miércoles, 26 de agosto de 2015

Tomatina Catártica

Recuerdos de la fiesta que aun no he ido

“ - Este año otra vez me dieron ganas de ir a París
  - ¡Ah! ¿Fuiste a París el año pasado?
 - No, el año pasado también me dieron ganas.”

Existe una fiesta de la que tengo recuerdos aunque nunca he ido, ¿qué otra cosa son los recuerdos si no imágenes mentales asociadas a estados de ánimo?, así que uno puede tener imágenes mentales de una fiesta a la que no se ha asistido, así el pensamiento lanza su venganza a la traicionera memoria que ha borrado imágenes de hechos que sí sucedieron.

Cada vez que me entero de la fiesta de la tomatina en Buñol, Valencia, España, se me antoja ir, es más se me antoja armar mi propia tomatina en las estrechas calles de Copilco en el D.F. donde viví mi infancia y adolescencia.

Hace un par de años, puse un tuit, luego de recorrer los pasillos largos del conjunto donde se encuentra mi oficina, donde te encuentras las rutinarias miradas y los huecos saludos de las caras conocidas que generalmente no asocias al 100% con sus nombres, es decir, ves a licenciado de la barbita y las corbatas opacas o al arquitecto de las corbatas floridas y el cabello peinado como de estética o a la secretaria que se arregla como si estuviera rumbo a un casting para una película hollywoodense, pero también a la otra que desde los años 80’s se resiste a cambiar su peinado, o al que va a la oficina como chavorruco (a sus casi 50 no se ve bien con los jeans coloridos que usan hoy los preparatorianos que llegan en motocicleta). Cuando ves ese desfile de personajes y algunos te saludan por compromiso, otros con una cercanía inusitada acompañada hasta de abrazos, pero otros que se incomodan desde 20 metros antes del encuentro y mandan un gesto como de “ah, es verdad, te conozco, buenas tardes”. Hay quienes ni la mano te ofrecen, más bien su saludo es como si te señalaran, o apuntaran con una pistola. En fin, el tuit decía algo así como “Me gustaría organizar una tomatina, para que en lugar de saludos falsos y hostilidades contenidas, pudiéramos lanzarnos un tomate en mitad de la frente.” Uno de los comentarios a mi tuit alarmaba a una de mis amistades, diciéndome que no parecía yo tener esas agresiones contenidas.

Y como twitter no da mucho para argumentos sino sólo para ideas, ya después desarrollé la idea de que no era una cuestión de agresión sino de catarsis, desahogo pues. Uno se cansa de mantener siempre la pose y ceremonia entre los conocidos (conocidos es un grado anterior a los amigos y la mayor parte nunca se gradúan), que no con los amigos, esos especímenes escasos con los que si tenemos tensión, bien nos podemos dar unas palmadas en la espalda o decirnos de frente que algo nos cae mal y hasta confiarles que hoy no tenemos ganas ni de saludar a nadie y sin rencores, nos veremos la próxima con gusto.

Nunca he ido a la tomatina, ni a los San Fermines, en México tenemos cientos de fiestas y ferias más, como por ejemplo las Huamantladas en Tlaxcala para que no añoremos las Pamplonadas y un sin fin de exposiciones, especialmente gastronómicas. Pero no deja de inquietarme la tomatina, un evento catártico, donde sales a tus calles y dispones de toneladas de tomates maduros (150 toneladas en el año 2015, en su 70 aniversario) para aventarlos a los demás y dejarlos nadando en un caldo rojizo. Y donde recibirás también tomates que se harán puré en tu frente, espalda, nuca, hombros, tengo tantos recuerdos de organizar mi imaginaria tomatina, en las calles de Copilco, donde le aviento un tomate en la cara al vecino que me ganó en las carreras de bicicleta durante las fiestas de San Alberto Magno, otro tomate para el que le lanzaba piropos a mi hermana, o al de la tienda que una vez se burló porque no pronunciaba yo correctamente lo que estaba pidiendo, aquella comadre que una vez hiciera comentarios de mi madre, o al par de imprudentes que una vez golpearon uno de a mis hermanos menores y me hubiera gustado organizar una tomatina la vez que participé en una obra de teatro seria en la iglesia y escuché risas durante mi participación. Una tomatina también para aquella supuesta brigada médica que una vez llegó a la colonia en tiempos electorales y que a los que tenían obesidad les recomendó consumir alimentos naturales como amaranto y miel, a los que la desnutrición les afectaba le recomendaron amaranto y miel y a los que tenían síntomas de diabetes, les recomendaron amaranto y miel y a los que se quejaban de dolores de cabeza o de infección estomacal, les recomendaron amaranto y miel y cuando se levantó la carpa de servicios médicos gratuitos, se fue también el puesto de amaranto y miel que se había instalado al lado.

Imagen tomada de http://www.levante-emv.com/sociedad/2015/08/26/tomatina-record/1306869.html

Una tomatina catártica completa debería ser como una página a la que se le da la vuelta, los vecinos de Buñol, se organizan para limpiar milimétrica y obsesivamente sus calles una vez terminada su fiesta, así hubiera sido con mis vecinos, al día siguiente con las calles y banquetas impecables, no habría reclamo por haberle dado con un tomate en la frente, siempre nos quedaría la tomatina del año siguiente para desahogarnos otra vez.





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