-Son ustedes un grupo que en general lee mucho y en promedio
más rápido que los demás grupos que he tenido en más de cuarenta veces que he
dado este curso.- Esto es lo que dijo el instructor en la segunda semana del
curso de mapas mentales y lectura rápida.
La primera prueba dos de los asistentes a un grupo de casi
20, calificamos por encima de las 300 palabras por minuto y según dijo, el
instructor esto representaba cierto reto en su carrera, la otra compañera y yo
traemos cada quien una historia de lectura superior al público al que está
dirigido ese curso de lectura veloz y como al cabo de las dos semanas no
superamos significativamente las mismas 300 palabras por minuto, nos dijo que
no estábamos suficientemente receptivos (como esponjita decía) y que en nuestro
caso un alto Coeficiente intelectual en lugar de ayudar nos estorbaba.
Las estrategias de lectura veloz, acompañadas de previa
respiración y música relajante se basan en golpes de vista, no verbalizar y
avanzar a pesar de no haber comprendido y no detenerse ante palabras nuevas o
complejas. De ser posible apuntar con el dedo los caracteres de cada renglón
para llevar la velocidad con la mano más que con el ojo. De esta forma, afirma
el experto, en obvio del tiempo terminaríamos la lectura pronto y habremos
captado un alto porcentaje de la idea principal. Explica que en la memoria
humana existe una constante pérdida y que si bien al terminar de leer
recordamos alrededor del 40% al día siguiente tendremos si mucho el 3% de lo
leído. Por tanto su enseñanza se dirige a hojear completo un libro en un lapso
corto, en lugar de leer con calma uno o dos capítulos, así el lector sabrá un
poco de todo el libro y no todo sobre un fragmento. (aquí me hubiera gustado
presentarle el modelo de memoria de almacenes de Atkinson y Schiffrin, del libro
Psicología Cognoscitiva de Manuel de Vega)
El curso me reta al cambio de paradigmas, se nos enseñó a
leer despacio, a regresar cuantas veces fuera necesario a un párrafo de difícil
comprensión y a verbalizar atendiendo los signos de puntuación, la ortografía y
pausas para respirar. Se me sugiere
aprehender el nuevo paradigma y hacer esa lectura superficial y sofocante,
pasar de la lectura por placer a la lectura por kilometraje.
Y entonces me pregunto qué pasa con la lectura nutritiva,
aquella que uno va degustando a un ritmo pausado, en la que se disfruta al
autor como si él estuviera hablando, luego de conocer su voz, nunca más las
lecturas de Carlos Fuentes, de Octavio Paz, de Jaime Sabines, Xavier Velasco,
Francisco Martín Moreno, Jorge Volpi, Guadalupe Loaeza, Denisse Dresser, Elena
Poniatowska, por mencionar algunos, su voz no podría pasar a ser robótica,
hueca o siquiera genérica, (inclusive las poesías de Sabines así como de Mario
Benedetti les han hecho música, así que además de leerlas lento, uno las puede
cantar).
En mi caso alguna vez tomé un curso de radio y grabé
programa documental y radioteatro, era tan importante leer con el ritmo y la métrica
del párrafo, pronunciar con claridad y repetir la grabación en caso de lengua
trabada, que me formé el hábito de leer en voz alta y de ser el caso emular el
acento del autor, así un Jorge Bucay se disfruta más imitando una cálida voz
con acento argentino y una Denisse Dresser para la que se debe tomar suficiente
aire y terminar cada frase con todas sus ideas reafirmantes como si reiterativos
sinónimos. Recuerdo a Milán Kundera y casi me parece aberrante querer acelerar mediante
lectura veloz sus descripciones de las fotos que tomaba Teresa de los tanques
invadiendo Praga o de sus eróticos relatos como si fueran una eyaculación
precoz, definitivamente LA insoportable levedad del ser y la Inmortalidad no
son libros para lectura rápida.
Ya entrando a la formación profesional, una lectura rápida para
entender el pensamiento y lenguaje, aprendizaje y memoria, sensopercepción,
teorías de la personalidad, estadística para las ciencias sociales, Psicología
social, Psicología educativa, Neurofisiología, Lógica simbólica y semántica y
tantas otras materias de la carrera de Psicología donde uno debe aprender
alrededor de 2,500 nuevos términos y adoptar otros con nuevas
connotaciones. La verdad es que no me
veo revisando los estudios sobre la histeria de Freud, el inconsciente colectivo de Jung, el origen de la Logoterapia
de Frankl, etcétera mediante lectura veloz y superficial (quizás sí a Skinner,
pero nada más).
A esa formación
profesional el instructor del curso le llamó el estorbo del I.Q., es decir, la
lectura rápida no combina con pensamiento que tenga ambiciones de cuestionar al
autor o de traer a la mente conocimientos previos a lo que se lee, porque eso
no es efectivo para ganar tiempo.
Y recuerdo ahora, una parte del código cultural de Clotaire
Rapaille (a quien ya le dediqué antes una entrada de este blog) sobre aquellos
restaurantes en Estados Unidos de América que anuncian “coma todo lo que pueda
por 9.99” y que tanto éxito tienen para una cultura en movimiento, cultura de
llenar el tanque lo más pronto posible para seguir moviéndose, en
contraposición de los restaurantes franceses cuyos platillos son más
elaborados, lentamente preparados y parecen finalmente un mini bocadillo, pero
que por sí solo presenta una explosión de sabores, de estímulo al paladar para
una comida sin prisas acompañada de vino.
Este parangón(fast-food versus slow-food) lo traigo a
colación porque finalmente me negué a cambiar de paradigma, quizás a adoptar
algunas técnicas para búsqueda efectiva de IOB (Ideas Organizadoras Básicas) y
consulta rápida para textos técnicos o legales, pero no para literatura,
prefiero la lectura nutritiva, que se saborea se hace propia, se cuestiona, de
ser posible se interactúa con el autor y finalmente no se contabiliza como récord
de más libros leídos, sino de lecturas disfrutadas.
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