martes, 15 de diciembre de 2015

El mundo del revés: Nuevo Reglamento de Tránsito


Es 15 de diciembre de 2015, en la Ciudad de México, está entrando en vigor el nuevo reglamento de tránsito, y los comentarios que escucho, son: ahora te van a multar por detenerte sobre las líneas peatonales, por dar una vuelta a la derecha que no esté señalizada como continua, te van a multar si vas hablando por teléfono móvil o algún dispositivo que te distraiga (ipod, tablet, secadora de cabello por ejemplo), establece prioridad para el uso del espacio público en este orden: a) Peatones; en especial personas con discapacidad y movilidad limitada b) Ciclistas; c) Usuarios del servicio de transporte público de pasajeros; d) Prestadores del servicio de transporte público de pasajeros; e) Prestadores del servicio de transporte de carga y distribución de mercancías; y f) Usuarios de transporte particular automotor y motociclistas. Aunque advierte a los ciclistas que no deben usar las aceras y pasos exclusivos de peatones. Los automovilistas no deben transportar más pasajeros que los que indique la tarjeta de circulación, reducir la velocidad en zonas escolares, no se debe participar en arrancones (carreras clandestinas), subir o bajar personas en carriles centrales, estacionarse en los cajones reservados para personas con discapacidad. Las motocicletas deberán utilizar un carril completo (es común escuchar que los motociclistas se ufanan de circular entre los automóviles para llegar antes que aquellos, deben llevar luces trasera y delanteras encendidas y utilizar casco. El transporte público no debe permitir ascenso o descenso de personas en el segundo o tercer carril y no debe llevar niveles de audio que resulten molestos. El revuelo que ha generado en las redes sociales este nuevo reglamento es que las multas por infracción, aumentaron hasta en un 400%, conductores consideran que es un salvoconducto para las “mordidas” (dinero que ilícitamente se otorga a un policía, para que éste no ponga la multa y deje ir al conductor que cometió la infracción).
Yo lo que me pregunto es ¿acaso ese reglamento no dice lo que debimos hacer siempre?
Todo ciclista siempre debió ir en el sentido de la calle y no invadir los pasos peatonales, los conductores nunca debieron invadir las ciclopistas ni usar el teléfono para hablar y menos andar enviando mensajes mientras conduce, yo sin ser policía, siempre tengo el impulso de decirle a los motociclistas que el casco no se lleva colgado en el brazo, que valoren más su cráneo que su codo. Que no hay justificación para utilizar los lugares para discapacitados, ni para invadir entradas y salidas, no invadir los pasos peatonales, no usar sentido contrario ni por un poquito, todas esas conductas traen terribles consecuencias, todos los conductores que pasan por los derechos de los demás, deberían un día estar del otro lado y conocer lo que es que te bloqueen la salida de tu auto, que lleves alguien en silla de ruedas y no puedas bajarlo del auto porque los cajones normales no dar espacio suficiente para abrir completas las portezuelas, que se enteren de alguna de las miles de historias de motociclistas que hoy ya no pueden caminar por su desdén a los límites de velocidad o al uso de casco.

Esta mañana quise sacar mi coche y estaba un autobús bloqueando mi puerta, tuve que pedirle que se moviera y el conductor se molestó, a esas horas con la tolerancia al 100%, no parecía importante, luego en la calle de atrás un vehículo pasaba en sentido contrario y como nos encontramos de frente, puso luces altas, hizo sonar su claxon y se enojó por que tuvo que esperarse hasta que yo pasara y los demás vehículos que venían en sentido correcto, más adelante un motociclista golpea mi espejo retrovisor porque iba pasando entre los autos en movimiento y al llegar al semáforo en rojo, el vehículo de atrás empieza a sonar su claxon para que me pase el alto porque aparentemente no hay vehículos en los carriles de intersección, cuando al fin podemos circular, un autobús se detiene frente a nosotros para que bajen y suban personas, lo que nos hace esperar otro turno del semáforo, no vale la pena ni reclamarle porque la música que trae suena como si hubiera una fiesta en la esquina y no es uno, sino una fila de autobuses en primero, segundo y tercer carril. Exactamente cuando ya puedo avanzar, se cruza un ciclista, sin casco, y tengo que frenar, él también y la pérdida de tiempo hace que me quede en mitad del carril cuando ya se mueven los autos que vienen a mi izquierda y todos me dicen groserías, las cuales tampoco se escuchan con claridad porque no dejar de pitar. Cuando al fin pasa el ciclista con cara de superioridad moral, los peatones ya bajaron de la banqueta y tengo que detenerme para que pasen. Logro dejar atrás esa esquina y a media cuadra hay gente que se cruza corriendo, ya casi para terminar mi recorrido, paso por un cruce de una callecita, adelante veo que cruza un vehículo delante de mí y enseguida otro del otro lado y me digo - aunque ya no está el letrero de “uno por uno”, qué bueno que la costumbre permaneció, pero cuando es mi turno, el taxi de la perpendicular acelera y por poco colisionamos, alcanzo a frenar y él a soltar su retahíla de palabras altisonantes…… llego a casa y el muchacho que pasea a su perro bóxer espera a que termine de defecar y ¡se va! Le pido que sea responsable, que recoja las heces de su perro y me dice que ya lo sabe, doy la espalda y se vuelve a ir dejando la mitad, le dijo que no sea irresponsable y me grita que no es irresponsabilidad, que se rompió su bolsa de plástico, al fin recoge todo y se va enojado, lo bueno es que ya vienen los barrenderos, (servicio público de limpieza de las calles), pero veo que sólo desplazan la basura hacia la pared, empujándola hacia los arbustos, le pido que no deje ahí su basura y me dice que a él le toca barrer, no recogerla….. (esto hasta lo puse en vivo por periscope.tv), no es que yo sea nuevo,  es que me resisto a la complicidad de ponernos todos de acuerdo en no cumplir las normas, ante lo que llaman un vacío de autoridad.



Imagen tomada de http://www.comunidadvialmx.org/uploads/2015/09/18/Nota05_CVMX_peatones.png

Esta enorme ciudad pasa ahora por una crisis de movilidad y trataré de explicar la cadena de eventos que nos llevó hasta este punto: hace casi 20 años, para mitigar los elevados niveles de contaminación, inició un programa voluntario denominado “hoy no circula”, así la gente ponía una calcomanía en el vidrio de su auto que decía “los miércoles no circula” adornado de un arcoíris, la gente que voluntariamente se apuntó, si necesitaba el coche rompía su promesa. Posteriormente se volvió obligatorio y fue obligatorio aún para los vehículos nuevos, aquellos que recién salidos de agencia contaminan menos que dos personas fumando, quienes estrenaron vehículo por los años 1991-1994, tenía que guardarlo un día a la semana. El programa evolucionó y aparecieron los verificentros, pues ahora los vehículos tendrían que pasar por un análisis cada seis meses de gases contaminantes para que se les otorgara la calcomanía cero, uno  y dos, con la cero podían circular diario, con la uno, dejaban de circular un día, hubiera contingencia o no y con la calcomanía dos dejaban de circular un día a la semana, un día del fin de semana y dos días en caso de contingencia, ¿sencillo no?, al principio la gente tuvo que pagar y pagar multas por conducir el día que su auto no circulaba. 
Lo único bueno fue un comercial que tomaba una pegajosa tonada de una canción que se llama “De colores” (de colores, de colores se visten los campos en la primavera…… y por eso los grandes amores de muchos colores me gustan a mi), pero cambiaron la letra para aprenderse qué día no se circula de acuerdo al color de la calcomanía:
De colores: (Lunes amarillo, martes el rosa, miércoles rojo, el jueves el verde y viernes azul, con acompañamiento de mandolinas y guitarras como la original) confieso que aún la canto cuando tengo duda de los días que circula uno u otro coche.


Imagen tomada de: http://www.unioncancun.mx/sites/default/files/styles/galeria/public/principal_hoy_nocircula_1.jpg?itok=J9aXaCFi
En fin, en esta cadena de eventos, posteriormente se abrió la posibilidad de la calcomanía doble cero, así los automóviles sin kilometraje, recién salidos de agencia, obtenían dicha calcomanía y podían circular diario sin necesidad de verificar sino hasta dos años después y obtener calcomanía cero durante sus primeros 10 años. Esto incentivó la compra de vehículos nuevos y las agencias automotrices agradecieron mucho el crecimiento de sus ventas, pero (siempre hay un pero), quienes no podían comprar auto de agencia (hay que anotar que un auto de agencia llega a costar hasta un 40% que un vehículo del mismo año, pero vendido por particulares) se compraban un segundo y hasta un tercer vehículo con varios años de antigüedad, al fin de cuentas el auto principal no circulaba un día y el segundo auto se utilizaría exclusivamente como sustituto. Y así hubo familias que empezaron a tener varios vehículos aunque algunos no los necesitaban más que comodín, para el día que el otro no circulaba. Luego, a principios del año 2015, se tomó la medida de que autos con antigüedad mayor a quince años no circularían dos sábados al mes y con esto se consiguió que autos que no se encontraban en buenas condiciones fueran rematados, es decir, vendidos a precios muy inferiores a su valor. Con esto en lugar de reducir el número de vehículos en la ciudad aumentó porque aquellos que nunca habían podido adquirir auto, por fin los encontraban a su alcance, (esto da para otro escrito completo, pero tener auto ha sido una cuestión de estatus y hasta aspiración o requisito para quienes experimentan progreso económico,( ver http://jesusorduna.blogspot.mx/2014/12/el-talisman-de-la-felicidad.html ) el Presidente Fox que gobernó en el año 2000 a 2006, tenía el dicho que todos en el País debería tener “su vocho y su changarro” vocho se le llama al vehículo alemán que fue puesto al alcance de las masas y changarro, se refiere a negocio propio). El siguiente evento de esta cadena, tiene que ver con una iniciativa bien intencionada al principio que promovió que la antigüedad no debería ser el criterio para que un auto no circule diario, sino que deberían ser evaluadas las condiciones mecánicas y sus niveles de contaminación, si pasa la prueba, no importa que tenga 25 o 30 años podrá circular diario. Y así fue, bimestre tras bimestre, se fueron poblando las calles de autos de modelos antiguos que portaban la calcomanía cero, para este fin de año prácticamente todo el parque vehicular de la ciudad, y sus alrededores llamada megalópolis, circulan, y es que en la bienintencionada iniciativa legislativa, se pasó por alto que los verificentros son un nicho para la corrupción y que las medidas como calcomanías infalsificables, fotografía de las placas, video del proceso de verificación, etcétera, han sido insuficientes para abatirlas malas prácticas y si bien, antes solo tenían oportunidad de calcomanía cero los autos con menos de nueve años de antigüedad, ahora todos pueden acceder a la misma, ya sea con un auto en buenas condiciones o con un contacto y una buena propina  (ver http://jesusorduna.blogspot.mx/2012/11/el-circulo-perverso-de-la-propina.html ) al operador del verificentro.


Y así inicia este fin de año como si estuviéramos en el mundo del revés.

martes, 20 de octubre de 2015

y el Otoño se instaló

Cierta vez abrí la ventanilla del auto para que se reciclara el aire, empezaba el otoño y más que recircular el aire, el otoño se instaló.

No dejo de pensar cuando se referían a ciertos actores de mediana edad como galán otoñal, como ese ex guapo maduro al que las canas le restituyeron sex appeal. Pero en aquellos primaverales años, el término me parecía tan lejano como paleozoico, mesozoico y cenozoico (palo, mesa y ceniza) o como la fecha en que nuestro sol se convertirá en hoyo negro, para atrás o para adelante da igual, hay tanta distancia en años que de algo estamos seguros, no la conoceremos, nuestros abuelos no lo conocieron y nuestros nietos no lo conocerán, ese presente atemporal es un estado de confort perenne y prometedor.
Pero ese día, cerca de las 6:30 de la tarde, abrí la ventanilla del coche y no entró un aire solo refrescante, se quedó el otoño, no en el coche (ese ya se vendió http://jesusorduna.blogspot.com/2014/12/el-talisman-de-la-felicidad.html ), se quedó en la quinta década de vida, no cumplía 50, sino 40, no es un juego matemático pero la quinta década de la vida la inicia uno a los 40 (la primera se inicia al primer año, la segunda a los diez años, la tercera a los 20, la cuarta a los 30 y la quinta a lo cuarenta, es el mismo razonamiento del Y2K o año 2000 para quienes recuerden la discusión, el siglo no inició en el 2000 sino en el 2001, pues en el 2000 terminaba la década de los 90’s y todo parte de que no existió año cero).



El otoño se instala cuando las hojas comienzan a cambiar de color, se aclaran los colores intensos y terminan por caerse las hojas de los árboles caduciformes, el clima ya no es caluroso, más bien inicia un clima frío (clima frío si fuera el personaje de una película es aquel que tiene cierta palidez en el rostro, que cuando habla emite un poco de vaho y está con las palmas de las manos a punto de la frotación o saturando de abrazos el libreto, sus ropajes entre gris Oxford y ocres, de talla suficiente para cubrir a una friolenta damisela o suficiente bufanda para atarla a los dos cuellos en un inevitable contacto cheek to cheek (así como la canción “Lady in red”: There's nobody here, it's just you and me, it's where I wanna be).

El otoño inicia con el equinoccio al final del verano y termina con el solsticio invernal, algo así como el último orgasmo de la estación del calor y hasta el intenso siguiente que compensa la venida del frío. En otoño, la caída de las hojas, es un ciclo de renovación, los árboles sin pudor se muestran desnudos, es como el mecanismo de la naturaleza para que puedan ser apreciados en su fortaleza oculta y su orgulloso “nada que esconder“, sólo es un giro en el ciclo, (http://jesusorduna.blogspot.mx/2014/10/cerrar-ciclos-o-recorrer-la-eterna.html)  para llegar renovados a la siguiente primavera y sean doblemente apreciados sin dos caras, sin falsas caretas, sin expectativas de ser más frondosos o más fructíferos, sino apreciados en su justa dimensión.
Para el otoño, las simbiosis entre árboles y flores, toman un matiz de maduración y de equilibrio delicado pero duradero, ya no son las margaritas y enredaderas, las que se trepan y en su exuberante atractivo, toman parte de la savia del árbol, ahora son flores como áster, como bignonia, que son resistentes, adaptadas al frío, ya no cubren como alfombra todos los jardines, sino que se establecen cerca de los árboles temporalmente deshojados sin deshidratarlos y aceptando el dibujo o cicatrices de la corteza. Así son los ciclos naturales, fuertes e intempestivos en primavera, exuberantes en el verano, al desnudo en el otoño y tan resguardantes como solidariamente abrigadores para el invierno. Meras coincidencias.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Terremoto de 1985, ya nada es igual.


Eran los años ochentas, nos encantaba hacer chistes sobre la contaminación ambiental, pero nada hacíamos al respecto, nos entretenía hablar de desastres naturales, pero vivíamos al límite, apenas se empezaba a hablar de una enfermedad llamada SIDA, pero antes que prevenir, se hizo una canción, y así le cantábamos al SIDA igual que años después al chupacabras, era nuestra zona de confort, nuestra cómoda situación,  a poco tiempo de que México sería sede del mundial de fútbol y las devaluaciones del peso parecían anécdotas de conceptos macroeconómicos que poco nos impactaban en el bolsillo, en la vida diaria, (estábamos a ocho años de que se le quitaran tres ceros al peso, así que hablar de comprarse un libro de doscientos cincuenta mil pesos, no sonaba oneroso), la conciencia colectiva pues, andaba por pasar de la inocencia de la infancia al choque con la realidad del adolescente. Precisamente fui de esa generación que la adolescencia nos tocó vivirla en los años ochentas, así una mañana de un día, de un mes casi cualquiera, nos despertamos con una agitación de la tierra, el temblor de las 7:19 de la mañana del 19 de septiembre de 1985. De mi experiencia personal, no hay mucho qué decir, iba yo en el segundo año del bachillerato en el CCH Sur de la UNAM y faltaba una o dos semanas para que iniciaran las clases, así que ese día sin necesidad de levantarme temprano, sentí el temblor en mi cama individual y luego de escuchar alboroto y susto de mi madre y hermanas, abrí grandes los ojos, esperé a que pasara y como se fue la luz, me acomodé de nuevo y seguí durmiendo. La fortuna de vivir en el sur de la Ciudad de México a unos metros de la Ciudad Universitaria de la UNAM, nos dio esa firmeza de un suelo formado por sólida roca volcánica. Como adolescente de vacaciones que eran mis circunstancias, me desperté cerca del mediodía y quizás esa fue la última siesta tranquila de mi vida. Mi despertar se había unido a un despertar de toda la gente, la sociedad, la conciencia colectiva.

Al regresar la energía eléctrica y poder encender la radio o la televisión, empezaron a salir datos, que confirmaban los rumores de la gente en la calle:

Tembló muy fuerte: (terremoto de 8.1 grados Richter)
Se cayeron muchos edificios ( 757)
Hay muchos edificios dañados ( 1,381)
Se afectaron escuelas (1,294)
Se rescataron personas vivas entre los escombros (4,000)
Hubo miles de muertos (Indefinido, aunque oficialmente se manejaron de seis mil a siete mil)
Se esperaba una organizada y protectora acción de gobierno (nula)

Más de un día después apareció en medios el presidente Miguel de la Madrid Hurtado  a dirigir unas palabras (“la desgracia nos ha rebasado”), años atrás cuando hacía campaña para la presidencia y todas la paredes de la ciudad se tapizaron con las siglas MMH, sus opositores decían que eso significaba Muerte, Miseria y Hambre.

Ante el vacío de autoridad, la gente no tuvo más opción, ni más herramienta que sus manos, y quienes ya estaban cerca del centro de la ciudad, no esperaron a llegar a sus trabajos, escuelas, casas, al ver los edificios caídos y sabiendo que no había rescatistas que buscaran a las personas debajo de los escombros, se unieron para levantar los fragmentos que era posible levantar, para ayudar a salir a quien estuviera en condiciones y recuperar los cadáveres de quienes ya no.

Aparecieron toda clase de historias, leyendas, fantasías y realidades, una realidad: costureras que trabajaban en condiciones inhumanas, quedaron atrapadas, entre otras  razones porque el capataz de la fábrica cerraba por fuera para que no se salieran de sus trabajos, leyendas como que en un CONALEP del centro de la ciudad, hubo al menos dos grupos de alumnos que un maestro condujo fuera de sus aulas, apenas iniciado el sismo, los puso a salvo antes de que cayera el edificio, pero nadie recordaba de qué maestro se trataba, ni conocido les había parecido, concluyeron que fue un Ángel que los ayudó. Se afirmó con tendencias conspiracionistas que hubo avistamientos de objetos no identificados sobrevolando el cielo.

El sismo derribó al menos dos hospitales el Juárez, el Hospital General y parte del Centro Médico Nacional Siglo XXI, de ahí quizás lo más emotivo y esperanzador para los rescatistas fue recuperar con vida de los niños milagro, aquellos bebés que días después de estar bajo los escombros, lograron sobrevivir, y año con año, en cada aniversario aparecían en televisión con sus respectivas familias adoptivas, hoy tienen 30 años de edad y National Geographic acaba de hacer un documental sobre el sismo y el seguimiento a esos niños milagro.

Cada vez que rescataban personas con vida, se celebraba al menos con aplauso en medio de aquella tragedia, estaban también aquellos que declaraban haberse rehidratado con sus propios orines. Y ya en el terreno de las leyendas urbanas, se nos dijo a muchos adolescentes que no anduviéramos en la calle, que el ejército estaba llevándolos a hacer trabajos forzados removiendo escombros. Que el ejército resguardó algunas áreas de departamentos para que no siguieran buscando sobrevivientes y declarar muertos a todos los demás, que las ayudas internacionales, por corrupción no llegaban a los damnificados, que no se hicieran donaciones en centros de acopio oficiales, había mucha desconfianza hacia el gobierno. Surgieron los “Topos”, rescatistas que entre la improvisación, semi-organización y corriendo todo tipo de riesgos, se aventaron a escarbar y rescatar víctimas y sobrevivientes, hoy son reconocidos internacionalmente y han participado en rescates por sismos y derrumbes por todo el país y en catástrofes de otros países.

Ese sismo y su réplica de 7.3 grados a las 19:37 del día siguiente, sacudió conciencias, le hizo darse cuenta a la población que es posible organizarse y no esperar todo de “papá gobierno” término ampliamente utilizado anteriormente, a partir de un sentimiento casi desconocido que permanecía adormecido llamado solidaridad, el  ejemplo más sonado por tratarse de una celebridad fue el tenor Plácido Domingo, quien con un casco de obrero y camisa empolvada, pedía que no le quitaran tiempo entrevistándolo, que lo dejaran trabajar removiendo escombros, pues parte de su familia debía estar debajo y no sólo por su familia, aquello que hacía por los suyos, lo hacía por los demás, el reportero alcanzó a preguntarle si no corría peligro su voz, qué tal que ya no pudiera volver a cantar y Plácido Domingo, respondió que no le importaría.

Solidaridad se define como “Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros”, así que ahí donde se veía la tragedia, la catástrofe, la desgracia ajena, dejaba de ser eso, ajena, se volvía propia.

Imagen tomada de http //static.adnpolitico.com/media/2012/03/20/terremoto-1985-6.jpg


Los días pasaron, los casos de rescates con vida fueron aminorando, las noticias alcanzaron a mostrar una retroexcavadora que allá por el cerro del Chiquihuite al norte de la Ciudad hacía una fosa monumental para depositar los cadáveres de miles que ya no era posible identificar.

Hubo qué reconstruir el centro de la Ciudad, demoler los edificios que representaban peligro, se construyó la Plaza de la Solidaridad ahí donde estuviera el Hotel Regis junto a la Alameda central. Y surgieron organizaciones sociales, gobiernos de los estados recibieron a los “sin hogar”, principalmente Aguascalientes, Guadalajara, Querétaro (que sigue recibiendo migrantes de la Ciudad de México, Hidalgo, Estado de México, Morelos, Tlaxcala, Puebla, área que pasó de ser la Ciudad de México y área conurbada para llamarse (excepto Aguascalientes y Guadalajara) la Megalópolis.

El término solidaridad, oportunistamente el gobierno federal lo manipuló y le llamó así a cuanto programa, obra y municipio pudo, pero el aprendizaje ya se había dado, el sismo, opacado un poco después por la fiesta del Campeonato Mundial de Fútbol, nos había dejado lecciones que ya no se olvidarían, tenemos la capacidad de organizarnos, no tenemos porqué depender completamente de la autoridad, que es posible participar y cuestionar las decisiones, que vivir en la zona de confort y en la superficialidad llega a costar la vida. Que debemos estar preparados porque los accidentes suceden y suelen ser impredecibles. Quizás en lo que más tuvimos que avanzar fue en sabernos vulnerables, pero no desamparados, la cultura de la protección civil nos ha permitido sobrevivir a otros eventos catastróficos, donde puede haber grandes pérdidas materiales, pero se reducen los riesgos en las personas.

19 de septiembre de 2015, han pasado 30 años, la naturaleza puede ser implacable, pero en nuestra naturaleza también está la supervivencia, la protección y la previsión. Ya nada es igual.


miércoles, 2 de septiembre de 2015

My Mr. Bean moment

Mr. Bean, se caracterizaba por ser tan ingenioso y poco convencional que caía en lo cómico, pero siempre salía adelante a pesar de estar a borde del caos:
Hoy por la mañana no pude desayunar. llegué a la oficina que afortunadamente si cierro la puerta nadie me ve y me dispuse a comer una sincronizada que traje, salí al microondas de la cocineta, la calenté unos 28 segundos y regresé a mi oficina, luego de darle la primer mordida, entró una llamada y se extendió porque teníamos que definir la línea a seguir en una próxima reunión, así que dí una mordida y ya se había enfriado, la sincronizada cuando se enfría cambia su consistencia, casi chiclosa, entonces pasé de contestar monosílabos a expresiones como "mmjmm", "ajá", "eh?", tengo mi cafetera dentro de la oficina, pero no tan cerca del teléfono, siguiendo en la conversación, quise servirme una taza de café y poder seguir conversando.... así que estiré el teléfono tanto como pude y con la otra mano cogí la taza, le vacié un splenda y serví café.... cuando levanté la jarra de la cafetera, se me ocurrió que si está caliente, puedo poner ahí la sincronizada y me ahorro regresar al microondas, así que antes de regresar la jarra, puse la sincronizada y el queso manchego volvió a tener una consistencia comible.... como la conversación telefónica seguía, regresé al monitor a consultar una fecha y le dí la espalda a la sincronizada en la cafetera, me dí cuenta y la volteé y casi me quemo los dedos (no puedo exclamar ¡ups!), regresé a la pantalla para terminar de afinar datos de esa próxima reunión y cuando quise volver a voltear la sincronizada, resulta que esta vez había transcurrido más tiempo que la vez pasada y la tortillina ya se había pegado a la plancha de la cafetera..... así que arranqué lo que quedaba de sincronizada (le dí otra mordida, obviamente) y ví que las cafeteras no incluyen teflón en la plancha para la jarra, se pegó ( y yo con una mano ocupada con el teléfono y tratando de seguir una conversación como si nada ocurriera), quiero mi sincronizada, pero tampoco puedo estar sin cafetera... tomé una servilleta de papel y traté de limpiar lo que se había pegado, me quemé la yema de otro dedo (y sigo sin poder exclamar ni ¡ups!), el residuo de la sincronizada se sigue poniendo café y ya no basta con raspar con la servilleta, entonces se me ocurre remojarlo con la taza de café que me acabo de servir, así que mi oficina empieza a sonar como freidora y se llena de vapor.... y yo sigo con los acuerdos a que esperamos llegar en esa reunión, entonces utilizo otras servilletas, ya mojado y casi hirviendo, sí se despega el residuo de sincronizada y lo quito, de la cafetera, con más servilletas limpio y seco el café y la servilleta mojada me quema las otras tres yemas de dedos que quedaban, escucho por el teléfono: "Así quedamos y allá nos vemos licenciado". Cuelgo y le doy otra mordida, pero el residuo que se despegó sabe a queso y tortillina con café seco...... luego de la equivocación, me llevo otro bocado de sincronizada que ya se enfrió otra vez, momento en el que empieza a sonar nuevamente el teléfono. De plano, si no desayuno otro día, me traeré un sandwich.


Imagen tomada de http://mpora.com/articles/23-signs-youre-outdoors-adventure-type-living-city#sz47SjRmpERCbVzD.97



miércoles, 26 de agosto de 2015

Tomatina Catártica

Recuerdos de la fiesta que aun no he ido

“ - Este año otra vez me dieron ganas de ir a París
  - ¡Ah! ¿Fuiste a París el año pasado?
 - No, el año pasado también me dieron ganas.”

Existe una fiesta de la que tengo recuerdos aunque nunca he ido, ¿qué otra cosa son los recuerdos si no imágenes mentales asociadas a estados de ánimo?, así que uno puede tener imágenes mentales de una fiesta a la que no se ha asistido, así el pensamiento lanza su venganza a la traicionera memoria que ha borrado imágenes de hechos que sí sucedieron.

Cada vez que me entero de la fiesta de la tomatina en Buñol, Valencia, España, se me antoja ir, es más se me antoja armar mi propia tomatina en las estrechas calles de Copilco en el D.F. donde viví mi infancia y adolescencia.

Hace un par de años, puse un tuit, luego de recorrer los pasillos largos del conjunto donde se encuentra mi oficina, donde te encuentras las rutinarias miradas y los huecos saludos de las caras conocidas que generalmente no asocias al 100% con sus nombres, es decir, ves a licenciado de la barbita y las corbatas opacas o al arquitecto de las corbatas floridas y el cabello peinado como de estética o a la secretaria que se arregla como si estuviera rumbo a un casting para una película hollywoodense, pero también a la otra que desde los años 80’s se resiste a cambiar su peinado, o al que va a la oficina como chavorruco (a sus casi 50 no se ve bien con los jeans coloridos que usan hoy los preparatorianos que llegan en motocicleta). Cuando ves ese desfile de personajes y algunos te saludan por compromiso, otros con una cercanía inusitada acompañada hasta de abrazos, pero otros que se incomodan desde 20 metros antes del encuentro y mandan un gesto como de “ah, es verdad, te conozco, buenas tardes”. Hay quienes ni la mano te ofrecen, más bien su saludo es como si te señalaran, o apuntaran con una pistola. En fin, el tuit decía algo así como “Me gustaría organizar una tomatina, para que en lugar de saludos falsos y hostilidades contenidas, pudiéramos lanzarnos un tomate en mitad de la frente.” Uno de los comentarios a mi tuit alarmaba a una de mis amistades, diciéndome que no parecía yo tener esas agresiones contenidas.

Y como twitter no da mucho para argumentos sino sólo para ideas, ya después desarrollé la idea de que no era una cuestión de agresión sino de catarsis, desahogo pues. Uno se cansa de mantener siempre la pose y ceremonia entre los conocidos (conocidos es un grado anterior a los amigos y la mayor parte nunca se gradúan), que no con los amigos, esos especímenes escasos con los que si tenemos tensión, bien nos podemos dar unas palmadas en la espalda o decirnos de frente que algo nos cae mal y hasta confiarles que hoy no tenemos ganas ni de saludar a nadie y sin rencores, nos veremos la próxima con gusto.

Nunca he ido a la tomatina, ni a los San Fermines, en México tenemos cientos de fiestas y ferias más, como por ejemplo las Huamantladas en Tlaxcala para que no añoremos las Pamplonadas y un sin fin de exposiciones, especialmente gastronómicas. Pero no deja de inquietarme la tomatina, un evento catártico, donde sales a tus calles y dispones de toneladas de tomates maduros (150 toneladas en el año 2015, en su 70 aniversario) para aventarlos a los demás y dejarlos nadando en un caldo rojizo. Y donde recibirás también tomates que se harán puré en tu frente, espalda, nuca, hombros, tengo tantos recuerdos de organizar mi imaginaria tomatina, en las calles de Copilco, donde le aviento un tomate en la cara al vecino que me ganó en las carreras de bicicleta durante las fiestas de San Alberto Magno, otro tomate para el que le lanzaba piropos a mi hermana, o al de la tienda que una vez se burló porque no pronunciaba yo correctamente lo que estaba pidiendo, aquella comadre que una vez hiciera comentarios de mi madre, o al par de imprudentes que una vez golpearon uno de a mis hermanos menores y me hubiera gustado organizar una tomatina la vez que participé en una obra de teatro seria en la iglesia y escuché risas durante mi participación. Una tomatina también para aquella supuesta brigada médica que una vez llegó a la colonia en tiempos electorales y que a los que tenían obesidad les recomendó consumir alimentos naturales como amaranto y miel, a los que la desnutrición les afectaba le recomendaron amaranto y miel y a los que tenían síntomas de diabetes, les recomendaron amaranto y miel y a los que se quejaban de dolores de cabeza o de infección estomacal, les recomendaron amaranto y miel y cuando se levantó la carpa de servicios médicos gratuitos, se fue también el puesto de amaranto y miel que se había instalado al lado.

Imagen tomada de http://www.levante-emv.com/sociedad/2015/08/26/tomatina-record/1306869.html

Una tomatina catártica completa debería ser como una página a la que se le da la vuelta, los vecinos de Buñol, se organizan para limpiar milimétrica y obsesivamente sus calles una vez terminada su fiesta, así hubiera sido con mis vecinos, al día siguiente con las calles y banquetas impecables, no habría reclamo por haberle dado con un tomate en la frente, siempre nos quedaría la tomatina del año siguiente para desahogarnos otra vez.





martes, 11 de agosto de 2015

Corazón roto, los fragmentos aún existen

Cuenta la historia que el joven romántico y enamorado, luego de un tiempo de sentirse en las nubes por saberse correspondido por la hermosa doncella, un día fue aterrizado y pasó de poner los pies en la tierra, a reptar por el infierno, la doncella había dejado de corresponder por compasión al encendido enamoramiento del joven.

No sólo tenía malestar por ya no estar con su amada, sino por confirmar sus sospechas de nunca haber sido amado, sino correspondido por compasión.

Primero sintió un malestar físico, una nauseabunda sensación de descontrol y que su cuerpo no respondía, ni su atlética complexión, lo mantenía siquiera de pie. La resequedad de los labios que ningún manantial lograba saciar y ese frío de la piel que ni todas juntas las horas de sol lograban templar. Dejó de sentir hambre y el sueño tampoco llegaba. Una noche oscura que dormitaba, pues ya no conseguía dormir una hora continua, sintió un leve soplo que parecía enfríar aún más la palma de su mano izquierda, que empezaba a acostumbrarse a sentirla adormecida y temblorosa, ese viento casi imperceptible, le había llevado un pequeño papel, un trozo apenas, cual recorte de una carta con caligrafía antigua y tinta casi corrida, se leía exclusivamente “sientes roto el corazón, más no te desanimes, los fragmentos aún existen”.

La hechicera del origen de los tiempos, aquella que ya existía antes que el mundo y que tuviera fama de curandera de los más difíciles casos, asediada por ricos y pobres, injustamente acusada por algún caso sin éxito y sin ser valorada por los cientos de personas milagrosamente curadas, aquella que un día se quiso apartar de la vista de todos y que sólo a la distancia su legado fue poco a poco revalorado, hoy le mandaba ese mensaje, sin afán de ser escuchada en persona, ya no era importante para ella el reconocimiento, sólo la oficiosa vocación de ayudar a los más desvalidos. Todo poder tiene límites y el de la Hechicera del origen de los tiempos era que no podía ayudar más allá de lo que el mismo menesteroso tenía la capacidad de alcanzar por sí mismo.

De tal forma que la Hechicera del origen de los tiempos, directamente daba agua al sediento que ya no podía dar un movimiento más, o hacía aparecer un puente al viajero impertinente que podría morir por los peligros de su lado del río, pero si el viajero había sido precavido y además era habilidoso, su ayuda debía llegar sólo a aportarle madera y quizás algunas sogas para que él mismo construyera, porque era capaz de hacerlo, su propio puente y salvar de todas maneras su vida, aunque esa  ayuda menor, lo pusiera en mayor riesgo. La ayuda de la Hechicera del origen de los tiempos no podía convertirse en un obstáculo para su crecimiento y aprendizaje.

Así que no podía ayudar a reparar el corazón del joven romántico, solamente darle alguna pista, que mantuviera viva la esperanza, pues ese joven romántico poseía habilidades y capacidades nunca vistas en sus similares. No por nada, la doncella lo había escogido al admirarlo y reconocerle inusitados potenciales, más no por eso llegó a enamorarse.
“Sientes el corazón roto, más no te desanimes, los fragmentos aún existen”, era todo lo que el joven romántico podía leer en aquel trozo de papel de tinta casi corrida y tendiente a borrarse, no podía recibir más ayuda.

Parte de las habilidades, capacidades y sabiduría en formación del joven romántico, era reconocer que nadie posee la verdad absoluta y que, en gran parte, sus logros, no eran más que cristalización de enseñanzas de sus mentores, así que después de leer el mensaje de la Hechicera del origen de los tiempos, sin enterarse jamás de que ella se lo envió, se sacudió el polvo, bebió de su agua y se permitió un generoso desayuno, lo único que sabía era que iniciaba un largo camino, un trayecto que lo podría conducir a reunir los fragmentos, a superar un corazón roto.

Esta historia terminaría aquí, si el joven romántico hubiera sido menos avezado, menos intrépido y de reducido entendimiento, pues los límites de la Hechicera del origen de los tiempos no le hubieran impedido, como en otras ocasiones, con vulgares plebeyos, reparar sus corazones rotos, con líquido tibio de oro y bronce, ese remedio que recorre las cuarteaduras y las sella de forma que no terminan de resquebrajarse y las mantiene adheridas más poderosamente que antes de romperse. Pero aquí no era posible tal remedio, el Joven romántico debía hallar su propia solución.

No lejos del hogar que tuvo que abandonar, habitaba el herrero de la comunidad y al mismo le preguntó lo que en adelante tantas veces se escucharía de su amable y aterciopelada voz:  ¿Cómo puedo unir los fragmentos de un corazón roto?
El herrero no dudó, en dar la explicación desde su peculiar punto de vista: - no hay material que resista una bien dirigida dosis de calor, ni fuerza que pueda partir de nuevo un sello bien forjado, te conozco amable joven romántico, tu corazón requiere de calor, mucho calor, y ese te lo pueden dar las demás mujeres, búscalas, déjate querer, quiere, únete a una o más, recibe el confort y calor que todas ellas te proporcionarán, los fragmentos se fundirán y tendrás de nuevo un corazón de una sola pieza, reducido quizás de tamaño, pero fuerte, blindado, impasable a las heridas, hazme caso, eres apuesto y las mujeres no se resistirán, ellas son tu solución.

¿Reducido en su tamaño? El joven romántico, agradeció el animoso consejo del herrero, pero no podía dejar de pensar en que un corazón más pequeño y blindado, no es lo que querría para el resto de sus días.

Más adelante, afanoso y ufano del aroma del pan recién horneado, un enharinado y bonachón panadero tarareaba alegres canciones mientras acomodaba algunos panes en su vitrina, el joven romántico, sin sentirse satisfecho con el mensaje del herrero, se atrevió a cuestionarlo, quien sin dejar de entrar y salir, ni silbar la misma melodía que tarareaba hace unos instantes, le dijo deteniéndose unos segundos: - dulce, no tienes más que endulzarte la vida, el dulce es esa sustancia que da sabor a la más amarga existencia y que su consistencia, de forma flexible, une las partes que se han separado, con dulce, caramelo y crema batida, tu perspectiva del mundo cambia, nadie puede estar triste si el dulce es su sabor  predominante, así como la vida no espera, el dulce tampoco, lo que tengas que hacer hazlo ya, nunca dejes el dulce para mañana, ya que se puede endurecer,  sonríe, enfiéstate, canta, baila, goza, disfruta, no pierdas el momento, la solución está al alcance de tu mano y es ¡inmediata! Y así como si siguiera una interminable coreografía, el panadero, regresó hacia sus hornos,  donde su canto no se apagó, sino al contrario, se escuchó con resonancia y eco cual si fueran arreglos corales.
-¿Inmediato o se endurece? No quiero eso para el corazón-. Sacudió la harina de las suelas de sus zapatos y caminó un poco más. A dos puertas de ahí se encontraba la licorería, ese olor penetrante y embriagante del alcohol y el concierto asíncrono de botellas y vasos que se topan entre sí, le llamó la atención y quiso entrar, el hombrecillo de baja estatura, cabeza calva y bigote fino que se encontraba atendiendo, puso a su alcance la primera copa, le dijo –te ves acongojado, yo eso lo descubro a metros de distancia, ¿qué te trae por acá?, bien sé quién eres, pero jamás creí tenerte como cliente… sin mayor reflexión, el  joven romántico, sintió que el hombrecillo aquel con su directa amabilidad, se ganó una indudable confianza y le expuso su penar: “cómo se unen los fragmentos de un corazón roto”, -ajá! Dijo el hombrecillo detrás de la barra, has llegado a solicitar uno de los servicios en los que mejor me desempeño, si  yo te contara cuántos cabizbajos como tú, cruzan esa puerta siendo otra persona, si supieras el poder del olvido y cómo tengo yo una  fórmula infalible,  científicamente desarrollada, en la que hay una relación directamente proporcional entre el grado de dolor que puedas experimentar el grado de alcohol que requieres para olvidar… ¿Olvidar? – interrumpió el joven romántico, no, no esperaba que mi solución sea el olvido. -¿Cómo no? Continuó el hombrecillo detrás de la barra a quien se le agitaban los finos bigotes cada vez que volteaba al exhibidor y ponía otra botella de licor, como si estuviera preparándose para mezclar una fórmula química de dosis precisas y delicados  ingredientes, si tu dolor es mucho, podemos ir probando gradaciones menores y  tú mismo me dirás cuando tu resistencia vaya cediendo, entonces el olvido, quizás no te sane, pero olvidarás que llevas roto algo en tu interior, toma, llega al fondo de esta copa de un solo golpe y sin respirar…….

¿Olvido? Lo siento mi estimado y dedicado amigo, no es olvido lo que busco, no quiero olvidar los buenos tiempos, si mi doncella me amó o no, viví despierto un sueño que siempre quise y que me hizo sentir pleno, entero, poderoso, completo, aunque ahora el dolor me tiene disminuido física y anímicamente, olvidar no es lo que quiero, agradezco tu buena intención y haber puesto a mi disposición toda tu experiencia, pero no, el olvido no es lo que necesito. El hombrecillo, le dijo, anda, entonces que encuentres en otra parte lo que buscas y aplicó para sí mismo el consejo: bebió de un golpe el contenido de la copa sin respirar.

El ensordecedor ruido de la maquinaria que trabajaba sin parar para fabricar hielo y el repartidor que lo golpeaba estratégicamente para formar cubos de tamaño parecido, se le cruzaron en su trayecto y luego de recibir una arenga por cruzarse en el camino de esos grandes bloques, el joven romántico se disculpó y le dijo al repartidor de hielo que estaba distraído a manera de disculpa, de forma tosca, el rudo repartidor, le dijo que qué es lo que podía distraerlo de tal forma que no reparara ni hacia dónde se dirigían sus propios pasos, el joven romántico que traía a flor de piel el sentimiento de búsqueda de solución, le planteó su padecer al repartidor de hielo, quien sin que se le pidiera directamente, le propuso una práctica solución: el hielo todo lo comprime y lo que ha estado fuera de su lugar, vuelve a encajar, vuelve a su tamaño y forma natural, incluso funciona con el corazón, mira, haz la prueba, toma este trozo de hielo (era un pedazo sin forma como del tamaño de su puño), ahora descúbrete el pecho y pégalo a tu corazón, sí ahí del lado izquierdo. Mientras el joven romántico le hacía caso a sus instrucciones (ya nada le parecía descabellado) el repartidor de hielo le dijo: los problemas del hombre están en su sangre, ser de sangre caliente sólo nos ha traído problemas, verás que sentir el frío del hielo nos da alivio, nos contrae los músculos, nos provoca una postura firme, sin miramientos a sentimentalismos vanos. ¿Ya sientes el poder del congelamiento?, el congelamiento alarga y hasta puede volver eternas las condiciones de un momento dado, hoy que te queda algo de fortaleza, algo de templanza y de serenidad, es el momento de congelar los sentimientos, de que no cambien de como se encuentran ahora, tu bien lo sabes, la carne, se descongela y si no se aprovecha en ese momento, no vuelve a servir. Has observado el lago cuando se congela? Se vuelve firme, duro, impenetrable, detiene el movimiento de las siempre inquietas aguas, otorga paz, serenidad, no hay cambio, han descubierto animales prehistóricos que tienen aún hierba verde en la boca, o sea que cuando se congelaron estaban comiendo y el poder del frío extremo lo conservó intactos. Esa es la solución, congelar, enfriar la sangre, evitar que todo cambie. En ese momento el joven romántico, tiró al piso lo que quedaba del trozo de hielo y le dijo al repartidor, ahora tengo sensación de frío y la palma de la mano entumecida, insensible. Exacto, dijo el repartido de hielo, ya está haciendo efecto nuestra solución, si dejas de sentir, te deja de doler, entras en un estado en el que te quedarás sin que cambien las cosas, donde tus males no se agravarán.

¿Sin cambios?, ¿Insensible?, así no lo deseo, ¡no quiero dejar de vivir!, el repartidor de hielo, retomando su herramienta para partir los grandes bloques, le dijo sin manifestar siquiera molestia, pues anda tu camino, que aquí nada has querido aprender.

El joven romántico siguió su camino por horas, días, semanas, meses, algunos periodos no tenía nadie a quien comentarle su pena, otras veces consultaba a dos o tres personas sobre lo suyo, así conoció al grupo de mineros que le decían que el corazón roto era una gran suerte, que sólo rompiendo lo exterior, podría obtener lo valioso del interior. El pastor que le explicaba cómo el corazón es una fiera salvaje que se debe domesticar y que al obedecer a su amo, nunca más causará dolor, pues no hará nada que no esté estrictamente puesto en su rutina. El pescador que durante semanas lo llevó en su barca y le explicó que el corazón es como un cardumen que no necesita están completo para ser sustancioso y suficiente. El campesino durante toda una temporada le explicó la trillada lección de que lo que siembras es lo que cosechas y que un corazón roto, no es el fin del mundo, que muchas veces se ha perdido la cosecha y la generosa tierra te vuelve a dar la oportunidad. Una vez encontró en su camino a un ermitaño que le dijo que alejarse de todos es la mejor manera de prevenir la ruptura del corazón, que también así puede evitar el pago de impuestos y no hay obligación de saludar al vecino ni estar pendiente de las historias aburridas de las demás personas….

Pero se encontró con el anciano ciego que sin ser un mendigo ni pedigüeño, pasaba largas horas sentado en la banca de la plaza principal, escuchando historias y conversaciones de las personas que ya ni se preocupaban por hablar alto en su presencia o proximidad, con la seguridad de que el ciego nunca sabría a quien adjudicar las historias escuchadas. Sin embargo el anciano ciego, había vivido toda su larga vida en la comunidad y sabía perfectamente por un bien desarrollado oído, quienes eran los habitantes, sus hijos, nietos, tenía la forma de enterarse de nacimientos, fallecimientos, bodas, mayorías de edad, negocios, historias felices y trágicas, y así como nadie podía ver a la Hechicera del origen de los tiempos, él, gracias a su sentido sobre desarrollado del oído, podía detectar su presencia, no su presencia física, esa estaba fuera del alcance de todo mortal, sino las acciones en las que ella estaba involucrada, así que cuando el joven romántico regresó exhausto de su largo y al parecer, improductivo viaje,  hablando sólo se puso a hacer un recuento de su andar:  el herrero me sugería blindar, el panadero, endulzarme, el hombrecillo de la licorería, me propuso el olvido etílico, el repartidor de hielo, pretendía que  me vuelva frío e insensible… el minero, el campesino, el pescador….. ante su lamento en voz alta, el anciano ciego, adivinando la intervención de la Hechicera del origen de los tiempos, a quien respetaba, aunque no siempre estaba de acuerdo con sus acciones, le dijo al joven romántico que se acercara, su débil voz que contrastaba con la claridad de sus palabras y la lucidez de su pensamiento, le dijo, he escuchado parte de tu historia y ni siquiera necesito que me cuentes más, puedo deducir hacia dónde se dirige. El joven romántico dio un sobresalto y le dijo, si lo sabes dímelo, llevo mucho tiempo tratando de encontrar una solución a este corazón roto. Ese mensaje que llegó a mí, me ha tenido pensando y buscando respuestas, al grado de que me he cuestionado su existencia, y he querido convencerme de que no fue real, que lo soñé y que todo este recorrido ha sido en vano.
El anciano ciego, con toda serenidad, le dijo –Nunca es en vano un recorrido. Sólo que muchas veces buscamos en otros la respuesta que ya llevamos dentro. Y muchas veces la falta de claridad nos impide encontrar la solución que está a nuestro alcance. Buscamos por todo el mundo y ante tanta riqueza de historias, experiencias y apoyos, nos abruma de tal forma que no vemos que la solución la llevamos con nosotros mismos.

El joven romántico que sin dejar de ser amable y respetuoso escuchaba al anciano ciego, comenzaba a sentir que perdía la calma y que se trataba sólo de alguien más que sugería soluciones desde un punto de vista cerrado y a partir de una experiencia única como todos los demás. Le pareció irónico que en su diálogo interno haya mencionada punto de vista (del anciano ciego) y para no dejar de ser amable, siguió escuchando.

El anciano ciego, que sabía perfectamente cuando la gente hace, gestos, pausas, cambia su respiración, sabía también que el joven romántico podía levantarse en cualquier momento y proseguir su camino, tan desorientado como llegó, así que hizo más directo su discurso: el mensaje que recibiste es de una sabiduría superior y no es tan directo como lo tomaste, pero tampoco tan confuso como para que sigas más tiempo dando tumbos. En realidad se te dijo que sientes  roto el corazón y uno debe dudar de lo que siente, nunca dar por hecho, ni verdad lo que entra por nuestros sentidos, lo que  escuchas, hueles, pruebas, tocas, sientes y ves (aunque esto último sólo lo supongo), ese mensaje no afirma que tengas el corazón roto, te dijo que lo sientes y es entendible que si sufriste una herida, te sientas despojado, traicionado, timado, abusado y usado si así lo crees, pero de ahí a que tengas el corazón roto hay una gran trecho. Ese mensaje lo único que te quiere decir es que no te sientas desanimado, es decir, que aún tienes alma, que conserves la esperanza y las ganas de vivir, pero más importante es que te dijo que los fragmentos aún existen y eso mi querido joven romántico es lo más importante. El joven romántico tragó saliva y con cierta agitación quiso preguntar por qué se trataba de lo más importante. Sin embargo, el anciano ciego, detectó su agitación antes de que emitiera palabra el joven romántico le dijo, ¿te diste cuenta de cuántas metáforas se utilizan para describir el corazón?, ¿notaste que cada quien, dependiendo de su oficio o sus circunstancias, creen que el corazón se cura o se repara de diferentes formas?, la clave está en que si los fragmentos existen, no tienes roto el corazón, puesto que si se hubieran desconectado sus partes, tu ya no tendrías aliento, son misteriosos los mecanismos que mantienen unido al corazón, no son de metal, ni de hielo, fuego o harina para pan. Lo que tienes es un corazón herido que necesitaba cuestionarse qué hacer, cómo levantarse, resurgir, saber que hay alternativas a la vida que creías que existía de una sola forma, junto a una sola persona, un solo estilo y únicas circunstancias, yo creo que este mensaje te lo ha hecho llegar una poderosa hechicera que ha existido desde antes que tú  y que necesitabas tomar la lección por tu propia búsqueda y con tu propio aprendizaje……..


El joven romántico, se levantó de la banca, agradeció al anciano ciego la claridad de pensamiento y haberle dado un poco de orden al caos de pensamientos que traía, pero la idea de una Hechicera que existió desde antes que él, ya le pareció descabellada, fuera de lugar y le hizo pensar que el anciano ciego tiene momentos de lucidez, pero ya estaba entrando en otro demencial.

El anciano ciego escuchó los pasos del joven romántico que se alejaba de esa banca en la plaza central y habiendo percibido la gesticulación e incredulidad, movió la cabeza de un lado a otro, diciendo para sí mismo. El aprendizaje llega, sólo cuando estás listo para recibirlo.

viernes, 24 de julio de 2015

Certezas, ese poderoso punto débil


Muchas veces me pregunto, qué es lo que hace que la gente tome aviones, se quede días en los aeropuertos, si las tormentas no les permiten emprender la ruta (generalmente) de regreso, o el camino al hogar.
¿Por qué simplemente no pernoctamos durante cuatro meses en donde la noche nos caiga, sin ser llamados trotamundos, vagabundos o pata de perro?  Porque necesitamos de pequeñas certezas, algunas importantes para unos, insignificantes para otros, algunas veces las opuestas, pero al fin de cuentas certezas, estar cierto de algo, parte de lo que nos ha hecho evolucionar como individuos y más como sociedades es llenar ese vacío.
Lo que es una tortura o pesadilla para algunos, es el sueño dorado de otros, aquel vendedor de bisutería que recorre la playa en busca de clientes, sueña con un poco de sombra y aislamiento para su descanso, en contraposición, el reo que purga su condena  en la penumbra, añora minutos de sol o al menos de su luz.
Las certezas a las que nos apegamos suelen ser variadas y cuando no naturales, inventadas, sustituidas o artificiales: la cuna reproduce el movimiento al que el bebé se acostumbró dentro  del vientre materno, un micrófono o cámara de cuidado del bebé, aporta a la Madre la certeza de enterarse de los movimientos y las necesidades de su bebé, sin estar presente en la corta distancia.
La comunicación que emitimos, se completa cuando recibimos respuesta del destinatario, a toda una generación de niños se nos enseñó a decir “mande usted” para dar certeza de que hemos escuchado el llamado de nuestro nombre, se nos enseñó a decir “gracias” para que sea dado por recibido el favor o bien recibido. Las redes sociales nos otorgan un artificial ícono de mano con pulgar arriba, para indicar que alguien se enteró del mensaje publicado, o las dobles marquitas de verificación (palomas) para indicarnos, primero, que nuestro mensaje ya fue enviado desde el dispositivo electrónico y segundo, para indicar que ya fue leído por el destinatario. La gente tiende a enloquecer cuando no tiene la certeza de que el mensaje ha llegado fue leído, pero no respondido.
En lo cotidiano, necesitamos certezas sobre nuestra alimentación, sobre nuestro sueño, sobre nuestra seguridad, se mueven millonadas de dinero sólo para asegurar que la población, tendrá a su disposición alimentos, agua, un techo para dormir y la seguridad de que durante las horas de sueño tendrá paz. La falta de cuales quiera de estas necesidades no cubiertas derivará en una inestabilidad y desequilibrio, físico, mental, espiritual y social.
Las guerras en la historia de la humanidad no son otra cosa que el combate al temor de perder nuestras certezas de provisiones, de territorio, de salud, de equilibrio y de superación, todo lo demás es una amenaza con la que no podemos vivir.
Y al no poder vivir, la única certeza que al fin de cuentas nos queda es la muerte. Así como decía el poeta Jaime Sabines en “Me encanta Dios”:

Y por eso (Dios) inventó la muerte:
para que la vida — no tú ni yo– la vida,
sea para siempre.


viernes, 3 de julio de 2015

El sentido del día


Ya antes he escrito sobre el sentido de la vida, bueno he parafraseado a Viktor Frankl, de hecho, me sucedió algo simpático, de esas cosas que sólo suceden en tiempos de redes sociales y librerías virtuales: sucede que hace algunos años, una tarea que nos dejaron en la Maestría en Desarrollo Organizacional, era revisar el trabajo de Viktor Frankl y aplicarlo a el trabajo en las organizaciones, desarrollamos un escrito, muy satisfactorio en equipo mi compañera Edda Cañetas y yo, y el trabajo resultante es una lectura que he recomendado y compartido cuantas veces he podido a compañeros de trabajo o durante cursos de capacitación, se llama “El hombre en busca de sentido”, puesto que como tarea así teníamos que identificar el texto por el libro en que nos basamos, ahí repasamos brevemente la biografía del autor, su paso por los campos de concentración, cómo surge su teoría del sentido de la vida a partir de ser despojado de los bienes materiales y las etapas de denigración hasta la pérdida de la dignidad humana y cómo más que buscar la autoactualización que otras teorías humanistas identifican, él descubre las potencialidades a partir de las pulsiones propias y las circunstancias, desarrolla la teoría a partir de la voluntad de sentido, como una pregunta que la vida te hace, no como algo que tú estás cuestionando.  En ese texto, se habla del vacío existencial, de la frustración existencial y de la posibilidad de que se convierta en frustración y neurosis. Luego de eso aplicamos estos conceptos al sentido del trabajo en las organizaciones, cómo puede ser frustrante hacer un trabajo y no saber de dónde viene ni a dónde va, cómo el trabajo algunas veces más que una forma de ganarse la vida, se convierte en una forma de “perderse la vida”, por tanto, algo que nos ocupa un tercio de la misma (ocho horas diarias), debería ser algo que nos llene de satisfacción, que nos haya dado la oportunidad de elegir y de sabernos útiles, Frankl decía que hay tres valores en el trabajo: 1) De creación: saber que somos capaces de ofrecer algo al mundo, 2) De experiencia: encontrarnos con otros seres humanos y descubrir en ellos, su unicidad, irrepetibilidad y su potencial, y 3) De actitud, cuando nos vemos imposibilitados para encontrar y descubrir sentido por los valores de la creación y la experiencia en las situaciones inevitables. Si se pierde la visión de ver al trabajo como un fin y no como un medio, el producto negativo es el estrés, el alcoholismo y abuso de drogas, llegando a la adicción, agresión y depresión, algo que Frankl llamaba la tríada neurótica.

En fin, la anécdota es porque previo a la clase que nos tocaba dar el sábado subimos a una página web el escrito en formato PDF y como era público, alguien más lo tomó y de repente ya se encontraba en diferentes sitios como el texto del libro de Viktor Frankl para descargar, al grado que algunos sitios ya cobraban para obtenerlo, y por más que se haga la aclaración, de que no es el texto original sino un ensayo basado en él, por ahí sigue y seguirá circulando nuestro texto, una vez que algo se vuelve viral en la red, ya no existe forma de detenerlo, así que ojalá sea de utilidad a quienes lo descargan inclusive pagando por él, haga el lector el ejercicio de buscar “El hombre en busca de sentido” PDF y entre otros, por ahí aparecerá este texto.*

Pero, luego de haberme desviado a lo anecdótico, resulta que el ritmo frenético de nuestros días parece que nos llevan a cuestionar el día a día, ya no tanto a buscar un profundo sentido de la vida, sino un superfluo sentido de nuestro día a día. Me gusta ponerme a pensar en lo escalable de las dimensiones tiempo y espacio, es decir, así como  hablamos de nuestro hogar, nuestra ciudad, nuestro País, continente y planeta ( o sea, no quieras cambiar tu ciudad si no empiezas por tu hogar ni quieras que tu País cambie algo que no ha dado resultados en tu ciudad, y no quieras cambiar el mundo si no has logrado un cambio en el vecindario). Así otra escala es la desarrollada por los científicos de la Universidad de Chicago para calcular el reloj de la humanidad o del apocalipsis, ese que dice que estamos a tres minutos del colapso, ya que mide el grado de amenaza nuclear, ambiental y tecnológica para la Humanidad. (ver http://thebulletin.org/timeline), yo nací en un planeta que estaba a diez minutos de su desaparición, hoy estamos a tres minutos.

Este tipo de escalamiento siempre me ha parecido un ejercicio interesante comparar el día y sus horas con la vida del ser humano: por la mañana nos cuesta abrir los ojos como a los bebés recién nacidos, pasamos a poner los pies en la tierra después de un despertar y ponemos nuestras expectativas en lo que haremos desde ese momento hasta que el sueño nos venza por la noche, así que uno tiene que alimentarse, trabajar, cultivarse, (por lo menos leer los periódicos), ejercitarse, convivir con los demás, disfrutar del sol de mediodía, esperar el atardecer y las recompensas que con él llegan, así sea sólo una taza de té a las 5:00, de preferencia con una buena charla y compañía, equivalente a tener alrededor de 50 o 55 años,  hora/fecha que ya no es la apropiada para ponerse a hacer ejercicio, o tomar el almuerzo. La caída de la noche ya nos empuja a la diversión, pero quizás también a la planeación de lo que hicimos, dejamos de hacer, nos hubiera gustado terminar, o visualizamos que se hará mañana o al menos dejamos las condiciones para que alguien más lo pueda hacer, es equivalente a pensar en la trascendencia, es decir, que lo poco o mucho que hice en este día (vida) se aproveche por alguien en el futuro y si era una obra inconclusa, pueda llevarse a buen término con o sin mi presencia. La noche nos lleva a una condición física similar a la de la mañana, somnolencia, ganas de descansar, movimientos lentos y recogimiento, igual que lo hace la edad avanzada (aquel que quiere nadar o trotar a las 11:40 de la noche porque no lo hizo en la mañana, es similar al octagenario que quiere revivir sus mejores años, igual y le llega a funcionar, pero no es el mejor momento), no se puede sacar juventud del pasado ni recuperar a media noche minutos perdidos en la tarde.

Es por esa escalabilidad que más que una ambiciosa búsqueda de sentido de la vida, tenemos que encontrar el humilde sentido que le damos a nuestro día.



*Si google no lo ubica, aquí anda una de tantas copias: https://www.dropbox.com/s/l64slw126ml1szr/enbusca_doc.pdf?dl=0

miércoles, 10 de junio de 2015

Zumo de Melocotón: Refresco de Memoria.

Ya antes he hablado en este blog sobre los sorprendente que siempre me parece la memoria, ese proceso mental que en el currículum universitario venía pegado a otro: así como un solo semestre veíamos juntos pensamiento y lenguaje, en otro semestre veíamos motivación y emoción, había otro dedicado a la sensopercepción, pero la memoria nos la daban junto al aprendizaje, así se llamaba la materia: Aprendizaje y Memoria, con una planta de profesores que traían una tan de moda formación conductista setentera y trasnochada, había quien se preciaba de haber estudiado muy cercano a B.F. Skinner y cuando en el auditorio se hizo un evento a por su fallecimiento, hubo llanto durante la lectura de las vivencias de ese profesor con el padre del conductismo, entonces, si para el conductismo el aprendizaje lo era casi todo, (aunque no pueda explicar las lágrimas por alguien que ni es estímulo presente en el ambiente ni aplica castigo físico) en un semestre juntar aprendizaje y memoria, se distribuían si bien nos iba en un 80 y 20%. Así que lo que recuerdo de las clases recibidas sobre memoria, es mínimo.  Sobre aprendizaje salí sabiendo cómo condicionar operantemente desde una célula hasta un perro o modelar conductas humanas mediante premio, castigo, reforzamiento o extinción.

Fue Araceli Otero, la profesora que nos llevó un libro verde, nuevo, recién editado en España, que se contraponía en mucho a la escuela conductista gringa, más de moda en nuestros profesores mexicanos que en los estadunidenses, pero propuesta alterna al fin de cuentas, el libro es de Manuel de Vega, Introducción a la Psicología Cognitiva. Luego de agotar el modelo conductista que presumía poder explicar toda conducta mediante los estímulos y respuestas, infiriendo que al fin de cuentas los organismos son una caja negra, que dependiendo del estímulo, presentarán la respuesta. Aquel libro verde nos abriría esa caja negra, era todo un alivio que la alternativa fuera inclusive colorida (verde).

Ahí aprendí algunas estrategias de memoria, los diferentes modelos que existen predominantemente me sirvió durante muchos años el modelo de almacenes de Atkinson y Schiffrin (años setentas también) Memoria sensorial, memoria de corto plazo y memoria de largo plazo. El número mágico que son siete más menos dos unidades de información y en la lógica de la memoria de almacenes; explico rápidamente: percibes estímulos todo el tiempo, aquellos a los que diriges tu atención, pasan  la memoria sensorial y hay una pérdida brutal de información, en milisegundos ya no recuerdas el zumbido del insecto, los pasos de la gente en la calle, lo que pasó hablando una pareja, porque no dirigiste tu atención, podrás recodar en todo caso, la conversación a la que atendiste por teléfono móvil. Todo eso a lo que dirigiste atención se va como información al almacén de corto plazo, ahí la información permanece más tiempo y hay una pérdida constante, siempre me imaginé como una pequeña cascada de un riachuelo, continuamente se va para no regresar la información, aún que toda esa agua quisieras guardarla no hay recipiente suficiente para mantenerla. De toda esa información que está circulando, en ese almacén de corto plazo, aquella que repasas o se vuelve significativa (es decir, asociada a un estado emotivo), es la información que se va al almacén de largo plazo, y ahí, aseguran los autores no hay pérdida, simplemente se vuelven complejas las claves para traer la información. Como un juego, cuando estoy relajado, me pongo a buscar en ese almacén de largo plazo y me reto a traer al presente recuerdos que probablemente ya no deberían estar disponibles, entonces en un laberinto de claves rebuscadas, voy asociando recuerdos desde la temprana infancia, hasta lecturas, poemas o canciones que alguna vez me aprendí y que creí que ya no me las sabía completas, en parte, eso es lo que sucede con la hipnosis, concentrar de una manera intensa la mente en un recuerdo particular y son sorprendentes todos los detalles que pueden recuperarse.

La memoria no es del todo confiable, por eso nos hemos llenado de notas, de fotografías, de libros, de cuadernos, de diarios de calendarios, la memoria trata de agrupar en categorías todo lo que recibe y es fácil que algo se acomode en el cajón de al lado, por ejemplo ver una película y sentir que la historia ya la conocemos, pero nunca la habíamos visto antes. Y es que no hay referencias en ese cajón o depósito, habría que buscar en el de al lado que almacena historias leídas en libros, no en películas. También la memoria puede cambiar algunos detalles, recordamos siempre el coche rojo del abuelito que llevaba a un compañero a la escuela y cuando nos enseña fotos décadas después, nos muestra el coche anaranjado de su abuelo, la memoria nos llega a jugar algunas pasadas.

Más interesante aún, son la emergencia de recuerdos involuntarios, esos son claves que se van solas y asocian vivencias y pensamientos que de repente no sabes cómo llegaron hasta aquí. A menos que te pongas a reflexionar y recuperes el hilo conductor de tales claves. Hoy por la mañana vino a mi mente la barra de un local en Madrid, un vaso de cristal con dos hielos y el refrescante jugo de melocotón, la escena se completa por una mañana de verano, con un sol cayendo a plomo, sin tener exactamente un lugar para desayunar en forma (a diferencia de España, en México desayunamos en forma cuando consumimos, fruta, cereal, yogurth, huevo tocino, o cualquier otro antojo pesado que alarma a quienes han vivido con un petit-déjeuner el inicio de todos los días de sus vidas. Mi vívido recuerdo de ese zumo de melocotón (que en tres días tuve que aprender a pedir zumo en lugar de jugo) me llegó a la mente mientras leía un pasaje del libro “Las edades de Lulú” en el que describe Madrid como una Ciudad caótica con gente comiendo de pié en las barras y el piso lleno de servilletas de papel. Aquel verano ni caótico ni hostil me pareció Madrid y ese zumo de melocotón fue un oasis en mi desierto, escena toda que me trajo una línea de un libro. Así de extraños son los caminos (asociación de claves para traer información) de la memoria.

(Imagen encontrada en http://se.forwallpaper.com/wallpaper/peach-juice-250072.html)


Yo siempre lo he dicho, para tener bellos recuerdos a los cuales regresar y disfrutar volver, hay que fomentar buenos momentos en el presente, porque se vuelven pasado en el inminente futuro.