Existe un momento por las mañanas
similar al crepúsculo de las tardes, no sé si todos lo han notado, pero ese
momento existe y es plenamente identificable. El Crepúsculo que tanta poesía ha
inspirado, parece que es el declive del día, casi un momento estacionario donde
no transcurre a la misma velocidad el tiempo, se termina poco a poco la
luminosidad del día y cae lentamente la oscuridad de la noche, se dice que el
crepúsculo es cuando Dios se toma un descanso después de todo lo que nos ha
dado en el día.
Las ciudades que nunca duermen y
sus luces que nunca se apagan nos han ido negando el disfrute de este momento,
utilizado por algunos para tomar el té, para disfruta de paz, para cambiar de
las actividades extramuros y compartidas del día al descanso y relajación en
privado de la noche. Ese lento difuminar entre la luz y la oscuridad, también
llamada el ocaso. Que de alguna manera también nos lleva del pensamiento
concreto y apegado a la realidad que se nos exige en el día, al pensamiento
libre mágico y de fantasía que se nos permite de noche. No en vano, grandes
escritores y pensadores han preferido ese lapso para dar rienda suelta a su
creatividad y productividad.
Me remito ahora a los recuerdos de
mi más tierna infancia y mi despertar para comenzar el día, por alguna razón lo
recuerdo más en las vacaciones y no en periodo escolar (preescolar). Saber que
no todos se han levantado en casa, que hay cierto silencio, más que de vacío,
de inactividad. La casa se llena de pequeños rayos de luz solar, que no
terminan de expulsar a la oscuridad de la noche, pero que le ganan la batalla a
las cortinas más gruesas e impertinentes. Así como en el crepúsculo uno no
ansía comer ni ponerse a trabajar, en ese momento de la mañana tampoco urge
desayunar ni activarse para iniciar el día.
Ya desde entonces sentía yo la
invitación a la reflexión a la apreciación de lejanos trinos, algún gallo
tardío que canta aún más lejos, a los vehículos que empiezan a invadir las
calles y a la sonrisa casi etérea de quienes cruzan la calle con el optimismo
volátil de que su día será mejor, el cambio de temperatura no invita aún a
ponerse en actividad, ni a practicar deporte, sino a dejarse fluir con la naturaleza
dentro de las urbes, ya que nos quitarán los árboles, el pasto, entubarán los
ríos, pero los ciclos del día, por muchas luces, no nos lo quitan. Podrán desconectarnos
de los manantiales y del rocío de las hojas y olor a hierba al amanecer, pero
no arrancarán nuestro ritmo circadiano que nos avisa, por una conexión más
poderosa, el giro de la tierra y su posición respecto del sol. Hoy día no puedo decir con mucha precisión a
qué hora ocurre, seguramente de la edad que lo recuerdo, lo tenía muy presente
y predecible, pero seguramente no sabía aún leer el reloj. ¿Nunca has pensado estimado
lector, lectora, que haber aprendido a leer el reloj nos despegó de leer
nuestra conexión con el timing del planeta?.
Animación tomada desde http://footage.framepool.com/es/shot/521227890-minutero-hora-mecanismo-del-reloj-geografia
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