Podría escribir las tres palabras más tristes esta tarde:
Saudade, soledad y desolación. Pero así como ni las razones para la felicidad
ni los placeres son los mismos para todas las personas, tampoco las
tristezas. Si hubiera que organizarlas de mayor a menor, en cuanto a su
contenido de tristeza, su orden sería desolación, soledad y saudade.
Desolación, no puede haber algo peor que la soledad no
pedida, que la voz no escuchada y que la invisibilidad de la existencia propia.
Yo nunca estudié etimologías, eso lo veían las Prepas de la UNAM y yo me fui al
sistema CCH, orientado a la Estadística, Cibernética y Psicología, no porque
tuviera clarísimo a lo que me iba a dedicar, sino por todo lo contrario, pero
esa es otra historia, el hecho es que nunca tuve la clase etimologías y esos
vacíos de conocimiento los llena uno con invenciones o explicaciones
silvestres, y esa me la había inventado desde la niñez: para mí la desolación,
era algo más que la soledad, era el prefijo “des” relacionado con el astro “sol”,
algo así como lo opuesto de insolación. Por eso tan lejano a la alegría y la iluminación,
crecí con ese concepto de la desolación, cuando tu aflicción es tal que ni el
sol te calienta, es más que hasta el sol te niega sus rayos. Sólo, a oscuras,
con frío y sin quien te vea ni escuche, es el extremo de la destrucción. Esta
palabra me desmoronaba siempre la pirámide de Maslow, sobre necesidades
primarias como respirar y comer, creo que evitar la desolación se antepone a
ellas.
Y así como dicen nuestros refranes y dichos, a partir del
sentido común, ante la desolación no hay más que verbalizar “no se la deseo ni
a mi peor enemigo” o un supersticioso “Dios me libre” cuando la palabra es
invocada.
Soledad:
Por su parte la palabra soledad, así sin apellidos, tiene
cierta salvedad, estar solo se da en lapsos, estar solo no necesariamente es
porque nadie te ve ni escucha, hay quien niega la palabra en el entendido que
si alguien piensa en ti, ni siquiera es real tu soledad. Para quienes nacimos
y crecimos en familias numerosas, dentro de generaciones multitudinarias y en
un mundo de masas, más que de individualidades, la soledad tiene su lado
positivo, solaz, relajante y perseverante. Lograr un espacio y tiempo consigo
mismo, se convierte en un remanso de paz y desintoxicación de la gente, los
acompañantes elegidos y los incidentales, circunstanciales y coincidentes. La soledad
entonces, permite esa recarga de energía, ese alto en el camino, oportunidad de auto evaluación, de replanteamientos y quizás también algo de contemplación:
poner la mente en blanco, si se tiene entrenamiento en meditación, aún mejor.
La soledad para quienes niegan su existencia, no es
vacío, está llena de recuerdos, voces,
imágenes, emociones, de las personas cercanas y no, de los afectos,
deferencias, envidias y molestias de las que uno es receptor. Estar solo es
estar con cada una de las personas que conocemos, como congelar el tiempo y
visualizarla sin movimiento, con calma y aguda observación. El valor máximo de
la soledad es poder llegar a esa visualización de uno mismo, enfrentar los
demonios internos, el fuego y hielo que conviven en cada persona. Ya lo he
dicho antes, hay personas que deben tener la televisión, tablet o radio
encendidos todo el tiempo ante la ausencia de diálogo interno.
Saudade.
Para mí la palabra nostalgia por sí sola ya es hermosa, si
logra uno deshacerse de las voces externas e internas que intentar reprimirla,
estar nostálgico es un estado producido por elevar a la superficie recuerdos, re-elaborarlos y armar una nueva historia, fiel o no al momento vivido, pero
historia al fin, constituida con retazos de buenos, malos, tristes, alegres,
emocionantes momentos del pasado. Estar nostálgico es una señal de poseer
tesoros y desenterrarlos de vez en cuando para darles brillo y convencerse de
la fortuna propia.
Pero saudade, es palabra de origen portugués, que nadie se
ha puesto de acuerdo en darle traducción única, implica no sólo la tristeza de
los momentos que se han ido y no regresarán, sino también del gozo de
poseerlos, o no, aún con la soledad como ingredientes, la melancolía,
la pérdida de un objeto, el deseo de regresar al lugar de origen y la búsqueda
de algo desconocido que se siente como necesario. La desolación y la soledad
pueden parecer circunstanciales, involuntarias y hasta penitentes, pero saudade,
es más como una emoción profunda que se lleva a todas partes, pero se elige el
momento de que se manifieste, no como una tristeza o depresión por estar
incompleto, más como un reconocimiento de que se puede alcanzar un estado más
elevado, más evolucionado, aunque duela dejar estadios inferiores.
Imagen de escultura de Ron Mueck, tomada de http://davidhuerta.typepad.com/blog/2011/08/the-art-of-ron-mueck-sculptor.html
Podría escribir las tres palabras más tristes esta nublada
tarde, pero podría también reconocerme en mis acciones, decisiones,
circunstancias, luchas, privilegios, gozo y sufrimientos pasados, para destilar
el ser evolucionado que se desdibuja en mi futuro inmediato, que al fin de cuentas
será el futuro de mediano y largo plazo. El ser que surge no por generación
espontánea sino como sublimado de su experiencia y afrontamiento de la
realidad.