Cierta vez abrí la ventanilla del auto para que se reciclara
el aire, empezaba el otoño y más que recircular el aire, el otoño se instaló.
No dejo de pensar cuando se referían a ciertos actores de
mediana edad como galán otoñal, como ese ex guapo maduro al que las canas le
restituyeron sex appeal. Pero en aquellos primaverales años, el término me
parecía tan lejano como paleozoico, mesozoico y cenozoico (palo, mesa y ceniza)
o como la fecha en que nuestro sol se convertirá en hoyo negro, para atrás o para
adelante da igual, hay tanta distancia en años que de algo estamos seguros, no
la conoceremos, nuestros abuelos no lo conocieron y nuestros nietos no lo
conocerán, ese presente atemporal es un estado de confort perenne y prometedor.
Pero ese día, cerca de las 6:30 de la tarde, abrí la
ventanilla del coche y no entró un aire solo refrescante, se quedó el otoño, no
en el coche (ese ya se vendió http://jesusorduna.blogspot.com/2014/12/el-talisman-de-la-felicidad.html ), se quedó en la quinta década de vida, no cumplía 50, sino 40, no es un juego
matemático pero la quinta década de la vida la inicia uno a los 40 (la primera
se inicia al primer año, la segunda a los diez años, la tercera a los 20, la
cuarta a los 30 y la quinta a lo cuarenta, es el mismo razonamiento del Y2K o
año 2000 para quienes recuerden la discusión, el siglo no inició en el 2000
sino en el 2001, pues en el 2000 terminaba la década de los 90’s y todo parte
de que no existió año cero).
El otoño se instala cuando las hojas comienzan a cambiar de
color, se aclaran los colores intensos y terminan por caerse las hojas de los
árboles caduciformes, el clima ya no es caluroso, más bien inicia un clima frío
(clima frío si fuera el personaje de una película es aquel que tiene cierta
palidez en el rostro, que cuando habla emite un poco de vaho y está con las
palmas de las manos a punto de la frotación o saturando de abrazos el libreto,
sus ropajes entre gris Oxford y ocres, de talla suficiente para cubrir a una
friolenta damisela o suficiente bufanda para atarla a los dos cuellos en un
inevitable contacto cheek to cheek (así como la canción “Lady in red”: There's
nobody here, it's just you and me, it's where I wanna be).
El otoño inicia con el equinoccio al final del verano y
termina con el solsticio invernal, algo así como el último orgasmo de la
estación del calor y hasta el intenso siguiente que compensa la venida del frío. En otoño, la caída de las hojas, es un ciclo de renovación, los
árboles sin pudor se muestran desnudos, es como el mecanismo de la naturaleza
para que puedan ser apreciados en su fortaleza oculta y su orgulloso “nada que
esconder“, sólo es un giro en el ciclo, (http://jesusorduna.blogspot.mx/2014/10/cerrar-ciclos-o-recorrer-la-eterna.html) para llegar renovados a la siguiente primavera
y sean doblemente apreciados sin dos caras, sin falsas caretas, sin
expectativas de ser más frondosos o más fructíferos, sino apreciados en su
justa dimensión.
Para el otoño, las simbiosis entre árboles y flores, toman
un matiz de maduración y de equilibrio delicado pero duradero, ya no son las
margaritas y enredaderas, las que se trepan y en su exuberante atractivo, toman
parte de la savia del árbol, ahora son flores como áster, como bignonia, que
son resistentes, adaptadas al frío, ya no cubren como alfombra todos los
jardines, sino que se establecen cerca de los árboles temporalmente deshojados
sin deshidratarlos y aceptando el dibujo o cicatrices de la corteza. Así son
los ciclos naturales, fuertes e intempestivos en primavera, exuberantes en el
verano, al desnudo en el otoño y tan resguardantes como solidariamente abrigadores para
el invierno. Meras coincidencias.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario