lunes, 30 de mayo de 2016

Saudade, soledad y desolación


Podría escribir las tres palabras más tristes esta tarde: Saudade, soledad y desolación. Pero así como ni las razones para la felicidad ni los placeres son los mismos para todas las personas, tampoco las tristezas. Si hubiera que organizarlas de mayor a menor, en cuanto a su contenido de tristeza, su orden sería desolación, soledad y saudade.

Desolación, no puede haber algo peor que la soledad no pedida, que la voz no escuchada y que la invisibilidad de la existencia propia. Yo nunca estudié etimologías, eso lo veían las Prepas de la UNAM y yo me fui al sistema CCH, orientado a la Estadística, Cibernética y Psicología, no porque tuviera clarísimo a lo que me iba a dedicar, sino por todo lo contrario, pero esa es otra historia, el hecho es que nunca tuve la clase etimologías y esos vacíos de conocimiento los llena uno con invenciones o explicaciones silvestres, y esa me la había inventado desde la niñez: para mí la desolación, era algo más que la soledad, era el prefijo “des” relacionado con el astro “sol”, algo así como lo opuesto de insolación. Por eso tan lejano a la alegría y la iluminación, crecí con ese concepto de la desolación, cuando tu aflicción es tal que ni el sol te calienta, es más que hasta el sol te niega sus rayos. Sólo, a oscuras, con frío y sin quien te vea ni escuche, es el extremo de la destrucción. Esta palabra me desmoronaba siempre la pirámide de Maslow, sobre necesidades primarias como respirar y comer, creo que evitar la desolación se antepone a ellas.
Y así como dicen nuestros refranes y dichos, a partir del sentido común, ante la desolación no hay más que verbalizar “no se la deseo ni a mi peor enemigo” o un supersticioso “Dios me libre” cuando la palabra es invocada.

Soledad:
Por su parte la palabra soledad, así sin apellidos, tiene cierta salvedad, estar solo se da en lapsos, estar solo no necesariamente es porque nadie te ve ni escucha, hay quien niega la palabra en el entendido que si alguien piensa en ti, ni siquiera es real tu soledad. Para quienes nacimos y crecimos en familias numerosas, dentro de generaciones multitudinarias y en un mundo de masas, más que de individualidades, la soledad tiene su lado positivo, solaz, relajante y perseverante. Lograr un espacio y tiempo consigo mismo, se convierte en un remanso de paz y desintoxicación de la gente, los acompañantes elegidos y los incidentales, circunstanciales y coincidentes. La soledad entonces, permite esa recarga de energía, ese alto en el camino, oportunidad de auto evaluación, de replanteamientos y quizás también algo de contemplación: poner la mente en blanco, si se tiene entrenamiento en meditación, aún mejor.
La soledad para quienes niegan su existencia, no es vacío,  está llena de recuerdos, voces, imágenes, emociones, de las personas cercanas y no, de los afectos, deferencias, envidias y molestias de las que uno es receptor. Estar solo es estar con cada una de las personas que conocemos, como congelar el tiempo y visualizarla sin movimiento, con calma y aguda observación. El valor máximo de la soledad es poder llegar a esa visualización de uno mismo, enfrentar los demonios internos, el fuego y hielo que conviven en cada persona. Ya lo he dicho antes, hay personas que deben tener la televisión, tablet o radio encendidos todo el tiempo ante la ausencia de diálogo interno.


Saudade.
Para mí la palabra nostalgia por sí sola ya es hermosa, si logra uno deshacerse de las voces externas e internas que intentar reprimirla, estar nostálgico es un estado producido por elevar a la superficie recuerdos, re-elaborarlos y armar una nueva historia, fiel o no al momento vivido, pero historia al fin, constituida con retazos de buenos, malos, tristes, alegres, emocionantes momentos del pasado. Estar nostálgico es una señal de poseer tesoros y desenterrarlos de vez en cuando para darles brillo y convencerse de la fortuna propia.

Pero saudade, es palabra de origen portugués, que nadie se ha puesto de acuerdo en darle traducción única, implica no sólo la tristeza de los momentos que se han ido y no regresarán, sino también del gozo de poseerlos, o no, aún con la soledad como ingredientes, la melancolía, la pérdida de un objeto, el deseo de regresar al lugar de origen y la búsqueda de algo desconocido que se siente como necesario. La desolación y la soledad pueden parecer circunstanciales, involuntarias y hasta penitentes, pero saudade, es más como una emoción profunda que se lleva a todas partes, pero se elige el momento de que se manifieste, no como una tristeza o depresión por estar incompleto, más como un reconocimiento de que se puede alcanzar un estado más elevado, más evolucionado, aunque duela dejar estadios inferiores.

Imagen de escultura de Ron Mueck, tomada de http://davidhuerta.typepad.com/blog/2011/08/the-art-of-ron-mueck-sculptor.html


Podría escribir las tres palabras más tristes esta nublada tarde, pero podría también reconocerme en mis acciones, decisiones, circunstancias, luchas, privilegios, gozo y sufrimientos pasados, para destilar el ser evolucionado que se desdibuja en mi futuro inmediato, que al fin de cuentas será el futuro de mediano y largo plazo. El ser que surge no por generación espontánea sino como sublimado de su experiencia y afrontamiento de la realidad.





sábado, 14 de mayo de 2016

Un día antes

Hay cosas que uno no debe buscar porque corre el riesgo de encontrar. Una página de Internet dijo que mi día final es mañana, no pondré la liga, ni daré más pistas sobre el enlace, eso es lo de menos.

El plan de vida y carrera, que tantas veces tenemos que elaborar, normalmente no contiene un plan B, habla bien de uno ante el reclutador tener sueños y que esos sueños tengan fecha para que sean plasmados como metas y que podamos responder cómo nos vemos dentro de cinco años, dentro de diez años y qué estamos haciendo hoy para llegar hasta allí, a mayor estructura y planeación uno tiene más puntos y hasta se vuelve confiable para un trabajo.

Pero un plan de vida y carrera se convertiría en un dogma o en una cuestión de fe, si no contemplamos que se puede planear y garantizar la carrera más no la vida, que uno puede programar su retiro o jubilación mas no su deceso.

Existe una tendencia publicitaria para que hagas, adquieras o conozcas 10 cosas antes de morir, las 10 películas que debes ver antes de morir, los 10 destinos turísticos que debes conocer antes de morir, los 10 libros que debes leer antes de morir, etcétera. Pero es algo tan lejano, tan improbable y remoto que podemos estar de acuerdo en que se deben conocer esos destinos turísticos, pero no contemplamos ese viaje para este año, ni para los próximos cinco años, ni para la siguiente década, seguimos viendo la vida como algo casi infinito.

Que soy muy sugestionable, me lo han dicho varias veces, y que mi memoria no me ayuda, o mejor dicho el olvido no se me da tan fácil. En la década de los 70’s había un programa de televisión llamado el túnel del tiempo, y cierta vez que los protagonistas viajaron al futuro tenían que resolver el asunto de que se terminaba el oxígeno un 18 de octubre de 1982 en el planeta tierra, no recuerdo el desenlace de esa ficción, pero lo que sí recuerdo es que viví pendiente de esa fecha, hasta que me dije, hoy es el día, hoy se termina el oxígeno en el planeta. Como es obvio no ocurrió así, pero hace unos meses que encontré que mi fecha de defunción es el día de mañana traté de olvidarla sin darle mayor importancia, pero la memoria no es exactamente como una carpeta que se elimina del disco y luego de vaciar la papelera de reciclaje no que da huella ( que no y que no). Sino que se enlaza a estados emocionales y circunstancias que le dan claves para hacerlos presentes de nuevo y ahí está, la fecha no se me ha borrado. ¿Recuerdan el zumo de melocotón? (http://jesusorduna.blogspot.mx/2015/06/zumo-de-melocoton-refresco-de-memoria.html)

Dicen también que cuando te vas a morir pasa por tu mente toda tu vida como una película de alta velocidad, yo creo que las próximas doce horas podría estar avanzando en la película de mi vida a toda velocidad y no llegaría aún al festival del kinder donde hice un baile para el día de las madres…. Hay quien dice también que cuando te acercas a ese momento te da una lucidez e iluminación y te pones a arreglar asuntos pendientes, a prodigar disculpas atoradas, a expulsar resentimientos añejos, a preparar un camino de paz.


Y finalmente están todas esas reflexiones a partir de la cuestión, ¿qué harías si supieras que hoy es tu último día? Mismas que siempre me han causado risa, porque hay quien dice, viajaría a donde siempre tuve ganas de viajar….( mi vuelo sería de más de 9 horas, más cuatro en el aeropuerto, ya no), abrazaría a todos los seres queridos (y seguramente todos van a estar ahí para que los abraces hoy que se antoja ¿no?), me enamoraría sin límites… (Ajá en menos de 24 horas), dejaría un mensaje de paz y amor para la humanidad (pudiste hacerlo durante todos estos años y lo postergaste).

El asunto es más sencillo, si ese día llega, lo único que hice un día antes fue darme un baño y beber un vaso de agua antes de irme a dormir, no vaya siendo que nada pase y el lunes tenga que presentarme a trabajar sin haber descansado lo suficientemente….. en paz.


martes, 3 de mayo de 2016

Doppelgänger

En la escuela primara de Copilco, donde me tocó ir por las tardes, pero me regresaba solitariamente a casa, casi a obscuras, a eso de los 8 años. Una señora me toma por el hombro y me dice, tu mamá dijo que te regreses conmigo, te voy a llevar junto con tus primos. Mientras la señora reunía a los demás supuestos primos, que incluso le daban su mochila para que ella las llevara, caminé y me mimeticé entre la multitud de alumnos que a esa hora inundábamos la calle y gracias a que todos llevábamos el uniforme, la señora ya no me vio. Hoy día, las circunstancias apuntarían temerosamente a un intento de secuestro o rapto, pero a mediados de los años 70, esa posibilidad no nos pasaba por la cabeza. Lo más terrorífico era el “robachicos”, pero la leyenda lo pintaba como un desarrapado, huidizo y hasta encorvado hombre con un costal (donde cabían niños). Así que desde aquellos años hasta este momento que retomo el recuerdo, no se trató más que de una confusión, la señora estaba segura que yo era otro niño. Ya en casa le comenté a mi Mamá y con la tranquilidad de quien le mueve a la olla con atole de maizena anticipando la cena, me dijo “acuérdate que todos tenemos un doble y que en el mundo hasta siete puede haber”, esa señora ha de ser de una colonia vecina y te confundió con tu doble.

¿De dónde saco mi Madre esa idea?, no lo sé, ella fue educada por monjas, cuando se quedó sin sus papás en el norteño estado de Sonora, aveces con toda normalidad emitía ese tipo de teorías y si yo le cuestionaba dónde se originaban, tenía una fabulosa respuesta, que ningún científico será jamás era capaz de rebatir: son creencias, hijo, creencias.

Y las creencias no son otra cosa que pensamientos implantados que tienen el valor de la verdad y que proviniendo o no de la fe, son incuestionables y más que eso, son explicativas y hasta condescendientes ante lo complejo.

En la secundaria, muchas veces me dijeron Alejandro, me llamo Jesús, afirmaba yo, sin molestarme. Entonces ¿no tienes un hermano que se llama Alejandro? – yo repasaba mentalmente los nombres de todos mis hermanos y les aseguraba que no. Es que eres igualito a un Alejandro que conocí. El narcicismo y la inmadurez, de la adolescencia me explicaban que fue el pretexto de esa compañera para iniciar una conversación.

Nunca llevé un registro de cuántas veces me ocurrió, pero en el autobús, muchas veces había quien me saludaba de lejos, con la calidez de quien saluda a quien ve a diario. En mi primer trabajo una Secretaría que me triplicaba la edad, se me quedaba viendo y me decía que era idéntico a un novio que tuvo de joven. En el cine del CUC, una vez un sacerdote me preguntó mi apellido y me dijo que era yo muy parecido a un fraile de principios de siglo (del siglo pasado) en España, que lo investigara para que viera el parecido. No había Wikipedia entonces y ahora que hay no me he puesto a buscarlo aún.  Una vez que regresaba de la Ciudad de Puebla y la fila de autos y camiones para pagar la caseta de peaje era enorme, tomé la decisión de ir hasta la que estaba cerrada y dije, si todos van a esperar la larga fila, dará igual que espere yo a que llegue un operador y me cobre. Sin embargo, se acercó un policía con un mayor grado al de tránsito, no sé distinguir entre grados militares ni policiales, pero los uniformes y distintivos eran evidentes, entonces levantó la pluma manualmente y me dijo, ya sabíamos que venía, pase usted Licenciado. Y pasé sin pagar, agradecí y le extrañó, como que a quien esperaban ni gracias decía. Por supuesto ya no me detuve a preguntar si me estaban confundiendo ni con quien.

Otro tipo de confusiones menos agradables me suceden como aquella vez que buscaba yo una película en un macro video centro, y pasó detrás de mío un jóven y me dá un golpe en la nuca con el videocasete que traía en la mano y me dice “ya la encontré ya vámonos we…”, me hubiera dado mucha risa la confusión pero el golpe en la nuca me borró toda risa y le eché esa mirada de “¿Qué necesidad tienes de ver con un solo ojo el VHS que llevas?”, -discúlpeme es que es igualito a mi primo, creí que….

Anécdotas por el estilo me han sucedido en diferentes momentos y en variadas circunstancias, sé que no me suceden sólo a mí, pero nunca dejo de pensar en la creencia de que todos tenemos un doble, al fin de cuentas un pensamiento así implantado ya no te lo quitas jamás.

Pero a ahora con las redes sociales y con las búsquedas por imágenes que permiten algunos buscadores, basta un rato de ocio para localizar personas similares al menos en apariencia. Y ahí estaba google no entre los primeros, sino en los 20 siguientes resultados, el parecido es impresionante, la mente comienza con confusiones del tipo “esa foto no recuerdo cuándo me la tomé”, y con los resultados en caché (es decir almacenados por otros buscadores, no necesariamente porque tengas acceso a dicha información), dejaba ver que su fecha de nacimiento también era 13 de junio, el año ya no se mostraba. Muchas veces creí que mi fecha de nacimiento no era del todo común, una compañera y tocaya en la secundaria, una estudiante que fue mi alumna en la universidad, y al menos dos amistades que me decía que no se les olvidaba mi fecha de cumpleaños porque era también la de otro gran amigo o de su tía favorita, y hace menos de un lustro una diseñadora gráfica que trabajó en mi equipo y que por primera vez hicimos un festejo por cumpleaños doble en la oficina. Así que puedo seguir contando con los dedos de una mano a quienes han nacido el mismo día que yo, ni siquiera el mismo año, sólo el mismo día.


La creencia que mi Mamá implantó queriendo o sin querer, ha sido utilizada para libros películas, cuentos, y dentro de las nomenclaturas que se le han dado, la más popular en alemán y le llaman doppelgänger (el doble andante), la era digital que permite búsquedas y aporta resultados inesperados, ha creado también la moda de los cazadores de doppelgänger, al grado de crear servicios que cobran por buscar el tuyo.


Yo ya no quise investigar más a mi doppelgänger, por muy curioso que parezca, no es banal la experiencia de encontrarte con tu similar, tener una vista de cómo los demás te ven, ver que otra persona proyecta lo mismo que tú, es como ver desmoronarse aquello que has forjado como identidad y unicidad. Afortunadamente revisar la imagen que más has visto en la vida (la propia) te da una pericia capaz de discriminar los más insignificantes detalles, por ejemplo, cuando estaba en la secundaria hacíamos un juego de pegarse un papelito en la frente, yo levantaba las cejas y se hacían surcos tan pronunciados que el papelito caía, luego aprendí que el rostro se modela gracias a los gestos que uno hace frecuentemente y desde entonces he sido más sutil para levantar las cejas, eso no lo hizo mi doppelgänger, a él se le ven esos surcos, ahora arrugas en la frente. Otra diferencia, gracias a las cámaras frontales de los teléfonos celulares, esas que sirven para tomar las selfies, noté que cuando sonrío, no soy tan simétrico como esperaría, el espejo no me lo dejaba saber, pero al ver las selfies, es imperdible, la orientación hacia un lado de la sonrisa, cosa que no sucede en mi doppelgänger y la ubicación de mis lunares, uno debajo del ojo izquierdo y otro a mitad de la nariz.


 Esos no los tiene doppelgänger. Mi unicidad está a salvo.

Salvo que meses después hice la misma búsqueda por imagen y aparecen otros seis similares.