semanal, su salida de domingo, su “libertad provisional“, así la describe en su aguda observación, el poeta Chiapaneco Jaime Sabines en su Diario Semanario (1961).

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“Con la flor del domingo ensartada en el pelo, pasean en la alameda antigua. La ropa limpia, el baño reciente, peinadas y planchadas, caminan, por entre los niños y los globos, y charlan y hacen amistades, y hasta escuchan la música que en el quiosco de la Alameda de Santa María reúne a los sobrevivientes de la semana.

Las gatitas, las criadas, las muchachas de la servidumbre contemporánea, se conforman con esto. En tanto llegan a la prostitución, o regresan al seno de la familia miserable, ellas tienen el descanso del domingo, la posibilidad de un noviazgo, la ocasión del sueño. Bastan dos o tres horas de este paseo en blanco para olvidar las fatigas, y para enfrentarse risueñamente a la amenaza de los platos sucios, de la ropa pendiente y de los mandados que no acaban.

Al lado de los viejos, que andan en busca de su memoria, y de las señoras pensando en el próximo embarazo, ellas disfrutan su libertad provisional y poseen el mundo, orgullosas de sus zapatos, de su vestido bonito, y de su cabellera que brilla más que otras veces.
(¡Danos, Señor, la fe en el domingo, la confianza en las grasas para el pelo, y la limpieza de alma necesaria para mirar con alegría los días que vienen!)”

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Dramáticamente Cleo salva la vida de los niños imprudentes, cuya imprudente Mamá los deja en el mar a cargo de ella que no sabe nadar. Pero Cleo ya había salvado otras vidas, otras veces a los mismos niños, cuando tiene que cuidarlos de cómo juegan en la azotea de esa casa de tres pisos en la colonia Roma, cuando los salva despertándolos con ternura y cancioncitas, en lugar de un estridente despertador que a todos mata (a todos los sueños) por las mañanas, ella irónicamente ha salvado vidas, pero no la de su bebé. Quien sabiamente, nace sin vida, luego de ver a su padre biológico dedicado a quitarlas. Y esa es la conclusión sarcástica de la historia, no confíes en el psicópata que a tus espaldas, se toma la mitad de la coca cola que dejaste (consejo gratis para las chicas que anden en citas de enamoramiento).

Hay quienes hablan o reseñan la vida de Cleo como ejemplo de integridad, aunque tenga a cuestas la culpabilidad de no haber deseado el nacimiento no conseguido de su bebé. La integridad no solamente es haber hecho lo correcto sin doblegarse, hay otro valor que es estar a la altura de las circunstancias y puede ser más cercano a la resiliencia que a la integridad.

La nostalgia no es por esa Ciudad de México que ya no es, sino por quienes fuimos y seguimos siendo en uno u otro escenario. La oportunidad de pasar de un espejo facial a un salón de espejos, en donde te puedes ver como los demás te ven, donde lo que la película deja en ti, es lo que en realidad dejas en los demás.


lunes, 26 de noviembre de 2018

El Canto de la Autocuración


¡Que las fuerzas sanadoras del sol, la luna y las estrellas y los planetas en su movimiento fluyan a través de mí!, ¡Fluyan a través de mí!

Y como el río cargado con las lluvias retorna el agua a los mares, pueda yo devolver, a quienes no lo tienen, el conocimiento del camino, la profunda comprensión de la unidad de la energía, que baila en todas las formas, desde el más pequeño de los átomos hasta la más grande de las galaxias. ¡Y que por un segundo, pueda ver desplegarse lo infinito dentro de mí! ¡Y así, ser libre!

¡Que el poder de curación del aire que todos respiramos, nos muestre la ley del compartir¡ 

¡La ley del compartir! Con cada respiración armonizamos vida y muerte.

¡Que el poder de curación de la tierra me haga renacer! ¡Me haga renacer! ¡Que pueda utilizar el idéntico valor de cada una de las innumerables formas de la existencia! Así dentro de mí, poner fin a la discordia.

¡Que el poder de curación de la luz, vuelva luminosa mi visión! De manera que pueda unificar la aparente oposición e ir más allá de lo bueno y lo malo y lo bueno para dejar de ver la vida en blanco y negro.

¡Que el poder de curación del agua me permita crecer! ¡Me permita crecer!

¡Que aprenda a dejar de ser y pueda vivir cada momento en ese flujo!

¡Que el poder de curación del fuego abrace el verdadero anhelo de mi corazón! Y me haga profundizar, me lleve más profundo.

¡Que el poder de curación del sonido fluya a través de mi voz y se expanda alrededor de mí!

¡Que afine mi oído en todo lo que escucho! De modo que la mente se vuelva clara y me libere del miedo y del deseo.

En el silencio sin centro, que pueda percibir la gracia curativa de ese brillante y luminoso espacio vacío. Ser la esencia de mi propio espíritu para ir más allá de los conceptos limitados del nacimiento y la muerte y trascender las falsas visiones del tiempo.

¡Que por el poder de curación invocado en este canto podamos, yo y todos los que sufren, ser conscientes de nuestra fortaleza!

¡Y que nuestros corazones puedan conocer la paz que anhelan!.


Reflexión atribuida a John Shane (1978), citada por Gory Peralta Gil en su libro “Sincronía en el camino de Compostela: un viaje hacia el crecimiento interior”. Ediciones Castilibros 2015.



martes, 25 de septiembre de 2018

Orfandad total



No existía servicio de #uber, era difícil conseguir taxi a media noche, ya no había transporte público en esa Ciudad de México de la mitad de los años 1970, no recuerdo para qué me llevaron al médico, ni recuerdo a qué hora llegamos a casa, lo que recuerdo es que mi Papá me trajo cargado desde el hospital, unos cuatro kilómetros quizás y venía yo ya sin molestias como si estuviéramos jugando al jinete. Tengo ese recuerdo para aferrarme cuando la memoria se pierde buscando algo asociado a un gesto entre mi Papá y yo.

Hace un mes falleció, desde aquella escena de casi medio siglo atrás, pasaron muchas cosas, las relaciones familiares tienen altibajos: separaciones con alivio y dolorosos reencuentros. Luego de la época de mi niñez en los años 70’s, vino la adolescencia y su correspondiente respuesta reactiva a la autoridad, ya mi Papá había dejado de ser mi superhéroe para pasar a ser el blanco de todas mis supuestas ideas contra lo establecido. 

Tuvimos  conflictos, tuvimos distanciamiento, pero invariablemente sabía que el pilar del hogar, junto a mi Madre, junto a mis hermanos menores, mis hermanas casadas y la generación de sobrinos que empezaban a desfilar por la casa, seguía siendo mi Padre. Yo ya me había integrado al mundo laboral formal, tenía el fantasioso pensamiento de ser independiente, de ya no pedir manutención a mis padres. Lo fantasioso era esa independencia, pues seguir viviendo bajo el mismo techo y teniendo resueltas otras necesidades, mi independencia se delimitaba a mis gastos para mantenerme estudiando en  la universidad, vestirme y calzarme, mis idas al cine, fiestas y algún viaje cada fin de año.

Fue en esa época cuando tuve los mayores desencuentros del tipo generacional con mi Papá y quizás las mayores descalificaciones a su modo retro de pensar. Cierta vez, en el bautizo de uno de mis sobrinos, me dijo que quería hablar conmigo, que era preciso que conociera yo a mis otros hermanos y hermanas, textualmente me dijo que no quería que las fuera conocer en otras circunstancias y sin saber, cometiera yo alguna “tontería”, sin tener claro a qué se refería con eso, me llené de coraje y le dije que entonces las sospechas de mi madre eran ciertas y que él le había mentido todo este tiempo, se me vino a la mente también algunas de las limitaciones y aquella esperada bicicleta de carreras que tuve hasta que yo mismo, ya trabajando me la pude que comprar, mantener dos familias nos había dejado con expectativas a la mitad a unos y a otros. Yo no quise conocer a mis medios hermanos, pensé que ellos no tendrían la culpa de mi enojo. Le dejé de hablar, esa fue la reacción del todavía adolescente que fui. Discernir y armar un modelo de pareja estable, me tomaría algunos años y tropiezos más de lo normal.

Ya había dejado de ser mi superhéroe en la niñez, ya no le otorgaba autoridad en la adolescencia. Pero ahí estuvo, lo vi respetuoso durante mi examen profesional, acompañando a mi Madre y hermanas que asistieron, ahí estuvo en momentos como el nacimiento de mi hijo y de mi hija, ahí estuvo en mi primera casa y nueva familia, estuvo para ofrecerme su casa si algún día esa familia se desintegraba y cuando sucedió, pernocté en su casa tantas veces como lo necesité.

Mi Padre alcanzó la edad para retirarse pensionado de su trabajo, al cual se había consagrado, quizás más que a sus familias, a partir de su retiro ya no se levantaba tan temprano, ya no se activaba y arreglaba para salir, sus horarios de comida se volvieron laxos y su salud mermada. Ya Jubilado, formó junto con amigos de su generación el trío los jubilosos quienes llegaron a amenizar bautizos y cumpleaños, empezó a dedicarle tiempo a su pasatiempo de cantautor y hasta su traje de mariachi se mandó hacer, de un color verde olivo que siempre fue su favorito y que yo, por mera oposición nunca he querido usar una prenda de vestir de ese color.

Abundio Orduña Santana (1937-2018)



Ya en su edad más avanzada y más a invitación de mi Madre y pretextos festivos de mis hermanos, hermanas y sobrinos, los frecuentaba yo cada vez más. Con ese afecto distante que prácticamente no daba para abrazos, quizás presencia, quizás cercanía, apoyo, pero no abrazos. La autosuficiencia e independencia que mi Papá quería seguir demostrando, hizo que ignorara y que nos mantuviera al margen de sus recientes padecimientos, hoy conocidos como síndrome metabólico, pero en ese momento diagnosticados por separado y tratados sin una visión integral: diabetes, hipertensión, colesterol elevado, derivando en derrame cerebral, que lo puso en cama con hemipariasis y sin habla. De esas vueltas de 180 grados que da la vida, se volvió totalmente dependiente, incomunicado, sin movimiento en la mitad del cuerpo, sin posibilidad de caminar de nuevo por sí mismo. Los hermanos nos comprometimos en su cuidado y agotados nos apoyamos de cuidadora o enfermera, sin embargo mi Madre, con sus propios padecimientos y sin ver mejora alguna en mi Papá, a los dos años entró ella al hospital para una operación del sistema digestivo y ya no salió con vida.

Mi papá siguió no dos ni tres, ni cinco ni 10, sino 13 años en esa situación de parálisis, sin habla, dependiente cada vez más y en un deterioro lento y cruel, pasó por todo tipo de tratamientos, fisioterapia, todo tipo de terapias alternativas,  una compleja y minuciosa organización de los hijos y las hijas para cuidarlo. Se cumplieron los pronósticos del Geriatra sobre el deterioro paulatino de todos sus sistemas, digestivo, respiratorio, circulatorio. Casi a los nueve de esos 13 años, tuvo complicaciones renales y luego de medio año hospitalizado en condición grave, fue necesario hacerle diálisis peritoneal cuatro veces al día, es decir, sanitizar toda su habitación y conectarlo a sondas de entrada y salida de líquido que suplían la función de los riñones.

Aquel que había dejado de ser mi superhéroe, que había perdido autoridad, ahora perdía su salud, se había quedado viudo, aquellos hijos suyos que no quise conocer, 30 años después se integraron también a su apoyo y cuidado. En ese deterioro lento, todos nos fuimos contagiando de una normalización de la enfermedad, los nietos y bisnietos no lo conocieron de pie, sabían que en ese cuarto, en esa cama, había una persona recostada a la que le decían Abuelito y al saludarlo o darle un beso,  no estaban seguros de que los hubiera escuchado o identificado. Pasaron decenas de cuidadoras y enfermeras, su cuidado no era fácil y terminaban pidiendo su cambio o despedidas por la transformación de ellas mismas en su trato con “el paciente”. Llevarlo de paseo era todo un operativo de silla de ruedas, medicamentos e instrumentos. Al final de esos 13 años ya no todos sus hijos colaboraban, algunos vencidos por el cansancio, otros por sus propios asuntos de salud y otros más por razones no del todo explicables, se alejaron, uno de ellos llegaba con arreglos de fruta, ya ni pasaba a saludarlo, sólo dejaba arreglos de fruta, de los cuales la mayoría no podían incluirse en su dieta, pero los llevaba como quien lleva flores al recuerdo de alguien que ya no está.

Un martes hace un mes, aunque no me tocaba hacer guardia para cuidarlo, me quedé a dormir en su casa, la hermana que estaba a su lado me llamó más de una vez en la noche, me dijo que no lo veía bien, que tenía una mirada como de pánico, que a ratos le daba la impresión de que estaba rezando, que extendía la mano como si se tomara de la mano de alguien que nosotros no veíamos. A las ocho de la mañana del día siguiente, antes de su rutina de tomar signos, glucosa y administrarle medicamentos, otra de mis hermanas me llamó alarmada, entré a su cuarto y ya mi Padre no tenía pulso, cerró sus ojos y se apagó como una bombilla que lentamente con un “dimmer”  va bajando la intensidad, hasta no estar seguro de si sigue encendida o no.

Se había perdido el superhéroe de la infancia, había perdido la figura de autoridad de la adolescencia, el afecto distante, él había perdido su salud, ahora lo habíamos perdido completo. Dice la Tanatóloga que esto se llama pérdidas anticipadas y que se libera un alma presa en un cuerpo que ya no funciona, dice que  se trata de cierres de ciclos, yo le llamo la orfandad total.


La salida de casa a su última morada fue con su traje de mariachi verde olivo, que no es casualidad que sea más parecida a la palabra alivio que a la palabra olvido.



viernes, 3 de agosto de 2018

Medición de tiempo extraterrestre


En alguna revista sobre divulgación científica, recuerdo que hace muchos años me encontré un escrito de una cuartilla de Isaac Asimov en el que planteaba cómo medir el tiempo cuando los humanos ya estemos habitando otro planeta o una estación espacial artificial. No necesariamente podríamos seguir usando la medición del planeta Tierra, ya que está basado en la duración de su rotación, lo lógico sería dividir la rotación de nuevo planeta en 24 partes, pero esto sería útil a menos que tuviera exactamente el mismo tamaño y la misma velocidad de rotación que el planeta Tierra, lo cual es poco probable. Cuando leí aquel artículo de Asimov, a quien le tengo todo el respeto casi como a Carl Sagan y el gusto a sus lecturas como a Ray Bradbury. Principalmente lo que me parece admirable es escribir sin sujetarse a límites de tiempo y generaciones.

Ese tipo de escritura me parece desapegada del ego y narcisismo del escritor mismo, lo encuentro similar a los constructores de catedrales, aquellos que inician una actividad a sabiendas que no van a verla terminada. Los escritores de novelas se concretan en las vivencias de una generación, quizás con referencias a dos o tres generaciones, de abuelos a nietos. Pero lo admirable de los escritores de ciencia ficción, es que dan saltos de 200 años o de 10,000 mil años entre sus narraciones.

Cuando Asimov se planteaba cómo medir el tiempo, yo me plateaba cómo serían las conversaciones entre humanos que ya no habitan la tierra, que quizás ya no nacieron en la tierra, que se llamen humanos pero no terrícolas. Antes de pensar en su conversación, mi pregunta también era, si la medición del tiempo se volviera obsoleta tratando de ajustarla a la de la Tierra, ¿se mantendrían las horas y los minutos solo por nostalgia?, así como la medición del tiempo, ¿tendríamos que reproducir las condiciones de la tierra en esos nuevos planetas o estaciones espaciales?, las dos respuestas serían NO.

Un planeta que fuera incluso muy similar al planeta Tierra, no debería tener ciclos de luz y oscuridad, o sea, de amanecer y atardecer iguales que la Tierra. El ser humano y su capacidad de adaptación, seguramente sobrevivirían a ajustes en sus propios ciclos circadianos, un jet lag afectaría a la primera generación, no a las posteriores.

Reproducir las mismas condiciones de la tierra, nos llevaría a forzar un hábitat, que precisamente se abandonó por obsoleto, por mucho que hubiera cuestiones sentimentales, el ser humano se estaría adaptando a los cambios sin mayores problemas.

Como siempre hay dos variantes en las expectativas hacia el futuro: la optimistas y las catastrofistas, las utópicas y las distópicas, se dice que en un mundo futuro donde todo está minuciosamente planificado, no sería posible que algo saliera de control, por otro lado las teorías del caos, predicen factores de entropía en donde el orden no se mantiene inamovible, donde existen fallas en el sistema que dan paso a fallas estructurales y posibles caídas del sistema.

Como encargado de áreas de sistemas he podido comprobar los dos caminos, el primero es muy aburrido, un sistema computacional que hace exactamente lo que le pides, se vuelve confiable, predecible y su código es modificable cada vez que sea necesario replantearlo. Por otro lado están los sistemas con errores, desbordamientos de memoria y respuestas inesperadas, esos son increíblemente apasionantes, retantes, darse cuenta que las computadoras básicamente siguen haciendo lo que por instrucciones se les pidió, pero que entre las instrucciones puede haber una que se contradice con otra, o una que se duplica innumerables veces, en lo que se llama un loop, esos que sobre calientan los procesadores y terminan haciendo que se queme.

Un ejemplo: para un congreso llevé en disco una presentación que contenía imágenes con derechos reservados y para proyectarse necesitaba ser copiado al disco duro de la computadora conectada al proyector, entonces elaboré un archivo .bat (un programa de procesamiento por lotes) que al insertar el disco, se copiaba a una carpeta, iniciaba la presentación y al terminar ésta, borraba la presentación y para que no fuera recuperable copiaba una presentación vacía con el mismo archivo y luego la borraba junto con la carpeta que la contenía. La verdad es que funcionó muy bien, el equipo de investigación agradeció que la presentación no quedara en otras manos. Sin embargo, medio año después me pidieron la presentación y no me era posible copiarla, es decir, se presentaba y se auto-borraba, a mí mismo no me dejaba copiarla, tuve varias lecciones con esa experiencia, una de ellas, es que no puedes dejar programas sin documentar, es decir, sin que se sepa qué hacen al interior.

En otra ocasión, en un equipo servidor de red compartido, para cuestiones administrativas, no debería almacenar datos que no fueran propios de su función principal, yo conocía a los administradores del servidor y continuamente ocupan espacio que no debía con videos, música, o video juegos. Compartíamos la capacidad del servidor,  pero no las carpetas, para eliminar la práctica de almacenar información que no debían, les empecé a mandar reportes de espacio insuficiente en disco duro, entonces irremediablemente tenían que borrar sus programas de entretenimiento, como esto ocurría consuetudinariamente, elaboré otro programa .bat, que en esencia hacía lo que una plaga de lirio en un lago, se reproducía a sí mismo y duplicaba el espacio que ocupaba en disco duro, así que obligaba a que borraran sus programas indebidos y enseguida ocupaba el espacio que quedaba libre, el programa se replicó tantas veces como podía y cuando ya se había liberado el espacio, el propio programa se eliminaba, como un globo que se desinfla.

Estos programas funcionan siempre y cuando las condiciones sean normales, el hardware esté funcionando óptimamente, porque si se apagara a media ejecución, se puede quedar mucha información basura ocupando espacio sin utilidad alguna y tener que deshacer manualmente los cambios, en caso de que se tenga claro cuáles fueron.

En conclusión, hasta en el ambiente más planeado, puede haber fallos, factores de entropía y hasta mutaciones.

Asimov no se complicaba, tenía la capacidad de ver con normalidad las circunstancias de un futuro posible, decía que cuando los humanos habitáramos otros planetas o plataformas espaciales, la medición del tiempo no serían tan importante, a menos que fuera para el lanzamiento de la alguna nave, o algún evento en que se necesite presencia de dos o más personas, y para eso podría dividirse el ciclo (día) en 100 o en 1,000 partes, y así quedarse de ver a las 422 o a las 973 y si fuera menester mayor precisión, pues dividir el ciclo en 10,000 partes, así la llegada de una nave podría programarse a las 7,531, por ejemplo.

imagen tomada de: https://previews.123rf.com/images/mikhailleonov/mikhailleonov1710/mikhailleonov171000009/89027656-futuristic-modern-white-clock-watch-abstract-fractal-surreal-double-spiral-watch-clock-unusual-abstr.jpg



Finalmente la medición del tiempo es una convención, una salida que hemos encontramos para ponernos de acuerdo.

jueves, 12 de julio de 2018

Nostalgia por el futuro



El futuro ha sido siempre una fantasía, una llevada y traída fantasía que se va acomodando al estado del arte de la época en que se le piensa. Había una época donde al futuro se le visualizaba como una serie de gadgets que nos facilitarían la vida, todos con un diseño redondeado, con antenas y cables, largos cables, cables retráctiles, cables flexibles, el estado del arte aún no aportaba las baterías de larga duración. Era un futuro dominado por la idea del ingenio, de un futuro donde la inteligencia de los seres humanos sería tal que cada quien podría fabricarse o inventarse soluciones a los problemas más complejos, pero también a los más sencillos y cotidianos. Alguna cápsula sobre cómo leeríamos en el futuro, era interesantísima, pues se componía de un proyector de cuerpos opacos que tomaba la imagen de un libro físico, abierto en alguna página y la proyectaba al techo de la habitación, de esta forma el usuario podría estar leyendo desde la comodidad de su cama, solo mirando hacia arriba, activaría un interruptor para avanzar página y otro para retroceder, lo más ingenioso es que el avanzar o retroceder se componían de un brazo mecánico que con una punta de goma semi adherible, arrastraba la página hacia adelante, o su contrario la desplazaba hacia atrás. La fascinación del invento seguramente fue mermada por el calor que los proyectores de cuerpos opacos generaban como para una recámara y el brillo que no necesariamente era graduable, entonces el esfuerzo para la vista era similar a leer bajo la luz directa del sol. No le llamaré antecesor de los e-books porque hubo muchas décadas de diferencia.



Por lo visto en el invento descrito, había una tendencia futurista a la especialización, es decir, era tan específico que dicho invento no servía para leer periódicos, revistas y seguramente tampoco libros de bolsillo. El futuro nos daba para una especialización dirigida a ese nivel.

Indudablemente las fantasías sobre el futuro nos han llevado a grandes descubrimientos y al desarrollo de tecnología avanzada, pero también quedan para la anécdota ingeniosas tecnologías que se quedaron en el camino. Tengo conocimiento de causa por que uno de mis pasatiempos de niño y adolescente era armar y desarmar aparatos y dispositivos, me encantaba el término de aparatos electromécanicos, porque aunque contaban con motores eléctricos, resistencias y foquitos, también tenían ingeniosas maquinarias a base de poleas, tensores, correas, bandas, ligas, más de una vez desarmé juguetes, tocadiscos y reproductores cinta magnetofónica, por ejemplo, me llamaba mucho la atención cómo es que un reproductor de cassettes contaba con único motor que operaba con dos pilas de 1.5 volts y que giraba en una sola dirección, pero a partir de botones de avanzar y regresar como si fueran guarda agujas de ferrocarril, lograban cambiar la dirección en que giraba la cinta. Alguna vez desarmé una muñeca eléctrica de mis hermanas y me encontré con que usaba un disco magnetofónico, o sea un disco negro de aquellos previos a la era de digitalización que reproducía sonidos gracias la fricción de una aguja al pasar por surcos físicos, encontré que podía modificarle la velocidad de reproducción y entonces ya no les gustó la voz grave con que reproducía las limitadas frases que traía grabadas.


Fue en el verano de 1992 durante la Expo Sevilla que me tocó fascinarme con las pantallas de alta definición y decepcionarme con el abuso de la digitalización, no olvido un jardín representado con parte de escenografía real y con pantallas que ocultaban su marco para presentar imágenes de flores con mínimo movimiento queriendo engañar la vista. La digitalización nos hizo cruzar la frontera entre la fantasía de un futuro tangible con un futuro digital, virtual, inexistente.

Y no estoy en contra de las imágenes digitales ni el procesamiento cada vez más rápido de las tecnologías virtuales, sino que el camino se bifurcó y pasamos a la era digital, programable dejando atrás las piezas reales ingeniosamente acomodadas como información analógica.

Es, decir, el encanto por los juguetes y los gadgets se perdió porque en lugar de que al abrir un caballito o perrito de peluche y ver sus mecanismos para emitir ruidos, hechos a partir de la fricción entre una varilla y un diafragma de caucho, se encuentra un microchip que trae grabado el ladrido en alta definición.
A quienes nos tocó la experiencia primera de los videojuegos, pensemos en el ping pong, que eran dos líneas moviéndose de arriba abajo y un robusto pixel que rebotaba en ellas y en las paredes, nos parecían sólo un complemento de la realidad, ver representado en una pantalla un juego que teníamos a la mano con una raqueta verdadera y una pelotita real de alta definición. Tampoco estoy en contra de los avanzados videojuegos de realidad virtual, de realidad aumentada, de universos envolventes y en tres dimensiones, hasta colaborativos gracias a la red mundial. El paradigma de completar la experiencia original ha cambiado crear la experiencia total.

Hoy que veo películas hechas en su totalidad en ambientes digitales, no dejan de sorprenderme, pero tampoco dejo de pensar en las cafés Planet Hollywood, donde conocí la gabardina original de Terminator o el mecanismo metalizado que le daba movimiento a su ojo ya sin piel, o las maqueta de las naves de Star Trek que en efecto son las que eran filmadas y veíamos en la pantalla gigante.



Disfruto la era digital y no regresaría a la visión de futuro que tuvimos hace cinco o cuatro décadas, pero es fascinante cómo la fantasía del futuro nos ha llevado a una maduración, similar al futuro que imagina un niño, al que imagina un adolescente y al que imagina un adulto especializado. La nostalgia es por lo tangible, manipulable, desarmable y modificable que era mi fantasía particular de futuro.


martes, 5 de junio de 2018

Nubes perennes


Me gustan las nubes que no se sosiegan,
Porque hasta las más robustas son intangibles
Porque con el calor al formarse son invisibles
A su disolución prados renacen y ríos se desbordan

Miro las nubes y a veces me siento nube
Transitorio, libre, fugaz, etéreo, pasajero.
Retrato la nube y lo transitorio ya es perenne
Irrepetible instante en toda la historia del universo.

Las nubes danzan por un aburrido cielo
Son ejemplo de fusión y desapego
Porque protegen desde su frialdad, celo
Y por su calidez intimidatoria luego.

Tú y yo nubes irrepetibles en todo momento
Reunidas para ser una sola en tiempo presente
A partir de gotas de agua de distantes mantos
Unión inquebrantable ante movimiento permanente.





miércoles, 30 de mayo de 2018

10 Sugerencias para el intercambio de ideas electorales



1.- Tenga presente que su interlocutor no tiene por qué cambiar de idea luego de escuchar su apreciación

2.- Usted no está obligado a cambiar su voto o candidato luego de escuchar a su interlocutor

3.- Exponga puntos de vista en los que cree con convicción o que se basan en datos comprobables, pregúntese de dónde viene cada una de sus propias afirmaciones y pida el fundamento de las que escucha.

4.- Debatir sobre preferencias electorales puede herir susceptibilidades, especialmente las propias, deje que suba el tono de la discusión tanto como usted mismo lo pueda soportar. Una charla que se hace alrededor de una fogata, no debe crecer a incendio forestal

5.- No pierda de vista la relación que tiene con su interlocutor, tenga en consideración que se puede tambalear o fracturar por temas electorales.

6.- Tenga presente que el tema electoral sólo es un punto de partida del sistema democrático, exija y exíjase, dar seguimiento, sea por redes sociales, noticias, comunicación telefónica o personal el actuar y cumplimiento de sus candidatos, no agote el total de su energía durante el proceso electoral.

7.- Pregúntese todo el tiempo el origen de su posición electoral: visceral o razonada.

8.- Sepa distinguir entre datos verificados y especulaciones, sea precavido en sus propios argumentos, y honesto al expresarlos, están fundamentados o es un análisis de probables escenarios, ambos son válidos, pero es mejor advertirlo ante su interlocutor, al que debe solicitarle lo mismo.

9.- Califique o descalifique las ideas y propuestas no las personas.

10.- Así como protección civil le ha entrenado en ubicar las salidas de emergencia, así tenga a la mano una salida cordial a la discusión. En Inglés se le llama time keeper a quien se encarga de equilibrar los tiempos de participación de cada quien y de avisar que ya se rebasó un lapso prudente de discusión, recuerde que no se trata de una manda religiosa ni de un maratón.

Recuerde que si usted no es candidato, su función es dar un voto responsable y eso no debe ser razón para dejarse dividir ni discriminar.

Si usted es el candidato electo, recuerde dar resultados, desde su estilo y paradigma propios, el elector le otorgó confianza en el cómo, el qué se le exigirá de todas formas. a partir de sus colores, puntos de vista, paradigmas, concepciones, oportunidades de convivir.

Imagen tomada de: https://victormibarra2610.files.wordpress.com/2014/11/enlace_lista.jpg

Una vez terminado el proceso electoral, dirija la energía que le queda en exigir que el candidato elegido cumpla con sus compromisos y trabaje como usted: para el bien común.

jueves, 3 de mayo de 2018

Del día del niño al día de las Madres

Hay 240 horas entre el día del niño y el día de las madres, plural y singular mal aplicados, porque niños hay muchos y madres sólo hay una, orden inverso, porque no hay duda, primero fue la madre y después los niños. Existe un lapso entre dichas celebraciones que son muy particulares, en mi caso, son días en los que parece que el tiempo se detuvo, que no hay eventos mayores ni cargas de trabajo, son como días vacíos, sin sol, sin viento, sin lluvia, al cabo del tiempo son como un hueco en la memoria, como cuando el tren del que eres pasajero, pasa por un largo túnel, nada que ver, sólo ruido blanco que escuchar del exterior, invitando a cerrar los ojos y mirar hacia dentro, observar, dialogar al interior. Hace algunos años, ese lapso fue llenado por una dolorosa pérdida, minutos antes de terminar el día del niño, mi madre dio su último aliento, transcendió hacia otro plano como se dice en los ambientes holísticos. (http://jesusorduna.blogspot.mx/2013/04/tienes-que-ser-un-nino.html ) de ese 30 de abril al 10 de mayo, como dicta la religión que siempre practicó, oramos cada noche, haciendo el levantamiento de cruz, es decir, la ceremonia de cierre absoluto del ciclo doloroso por su partida, exactamente en fecha que cada año le habíamos llenado de felicitaciones, regalos y alegría. Empezaba una orfandad adulta para todos los hermanos, hermanas, nueras, yernos, nietos, amistades y amigos de los amigos, una orfandad extendida a quienes la conocieron. Y dando paso a ese lapso que cada año se repite: los 10 días entre ambos festejos.

Una de las leyendas que contaba mi madre, era que cuando estuvo en el hospital por mi nacimiento, en aquel hospital público y en pleno boom de la explosión demográfica que marcó a mi generación, en el cuarto que compartía, estaba una señora que había tenido trabajo de parto al mismo tiempo, pero que desafortunadamente el producto no llegó a buen término, odiosas palabras, pero no hay manera de suavizar el término de que su bebé no nació vivo. Sin embargo, mi madre y esa compañera se estaban recuperando al mismo tiempo, vecinas de cama de hospital como eran, conversaban y al momento de recibirme como bebé de parte de la enfermera, aquella señora de al lado le pidió que por unos momentos le permitiera tenerme en sus brazos, y así fue, la señora ante su propia pérdida y conmigo en brazos, esbozó algunas palabras como que todas las bendiciones que corresponderían al hijo que no se logró, pedía que fueran añadidas a las que yo ya tenía. Nunca más tuvo contacto alguno con esa mujer, ni yo, pero sea realidad o no, como lo contaba mi Madre, me convenció o al menos sugestionó de lo doblemente afortunado que podía ser yo en la vida.

Recientemente dentro de una meditación guiada con el tema también de reencontrar a tu niño interior, la sugestión casi hipnótica me lleva ante un lago en que como si fuera espejo dejo de ver mi figura de adulto y miro al niño que fui, le sonrío, lo abrazo, le pido disculpas por sus entusiastas sueños que el camino fui dejando sin cumplir, pero también por los que sí logré aunque se hayan ido flexibilizando con el tiempo.

Pero entre las fantasías del adulto, que son resabios de las del niño y que son de lo más estimulantes para el hemisferio derecho, están los viajes en el tiempo, que por cierto, los sigo considerando la deuda que la ciencia formal tiene aún con nosotros desde la ciencia ficción (http://jesusorduna.blogspot.mx/2014/08/el-futuro-alcanzado-por-el-presente-lo.html ).

Así que, estimulado por la meditación e hipnosis y sobre estimulado por la fantasía de los viajes en el tiempo, luego de acercarme al niño delgado de pelo rizado, bien portado, de inquisitiva mirada combinada con cierta timidez y que no se deja abrazar sin demostrar soterrada desconfianza. Me pregunto, en caso de que los viajes en el tiempo algún día sean posibles, ya contaríamos con las evidencias de viajeros que han ido al pasado, entonces busco situaciones en las que un adulto me hubiera querido dar ese abrazo no solicitado o el momento en que la presencia de ese adulto del futuro haya sido necesaria para su niño del pasado, por supuesto que esto generaría todo tipo de paradojas en el tiempo, pero si algo nos ha enseñado el avance de la ciencia es que para que funcione debe acompañarse de suficientes reglas de ética y respeto al humano, al entorno y otros seres vivos. Por tanto, en caso de viaje de ese adulto para visitar al niño que fue, sólo podría darse bajo estrictos protocolos de seguridad e inocuidad y especialmente ser sobradamente más inteligente quien realiza un viaje desde el futuro que su destinatario del pasado. Dada la imagen que tengo de mí mismo cuando niño: con pensamiento perceptivo, analítico y sintético, me he puesto a revisar en los recovecos de la memoria, cuál podría ser el momento propicio para una visita desde el futuro, que cumpliera con condiciones como: tratarse de una fecha significativa, ya que eso es lo que facilitaría una cita en el lugar y hora exactas, una circunstancia de multitud o de absoluta soledad, con esto se mitiga la presencia de testigos directos y con toda seguridad una circunstancia con punto de fuga, es decir, una posibilidad amplia para abortar la misión, si el visitante del futuro se sintiera descubierto y pusiera en riesgo la línea del tiempo, deberá desandar sus pasos, eliminar toda huella y salir sin ser percibido. Bajo dichos criterios recuerdo dos situaciones: una de ellas cuando yo tenía cuatro años, mi hermana mayor me llevó a una clínica de salud pública, seguramente me tocaba una vacuna, aún no amanecía, por cierto, nunca me ha gustado estar fuera de mi cama si el sol no se ha hecho presente, ya en la sala de espera, tuvo que ir al baño y para no dejarme solo, le pidió al hombre que estaba a mi lado derecho que me cuidara durante unos minutos, lo recuerdo como alguien cuya apariencia no quisiera yo tener en el futuro, un hombre de barba blanca, desaliñado y que desde su silla sin tener que levantarse, me abrazó con su brazo izquierdo sobre mi delgado hombro, un abrazo fugaz, pero que lo recuerdo tantas décadas después y más recuerdo el olor entre metálico y polvoso como de cal reseca que tenía en sus manos, frente a nosotros estaba un ventanal y como aún no había amanecido, por la oscuridad de afuera veía yo su reflejo, nunca volteé para verlo directamente, nunca hubiera podido hacer su retrato hablado porque la memoria almacena más emociones que imágenes, la primera es muy vívida pero la segunda borrosa.

La siguiente vez que recuerdo una sensación similar, tenía no más de cinco años, porque era mi último año en el kínder, era común en esa Ciudad de México casi rural de mediados de los años setenta del siglo pasado, que las maestras organizaran paseos con su grupo de casi 40 niños, así sin mayores medidas de seguridad ni de transporte, muchas veces sin avisarle a las mamás, porque se trataba de una salida corta a un parque cercano y los juegos y canciones que se organizaban ahí eran los mismos que dentro del salón, pero los alumnitos agradecíamos el ambiente ajardinado y la cercanía con los columpios. La maestra Elvira simplemente organizaba una fila de niños y una fila de niñas y que entre ellos se tomaran de las manos para que cada uno cuidara de la otra y viceversa, el regreso era muy sencillo, se tomaban de nuevo de las manos y así en dos filas, recorríamos las 12 o 15 calles que separaban nuestro kínder del parque. Esa ocasión, yo me distraje, pues como ya me sabía todas las canciones y juegos, me separé del grupo, me puse a jugar o explorar en solitario, al fin de cuentas tenía a la vista a la maestra y a mis demás compañeros. No supe cómo fue que pasó el tiempo, al regresar la vista no había compañeros ni la maestra que los conducía, caminé extrañado y como en un laberinto de árboles y arbustos, con los tenis blancos enlodados y las rodillas verdosas por el pasto, en un banco del parque, ahí estaba él, me miró a los ojos y me sonrió, con mucha paz y como si me conociera de algún lugar que yo no recordaba, me señaló el lado opuesto al que yo me dirigía, vi dar la vuelta a los compañeritos del final de la fila y corrí, el regaño de la maestra Elvira era preferible a la sensación de sentirme extraviado, volví la vista y ahí estaba ese hombre de rostro familiar pero con toda certeza desconocido, no había quitado su mirada de mí y su sonrisa que expresaba un “¿ya ves? No hay problema”.

 La bondad de la maestra Elvira para uno de sus alumnos consentidos, casi se trastocaba, pero no fue así, me miró como diciendo “¡me preocupaste!, pero es un alivio ver que te integres tarde a la fila a tener que explicar a tu mamá que esta semana fue su hijo el que no regresó del parque”, todo eso me dijo con un gesto de tres segundos.

No recordaba completa esa mañana que casi me extravío en el parque, ni el señalamiento del extraño para indicarme la dirección a la que me debería encaminar. Hasta que hice la meditación guiada “Tu semilla y tu niño interior” de la Terapeuta Holística Diana Mathes (para conseguir discos de la meditación, contactar a https://www.facebook.com/frecuenciaangelical444/ y https://www.facebook.com/diana.mathes.9 ), esa dinámica hipnótica me llevó a buscar y encontrarme con mi niño interior, me hizo recordar esa ayuda que tuve de un extraño con que sólo me indicara la dirección en la que debería ir, que detona la fantasía de los viajes en el tiempo y el paradójico encuentro contigo mismo. Tampoco podría asegurar que mi ángel de la guarda tomó forma, para cuidarme, lo único que tengo seguro es que se trató de esas bendiciones adicionales que me fueron obsequiadas al nacer. Y que me son más evidentes en ese periodo que da lugar a eventos extraordinarios, entre el 30 de abril y el 10 de mayo, de cada año, exactamente a la mitad de la primavera.










jueves, 12 de abril de 2018

Recordar lo olvidado


“Me haces recordar cosas que se me habían olvidado”
Anónimo

La mente humana tiende a completar, unir y dar continuidad a elementos a veces inconexos y hasta opuestos, hace poco leí que está mal dicho “cierra la ventana porque entra el frío”, en realidad lo que pasa es que se escapa el calor, pero la mente establece un continuo frío-calor y le da el mismo peso y valor a sus extremos.

A pesar de que tampoco existe un continuo luz-oscuridad, ya que esta última es la falta de la primera. Perceptualmente también existe la tendencia a unir puntos y percibir elementos separados como si estuvieran unidos, ese es el principio de proximidad, pero también hay un principio de similitud  para que veamos agrupados los objetos similares y el principio de simplicidad, la mente siempre se irá a percibir la imagen más sencilla, menos elaborada, por eso en el ejercicio de mirar las nubes y encontrar formas, nadie dice, veo como un icosaedro o la molécula del ácido desoxirribonucléico, generalmente decimos: veo como un ala, se ve la forma de un conejo, un pez o un ojo, porque tendemos naturalmente a ver lo más simple. De forma similar, el principio de relación entre figura y fondo, nos lleva a confundir el orden de los objetos, el típico ejemplo de si se ve el perfil de dos rostros oscuros frente a frente o un jarrón claro.


Todos esos principios tienen que ver con la percepción sensorial y como metáforas son utilizados por la corriente Gestalt para explicaciones clínicas. Yo creo que tienen mucho que ver con la memoria. Si bien ésta se divide en memoria sensorial, memoria de corto plazo y memoria de largo plazo de acuerdo al modelo de Almacenes de Atkinson y Schiffrin, que desde los años 70 explica el almacenaje y recuperación de unidades de información. Sucede que de acuerdo a ese modelo prácticamente el olvido no existe (aunque el modelo de la película “Intensamente” o (Inside Out) de Pixar y Disney digan que sí, que el olvido es similar a ver cómo se degradan una especie de chícharos hasta hacerse polvo). La verdad es que sigue vigente la afirmación de las abuelas que decían que “lo que bien se aprende nunca se olvida”. El Modelo de los almacenes de memoria, del cual ya he hablado antes en este blog (https://jesusorduna.blogspot.mx/2015/06/zumo-de-melocoton-refresco-de-memoria.html), nos dice que si llegamos a olvidar algo, prácticamente no sabríamos que lo olvidamos, ya que la permanencia de un estímulo en la memoria sensorial es mínima y sólo si le prestamos atención es que pasa al segundo almacén, el de corto plazo y esa información si le damos algún significado, o si la repasamos entonces pasaría al almacén de largo plazo, donde la pérdida de información es mínima, almacén que hasta donde sé, nadie ha aventurado alguna cifra correspondiente a su capacidad, al menos no en dimensiones conocidas como megas, gigas o teras (bytes). 




El modelo de almacenes dice que aquello que consideramos olvido no es más que la falta de claves para llegar al recuerdo, claves es equivalente a llaves, así que en lugar de andar cargando con un sinnúmero de esferitas de información, en realidad lo que traemos es un gigante llavero con llavecitas atadas de manera casi inentendible que nos llevan a la casilla con la información buscada. Veamos un ejemplo: si me preguntaran qué estaba yo haciendo a las 13:30 horas del 17 de agosto del año 2002, probablemente no lo tengo como una película en USB que tomo y empiezo a reproducir con alta fidelidad. En su lugar lo que tengo es un  atado de llaveros que selecciono por año y cuando llego a 2002 algunas de sus llaves me llevan al cumpleaños de mi hija o a los sábados metido en el Instituto estudiando la Maestría, esas pistas son las claves a las que se refiere el modelo de almacenes. Y empiezan el recorrido de lo general a lo particular, así que abriendo esa puerta de sábados estudiando la Maestría, el frame o marco de referencia, me va delimitando las posibilidades, pero recordemos que la pregunta no era más o menos qué hacía yo los sábados a las 13:30, sino con toda precisión, qué hacía yo en esa fecha y hora, el marco de referencia me aproxima a otras puertas como qué módulo estaba cursando en ese segundo año de la Maestría y podría recuperar información de qué maestros tuve, qué compañeros ya habían abandonado las clases…. Y podría deducir aún más para saber con precisión lo que hacía en el día y la hora, podría hacerme de más pistas, como qué coche manejaba en ese tiempo, qué suéter era mi favorito para llevarlo a mis clases, y así especulando llegar al dato preciso, pero de repente se me cruza otra clave que dice cumpleaños de la hija y en efecto, ese fin de semana era su cumpleaños y se ilumina como una escena vívida el pastel de Winnie Pooh y la familia cantando y felicitando a mi hija casi bebé por su cumpleaños. Entonces puedo decir sin temor a equivocarme que ese 17 de agosto a las 13:30, me había salido temprano de clases para recoger el pastel que había mandado hacer con la figura de Winnie Pooh y que tenía que estar antes de las 4:00 que estaban citados los invitados. Y la imagen se vuelve tan clara, que ahora tengo presente su vestido color rosa y el suéter que yo traía puesto, así como los juguetes que recibió de regalo y si me lo preguntaran podría reproducir la lista de invitados que sí llegaron. No por deducción, sino por haber encontrado una clave indudable que me abrió la casilla exacta dentro de ese gran almacén que es la memoria de largo plazo. Y como lo dije, ese gigante llavero que no está precisamente organizado en arillos separados sino en una compleja red de cuerdas atadas tridimensionalmente e intercambiables de lugar, ahora mismo podría seguir “atando cabos” y describir lo que sucedió por la tarde, o un día antes o en cada cumpleaños…. Todas las claves están interconectadas y llevan las unas a las otras, no olvidamos sólo que no tenemos a la mano la clave indicada para cada recuerdo.


Por eso me gustó la frase con que inicia este texto: “Me haces recordar cosas que se me habían  olvidado”, porque implica o que di información suficiente para interconectar claves que no se habían enlazado apropiadamente o porque di información suficientemente emotiva que llevó a recordar: re-cordare, del latín re-cordis, “volver a pasar por el corazón”.





martes, 10 de abril de 2018

Realidad, Fantasía e Inocencia


Eran los días de primaria, a mí me tocaba ir en el turno vespertino, en aquella década de finales de los años 70, a punto de entrar a la divertida adolescencia de los años 80 del siglo pasado. La niñez transcurría con la mañana libre como regalo, sin programas infantiles por los pocos canales de televisión que transmitían antes del mediodía. La fantasía se alimentaba de vivencias, no de productos comerciales, recuerdo a mis hermanos y primos todos en la escuela por la mañana y pegados a la televisión por la tarde. Yo caminaba y caminaba, salía a hacer las diligencias o sea mandados a la tienda y el mercado, generalmente acompañado el capi o el palomo, esos perros que vivían fuera de casa a menos que el clima fuera lluvioso y que de alguna manera eran alimentados por más de un vecino y le debían lealtades a todos, no eran perros de casa, ni de caza, ni de la calle, eran los perros parte del paisaje, el capi, una cruza dominada por características de pastor alemán y que por su porte de perro policía alguien bautizó como el capitán, pero para un perro basta dos sílabas para que entienda su identidad, se le llamó siempre el capi y el otro perro era el palomo, más pequeño de una raza también indefinida, pero de pelaje blanco, blanco renovado con el baño de cada sábado, cual paloma de la paz, pero por su género, quedó su nombre en palomo, esos perros y muchos más que fueron la compañía de los niños, permitían una interacción más sana que la televisión, por cierto, no era del todo una elección, cuando por curiosidad la encendíamos antes del mediodía, sólo aparecían las barras de colores que se dice servían para calibrar los de las televisiones nuevas en su cinescopio, ese tubo al vacío que disparaba electrones y formaba la imagen en la pantalla, por eso eran más anchas que un librero, por el cañón de electrones que se decía tenían dentro.

Aquellas largas mañanas, casi solo en casa, quizás con los pasitos de un sobrino o primo que aún no tenía edad para ir al kínder, me daban ese exquisito tiempo de fantasear, crear una propia ruta de la realidad, a partir de las lecturas fragmentadas de los libros de texto gratuitos que nos entregaban en las escuelas públicas, las pocas secciones de adivinanzas o de trabalenguas que me parecían gemas en aquel mar de letras, me daban oportunidad de dibujar, de irme a los sitios favoritos de los libros, de husmear en los libros que no eran aptos para mi edad, pero ante la falta de supervisión del adulto, los hojeaba también, no todos los entendía, algunos, en efecto,  no eran aptos para mi edad. Las casas de los años 70, no eran cerradas, así como entraba el capi y el palomo, de repente llegaba también un vecino, o el primo que había fingido catarro para no ir a la escuela y jugábamos, a veces era el fútbol, pero más frecuentemente construíamos pequeños mundos: las sillas tiradas de costado y una manta encima nos ofrecían un complicado laberinto que sólo el que había acomodado la disposición, lograba cruzar al primer intento. Las mismas sillas encimadas entre sí, se convertían en una pirámide cuyo reto no era evitar caerse, sino caerse de la manera más ingeniosa o escandalosa posible, fue una etapa de hematomas por golpes, raspones y mucho merthiolate, esa sustancia líquida que nos aplicaban con una mini-brocha de plástico semi-duro que dolía mucho más que el raspón mismo, pero que teníamos que dejarnos aplicar por la Mamá porque sólo así se “evitaban infecciones”, por lo tanto, el reto de caerse, se complementaba con el reto de esconder las heridas.  Ese mundo de fantasía y de creación de mundos virtuales en el juego, es decir, toda la mañana utilizando el hemisferio izquierdo, nos hacía llegar a la escuela en el turno de la tarde con la mente despejada, y completamente oxigenada, nadie se quedaba dormido, porque salir al recreo con el sol de las 4:30 de la tarde, era más que ideal.

En alguno de esos años, nos pusieron a leer El Principito de Antoine de Saint-Exupéry, la maestra nunca pronunció bien el nombre del autor, pero eso era lo de menos, en una época que poco o nada se hablaba de globalización, se nos permitía pronunciar los nombres y las palabras tal como se leían en español. Con una mente abierta a la fantasía y acostumbrada a crear mundos, personajes, roles y representarlos en los diferentes juegos, que a un piloto accidentado se le apareciera un niñito a medio desierto pidiéndole que le hiciera un dibujo, no nos sorprendía en lo más mínimo, que existieran planetas tan reducidos que podrías recorrerlos con unos pocos pasos y que además cuidaras tus propios volcanes porque son útiles para prepararse el desayuno, tampoco nos sorprendía, que hablara con una flor y nos diera una lección sobre conexión especial, ¿eso qué?. Y que un zorro domesticado empezara a ser feliz desde las tres, si quedábamos de vernos a las cuatro, eso lo vivía diario con el capi y el palomo.

Pero aquella maestra nos confrontó innecesariamente con la realidad y luego de repasar la lectura, nos preguntó: ¿quienes de ustedes creen que el principito es una historia real?, levanten la mano. Todos la levantamos sin duda, por supuesto, - siguiente pregunta, maestra-.

La sorprendida fue ella, con cara de ¿qué les pasa?, nos cuestionó porqué creíamos que era real…
  •          Porque lo dice un libro que nos dieron a leer en la escuela (así como el que nos habla del descubrimiento de América, o del pastorcito de San Pablo Guelatao, Oaxaca que llegó a presidente)
  •           Porque en el libro viene dibujado cómo era el principito
  •           Porque el tal "Antuan" transcribió los diálogos que tuvo con el niño, es más lo cargó y sintió que su corazoncito estaba latiendo
  •           Porque le platicó que sobre el amor a la flor y al zorro, el amor es de personas reales ¿no?
  •           Porque uno espera que alguien que se dedica a pilotar aviones nos hable con la verdad
  •          Porque hablaba con su zorro para domesticarlo y tenía una flor.

 Imagen tomada de  https://lifestyle.americaeconomia.com/sites/lifestyle.americaeconomia.com/files/styles/gallery_image/public/48919_3_0.jpg?itok=k1k0N8-m



Y teníamos muchos más argumentos, pero la maestra tenía dos contundentes: era adulta y era autoridad y con la misma sensación de cuando nos dijeron que no existían los Reyes Magos ni Santa Claus, ella dijo que no existió el Principito, que era un libro de ficción, a lo que en un principio nos resistíamos, ficción eran naves espaciales y robots con manos de tubo de aspiradora que hablaban con humanoides de orejas picudas…..
Ocurre frecuentemente que la primera reacción es negar lo que no podemos aceptar:
  • -          Maestra: ¿queda la posibilidad de que sí se le apareció, pero como regresó a su estrella nadie más lo vió?
  • -          Maestra: ¿lo habrá confundido con un duende, pero como traía abrigo lo vio como príncipe?
  • -          ¿Podemos preguntarle al maestro Rogelio de 2° “B” si él tiene información de que sí?

Pero no, la maestra con su autoridad no cedió, nos recetó una dosis de realidad, de esas que van dándole vuelta de página al maravilloso mundo del pensamiento mágico, que dice Jean Piaget que desaparece alrededor de los siete años para dar paso a la etapa de las operaciones concretas. Ese día regresamos a casa, salíamos cerca de las 6:30 de la tarde con un sol que se escondía ya, con esa sensación de algo que se rompió o se perdió para siempre: la inocencia.

Años después le dije a mi hijo de tres o cuatro años, te voy a leer esta parte de un libro que te va a sorprender:

“…. de pronto saltó cerca de ella un Conejo Blanco de ojos rosados.
No había nada muy extraordinario en esto, ni tampoco le pareció a Alicia muy extraño oír que el conejo se decía a sí mismo: «¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Voy a llegar tarde!» (Cuando pensó en ello después, decidió que, desde luego, hubiera debido sorprenderla mucho, pero en aquel momento le pareció lo más natural del mundo). Pero cuando el conejo se sacó un reloj de bolsillo del chaleco, lo miró y echó a correr, Alicia se levantó de un salto, porque comprendió de golpe que ella nunca había visto un conejo con chaleco, ni con reloj que sacarse de él, y, ardiendo de curiosidad, se puso a correr tras el conejo por la pradera, y llegó justo a tiempo para ver cómo se precipitaba en una madriguera que se abría al pie del seto.
Un momento más tarde, Alicia se metía también en la madriguera, sin pararse a considerar cómo se las arreglaría después para salir.
Al principio, la madriguera del conejo se extendía en línea recta como un túnel, y después torció bruscamente hacia abajo, tan bruscamente que Alicia no tuvo siquiera tiempo de pensar en detenerse y se encontró cayendo por lo que parecía un pozo muy profundo.
O el pozo era en verdad profundo, o ella caía muy despacio, porque Alicia, mientras descendía, tuvo tiempo sobrado para mirar a su alrededor y para preguntarse qué iba a suceder después. Primero, intentó mirar hacia abajo y ver a dónde iría a parar, pero estaba todo demasiado oscuro para distinguir nada. Después miró hacia las paredes del pozo y observó que estaban cubiertas de armarios y estantes para libros:………”

Imagen tomada de  https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgi0ukBHVEZlpXpzVkdQzIweCooYi_8x7aa2PT05iS0wqomsC8EW8DCzSTeZZLxZI-I5hYnM9KxqlSZByJgdlGa8-0JsxhhviIZNIbemndp03VfpHjjlm2dXgZj6QF65-EpdsIq1y4Bb1Q/s1600/libro3.jpg


Esperaba yo su cara de extrañeza y sus preguntas de ¿por qué un conejo llevaba un reloj? , ¿porqué un túnel de conejo sería tan profundo? , ¿porqué una niña tarda tantísimo en caer?, ¿porqué una madriguera estaría llena de estantes para libros?.


Me miró con aburrimiento, con cara de ¿eso por qué me tendría que sorprender? Y lo que me dijo fue ¿ya puedo seguir jugando con mi Buzz Lightyear?, al parecer se había quedado en un impasse de su interesante juego para escucharme sobre una nada sorprendente Alicia. Me guardé mi adultez y autoridad para otro momento.