Hace ya tiempo que escribí sobre
las bondades de las redes sociales (http://jesusorduna.blogspot.mx/2011/12/redes-sociales-malbenditas.html)
y cómo la tecnología no es la culpable del uso que se les da. Por otro lado, me
ha gustado jugar con los tiempos y con la deuda que tiene con nosotros la
ciencia, en comparación con la ciencia ficción: los viajes en el tiempo (http://jesusorduna.blogspot.mx/2014/08/el-futuro-alcanzado-por-el-presente-lo.html)
y ahora me sucede que muy recientemente he sido integrado a dos grupos en
WhatsApp, uno de mis compañeros de la secundaria y otro de mis compañeros del
bachillerato, no como comunidades ni asociaciones de ex alumnos, sino grupos de
conversación de quienes éramos cercanos, de quienes compartimos, salón de
clase, festejos, celebraciones, conmemoración de eventos patrios, deportivos,
paseos, tareas en equipo, viajes y más.
Recibir noticias de mis
compañeros de la secundaria, ahora que estamos cercanos a los 50 de edad,
siento que es como trabajo de arqueología, de aquellos que no necesitan cavar
kilómetros de subsuelo, sino los que toman una brocha suave y sacuden el polvo
que cubre las piezas interesantes y las rescatan para valorar a partir de la
pátina la antigüedad y hacerse una idea de cómo fueron en su esplendor. A
diferencia de los reencuentros que se daban en otra época, sólo hasta el día
del evento podía conocerse cómo se ve actualmente una persona, cuánto ha
cambiado, cuánto se parece a sí mismo y cuánto se ha alejado de lo que
esperábamos.
Los recuerdos de las personas con
quienes convivimos, se eliminan de forma similar a como lo hace la enfermedad
de Alzheimer, se pierden los recuerdos más recientes, se eliminan poco a poco
los más cercanos y van quedando con mucha mayor claridad los recuerdos más
antiguos. Pertenecer en esta vida a
tantos grupos y sus reclamos de filiaciones, ha hecho que se me hayan vuelto
volátiles los recuerdos del grupo de postgrado, más lejanos los de la
licenciatura y más vívidos los del bachillerato y secundaria. No puedo restarle
méritos a las emociones asociadas a la memoria. Así que ahora que volvemos a
conversar, parece que nos hemos dejado de ver sólo unos meses y no sólo eso,
parece también que queremos ver a los compañeros de bachillerato como si no
hubieran pasado por la licenciatura y vemos a los de secundaria como si hasta ese
grado llegaron.
En el grupo del bachillerato,
tenemos conversaciones por WhatsApp de cómo era nuestro colegio, de los eventos
culturales en los que participamos, de los amigos en común de los que hemos
perdido la pista, de los paseos, fiestas y viajes que compartimos. Sucede que
en particular en mi grupo cercano de amigos, uno de nosotros venía de una
ciudad con playa y durante los tres años que estudiamos juntos, nos invitaba a
que pasáramos las vacaciones allá. Fue sólo hasta que terminamos los estudios
que estábamos alrededor de la mayoría de edad, que organizamos la ida, misma
que se repitió al menos por cuatro años más: tomar el autobús hacia la playa la
mañana siguiente a la cena de navidad en familia, y regresar exactamente el día
31 de diciembre para la cena de año nuevo cada quien con su familia, durante
esos años, fue quizás la mejor semana que pasábamos del año. Lo que consolidaba
además una amistad que estaría a prueba del tiempo, de los matrimonios,
divorcios, hijos, nietos, desarrollos profesionales y la distancia. Algunos nos
frecuentábamos, algunos estuvimos en la fiesta, boda, nacimiento, graduación,
funeral y otros como abducidos por extraterrestres no pudimos o no quisimos seguirles el rastro. Pero ahora que se forma de nuevo el grupo, charlamos, nos saludamos,
enviamos la imagen de buenos días, de buenas noches y como nunca antes, las
redes sociales nos dan la oportunidad de decirnos buenas noches, descansen
compañeros. Este grupo lleva apenas una semana y ya hemos compartido decenas de
fotos y recuerdos, ni tiempo hemos tenido de preguntar o aclarar si los que
están ahí se casaron, o de los que sabíamos que sí, si perduraron, si teníamos
idea de la carrera que escogieron para la universidad, saber si la concluyeron
si trabajan en su área, número de hijos y sus edades, dónde viven ahora. Todo
eso saldrá en las conversaciones, por lo pronto estamos en el encantamiento de
volver reencontrarnos.
A diferencia de amigos de
Licenciatura y de Posgrado, por haberlos conocido ahí, los imaginamos
trabajando, produciendo, escribiendo, asesorando, con menos tiempo para charlar
sobre el clima y el día de la semana. Tengo muy presente un compañero de la
licenciatura, del que su esposa me pidió teléfono, correo, Facebook, porque
sabía que éramos amigos, nos saludamos, nos actualizamos en qué trabaja cada
quien, número de hijos, domicilio actual, a quienes hemos visto de la carrera y
la promesa de estar en contacto, no duramos ni dos semanas como contactos en
Facebook, un recorrido por su muro, un recorrido por el mío, ningún mensaje y
luego eliminarse de contactos. La edad, la formación, la incomodidad de hablar
de posibles indiscreciones de aquella edad ahora frente a nuestras familias, no
sé, un día abrí mi Facebook y no aparecía en mis contactos, y él debe haber
pensado lo mismo, como haya sido, no seguimos la comunicación: Red-desencuentro.
Y se abre el grupo de la
secundaria, qué éramos si no, semi niños
asustados mirando a la gente cuando nos conocimos, algunos mantuvieron
contacto, algunos recientemente se habían encontrado, algunos se saludaban de
lejos en el bachillerato o la universidad, pues en esta metrópolis o
megalópolis, es difícil tener encuentros por coincidencia en la calle. Pero
ahora con el grupo creado y la permanencia que caracteriza a WhatsApp, como si
estuviéramos conectados las 24 horas y disponibles para revivir anécdotas de
infancia y adolescencia, se ha dado un fervor por reencontrarnos, ya tenemos
cita para este fin de semana en un restaurante, hemos confirmado un gran número
de compañeros y ahí estaremos como si el túnel en el tiempo nos permitiera
correr una cortina y ver a aquellos adolescentes ahora que han dejado la
mochila de cuadernos a la espalda y no traen el uniforme con camisa blanca. Parte
de lo interesante es qué tanto te alejaste de tus expectativas y de las
expectativas que sembraste en los demás. Si el muchacho fortachón siguió creciendo
al ritmo que lo hizo esos tres años, hoy debería medir más de dos metros, si la
chica bonita y popular lo siguió siendo y como no fue Miss Universo porque nos
hubiéramos enterado, qué tan lejos quedó, quién fue el afortunado al que
envidiamos todos los del grupo y toda la generación, para haberse emparejado
con ella. Y qué tal la compañera que vivía riéndose y haciendo reír, ¿acaso
alguna vez formó una familia y educó a sus hijos con firmeza?, el niño que era
un genio y admirado por sus calificaciones en el cuadro de honor, sabemos que
no se ha ganado el premio Nobel, pero que diga cómo explotó sus cualidades, y
aquel que cantaba, tocaba instrumentos, bailaba y hasta escribía poesía, ¿seguirá
en ese camino?, qué tal aquella compañera de bajo perfil que no sobresalía en
el cuadro de honor, pero tampoco reprobaba, hoy es una reconocida académica con
publicaciones y reconocimientos en el extranjero.
Me pregunto qué tanto nos
sentaremos a la mesa dejando los prejuicios en el perchero. Qué tantos espacios hemos dejado como Oasis
en nuestro pasado a los que podemos regresar e incluso, tener invitados (http://jesusorduna.blogspot.mx/2016/01/oasis-en-el-tiempo.html)
Algunas respuestas las tendré el
fin de semana, por ahora preparo las fotos y recuerdos de la secundaria que aún
persistan para llevarlos y compartir emociones. Comprobar si el título de este
texto tiene bien puesto el espacio en Redes Encuentros o debió llamarse Red
desencuentros.
Hola Jesus ahora lo se ademas eres un excelente escritor muy asertivo tu relato
ResponderBorrary en efecto hay tanto que platicar que espero tengamos tiempo de vernos saludos
Micaela