miércoles, 31 de julio de 2019

50´s: factura o saldo a favor


Hace poco dejé de usar corbata diario en la oficina, la presión por la impecabilidad en la presentación se ha relajado, la atención a las mancuernillas de la camisa o a la combinación de color y brillo de los zapatos, se ha orientado a ser escuchado, a valorar las propuestas y reconocer resultados.

La presión por el automóvil lavado, encerado y con las llantas brillantes, se ha redirigido a atención por la seguridad, a su buen uso, a contar paseos y conversaciones durante el trayecto, en lugar de solo medir kilometrajes.

Estar al día en los estrenos de películas, los conciertos, las contiendas deportivas, el espectáculo de moda, los personajes de quienes todos hablan, el chiste más gracioso, el perfume más reciente o el gadget más actualizado, se ha cambiado a re-visitar las películas clásicas, a mirar con calma las propuestas nuevas, retomar viejos libros, saldar deudas con autores universales (es decir, leer aquellos libros que debí leer y no me di tiempo o que me conformé con reseñas y solapas).

Dejar de lado el hambre curricular, aquel criterio de que si no hay constancia o diploma no vale la pena ir. Dejar de ceñirse a un área de estudio, tomar lo que sirve desde otras disciplinas o mirar con asombro los conocimientos que se supone vimos en bachillerato y hasta ahora caemos en cuenta que sí son útiles.

No solamente deja uno de usar corbata, sino dejar la prisa, dejar de llenar cuantitativamente la agenda, en su lugar priorizar, mejor un solo compromiso donde está uno al 100% y no varios de pisa y corre: calidad no cantidad.

Escuchar música no con altavoces para que los demás se enteren de los gustos personales, sino a un volumen prudente para disfrutarla mediante una buena selección y calidad de audio. Complementando la experiencia con caminata o con degustación de un buen vino, con lectura quizás.

Dejar las ventanas abiertas y permitir que la vida fluya, que el amor se aparezca sin tener que hacer decenas de publicaciones en redes sociales, valorar la conversación, la compañía, compartir esa necesaria combinación de paz, diversión, agitación y calma, nunca más vivir para apariencias o poses, sino mostrar y comprender la esencia.

Tengo un par de corbatas en el cajón de mi escritorio, porque cumplir 50 años tampoco es adoctrinarse en anomia social. Cuando las exigencias del tiempo y estar a la altura de las circunstancias lo requieran, lo exterior puede volver a ser como antes, nunca lo interior.
Los frenéticos 20´s, los saturados 30´s, las crisis de los 40´s, cada etapa hay que vivirla intensamente de modo que a la edad nada le debas, no te cobre factura, sino tengas saldo a favor.