viernes, 19 de febrero de 2016

El reloj y el timing del planeta

Existe un momento por las mañanas similar al crepúsculo de las tardes, no sé si todos lo han notado, pero ese momento existe y es plenamente identificable. El Crepúsculo que tanta poesía ha inspirado, parece que es el declive del día, casi un momento estacionario donde no transcurre a la misma velocidad el tiempo, se termina poco a poco la luminosidad del día y cae lentamente la oscuridad de la noche, se dice que el crepúsculo es cuando Dios se toma un descanso después de todo lo que nos ha dado en el día.

Las ciudades que nunca duermen y sus luces que nunca se apagan nos han ido negando el disfrute de este momento, utilizado por algunos para tomar el té, para disfruta de paz, para cambiar de las actividades extramuros y compartidas del día al descanso y relajación en privado de la noche. Ese lento difuminar entre la luz y la oscuridad, también llamada el ocaso. Que de alguna manera también nos lleva del pensamiento concreto y apegado a la realidad que se nos exige en el día, al pensamiento libre mágico y de fantasía que se nos permite de noche. No en vano, grandes escritores y pensadores han preferido ese lapso para dar rienda suelta a su creatividad y productividad.



Me remito ahora a los recuerdos de mi más tierna infancia y mi despertar para comenzar el día, por alguna razón lo recuerdo más en las vacaciones y no en periodo escolar (preescolar). Saber que no todos se han levantado en casa, que hay cierto silencio, más que de vacío, de inactividad. La casa se llena de pequeños rayos de luz solar, que no terminan de expulsar a la oscuridad de la noche, pero que le ganan la batalla a las cortinas más gruesas e impertinentes. Así como en el crepúsculo uno no ansía comer ni ponerse a trabajar, en ese momento de la mañana tampoco urge desayunar ni activarse para iniciar el día. 



Ya desde entonces sentía yo la invitación a la reflexión a la apreciación de lejanos trinos, algún gallo tardío que canta aún más lejos, a los vehículos que empiezan a invadir las calles y a la sonrisa casi etérea de quienes cruzan la calle con el optimismo volátil de que su día será mejor, el cambio de temperatura no invita aún a ponerse en actividad, ni a practicar deporte, sino a dejarse fluir con la naturaleza dentro de las urbes, ya que nos quitarán los árboles, el pasto, entubarán los ríos, pero los ciclos del día, por muchas luces, no nos lo quitan. Podrán desconectarnos de los manantiales y del rocío de las hojas y olor a hierba al amanecer, pero no arrancarán nuestro ritmo circadiano que nos avisa, por una conexión más poderosa, el giro de la tierra y su posición respecto del sol.  Hoy día no puedo decir con mucha precisión a qué hora ocurre, seguramente de la edad que lo recuerdo, lo tenía muy presente y predecible, pero seguramente no sabía aún leer el reloj. ¿Nunca has pensado estimado lector, lectora, que haber aprendido a leer el reloj nos despegó de leer nuestra conexión con el timing del planeta?.

Animación tomada desde http://footage.framepool.com/es/shot/521227890-minutero-hora-mecanismo-del-reloj-geografia






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