Trabajar en equipo no es fácil,
al menos no dentro de una cultura donde se reconocen los logros individuales,
se plagian con toda facilidad las ideas, se clonan productos y se hace “caravana
con sombrero ajeno”, generalmente los equipos no se forman para compartir las
fortalezas y combatir las debilidades, en lugar de un trabajo integral se
entrega un rompecabezas donde cada pieza llega a tener la firma del autor
individual, peor aún, no se permite el rol de moderador, cualquier persona que
demuestre atributos de líder, se le hace responsable del producto en lugar del
proceso.
Existen reuniones tan aburridas y
llenas de paja, de participaciones redundantes donde con un poco de observación
se identifican personajes, roles, papeles representados, de ellos aquí algunos
de los que nunca pueden faltar:
1.- Divo:
El que es dueño de la reunión,
que toma y arrebata la palabra, aunque nada sustantivo tenga para decir, pero
se considera el protagonista y hace gala de sus ademanes, gestos, tonalidades
de voz, poses y clichés, así como chistes o aforismos que tuvieron gracia hace
muchos años, pero que compromete a los demás asistentes a reírse antes que
parecer que no lo entendieron. Considera que debe emitir una opinión sobre
todos los temas, así sea los más relevantes que no le atañen o los más
insignificantes que sólo hacen pesada la reunión. Este personaje también hace
un constante esfuerzo por llevar los temas a su nicho de conocimiento, por que
dejar un cabo suelto le restaría la recién obtenida autoridad. Una característica
inequívoca de este personaje, es que cuando otra persona emite una opinión
valiosa, se dedica a adularlo como si esa opinión fuera producto de la “inspiración”
que consiguió sembrar en los demás. No
reconocerá aportaciones de alguien más.
2.- Sabelotodo:
Este personaje no aporta, pero
sanciona, no genera ideas, pero critica a las de otros, no propone, pero
invalida las demás iniciativas, habla de reglas, normatividad, estilos, modas,
modelos y paradigmas, que los demás ignoran pero él no está para resarcir las
lagunas y la alarmante ignorancia de los demás. Le encantaría terminar la
reunión de inmediato y volver a citar cuando los otros dejen atrás su condición
de iletrados.
3.- Explicador:
En contraposición con el
Sabelotodo, un explicador, no se ufana de tener todo el conocimiento, pero ni
necesita decirlo, todas sus intervenciones son para contrarrestar la
ignorancia, de alfabetizar a los demás, de no poder explicar la “H”, porque tiene
que repasar la A, B, C, D, E, F, y G, tiene plena convicción de que los demás
no tienen idea alguna del tema en cuestión y que para el objetivo de la reunión
es necesario un “crash course” sobre el tema, eso no es todo, cree que el único
calificado para el otorgar dicho curso
es él y todos deberían agradecer el nivel de detalle al que hará el favor de
dirigirse.
4.- Invisible:
Este personaje de las juntas, lo
quiera o no, pasa desapercibido, es esa persona que parece no estar, que se
convierte en parte del paisaje de la sala de juntas, que si los asistentes son
15, la lista de asistencia sólo se compone de 14, si hubo que votar, el total
de votos es 14, inclusive quien ofrece el café o botellines de agua son 14, si
hubo un “break” al regresar se retoma la junta con 14 y de repente nuevamente
son 15 aunque nadie escuchó la puerta, ni percibió movimiento de la silla que
ahora está ocupada, con una presencia que de repente se desvanece, de hecho por
más esfuerzos que se hagan, nadie recuerda su nombre. Al final de la reunión
nadie sabe en qué momento salió ni lo que aportó.
5.- Transparente:
A diferencia del invisible,
existe aquel que es transparente, permite el paso de los demás, no refleja la
luz y el hecho de su presencia no tiene más objetivo que dejar que se vea otro,
no es un porrista, un fan y mucho menos un palero, este trasparente no hacer
mayores aportaciones, simplemente ocupa un lugar físico, forma quórum o está
ahí por si su superior jerárquico precisa de algún apoyo. El transparente tiene
cuerpo y cerebro, de hecho no sólo le acerca el vaso con agua, puede hacer cálculos
y hasta ser la herramienta mnemotécnica del que está al lado, pero no está en
su condición tener imagen propia.
6.- Arlequín:
Indispensable en toda reunión,
junta o curso, ese que da el toque gracioso, que detona una sonrisa, que señala
el error involuntario o convierte en una salida ingeniosa la equivocación
ligera del hablante, sin embargo, su papel es tolerable los primero s dos
minutos o en suma cinco a lo largo de una reunión de horas, pues al tercer
minuto se vuelve insoportable, la risita que provocó al principio se vuelve
forzada porque su “rolling gag” no puede seguir siendo hilarante y si acaso lo
es, impide que la reunión se conduzca con orden y hacia sus objetivos, aquel
que se equivocó una vez y compartió lo jocoso del momento, odiará la segunda ocasión y lo que es peor, tendrá que
soportar ser recordado en adelante por la anécdota “simpática” que de ahora en
adelante lo estigmatizará. Todo arlequín debería seguir su carnaval pero en
otro lado.
7.- Cancerbero
Sin temor a equivocarme, este
personaje por escaso que parezca me ha tocado lidiar en muchas reuniones,
especialmente aquellas donde el acuerdo al que se llegue afectará a un bando, o
terminará con un ciclo y hasta definirá un posición de poder, un cancerbero defiende
rabiosamente una posición, de una forma directamente agresiva y sin reparar en
los medios para conseguir su fin. Se cuenta que en las convenciones previas a
la Revolución Mexicana allá por 1910, casi todos iban armados y más de una vez
el argumento definitorio eran las balas. Sin llegar a ese extremo, el actual
cancerbero, se vale de levantar la voz, hacer aspavientos, exagerar con
escenarios catastróficos en caso de que la posición defendida no resulte escogida.
No obstante el derroche energético, el problema del cancerbero es que cubre una
sola puerta, es que su misión está tan específicamente determinada, que
cualquier salida alterna conduce a una solución no prevista por él mismo.
8.- Concierge
Una forma elegante de llamarle al
personaje portero o conserje. Y que conste que no se trata de alguien destinado
a apoyar la logística de la reunión, sino uno de los integrantes que en lugar
de aportar valor, inevitablemente por su naturaleza amable y cordial, se
preocupa por correr las persianas, correr a conectar la corriente para los
equipos de proyección, servirle una taza de café a quien está hablando, asegurar
el funcionamiento de los micrófonos, inclusive encargarse de llevar trasladar
el micro a uno y otro hablante. Llevar el saco o abrigo a un perchero para que
las mangas no toquen el piso desde el respaldo de la silla, acercar tarjetas
para que los demás puedan tomar notas, recoger los acuerdos y ofrecer la
fotocopia o la impresión. Pero eso no es
todo cuando toma la palabra es capaz de cederla
con el fin de no incomodar a los demás, y lo peor, adaptarse a lo que
digan los otros sin darle mayor fuerza a los argumentos propios.
9.- El ausente
El nombre es lo más descriptivo,
es aquel personaje que manda su cuerpo a la reunión, que ocupa un lugar, pero
que no está, más allá del saludo, no vuelve a verbalizar, se instala, se
encarga de que su presencia se note, se asegura de que sea registrada su
asistencia y procede a desconectarse o a ponerse en “piloto automático” o en
términos más recientes en “ahorro de energía” con rostro de “protector de
pantallas” (screen saver), parece interesarse, tiene movimientos oculares,
llega a asentir y hasta simula tomar notas y emitir voto aunque no sepa para
qué. Es característica su mirada vacía, a veces intimidante por inexpresiva,
para quien habla provoca cierta incertidumbre porque termina una idea y no observa asentimiento,
rechazo ni siquiera respiración, si acaso se distribuye una hoja o se proyectan
remarcando que son tres los puntos
motivo de la reunión, al final este personaje preguntará - ¿cuántos?, al
término de la reunión dicen que puede verse recorrer el hilo de plata que trae
de regreso su alma de ese viaje astral, al que acaba de asistir.
10.- Tabula rasa
Este término latino, traído de la
corriente filosófica del empirismo y popularizado por John Locke como la tabla
rasa o mente en blanco, es una combinación de simpática inocencia con
insultante ignorancia. El personaje que yo llamo tabula rasa, se presenta a la
reunión con una actitud completamente abierta y receptiva si es que algo se
puede poner en positivo de su condición, pero
por otro lado se presenta con un desconocimiento ab-so-lu-to de lo que
se va a tratar, es decir, no pasó por su agenda, el evento, no consultó el
correo electrónico con los temas a tratar, no se enteró ni con cinco minutos de
anticipación de que su presencia fue requerida, por lo tanto llega como turista
y se distrae con el paisaje porque no trae idea alguna de lo que tratará , se
le ve en la reunión con ambas cejas levantadas y con los ojos como platos
sorprendido por los temas como si le hablaran de hallazgo de inteligencia fuera
del planeta, si su opinión es solicitada, normalmente la esquivará comentando
lo importante que es hacer este tipo de reuniones y que le da gusto que se tomen
acciones al respecto (porque de las acciones mismas nada sabe). Si bien existen
otras corrientes filosóficas que hablan de los beneficios de no crear
expectativas para no dejarse guiar por prejuicios, definitivamente no aplica
para reuniones de trabajo.
Hasta aquí los primeros 10.
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