Y en asuntos de menor relevancia y parafraseando a Silvio
Rodríguez, “…soy feliz y quiero que me perdonen por este día los muertos de mi
felicidad…”, así como a Mafalda “deberían hacer un monumento a aquellos
escritores que desperdician su talento en un “mi mamá me mima”, luego de
anticiparme dos críticas, ahora sí, dedico este espacio a hacer una apología de
lo decembrino, versus lo navideño.
Dejando por un momento de lado, el aspecto religioso, el
término navideño se ha llevado de mano en mano y de boca en boca con fines tan
comerciales que en algún momento resultan ofensivos, especialmente por su
desconexión con el origen de natalicio y previo adviento. Si uno cierra los
ojos y piensa en la palabra Navideño, las imágenes que vienen son plásticas, es
nieve artificial saliendo de una lata de spray, de un pino de plástico, al que
se cuelgan todo tipo de adornos, vistosos coloridos y luminosos. Aparece la imagen
del Santo de la barba blanca y vestimenta roja con blanco y renos, muchos renos
y ese transporte que en nuestro país no sería útil en ninguno de sus climas: el
trineo. Además viene el abrumador bombardeo de los centros comerciales que
apenas habiendo pasado el 16 de septiembre y en casos tardíos el 2 de
noviembre, se saturan de “lo navideño” adornos rojos, verdes, plateados,
nevados, renos y más renos, cancioncitas y muchas lucecitas.
Cerrar los ojos y pensar en la palabra “decembrino” por lo
menos a mí, me habla de muchas más cosas, el principal festejo de la principal
religión, pero además la sensación de término de ciclo o nuevo giro de la
espiral interminable (http://jesusorduna.blogspot.mx/2014/10/cerrar-ciclos-o-recorrer-la-eterna.html)
vacaciones, descanso, cambio de estación, en este hemisferio, de más que
quejarse de frío, es recibir con alivio el aire que se va llevando los bochornos
del verano y parte del otoño, es retomar gradualmente la ropa abrigadora y
retomar actividades y convivencia bajo techo, lo decembrino es degustar en abundancia
los platillos que con frutas de la temporada (ricas en vitamina C) y explosión
de sabores, dado que son más elaborados y mejor condimentados a fuego lento
(puesto que han empezado las vacaciones), nos lleva a recuperar gustosamente un
poco de peso, así como los osos cuyo metabolismo se fortalece para soportar las
bajas temperaturas. Decembrino tiene que ver con lo que llamamos “bajar la
cortina”, es decir, cerrar el negocio, la oficina, la escuela y reencontrarnos,
volver a ver a las personas que sólo frecuentamos en diciembre y que se ponen
en modo “decembrino”, frío en el aire, calidez en el alma.
Prefiero lo decembrino a lo navideño.
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