Pensamiento Asertivo II
Secuaz es un
adjetivo que se usa más como sustantivo en sentido peyorativo para referirse a
quien sigue el partido, doctrina u opinión de otro.
Esbirro es aquel
oficial de justicia con rango inferior o seguidor a sueldo movido por interés.
Paniaguado es aquel
servidor de una casa, que recibe del dueño de ella habitación, alimento y
salario. En todo caso hay aproximaciones como la palabra derivada del
náhuatl Contlapache (encubridor) o compinche (amigo, camarada), pero no,
ninguna, logra la equivalencia del estereotipo cinematográfico minion.
Luego de revisar
esos interesantísimos, útiles y simpáticos personajes que aparecen en las dos
películas de “Mi villano favorito” (forzada traducción de “Despicable me”, me
explico un poco porqué no hay una traducción y los seguimos llamando minions.
No hay una palabra que los describa.
Advertencia las
siguientes líneas pueden herir susceptibilidades y no ser bien recibidas por
personas sensibles o nacionalistas orgánicos. Si usted no soporta la
autocrítica o considera un dogma el nacionalismo a ultranza, oprima
inmediatamente <ctrl-w>.
- -bye - -
Si usted no oprimió
la combinación de teclas o lo hizo por
curiosidad y ya regresó a mi blog, entonces conocerá mi exposición de motivos.
En primer lugar
tengo que decir que este texto fue motivado por un post en Facebook que dice
algo así como “Hay que ser como minions, … en donde los pongan se adaptan y además SON FELICES!”, en pocas horas ya llevaba cientos de likes, había
sido compartido decenas de veces y se llenaba de comentarios a favor de la
felicidad, la ternura y dejarse fluir. (facebook.com/CharoFernandezOficial), en
Twitter ya se había retuiteado varias veces también.
En segundo lugar sé
que hablar de las características de personajes que en su totalidad son creados
por un equipo de animadores cinematográficos, que no hay margen ni para las
diferencias individuales del actor que los interpreta o hace el
doblaje, es tan artificial como hablar del aroma de las flores de plástico o
papel.
Por lo que se ve en
las dos películas, los minions, son un equipo de trabajo creados ex profeso
para ayudar al villano a concretar sus malvados planes, entre sus
características se encuentra que laboran en equipo, pero nunca se lo toman en
serio, pareciera que están jugando porque disfrutan lo que hacen, son leales y
fieles en extremo a su jefe (no necesariamente su creador), ponen todo su
potencial y habilidades a disposición de una causa común, todo lo realizan con
una sonrisa y tienen la risa fácil para cuando algo les parece divertido.
Hablan un idioma común y son capaces de recibir instrucciones y llevarlas a
cabo al pié de la letra pero sin temor de innovar métodos o inaugurar atajos.
Manejan instrumentos, vehículos, si alguna vez caen se levantan o su naturaleza
los hace rebotar y siguen sonriendo. Se comunican efectivamente entre
ellos y se distribuyen el trabajo de
igual a igual; se llevan pesado y se aguantan.
Son innovadores y
no reparan en creatividad, lo mismo pueden crear un unicornio de juguete a
partir cepillo para baño y cono de helado, que disfrazarse para ir al
supermercado y pasar desapercibidos. No
temen manejar maquinaria nueva ni divertirse al corregir sus desatinos.
En los contratiempos
se muestran solidarios y por ejemplo, sacrifican sus pertenencias por evitar la
bancarrota de su jefe.
Finalmente son
desinhibidos y emocionales porque expresan sentimientos y reclaman hasta un
beso de buenas noches. Paradójicamente no se sienten inferiores, ni serviles y
mantienen su individualidad ante tanta uniformidad.
¿Porqué no hay un
equivalente a minion en nuestra cultura?
El trabajo en
equipo no es lo nuestro, no podemos colaborar de igual a igual, el trabajo no
lo consideramos divertido, ni enriquecedor, no es un motivo para sonreir, no
nos gusta estar uniformado, perderse en una multitud nos parece una afrenta a
la individualidad, aunque ese afán de
saberse diferente implique tomar desviaciones o ir contra la corriente per se.
El reto que muchos
de nosotros tomamos en el trabajo es del menor esfuerzo, como si la competencia
consistiera en rendir lo menos posible y cuidar que los demás tampoco lo hagan.
Un estándar bajo, libera de exigencias, esconder las habilidades y creatividad
para otro momento, pues seguro se les puede sacar un provecho individual. En un
ambiente de trabajo es extraño ver personas sonriendo, pues si alguien se
mantiene completamente serio es porque está concentrado, si alguien de plano
pone cara de molesto es porque ya ha dado más de lo que se esperaba y no recibe
el debido reconocimiento. Si por el contrario, alguien sonríe y está contento
es sospechoso por anormal.
Somos seguidores de
instrucciones, pero inamovibles, si acaso el entrenamiento nos llevó a
apegarnos al instructivo, ese es pretexto para detener el trabajo cuando una de
las piezas no está cumpliendo su objetivo, tendrá que resolverlo quien tiene
esas instrucciones diferenciadas.
También somos creativos, pero para obtener algún provecho, (esto es una
desviación y se llama corrupción) pues si luego de seguir el manual o
instructivo encontramos una manera de hacerlo fácil, guardamos el secreto y lo
utilizamos como el plus que nos beneficia, y que sería pecado compartir.
En el trabajo no
nos podemos “llevar” es decir, jugar bromas, pues hemos aprendido que esas
deben ir en un solo sentido, si nos la regresan es por ardidos, no por sentido
del humor, se menosprecia aquel que no soporta que le hagan una broma, o que no
la aguante, pero de ninguna manera permitimos que nos apliquen alguna. Por eso
se habla de acoso laboral, porque el sentido del humor lo ejerce quien ostenta superioridad
jerárquica y tiene el poder de sancionar si la broma fuera en su sentido
también.
En los
contratiempos del jefe o empleador, no se da propiamente una solidaridad, se
evalúan la repartición de bienes y el nuevo destino de nuestra “lealtad a toda
prueba”.
Trabajar y
colaborar de igual a igual no es lo nuestro, por eso hay un infinito
organigrama y puestos de trabajo diferenciados por nombres y niveles donde uno
se siente diferente al otro aunque sea por una letra en su clave, el técnico
“A” el Técnico “B”, el profesionista “titular” y el profesionista “principal” o
el profesionista “en jefe” o el profesionista “homologado”, de los cuales no
hay una clara diferencia, pero ellos se tienen que llamar diferente. Tampoco
existen ya los nombres reales para los empleos:
”obreros”, “jornaleros”, “auxiliares”, sino que todos deben llamarse
gerente o subgerente, vicepresidente o “jefe de” o “especialista en”. Un viejo
chiste dice que un marido llega con su mujer a presumirle que le han dado el
cargo de vicepresidente y ella le dice –¡gran cosa!, hasta en el supermercado
hay un vicepresidente encargado de las bolsas. El marido para demostrarle que
no, pone el altavoz en el teléfono, marca al supermercado y pide que lo comuniquen
con el vicepresidente de bolsas… la recepcionista le pegunta: - ¿con el de
bolsas de papel o con el de bolsas de plástico?.
Los minions son
seguidores y eso es de lo que más carecemos en la actualidad, dice Warren
Bennis, que el día de hoy todos queremos ser y desarrollar líderes, pero que
faltan seguidores, nadie quiere asumirse como seguidor de nadie sino ser líder.
Los minions tienen clara esa estructura de autoridad y no les crea conflicto
mantenerse en esa línea.
En fin los minions
en el cine nos han robado el corazón, mucho tiene que ver que admiramos lo que
no tenemos, como la capacidad de mostrar emociones, requerir un abrazo, pero
también la asertividad para callar al impertinente sin dañarlo y sin culpa, los
minions callan o quitan de su camino al compañero inoportuno, con seguridad
y certeza, sin quedarse tiempo a lamentar ni a elaborar planes de venganza, del
mismo modo al que callaron o quitaron del camino, aprende de su error y no se
convierte en mártir ni se deprime o aisla, se enlista para saberse útil de
nuevo.
Así que si algo hay
que aprender de los minios, que sea eso, disfrutar, dejar fluir, hablar poco, si
el lenguaje es limitado, aprovechar la comunicación no verbal, integrarse como
equipo, entender el valor de colaborar para un bien superior, vivir en aquí y
ahora desde nuestras circunstancias y condiciones, encontrar motivos para reír
en la vida cotidiana y nunca, nunca dejar de emocionarnos y sorprendernos.
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