martes, 11 de agosto de 2015

Corazón roto, los fragmentos aún existen

Cuenta la historia que el joven romántico y enamorado, luego de un tiempo de sentirse en las nubes por saberse correspondido por la hermosa doncella, un día fue aterrizado y pasó de poner los pies en la tierra, a reptar por el infierno, la doncella había dejado de corresponder por compasión al encendido enamoramiento del joven.

No sólo tenía malestar por ya no estar con su amada, sino por confirmar sus sospechas de nunca haber sido amado, sino correspondido por compasión.

Primero sintió un malestar físico, una nauseabunda sensación de descontrol y que su cuerpo no respondía, ni su atlética complexión, lo mantenía siquiera de pie. La resequedad de los labios que ningún manantial lograba saciar y ese frío de la piel que ni todas juntas las horas de sol lograban templar. Dejó de sentir hambre y el sueño tampoco llegaba. Una noche oscura que dormitaba, pues ya no conseguía dormir una hora continua, sintió un leve soplo que parecía enfríar aún más la palma de su mano izquierda, que empezaba a acostumbrarse a sentirla adormecida y temblorosa, ese viento casi imperceptible, le había llevado un pequeño papel, un trozo apenas, cual recorte de una carta con caligrafía antigua y tinta casi corrida, se leía exclusivamente “sientes roto el corazón, más no te desanimes, los fragmentos aún existen”.

La hechicera del origen de los tiempos, aquella que ya existía antes que el mundo y que tuviera fama de curandera de los más difíciles casos, asediada por ricos y pobres, injustamente acusada por algún caso sin éxito y sin ser valorada por los cientos de personas milagrosamente curadas, aquella que un día se quiso apartar de la vista de todos y que sólo a la distancia su legado fue poco a poco revalorado, hoy le mandaba ese mensaje, sin afán de ser escuchada en persona, ya no era importante para ella el reconocimiento, sólo la oficiosa vocación de ayudar a los más desvalidos. Todo poder tiene límites y el de la Hechicera del origen de los tiempos era que no podía ayudar más allá de lo que el mismo menesteroso tenía la capacidad de alcanzar por sí mismo.

De tal forma que la Hechicera del origen de los tiempos, directamente daba agua al sediento que ya no podía dar un movimiento más, o hacía aparecer un puente al viajero impertinente que podría morir por los peligros de su lado del río, pero si el viajero había sido precavido y además era habilidoso, su ayuda debía llegar sólo a aportarle madera y quizás algunas sogas para que él mismo construyera, porque era capaz de hacerlo, su propio puente y salvar de todas maneras su vida, aunque esa  ayuda menor, lo pusiera en mayor riesgo. La ayuda de la Hechicera del origen de los tiempos no podía convertirse en un obstáculo para su crecimiento y aprendizaje.

Así que no podía ayudar a reparar el corazón del joven romántico, solamente darle alguna pista, que mantuviera viva la esperanza, pues ese joven romántico poseía habilidades y capacidades nunca vistas en sus similares. No por nada, la doncella lo había escogido al admirarlo y reconocerle inusitados potenciales, más no por eso llegó a enamorarse.
“Sientes el corazón roto, más no te desanimes, los fragmentos aún existen”, era todo lo que el joven romántico podía leer en aquel trozo de papel de tinta casi corrida y tendiente a borrarse, no podía recibir más ayuda.

Parte de las habilidades, capacidades y sabiduría en formación del joven romántico, era reconocer que nadie posee la verdad absoluta y que, en gran parte, sus logros, no eran más que cristalización de enseñanzas de sus mentores, así que después de leer el mensaje de la Hechicera del origen de los tiempos, sin enterarse jamás de que ella se lo envió, se sacudió el polvo, bebió de su agua y se permitió un generoso desayuno, lo único que sabía era que iniciaba un largo camino, un trayecto que lo podría conducir a reunir los fragmentos, a superar un corazón roto.

Esta historia terminaría aquí, si el joven romántico hubiera sido menos avezado, menos intrépido y de reducido entendimiento, pues los límites de la Hechicera del origen de los tiempos no le hubieran impedido, como en otras ocasiones, con vulgares plebeyos, reparar sus corazones rotos, con líquido tibio de oro y bronce, ese remedio que recorre las cuarteaduras y las sella de forma que no terminan de resquebrajarse y las mantiene adheridas más poderosamente que antes de romperse. Pero aquí no era posible tal remedio, el Joven romántico debía hallar su propia solución.

No lejos del hogar que tuvo que abandonar, habitaba el herrero de la comunidad y al mismo le preguntó lo que en adelante tantas veces se escucharía de su amable y aterciopelada voz:  ¿Cómo puedo unir los fragmentos de un corazón roto?
El herrero no dudó, en dar la explicación desde su peculiar punto de vista: - no hay material que resista una bien dirigida dosis de calor, ni fuerza que pueda partir de nuevo un sello bien forjado, te conozco amable joven romántico, tu corazón requiere de calor, mucho calor, y ese te lo pueden dar las demás mujeres, búscalas, déjate querer, quiere, únete a una o más, recibe el confort y calor que todas ellas te proporcionarán, los fragmentos se fundirán y tendrás de nuevo un corazón de una sola pieza, reducido quizás de tamaño, pero fuerte, blindado, impasable a las heridas, hazme caso, eres apuesto y las mujeres no se resistirán, ellas son tu solución.

¿Reducido en su tamaño? El joven romántico, agradeció el animoso consejo del herrero, pero no podía dejar de pensar en que un corazón más pequeño y blindado, no es lo que querría para el resto de sus días.

Más adelante, afanoso y ufano del aroma del pan recién horneado, un enharinado y bonachón panadero tarareaba alegres canciones mientras acomodaba algunos panes en su vitrina, el joven romántico, sin sentirse satisfecho con el mensaje del herrero, se atrevió a cuestionarlo, quien sin dejar de entrar y salir, ni silbar la misma melodía que tarareaba hace unos instantes, le dijo deteniéndose unos segundos: - dulce, no tienes más que endulzarte la vida, el dulce es esa sustancia que da sabor a la más amarga existencia y que su consistencia, de forma flexible, une las partes que se han separado, con dulce, caramelo y crema batida, tu perspectiva del mundo cambia, nadie puede estar triste si el dulce es su sabor  predominante, así como la vida no espera, el dulce tampoco, lo que tengas que hacer hazlo ya, nunca dejes el dulce para mañana, ya que se puede endurecer,  sonríe, enfiéstate, canta, baila, goza, disfruta, no pierdas el momento, la solución está al alcance de tu mano y es ¡inmediata! Y así como si siguiera una interminable coreografía, el panadero, regresó hacia sus hornos,  donde su canto no se apagó, sino al contrario, se escuchó con resonancia y eco cual si fueran arreglos corales.
-¿Inmediato o se endurece? No quiero eso para el corazón-. Sacudió la harina de las suelas de sus zapatos y caminó un poco más. A dos puertas de ahí se encontraba la licorería, ese olor penetrante y embriagante del alcohol y el concierto asíncrono de botellas y vasos que se topan entre sí, le llamó la atención y quiso entrar, el hombrecillo de baja estatura, cabeza calva y bigote fino que se encontraba atendiendo, puso a su alcance la primera copa, le dijo –te ves acongojado, yo eso lo descubro a metros de distancia, ¿qué te trae por acá?, bien sé quién eres, pero jamás creí tenerte como cliente… sin mayor reflexión, el  joven romántico, sintió que el hombrecillo aquel con su directa amabilidad, se ganó una indudable confianza y le expuso su penar: “cómo se unen los fragmentos de un corazón roto”, -ajá! Dijo el hombrecillo detrás de la barra, has llegado a solicitar uno de los servicios en los que mejor me desempeño, si  yo te contara cuántos cabizbajos como tú, cruzan esa puerta siendo otra persona, si supieras el poder del olvido y cómo tengo yo una  fórmula infalible,  científicamente desarrollada, en la que hay una relación directamente proporcional entre el grado de dolor que puedas experimentar el grado de alcohol que requieres para olvidar… ¿Olvidar? – interrumpió el joven romántico, no, no esperaba que mi solución sea el olvido. -¿Cómo no? Continuó el hombrecillo detrás de la barra a quien se le agitaban los finos bigotes cada vez que volteaba al exhibidor y ponía otra botella de licor, como si estuviera preparándose para mezclar una fórmula química de dosis precisas y delicados  ingredientes, si tu dolor es mucho, podemos ir probando gradaciones menores y  tú mismo me dirás cuando tu resistencia vaya cediendo, entonces el olvido, quizás no te sane, pero olvidarás que llevas roto algo en tu interior, toma, llega al fondo de esta copa de un solo golpe y sin respirar…….

¿Olvido? Lo siento mi estimado y dedicado amigo, no es olvido lo que busco, no quiero olvidar los buenos tiempos, si mi doncella me amó o no, viví despierto un sueño que siempre quise y que me hizo sentir pleno, entero, poderoso, completo, aunque ahora el dolor me tiene disminuido física y anímicamente, olvidar no es lo que quiero, agradezco tu buena intención y haber puesto a mi disposición toda tu experiencia, pero no, el olvido no es lo que necesito. El hombrecillo, le dijo, anda, entonces que encuentres en otra parte lo que buscas y aplicó para sí mismo el consejo: bebió de un golpe el contenido de la copa sin respirar.

El ensordecedor ruido de la maquinaria que trabajaba sin parar para fabricar hielo y el repartidor que lo golpeaba estratégicamente para formar cubos de tamaño parecido, se le cruzaron en su trayecto y luego de recibir una arenga por cruzarse en el camino de esos grandes bloques, el joven romántico se disculpó y le dijo al repartidor de hielo que estaba distraído a manera de disculpa, de forma tosca, el rudo repartidor, le dijo que qué es lo que podía distraerlo de tal forma que no reparara ni hacia dónde se dirigían sus propios pasos, el joven romántico que traía a flor de piel el sentimiento de búsqueda de solución, le planteó su padecer al repartidor de hielo, quien sin que se le pidiera directamente, le propuso una práctica solución: el hielo todo lo comprime y lo que ha estado fuera de su lugar, vuelve a encajar, vuelve a su tamaño y forma natural, incluso funciona con el corazón, mira, haz la prueba, toma este trozo de hielo (era un pedazo sin forma como del tamaño de su puño), ahora descúbrete el pecho y pégalo a tu corazón, sí ahí del lado izquierdo. Mientras el joven romántico le hacía caso a sus instrucciones (ya nada le parecía descabellado) el repartidor de hielo le dijo: los problemas del hombre están en su sangre, ser de sangre caliente sólo nos ha traído problemas, verás que sentir el frío del hielo nos da alivio, nos contrae los músculos, nos provoca una postura firme, sin miramientos a sentimentalismos vanos. ¿Ya sientes el poder del congelamiento?, el congelamiento alarga y hasta puede volver eternas las condiciones de un momento dado, hoy que te queda algo de fortaleza, algo de templanza y de serenidad, es el momento de congelar los sentimientos, de que no cambien de como se encuentran ahora, tu bien lo sabes, la carne, se descongela y si no se aprovecha en ese momento, no vuelve a servir. Has observado el lago cuando se congela? Se vuelve firme, duro, impenetrable, detiene el movimiento de las siempre inquietas aguas, otorga paz, serenidad, no hay cambio, han descubierto animales prehistóricos que tienen aún hierba verde en la boca, o sea que cuando se congelaron estaban comiendo y el poder del frío extremo lo conservó intactos. Esa es la solución, congelar, enfriar la sangre, evitar que todo cambie. En ese momento el joven romántico, tiró al piso lo que quedaba del trozo de hielo y le dijo al repartidor, ahora tengo sensación de frío y la palma de la mano entumecida, insensible. Exacto, dijo el repartido de hielo, ya está haciendo efecto nuestra solución, si dejas de sentir, te deja de doler, entras en un estado en el que te quedarás sin que cambien las cosas, donde tus males no se agravarán.

¿Sin cambios?, ¿Insensible?, así no lo deseo, ¡no quiero dejar de vivir!, el repartidor de hielo, retomando su herramienta para partir los grandes bloques, le dijo sin manifestar siquiera molestia, pues anda tu camino, que aquí nada has querido aprender.

El joven romántico siguió su camino por horas, días, semanas, meses, algunos periodos no tenía nadie a quien comentarle su pena, otras veces consultaba a dos o tres personas sobre lo suyo, así conoció al grupo de mineros que le decían que el corazón roto era una gran suerte, que sólo rompiendo lo exterior, podría obtener lo valioso del interior. El pastor que le explicaba cómo el corazón es una fiera salvaje que se debe domesticar y que al obedecer a su amo, nunca más causará dolor, pues no hará nada que no esté estrictamente puesto en su rutina. El pescador que durante semanas lo llevó en su barca y le explicó que el corazón es como un cardumen que no necesita están completo para ser sustancioso y suficiente. El campesino durante toda una temporada le explicó la trillada lección de que lo que siembras es lo que cosechas y que un corazón roto, no es el fin del mundo, que muchas veces se ha perdido la cosecha y la generosa tierra te vuelve a dar la oportunidad. Una vez encontró en su camino a un ermitaño que le dijo que alejarse de todos es la mejor manera de prevenir la ruptura del corazón, que también así puede evitar el pago de impuestos y no hay obligación de saludar al vecino ni estar pendiente de las historias aburridas de las demás personas….

Pero se encontró con el anciano ciego que sin ser un mendigo ni pedigüeño, pasaba largas horas sentado en la banca de la plaza principal, escuchando historias y conversaciones de las personas que ya ni se preocupaban por hablar alto en su presencia o proximidad, con la seguridad de que el ciego nunca sabría a quien adjudicar las historias escuchadas. Sin embargo el anciano ciego, había vivido toda su larga vida en la comunidad y sabía perfectamente por un bien desarrollado oído, quienes eran los habitantes, sus hijos, nietos, tenía la forma de enterarse de nacimientos, fallecimientos, bodas, mayorías de edad, negocios, historias felices y trágicas, y así como nadie podía ver a la Hechicera del origen de los tiempos, él, gracias a su sentido sobre desarrollado del oído, podía detectar su presencia, no su presencia física, esa estaba fuera del alcance de todo mortal, sino las acciones en las que ella estaba involucrada, así que cuando el joven romántico regresó exhausto de su largo y al parecer, improductivo viaje,  hablando sólo se puso a hacer un recuento de su andar:  el herrero me sugería blindar, el panadero, endulzarme, el hombrecillo de la licorería, me propuso el olvido etílico, el repartidor de hielo, pretendía que  me vuelva frío e insensible… el minero, el campesino, el pescador….. ante su lamento en voz alta, el anciano ciego, adivinando la intervención de la Hechicera del origen de los tiempos, a quien respetaba, aunque no siempre estaba de acuerdo con sus acciones, le dijo al joven romántico que se acercara, su débil voz que contrastaba con la claridad de sus palabras y la lucidez de su pensamiento, le dijo, he escuchado parte de tu historia y ni siquiera necesito que me cuentes más, puedo deducir hacia dónde se dirige. El joven romántico dio un sobresalto y le dijo, si lo sabes dímelo, llevo mucho tiempo tratando de encontrar una solución a este corazón roto. Ese mensaje que llegó a mí, me ha tenido pensando y buscando respuestas, al grado de que me he cuestionado su existencia, y he querido convencerme de que no fue real, que lo soñé y que todo este recorrido ha sido en vano.
El anciano ciego, con toda serenidad, le dijo –Nunca es en vano un recorrido. Sólo que muchas veces buscamos en otros la respuesta que ya llevamos dentro. Y muchas veces la falta de claridad nos impide encontrar la solución que está a nuestro alcance. Buscamos por todo el mundo y ante tanta riqueza de historias, experiencias y apoyos, nos abruma de tal forma que no vemos que la solución la llevamos con nosotros mismos.

El joven romántico que sin dejar de ser amable y respetuoso escuchaba al anciano ciego, comenzaba a sentir que perdía la calma y que se trataba sólo de alguien más que sugería soluciones desde un punto de vista cerrado y a partir de una experiencia única como todos los demás. Le pareció irónico que en su diálogo interno haya mencionada punto de vista (del anciano ciego) y para no dejar de ser amable, siguió escuchando.

El anciano ciego, que sabía perfectamente cuando la gente hace, gestos, pausas, cambia su respiración, sabía también que el joven romántico podía levantarse en cualquier momento y proseguir su camino, tan desorientado como llegó, así que hizo más directo su discurso: el mensaje que recibiste es de una sabiduría superior y no es tan directo como lo tomaste, pero tampoco tan confuso como para que sigas más tiempo dando tumbos. En realidad se te dijo que sientes  roto el corazón y uno debe dudar de lo que siente, nunca dar por hecho, ni verdad lo que entra por nuestros sentidos, lo que  escuchas, hueles, pruebas, tocas, sientes y ves (aunque esto último sólo lo supongo), ese mensaje no afirma que tengas el corazón roto, te dijo que lo sientes y es entendible que si sufriste una herida, te sientas despojado, traicionado, timado, abusado y usado si así lo crees, pero de ahí a que tengas el corazón roto hay una gran trecho. Ese mensaje lo único que te quiere decir es que no te sientas desanimado, es decir, que aún tienes alma, que conserves la esperanza y las ganas de vivir, pero más importante es que te dijo que los fragmentos aún existen y eso mi querido joven romántico es lo más importante. El joven romántico tragó saliva y con cierta agitación quiso preguntar por qué se trataba de lo más importante. Sin embargo, el anciano ciego, detectó su agitación antes de que emitiera palabra el joven romántico le dijo, ¿te diste cuenta de cuántas metáforas se utilizan para describir el corazón?, ¿notaste que cada quien, dependiendo de su oficio o sus circunstancias, creen que el corazón se cura o se repara de diferentes formas?, la clave está en que si los fragmentos existen, no tienes roto el corazón, puesto que si se hubieran desconectado sus partes, tu ya no tendrías aliento, son misteriosos los mecanismos que mantienen unido al corazón, no son de metal, ni de hielo, fuego o harina para pan. Lo que tienes es un corazón herido que necesitaba cuestionarse qué hacer, cómo levantarse, resurgir, saber que hay alternativas a la vida que creías que existía de una sola forma, junto a una sola persona, un solo estilo y únicas circunstancias, yo creo que este mensaje te lo ha hecho llegar una poderosa hechicera que ha existido desde antes que tú  y que necesitabas tomar la lección por tu propia búsqueda y con tu propio aprendizaje……..


El joven romántico, se levantó de la banca, agradeció al anciano ciego la claridad de pensamiento y haberle dado un poco de orden al caos de pensamientos que traía, pero la idea de una Hechicera que existió desde antes que él, ya le pareció descabellada, fuera de lugar y le hizo pensar que el anciano ciego tiene momentos de lucidez, pero ya estaba entrando en otro demencial.

El anciano ciego escuchó los pasos del joven romántico que se alejaba de esa banca en la plaza central y habiendo percibido la gesticulación e incredulidad, movió la cabeza de un lado a otro, diciendo para sí mismo. El aprendizaje llega, sólo cuando estás listo para recibirlo.

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