Un día el internet, además de ser
herramienta de trabajo, se convirtió en fuente de entretenimiento y ciber-convivencia
social. Se ha abaratado su costo, pero ha aumentado su consumo.
¿Qué hacer con el uso de internet
con los trabajadores de una empresa o institución?
Me ha tocado utilizar el servicio
de internet en diversos escenarios, en Institución educativa, en organismo
gremial, en empresas, en el hogar, en sitios de acceso libre, hoteles,
aeropuertos, cafeterías y en trayectos en movimiento, en Macro computadoras, en
terminales tontas, en computadoras de escritorio, en dispositivos móviles como
los asistentes digitales personales (PDA o palm), en Laptops, tabletas,
teléfonos inteligentes y televisiones con acceso, cada vez en muchos
dispositivos más, como refrigeradores y porteros automáticos. Accesos alámbricos
e inalámbricos, en fin. Lo considero herramienta útil y ventana al
entretenimiento también.
El lugar donde más se utiliza el
internet es el trabajo, y lo he usado desde correo electrónico de texto plano, en
los años 90 del siglo pasado, así como para aplicaciones multimedia, y luego
sistemas para captura e informes que están disponibles las 24 horas desde
cualquier lugar del mundo.
A la par de aplicaciones de
trabajo, la evolución del correo electrónico, a los sistemas de mensajería en
línea o en tiempo real, como en los viejos años el ICQ (I seek you), Salones de
chat, el Messenger de MSN, los de Yahoo y Google, entre otros menos populares,
empezaron a consumir tiempo de trabajo. En un principio también derroche de
recursos, pues el internet tenía costo, mi primer cajita de internet fui a
comprarla a Sanborns y era servicio de DataNet, una cajita azul que contenía un
diskette y un instructivo, previa instalación de un módem y conectado a una
línea telefónica, me permitía conexiones de hasta 37 bps, (baudios por segundo)
hoy un paquete de acceso a internet lento, da por lo menos 10 GB (10 millones
de baudios por segundo). En otro momento teníamos contratado un servicio de
acceso a internet con Infosel, que siendo su especialidad la venta de bases de
datos, tuvo la ocurrencia de ofrecer acceso a internet, además del pago
mensual, nos llegaban sobre costos por haber usado minutos de más en el paquete
contratado, así que usar internet en esos planes, era como un teléfono celular
en plan de prepago, si alargas la conversación se te podía cortar por falta de
saldo. Tiempo después la única compañía de telefonía, ofrecía el servicio de
acceso, cuya calidad ni era prodigiosa ni infinita, pero era lo que había y
pagábamos por cuentas de Prodigy e infinitum. Así colocamos a nuestro hombre
más rico del mundo en las listas de Forbes.
Hoy lo común es tener internet de
banda ancha y acceso ilimitado, ya podemos dejar conectada la Tablet, el Smartphone,
la laptop, la televisión, las cámaras de vigilancia y demás dispositivos, el
costo afortunadamente no se cobra por cantidad de bits y bytes. Pero finalmente
se paga. Y las aplicaciones no son de texto plano como el correo básico de los
años 90’s, sino multimedia y video de alta calidad, ya sin utilizar la línea
telefónica, ni siquiera el cobre del cableado, sino la infraestructura de fibra
óptica. La preocupación de las empresas e instituciones ya no es por el costo
del uso para entretenimiento del internet, sino por la distracción que
representa para sus trabajadores y empleados.
Esta paradoja, se da porque hoy
que contamos con una herramienta poderosísima, se tiene que cuidar su
utilización. Y yo veo dos formas de
afrontarlo: una basada en el control y la segunda basada en la educación.
Administración del internet por
control
Actualmente me toca vivir una
política que intenta controlar el uso de internet, la Institución tiene
mediante carísimo contrato a una empresa que aporta el acceso a internet y que
ofrece gestionarlo para su mejor uso. La política de control es que se limita
el acceso a aplicaciones que puedan parecer de esparcimiento o diversión, con
medidas coercitivas y con amenazas de monitoreo. Mediante el bloqueo de las
principales páginas de redes sociales, streaming, compras en línea y de juegos.
Una política así genera cierta
irritación, manda el mensaje de inmadurez al trabajador y lo reta a buscar
opciones, una de ellas el (filter avoiding) programas que esquivan el filtro
institucional y que aparentan dar un servicio abierto de internet, pero también
abren las puertas que el filtro quería cerrar a software malicioso, virus, robo
de identidad, hackeo y crackeo de sistemas. Otra opción es llevar a la oficina
equipos personales con software instalado o con acceso inalámbrico que al
combinarse con los equipos de uso institucional, echan abajo las políticas de
buen uso de la red.
Basados en la desconfianza al
trabajador, se busca encasillarlo a usar cada vez menos aplicaciones y a
reducir la megaestructura de servicios informáticos a un correo electrónico de
texto plano como el descrito para los años 90’s.
Intentar bloquear las aplicaciones
de compras y entretenimiento, es tan inocente como creer que la industria de
venta de contenidos nunca evoluciona, prácticamente diario existen nuevas
aplicaciones que cambian de dirección electrónica de IP o de puertos por los
que se comunica. Así que la página bloqueada un día, puede estar disponible al
día siguiente, en una interminable persecución de gato y ratón. Frecuentemente
al intentar bloquear el acceso a componentes de páginas prohibidas, se bloquean
elementos de aplicaciones necesarias y el trabajado se queda con una
herramienta limitada.
Surgen otro tipo de
incongruencias, como que la Institución tiene cuenta y manda mensajes por las principales
redes sociales, pero como tiene el acceso limitado, no pueden leerse. La
empresa que ofrece el servicio de acceso a internet debe estar gozando las
enormes ganancias, por el juego de bloquear, desbloquear, limitar ancho de
banda, cobrar por mayor consumo con software que triangula la información y por
los informes que genera por el monitoreo del uso de internet.
Casualmente no ha implementado
acciones como desconectar después de 10 minutos un equipo que sólo está en
redes sociales, o enviar mensaje a la pantalla cuando el video o audio que se
está descargando no es de uso institucional. O generar un reporte a recursos
humanos, sobre cierto trabajador cuyo equipo se ha utilizado sólo para
entretenimiento, que disculpen los “godinez”, pero si no tienen otra cosa qué
hacer, que sean reubicados o capacitados para otras tareas (el contexto es una institución
de alcance nacional).
Administración del internet
mediante la educación
La novedad que causa un acceso
libre a internet, decrece en poco tiempo. Pero si al trabajador se le responsabiliza
del uso que le dará, teniendo como recompensa el uso ilimitado de la
herramienta, se puede llegar a un uso adecuado, moderado y efectivo del
internet.
Hace cerca de 15 años así se me
entregó una responsiva del uso de internet, sólo decía, que no estaba permitido
su uso para pornografía, terrorismo o entretenimiento, que la institución se
deslindaba del uso y que yo era el responsable de su uso. Y aunque no estaba la
tentación de Youtube, Facebook, Twitter ni similares, uno se dedicaba a
trabajar y si había que consultar un video sobre cómo instalar un programa,
desarmar un equipo o un leccionario sobre la nueva ley, el internet lo permitía
sin problemas. Si entre esos videos de capacitación o de couching, se colaba
alguno de música o comedia, no pasaba a mayores, simplemente no era
significativo su uso, se sentía el compromiso de cerrarlo y ya. Educar en el
uso de las nuevas tecnologías, tampoco es lo opuesto a monitorear o
retroalimentar sobre el uso que se hace del servicio. De forma similar,
nuestros teléfonos no tenían un candado para usar larga distancia, anotábamos
en una pequeña bitácora las llamadas que se hacían y que tenían que ver con el
trabajo, cuando llegaban a aparecer llamadas distintas y nadie se
responsabilizaba, nos dividíamos el costo y cooperábamos en partes iguales, no
era un ambiente de desconfianza, sino de reparar la omisión de registrar la
llamada por alguno de nosotros. Todos estábamos enterados de la llamada y el
costo, así que no había necesidad de estar haciendo mal uso de las llamadas de
larga distancia.
Al contar con un sistema de
monitoreo, se puede fácilmente identificar el equipo y la aplicación que tuvo
un tráfico inusual de datos, así que se le comunica al trabajador.
Estoy seguro de que una cultura
de respeto, se puede conformar sin medidas coercitivas ni irritación del
personal, entendiendo que cada vez más tendrá que hacer operaciones bancarías y
compras on line, en lugar de abandonar por horas la oficina.
Las organizaciones también
maduran y se adaptan a las nuevas tecnologías, aunque el costo sea un periodo
de aprendizaje y adaptación.
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