Recuerdos de la fiesta que aun no
he ido
“ - Este año otra vez
me dieron ganas de ir a París
- ¡Ah! ¿Fuiste a París el año pasado?
- No, el año pasado también me dieron ganas.”
- ¡Ah! ¿Fuiste a París el año pasado?
- No, el año pasado también me dieron ganas.”
Existe una fiesta de la que tengo
recuerdos aunque nunca he ido, ¿qué otra cosa son los recuerdos si no imágenes
mentales asociadas a estados de ánimo?, así que uno puede tener imágenes
mentales de una fiesta a la que no se ha asistido, así el pensamiento lanza su venganza
a la traicionera memoria que ha borrado imágenes de hechos que sí sucedieron.
Cada vez que me entero de la
fiesta de la tomatina en Buñol, Valencia, España, se me antoja ir, es más se me
antoja armar mi propia tomatina en las estrechas calles de Copilco en el D.F.
donde viví mi infancia y adolescencia.
Hace un par de años, puse un
tuit, luego de recorrer los pasillos largos del conjunto donde se encuentra mi
oficina, donde te encuentras las rutinarias miradas y los huecos saludos de las
caras conocidas que generalmente no asocias al 100% con sus nombres, es decir,
ves a licenciado de la barbita y las corbatas opacas o al arquitecto de las
corbatas floridas y el cabello peinado como de estética o a la secretaria que
se arregla como si estuviera rumbo a un casting para una película hollywoodense,
pero también a la otra que desde los años 80’s se resiste a cambiar su peinado,
o al que va a la oficina como chavorruco (a sus casi 50 no se ve bien con los
jeans coloridos que usan hoy los preparatorianos que llegan en motocicleta). Cuando
ves ese desfile de personajes y algunos te saludan por compromiso, otros con
una cercanía inusitada acompañada hasta de abrazos, pero otros que se incomodan
desde 20 metros antes del encuentro y mandan un gesto como de “ah, es verdad,
te conozco, buenas tardes”. Hay quienes ni la mano te ofrecen, más bien su
saludo es como si te señalaran, o apuntaran con una pistola. En fin, el tuit
decía algo así como “Me gustaría organizar una tomatina, para que en lugar de
saludos falsos y hostilidades contenidas, pudiéramos lanzarnos un tomate en
mitad de la frente.” Uno de los comentarios a mi tuit alarmaba a una de mis
amistades, diciéndome que no parecía yo tener esas agresiones contenidas.
Y como twitter no da mucho para
argumentos sino sólo para ideas, ya después desarrollé la idea de que no era
una cuestión de agresión sino de catarsis, desahogo pues. Uno se cansa de
mantener siempre la pose y ceremonia entre los conocidos (conocidos es un grado
anterior a los amigos y la mayor parte nunca se gradúan), que no con los
amigos, esos especímenes escasos con los que si tenemos tensión, bien nos
podemos dar unas palmadas en la espalda o decirnos de frente que algo nos cae
mal y hasta confiarles que hoy no tenemos ganas ni de saludar a nadie y sin
rencores, nos veremos la próxima con gusto.
Nunca he ido a la tomatina, ni a
los San Fermines, en México tenemos cientos de fiestas y ferias más, como por
ejemplo las Huamantladas en Tlaxcala para que no añoremos las Pamplonadas y un
sin fin de exposiciones, especialmente gastronómicas. Pero no deja de
inquietarme la tomatina, un evento catártico, donde sales a tus calles y
dispones de toneladas de tomates maduros (150 toneladas en el año 2015, en su
70 aniversario) para aventarlos a los demás y dejarlos nadando en un caldo
rojizo. Y donde recibirás también tomates que se harán puré en tu frente,
espalda, nuca, hombros, tengo tantos recuerdos de organizar mi imaginaria
tomatina, en las calles de Copilco, donde le aviento un tomate en la cara al
vecino que me ganó en las carreras de bicicleta durante las fiestas de San
Alberto Magno, otro tomate para el que le lanzaba piropos a mi hermana, o al de
la tienda que una vez se burló porque no pronunciaba yo correctamente lo que
estaba pidiendo, aquella comadre que una vez hiciera comentarios de mi madre, o
al par de imprudentes que una vez golpearon uno de a mis hermanos menores y me
hubiera gustado organizar una tomatina la vez que participé en una obra de
teatro seria en la iglesia y escuché risas durante mi participación. Una
tomatina también para aquella supuesta brigada médica que una vez llegó a la
colonia en tiempos electorales y que a los que tenían obesidad les recomendó
consumir alimentos naturales como amaranto y miel, a los que la desnutrición
les afectaba le recomendaron amaranto y miel y a los que tenían síntomas de
diabetes, les recomendaron amaranto y miel y a los que se quejaban de dolores
de cabeza o de infección estomacal, les recomendaron amaranto y miel y cuando
se levantó la carpa de servicios médicos gratuitos, se fue también el puesto de
amaranto y miel que se había instalado al lado.
Imagen tomada de http://www.levante-emv.com/sociedad/2015/08/26/tomatina-record/1306869.html
Una tomatina catártica completa
debería ser como una página a la que se le da la vuelta, los vecinos de Buñol,
se organizan para limpiar milimétrica y obsesivamente sus calles una vez
terminada su fiesta, así hubiera sido con mis vecinos, al día siguiente con las
calles y banquetas impecables, no habría reclamo por haberle dado con un tomate
en la frente, siempre nos quedaría la tomatina del año siguiente para
desahogarnos otra vez.
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